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miércoles, 16 de octubre de 2024

Roberto Bolaño/A.G. Porta: Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. Diario de bar

Idioma original: español.
Año de publicación: 1984.
Valoración: bastante recomendable

Habrá quien diga que sabía quién era Roberto Bolaño en 1984. No voy a negar que un libro como este Confesiones… se publique, ya en su momento, y obtenga cierta repercusión posterior, debido al enorme mito generado por sus obras cumbre y, claro, por su trágica desaparición. Dentro de la obra del chileno (que creo, con esta reseña, está prácticamente completa en este blog) podría decirse ya no solo que es una novela de tanteo, sino que registra el inédito hecho de estar escrita a cuatro manos con el escritor barcelonés Antoni García Porta. Una cuestión a la vez curiosa y algo estimulante para el lector bregado: puede uno especular con el reparto de tareas en la configuración de la novela, en partes redactadas por uno y completadas por el otro, en algún curioso vocablo que delate si ésta u otra parte son del chileno o del catalán. Con todo, la novela acaba resultando potente y cohesionada y no he sido capaz de detectar diferencias ni brechas que resulten delatoras. Como en la vigente fiebre de las colaboraciones musicales, y aunque García Porta no haya disfrutado de tal repercusión (pues encima al hombre le ha dado por seguir vivo), el mérito es conjunto e indisociable.

Dije mérito. Desde su curioso título de cierta afectación pop/postmoderna, Confesiones de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce es una novela muy notable, aunque parezca un divertimento punk combinado con algunas gotas de hiperviolencia pre-Tarantino. Son apenas unos días en la vida de Ángel y Ana, dos jóvenes, uno de ellos poeta obsesionado por James Joyce, primer apunte de contextualidad futura con la obra de Bolaño, la otra una chica que es su pareja, o algo así. Uno barcelonés, la otra de fuera. Han cometido un atraco en la turbulenta Barcelona de los primeros ochenta, la del postfranquismo dando coletazos, la de la droga corriendo sin control por toda la ciudad. El atraco ha coincidido con otros sucesos violentos y Ángel y Ana se creen a salvo de la persecución policial recluidos en sendos pisos mientras siguen con su carrera criminal y planifican algún último golpe y una huida a París donde empezarán una nueva vida. Es una narración vertiginosa, atropellada, casi disruptiva, donde Ángel, el poeta, se ha ocultado en un piso destartalado en el barrio de Sants y se cree a salvo de la policía. Piensa en Ana, piensa en Joyce y en Dédalus y se ve proyectado en una chambre de bonne dedicado a la escritura. La posibilidad del último golpe se concreta y se ejecuta.

Por supuesto es una narración vigorosa, casi vertiginosa y poco dada al exceso lírico. Puede que en algún momento se tienda al exceso propio de cierto género criminal, pero todo ello se combina en una especie de atropellada narración donde los estilos se combinan de forma estimulante. De hecho,  la novela nos regala una parte final en forma epistolar. Ángel se dirige a la madre de Ana que, sin haber llegado a venir a España, se ha ido desplazando por el extranjero. Un capítulo final nos muestra a Ángel residiendo en Francia ya como un ciudadano más sin abandonar cierta paranoia de fugitivo cauto y timorato.
La novela se completa con Diario de bar, un opúsculo lleno de fechas y lugares que refiere a la estructura futura de Los detectives salvajes. Obviamente, Consejos… puede parecer una obra menor, un experimento a cuenta de futuros ejercicios más contundentes de estilo. Pero muy lejos de ser algo leve o puramente lúdico: aquí hay chicha de la buena.

De Bolaño en ULAD: aquí

martes, 16 de octubre de 2018

Semana del arte #2: Annie Ernaux / Marc Marie: El uso de la foto

Idioma original: francés
Título original: L'usage de la photo
Traducción: Lydia Vázquez Jiménez
Año de publicación: 2018
Valoración: está bien

Annie Ernaux nos tiene acostumbrados a sus relatos autobiográficos, pues así son la mayoría de sus obras (y la totalidad de las reseñadas en ULAD). En este caso, hace un ligero cambio de registro y, sin abandonar la narración autobiográfica, se adentra en el terreno de las artes visuales, incorporando la fotografía como elemento nuclear del libro.

Este libro surge tras la constatación de la necesidad que la autora, juntamente con su pareja, tenía en fotografiar la ropa extendida por el suelo tras una noche de hacer el amor pues sentía la necesidad de plasmarlo, de dejar constancia, «como si el amor no bastara, como si hiciera falta conservar su representación material». La condición única de tal experimento era no modificar el escenario, debía fotografiarse tal cual quedaba expuesto. Los dos autores, pareja en ese momento, y tras meses de seguir este ritual, sintieron que no era suficiente con captar esos instantes, sino que también debían escribir sobre esas fotos, para dar forma y recuerdo a esos momentos amorosos. De ahí surgió la idea de la escritura, como complemento a la fotografía, como otro medio para captar una escena, pues tal y como indica la autora: «Foto, escritura, en ambos casos se trataba para nosotros de conferir más realidad a momentos de goce irrepresentables y fugitivos». Así, yendo más allá, Annie Ernaux determina claramente una relación entre la fotografía y el sexo, estableciendo como nexo de unión el deseo, quedando perfectamente expuesto en el siguiente párrafo escrito por la autora, al afirmar que «el clic de la máquina es una extraña simulación del deseo, que empuja a ir más allá. Cuando soy yo la que hago la foto, la manipulación, el enfoque del zoom es una excitación particular como si tuviera un sexo masculino

