sábado, 30 de noviembre de 2013

Haruki Murakami. Al sur de la frontera, al oeste del Sol

Idioma original: Japonés

Año de publicación: 1992

Título original: 国境の南、太陽の西, Kokkyō no minami, taiyō no nishi
Traducción: Lourdes Porta
Valoración: recomendable

La constante polémica que rodea la valoración literaria de Haruki Murakami, reverdecida cada vez que se publica o se traduce una novela, o que suena su nombre para el Nobel, acaba resultando un serio inconveniente. Pues parece que los libros de este escritor no puedan ser merecedores de otra valoración que el entusiasmo o la crítica más feroz. 
Creo que Murakami es responsable, pero no culpable ni de su éxito ni de la voracidad con la que sus editores explotan ese filón. Creo, entonces, que debemos intentar abstraernos, cosa cada vez más difícil, y valorar sus novelas en función de sus méritos concretos. Y una a una. Para qué complicarse más. Que si sus personajes suelen parecerse y sus tramas repetirse en sus esquemas. Ah. Lo hacen otros y tenemos aquello de los mundos propios y los universos tejidos por un creador. Lo hace Murakami, y es reiteración. Curioso.
Pues Al sur de la frontera, al oeste del Sol resulta ser un buen libro, una novela más que solvente. Veis, alguno ya dejará de leer justo a aquí. Alguno ya ni habrá empezado, al ver que la valoración es, para lo que se espera hablando de un murakami (así, en minúsculas), una valoración, digamos, inocua. No, no hay un combate a dirimir en esta reseña. Lo que hay es una historia de reencuentro y de cierre de ciclo y de ajustes emocionales con el pasado. Una como otras, claro, y como otras de Murakami, por supuesto. Pero una historia bien estructurada, bien narrada y con los resortes de estilo y de contemporaneidad que hacen de este hombre, hoy en día y pese a quien pese, un valor seguro para la industria que necesita grandes cifras para poder apostar por valores no tan vendibles. 
Hajime habla de su vida, de sus amores de adolescencia y de juventud y de su condición de hijo único como hecho trascendente en el devenir de sus relaciones con las mujeres. Y su historia nos atrapa por su naturalidad y su sencillez. Una historia en la que se debate entre amores que representan etapas de la vida, que representan elecciones a nivel personal que nunca acaba de tomar con decisión, como si necesitara de alguien que apretara una tecla para que su adolescencia acabase.
Hay que reconocer que Murakami no está en la primera división literaria por ser un portentoso creador, es decir, por méritos artísticos, si no por méritos comerciales, pero que no es un escribidor de fast-food literaria, para nada. Y que Tusquets simplemente pone a disposición del público lo que el público parece acoger con agrado.Algo que no debe parecernos terrible ni perverso. Simplemente otorgarle su lugar: millas atrás de Franzen, peromuchas millas por delante de Dan Brown.

Sobre Murakami: A vueltas con Murakamiy de Murakami en UnLibroAlDíaAfter DarkDe qué hablo cuando hablo de correrKafka en la orillaTokio bluesLos años de peregrinación del chico sin colorEl elefante desapareceDe qué hablo cuando hablo de escribirLa muerte del comendador

viernes, 29 de noviembre de 2013

Saul Bellow: Henderson, el rey de la lluvia

Título original: Henderson, the Rain King

Idioma original: inglés                  

Año de publicación: 1959

Valoración: Muy recomendable


Hay novelas que no pasan de moda pues tienen la virtud de comunicarse con una gran variedad de lectores y no superficialmente. Pero su profundidad no es aburrida, al contrario, sus autores han conseguido crear un personaje (o varios) tan entrañable y tierno como estrafalario y divertido, que nos incita a acompañarle por los lugares y situaciones más variopintos y absurdos y que nos mantiene hasta el último momento en tensión. A esos seres vamos a echarlos en falta, lo sabemos desde el preciso instante en que cerramos el libro. Se me ocurre ahora –además del obvio don Quijote– el Ignatius J. Reilly de La Conjura de los necios y Jakab Störr, protagonista de La historia de mi mujer. Aunque en realidad no importa mucho, porque siempre podemos releerlos.

Henderson, el rey de la lluvia es uno de los libros más divertidos que he leído nunca. No de los que arrancan carcajadas –aunque alguna cae de vez en cuando– sino una sonrisa cómplice. El buen Eugene nos sorprende constantemente pues cada etapa de su aventura es aún más loca que la anterior. Los secundarios tampoco son moco de pavo. Nadie es común y corriente aquí. En parte por la excentricidad del propio Eugene y en parte porque un buen pedazo de acción tiene lugar en el África profunda. Además de su humor, si os gusta la acción, o mejor, las aventuras, y cuanto más originales mejor, vais a disfrutarlo de verdad.

La ironía y perspicacia de Bellow se manifiesta aquí prescindiendo de su habitual talante taciturno. El protagonista, un maduro millonario norteamericano aficionado a la cría de cerdos, se casa por segunda vez pero, aun adorando a su voluble y precavida mujercita, su insatisfacción vital no deja de amargarle. ¿Cómo aplacar la angustia de quien tiene todo lo que se puede desear? A nuestro héroe no se le ocurre mejor idea que viajar al continente africano, pero no a una región civilizada. Lo que se propone –y consigue– es internarse en sus profundidades con la ayuda de un guía experto y, durante algún tiempo, formar parte de alguna tribu. De dos para ser exactos. Lo que le sucede es insólito, como no podía ser de otra manera, pero es la forma de contarlo lo que resulta desternillante.

