Año de publicación: 2021
Traducción: Daniel Sancosmed
Valoración: intragable
Agradezco a Madame Nielsen que este libro no se haya promocionado (a pesar de la apariencia de la escritora, que parece un performer multidisciplinar de esos que inquietan un poquitín) como literatura queer, cuestión que evita su estigmatización y su etiquetado dentro de una especie de submundo que parece haber de ser juzgado de antemano.
Bueno, se lo agradezco porque así ha evitado que yo tenga que ser señalado por cargarme un libro queer. No va a ser así. Hablo sobre la novela con toda libertad, entonces, y os digo, estimados lectores, que está muy bien eso de que las pequeñas editoriales se encarguen de divulgar la obra de autores de escenas alternativas y todo eso. Pero es que aquí nos han dado gato por liebre. The Monster, así titulada en inglés, detalla las andanzas de un joven ruso en New York, donde ha acudido para formar parte del grupo teatral de Willem Dafoe, allá por 1993, con lo que la acción se sitúa en ese período extraño entre la caída del muro y la de las Torres Gemelas, un período (no hablemos del presente, por favor, que Finlandia acaba de poner nerviosa a Rusia solicitando su ingreso en la OTAN) que podría haber sido idílico, una especie de Arcadia feliz donde los bloques se desmembraban y Occidente parecía ávido por integrar a esos rusos simpáticos en la dinámica del capitalismo a ultranza. Ahí empiezan las trampas. En un juego algo acomplejado que insiste en el namedropping, Madame Nielsen teje una siniestra historia basada en los días y las noches del joven, que ha acudido a New York con poco dinero y apenas una lista de nombres a los que puede contactar para obtener algún lugar donde pasar la noche. De día acude al teatro y alterna con gente que se presenta tanto en las sesiones teatrales como a los locales nocturnos que acostumbra a frecuentar. Así que en la novela surgen los nombres como referencias, tópicos hasta la exasperación: Warhol, Sontag, Byrne, Lou Reed. Parece que en medio de esa amalgama cultural de la ciudad que nunca duerme a nuestro anónimo protagonista le ha ayudado la suerte. Pero ay la noche: a cambio de disponer de un sitio donde dormir, sus anfitriones resultan ser un par de gemelos algo degenerados que abusan de él noche tras noche.
Y en esa alternancia trufada de referencias y descripciones algo procaces de los abusos, combinado con los numeritos propios de su asistencia a algunos de esos clubes nocturnos que parecen museos de los horrores, la novela se pierde en divagaciones y escenas descritos con un lenguaje rígido y un terrible gusto por el párrafo interminable y la disertación de tonalidad epatante, como si a Madame Nielsen le molestara limitarse a describir los hechos y tuviese que incidir en un retrato psicológico del protagonista, revelando una tonalidad algo narcisista y hasta diría que acomplejada. Esto no podía pasar en Copenhaguen pero si en New York. Con lo cual,entre ciento cincuenta páginas, apenas retengo las alusiones descriptivas a la foto que hace las veces de portada, un más que previsible flash back sobre la historia de los gemelos, y unas últimas cuarenta páginas, que me perdonen mis compañeros del blog por mi retraso, que se me han hecho eternas, un auténtico tostón esperando que algo se dilucidara y más bien convencido de que, como así resultó ser, la novela era un engendro post-moderno algo pretencioso cuyo colofón es no tener colofón.
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