Los autores también destacan el uso de la fotografía como testigo visual de su historia. Así, los pequeños detalles que contienen las fotos sirven para plasmar no solo el momento en que fueron tomadas sino el antes y el después, enlazando de esta manera pasado y futuro, reconstruyendo la historia a base de pequeños momentos (quien sabe si de ahí el término instantáneas) para trazar una historia continua.

Estructuralmente, el libro está escrito con narraciones alternadas, donde el método y la estructura siempre es el mismo: en primer lugar, se muestra la foto tomada, luego uno de los dos explica su visión y sus recuerdos a partir de ella, y luego el otro autor hace lo mismo. Capítulo a capítulo, fotografía a fotografía. De esta manera, Annie y Marc, escriben sobre la importancia de la foto como canal de recuperación de, no únicamente las experiencias vividas, sino también de los recuerdos, aunque a veces la imagen representada no guarda relación con los sentimientos que se albergan del momento en que fue tomada.

Más allá de los recuerdos que les traen la revisión y análisis de las fotos, el uso de la foto sirve también para analizar los objetos en su naturaleza más azarosa y sirve para atribuirles cualidades emocionales que van más allá del propio objeto. Así lo refleja la autora en el siguiente párrafo: «De todas las cosas abandonadas en el suelo después de hacer el amor, los zapatos son los más conmovedores. Caídos de costado, manteniéndose de pie, pero mirando direcciones opuestas, o emergiendo de un montón de ropa, pero siempre alejados el uno del otro. Su alejamiento, cuando aparece en la foto, da medida de la violencia del gesto para desembarazarse de ellos. (...) A diferencia de otras prendas de vestir convertidas en formas abstractas, los zapatos son el único elemento de la foto que conserva la forma de una parte del cuerpo. Que realiza más la presencia en ese momento. Es el accesorio más humano». El análisis que hace de los objetos como elementos vivos, en la medida en que fueron móviles, flexibles, casi como si tuvieran vida propia (o la vida que tuvieron, cuando fueron ocupados por cuerpos humanos), es interesante y sugerente.

Dejando de lado el análisis puramente de los objetos en sí, los autores utilizan las fotos realizadas para, a partir del análisis de su composición, hablar de sus vidas y sus miedos, de su pasado y su futuro, que tratan con delicadeza y el conocimiento de que todo es efímero, pues puede terminar en cualquier momento; conocedores de la caducidad de la vida, la viven buscando y creando «instantes perfectos, como pequeñas burbujas», pues «de burbuja en burbuja, la muerte acaba por abandonar la presa». Las fotos son la representación del momento vivido, y ahí se alojan también los miedos por el cáncer de mama de la autora, los temores por una guerra de Iraq innecesaria y abominable, las inquietudes de cada uno y el temor de que todo acabe. Así, el hecho de que en las fotografías no aparezcan sus cuerpos les hace pensar en la ausencia de ellos, en su muerte, «no es el rastro de nuestro paso por ahí lo que veo, sino nuestra ausencia, e incluso nuestra muerte».

El libro es interesante especialmente si se ha leído previamente alguna de las otras obras de la autora, puesto que gran parte de la narración trata sobre su vida, sus relaciones, la enfermedad de cáncer que padeció Annie Ernaux, y por tanto es de gran contenido autobiográfico. Aún y así, tiene también interés des del punto de vista del uso de la fotografía y de su utilidad, de su función, pues la vida queda encuadrada y fijada en momentos concretos a partir de las fotos tomadas, y ese es el principal motivo de hacerlas, intentar crear momentos de nuestra vida que nos permitan enlazarla a un pasado que de otra manera quedaría postergado al olvido. Así, las fotografías, sirven para guardar no únicamente el recuerdo de donde estuvimos, sino para intentar guardar en ellas los sentimientos que teníamos en ese instante, como una evidencia o prueba material de la existencia de un sentimiento puntual, tal vez fugaz, que mediante el uso de la foto pretendemos fijar de forma permanente en nuestra vida.

Tambien de Annie Ernaux en ULAD: Memoria de chica, La mujer helada, No he salido de mi nocheLos añosUna mujerLa otra hija, El lugarEl lugar (contrarreseña)

miércoles, 4 de abril de 2018

Stephen King y Owen King: Bellas durmientes

Idioma original: inglés
Título original: Sleeping beauties
Traducción: Carlos Milla Soler
Año de publicación: 2017
Valoración: se deja leer

Poco vamos a contar de la figura de Stephen King, probablemente uno de los autores más conocidos dentro del género fantástico y de terror. Confieso haber leído muchas de sus novelas de terror en mis años de adolescencia y, después de detectar ciertas similitudes entre ellas, aparqué su lectura hasta hace relativamente poco cuando leí, devoré, me impresioné y emocioné con la gran «Duma Key» y repetí con «22/11/63», que también encontré fascinante. Pero vino «Mr. Mercedes» y la decepción fue mayúscula; no encontré nada ahí de lo que me gustaba del autor. Pero le di otra oportunidad, esta en concreto. E hice mal.

