miércoles, 11 de mayo de 2022

Karmele Jaio: La casa del padre

 Idioma original: vasco

Título original: Aitaren etxea

Año de publicación: 2019

Valoración: Recomendable


“Quizá por eso es peligroso escribir. Es una peligrosa marea baja que deja a la vista las rocas escondidas bajo el agua. Y lo que aparece no siempre nos gusta.”


El lugar al que siempre volvemos o del que nunca llegamos a salir del todo. La casa paterna (o materna), incluida la madre patria que cada uno considere. Ese lugar, el doméstico y el geográfico que nos ha configurado como somos, aunque luego cada uno reaccione a su manera a los estímulos. Karmele Jaio ha creado esta vez a un puñado de personajes, algunos con voz propia, y los ha echado a rodar por la pendiente de la vida, en una época (la actual en ese momento) y un lugar (Euskadi) determinados. El pasado y el presente se entremezclan y les condicionan tanto como a cualquiera.  Asistimos a sucesos y reacciones que podemos comprender fácilmente como si lo que se nos está contando fuera sencillo, que no lo es en absoluto, como si los personajes no estuvieran llenos de contradicciones e incoherencias, como si el dolor no los paralizase demasiado a menudo. Ismael, su mujer Jasone y Libe, su hermana, no solo se explican a ellos mismos, también a esos que no hablan al lector pero cuyo papel en el relato es igual de importante. A saber, los padres del susodicho y un tal Jauregi, editor y viejo amigo de Jasone. 

Esta mujer, tan válida como llena de inseguridades –complejo de usurpadora, advenediza en su propio espacio– es el hilo conductor del relato, la secundaria que protagoniza los hechos aunque resulte paradójico. Una más entre toda una generación de esposas comprometidas con la conducta que se espera de ellas y creyéndose libres de decidir, han renunciado a sus objetivos vitales sin apenas ser conscientes de ello aunque a costa de una infelicidad soterrada que, a medida que pasan los años, va pesando cada vez más sobre sus hombros. Una más y por ello tan importante, ya que representa toda una pauta de conducta asumida sin rechistar por varias generaciones de mujeres. Me refiero al esfuerzo que supone encargarse de las tareas domésticas, planificación, cuidados y pensar que un trabajo remunerado, a diferencia de sus madres, ha conseguido emanciparlas. Y claro que aquella esclavitud completa de quien se somete en cuerpo y alma porque es otro quien paga las facturas es una costumbre residual, pero las circunstancias que acepta la generación de Jasone no suponen un auténtico avance, solo un espejismo con el que se las ha ido entreteniendo hasta que (algunas) acaban cayendo en la cuenta. Pero ¿por qué me empeño en hablar de ella si el gran triunfador, el escritor de la familia resulta ser su marido, Ismael, y Jasone no ha destacado en nada todavía. Algo ha hecho, es verdad, pero poco relevante, nada que ocupe titulares de prensa: responsabilizarse de que el hogar funcione, criar a dos hijas, contribuir con su sueldo a los gastos, cuidar a sus padres ya fallecidos, corregir la obra del gran literato para que llegue bien pulidita a la mesa del editor. ¡Fruslerías! No hay motivo para que Ismael se sienta tan inseguro, tenga tanto miedo, tanta desazón por asuntillos del pasado, se encuentre tan bloqueado en su labor creativa. Aun así, me atrevo a preguntar ¿han oído hablar de María Lejárraga? Nació en el último tercio del s. XIX, vivió casi cien años  y su gran talento literario se mantuvo en la sombra la mayor parte de su vida.

Completan el cuadro la hermana rebelde y migrante que teme volver a casa, la madre, ingresada por culpa de un misterioso accidente, que se inquieta por lo que pueda pasarle al marido ahora que ella no está en condiciones de cuidarlo, y este, el marido y padre de Ismael. Los demás tienen miedo y se sienten culpables de algo, solo él es inmune a esos sentimientos, ahora porque se le ha ido la cabeza y antes porque se creía omnipotente como cabeza de una familia tradicional que dirigía los destinos de todos.

Jaio nos habla de los fantasmas del escritor, de la palabra que descubre lo oculto, de una generación marcada por la política y de la frustración a la que han sido condenadas las mujeres de este siglo y del otro. No puedo estar más de acuerdo pero pienso que tanta insistencia, tanto hacer explícitas ideas por lo demás, evidentes, lastra la novela un poco, la ralentiza, la convierte en una especie de panfleto cuando no le hacía ninguna falta. Solo tenía que dirigirse a un lector inteligente, pues los personajes están perfectamente diseñados, la trama rueda con los sobresaltos necesarios, se abren múltiples posibilidades que nos mantienen en una agradable incertidumbre hasta llegar a las vueltas de tuerca finales que sorprenden sin incoherencias y consiguen que la novela alce definitivamente el vuelo sin traicionar las convicciones de la autora.

Versión en castellano: Karmele Jaio 


Otras obras de Karmele Jaio: Música en el aire, No soy yo, Las manos de mi madre, Stop, Recuerdos (relato en volumen colectivo)

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