¿De qué trata el libro? Pues empieza con la enigmática aparición de una chica, en medio de la naturaleza, cerca de una caravana, próxima a la localidad de Dooling, que acaba en el asesinato de los dos hombres que se encontraban en ella; sorprendentemente, una joven que estaba en compañía de ellos lo contempla sin ser amenazada, pues la misteriosa chica, Evie, de hecho, la salva de la situación en la que se encontraba.  Mientras esto ocurre, un extraño suceso iniciado en Australia va reproduciéndose a lo largo del planeta: mujeres que quedan adormecidas mientras se les va formando una especie de algodón en el cuerpo, como envueltas en un capullo de una sustancia pegajosa. De igual manera, en la cárcel del condado, empiezan a aparecer un conjunto de mariposas que solo ven alguna de las reclusas. Y ahí tenemos el escenario de la historia: una misteriosa chica con un estrecho vínculo con la naturaleza y la fauna, un pequeño pueblo donde sucede un hecho sobrenatural, y habitantes con ganas de aclarar qué ocurre y evitar, por supuesto, que las mujeres queden dormidas ya que, en caso de quererlas despertar, uno no desearía estar cerca de ellas pues se convierten en seres altamente agresivos.

Con este argumento, la novela empieza como es habitual en el autor: rápidamente procede a la presentación del escenario e introducción de los personajes. La descripción del entorno es clara: pueblo pequeño en un entorno de montaña, donde uno es casi capaz de verse entre árboles frondosos y poblaciones vecinas semiabandonados. Lamentablemente, la caracterización de los personajes es bastante inferior, por su absoluta falta de profundidad. En cualquier caso, establecidas las piezas maestras de la historia, tenemos los personajes principales definidos, la ubicación de la escena y el suceso.

Pese a su prometedor inicio, la narración no engancha, por varias razones. A medida que avanza, el libro va incorporando personajes que, en la mayoría de los casos, aportan más bien poco; además, son presentados a menudo con historias de su pasado que no tienen nada que ver con la historia narrada (ni la tendrán), dando la sensación que nos los va presentando porque los necesita para «utilizarlos» al final del libro. Lamentablemente, este hecho lastra la lectura pues, en una novela de este tipo, uno necesita acción, necesita que ocurran cosas; el pasado de los personajes importa más bien poco, puesto que no forma parte de la historia, ni siquiera para justificar las decisiones que tienen los personajes. Tampoco contribuye al interés la narración, altamente discontinua: hay momentos cautivadores pero muchos episodios que no interesan.

Creo que Stephen King ha abusado tanto de las intrahistorias de los distintos personajes que uno casi olvida el motivo central del libro. Y eso, en un libro de misterio o miedo, es un gran problema. Lamentablemente, se hace evidente que Stephen King ha perdido contundencia, capacidad de sorpresa, ritmo narrativo e impacto. No asusta ni convence, las reflexiones sobre el mensaje que quiere que tenga el libro y que apunta de manera más o menos interesante se diluyen entre tantas páginas insustanciales. Que el autor ha dejado de ser el que era, que ha perdido su «toque», su habilidad, ya lo vimos recientemente en «Mr. Mercedes». Pero escribir un libro de más de setecientas páginas donde las primeras cuatrocientas se podrían reducir a una cuarta parte es un abuso a la paciencia del lector. Que tengas que llegar a más de la mitad del libro para ver qué hay detrás de la historia, es excesivo. Pero es que encima, su tramo final es para terminar muerto… de risa. Y me sabe mal decirlo, por el gran respeto que tengo al Sr. King, pero no se puede llegar al clímax y desenlace de la novela, en un momento de supuesta tensión y que algunos personajes de golpe les dé por hacer chascarrillos. Lo siento, pero no. Hasta aquí podíamos llegar. Y no hablaré del supuesto mensaje feminista con el que se promociona la novela, pues creo que únicamente sirve como reclamo.

No sé hasta qué punto la participación del hijo en la novela ha tenido influencia en el resultado y si la valoración final del libro se debe a su participación en el proyecto. Tengo serias dudas, pero si como parece ser, uno de los maestros de la novela fantástica quiere pasarle el testigo a su hijo, este lo tendrá realmente crudo por la inmensa figura del padre con el que irremediablemente se le comparará, pero también tendrá algo más contra lo que lidiar: necesitará un cambio de registro o romper la tendencia iniciada en este libro. El apellido que lleva pesa mucho, y si quiere escribir novelas del género ampliamente dominado por su padre, lo tendrá muy crudo porque a mí, este libro, en ocasiones me ocurría como las protagonistas y necesitaba mucho esfuerzo para no cerrar los ojos y quedarme, como ellas, en estado durmiente.

Todas las reseñas de Stephen King en ULAD: aquí