Eugene posee una mirada ingenua y bondadosa cuya simplicidad disecciona a cualquier individuo con quien se cruza mucho mejor que si produjera elaboradas definiciones plagadas de términos psicológicos. A veces lo que nos cuenta puede resultar un poco confuso. Conociendo al personaje (porque llegamos a conocerlo casi como si lo hubiésemos visto en persona y eso forma parte de su encanto), no tenemos más remedio que pensar. “Vaya usted a saber lo que pasó realmente”. Dudamos del verdadero sentido porque su forma de ver las cosas es tan peculiar como aguda. Pero no queremos que nos lo cuente de otro modo. Está muy bien así. La imaginación de Bellow es poderosa pero permite que la nuestra también funcione a sus anchas.

Y no se conforma con vivir intensamente. Mientras lo hace su cabeza no deja de funcionar. Son constantes sus reflexiones sobre él mismo, el mundo y los hombres, sobre su presente y sobre su vida anterior. Recuerda melancólicamente a su esposa y nos obsequia con agudas observaciones sobre cuestiones de todo tipo. Bellow no solo sabe divertirnos, además transmite, con gran ironía y sutileza, algunos de sus puntos de vista.

Pero todo no puede ser perfecto, la traducción de Raquel Albornoz es francamente torpe, está plagada de errores de bulto que cualquiera puede advertir. Ya sabemos que el lenguaje de Bellow no es fácil pero deberían haberlo cuidado mucho más, aunque solo sea porque se trata de un Nobel, ¡caramba!


También de Saul Bellow: Dejando la casa amarilla, Carpe diemLa víctima

jueves, 28 de noviembre de 2013

Laird Hunt: La benévola

Idioma original: inglés
Año de publicación: 2013
Título original: Kind one
Traducción: Isabel Ferrer y Carlos Milla
Valoración: muy recomendable

Curioso envoltorio el que encuentra el terror más absoluto para presentarse. Bueno: lo que yo interpreto como terror, por cercanía y por posibilidades de repetirse, aunque tome otras guisas. 
La benévola es la historia, narrada a varias voces, de Ginny, mujer entregada por sus padres a un despiadado y cruel propietario que la emplea a su antojo hasta que el destino hace una de las suyas. Es una historia del siglo XIX, de la América profunda y de la esclavitud. De crueldad sin límites y violencia descarnada. Dura en su planteamiento y casi dolorosa en su lectura. De ese dolor que cala en el lector, como calan las imágenes de cierto cine o ciertas series que han tratado el tema. Recuerdo la frialdad de cierta escena en una película de Spielberg: los esclavos encadenados tirados al mar porque el buque debía aligerar carga.
Pues bien: sin tratar del tráfico, del repugnante aspecto mercantil, ni ensañarse en los aspectos truculentos, La benévola nos sume en la reflexión. Nos azota y nos encadena, a la vez que nos fascina, pues la mención a Faulkner en el fajín del libro no es gratuita. Laird Hunt, autor del que no me consta haber oído nada hasta saber de esta brillante novela, nos estimula con su estructura directa e imaginativa y con sus elipsis. Con esos pasajes oníricos enfermizos, esas canciones y esas historias intercaladas que parecen referir al África, también, profunda. Nos acompaña en esa espiral insana de violencia y de venganza y de maldad engendrada y enquistada. Con referentes en algunos autores, sobre todo por lo crudo de sus imágenes, puede mencionarse a McCarthy o la prosa de Louise Erdrich. Pero destaca en ese esbozo de los personajes, en esa descripción del entorno físico incómodo, turbio, agobiante, en ese pasar como de soslayo por algo que nos parece cotidiano pero es aterrador. La naturalidad de la narración obra ese engaño: parece que todo sea muy normal para sus personajes el maltrato, la tortura, el castigo, la humillación, el mayor desprecio que acaba representando la ignorancia sistemática de la dignidad humana más elemental. Insisto, sin detalles, sin morbo añadido.
Leed esta novela. Disfrutad de su solemnidad y su habilidad para representarlo todo con claridad sin necesidad de explicarse a sí misma. 
Habitad el cobertizo, ved a los cerdos campando por la hierba y pensad en los robles y en su macabra utilidad. En los pozos, en las piedras. Oid cómo la fusta surca el aire.

También de Laird Hunt en ULAD: Neverhome

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Víctor Álamo de la Rosa: Isla Nada

Idioma original: español
Fecha de publicación: 2013
Valoración: Recomendable

La Isla Nada es un trozo de tierra perdido en el Océano Atlántico adonde nadie quiere ir. Es un lugar en el que sobrevivien unos cuantos seres humanos y animales mientras el resto del mundo sigue adelante, pero también es ese lugar, escondido dentro de cada uno de nosotros, al que tampoco queremos enfrentarnos. Ir a la Isla Nada significa hundirse hasta lo más profundo de uno mismo y, a partir de ahí, intentar no acabar con todo.

E Isla Nada es, ante todo, una novela coral escrita por Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969) cuya acción gira en torno a dos personajes tan antagónicos como complementarios: Luisón Montoto, un tenor de éxito internacional que se hunde y lo pierde todo debido a los engaños de su mujer, y Philip Vernerg, un piloto alemán que recorre el mundo intentando crear un zoo humano para que el público conozca cómo vive los habitantes de otras partes del globo.

A lo largo de 400 páginas (que se leen en seguida, eso sí) el lector es testigo de las andanzas de Philip por el mundo y de la lenta pero imparable caída en desgracia de Luisón, mientras sus destinos se entrecruzan sin que ninguno de los dos sea consciente de la influencia que tiene en el otro. Pero también nos ofrece el autor un sinfín de personajes secundarios y subtramas que complementan las historias de los dos protagonistas, al mismo tiempo que ofrecen una visión más completa del argumento principal.

Álamo de la Rosa aprovecha esta novela, además, para mostrar nuestra fragilidad y profundizar en las debilidades y contradicciones que existen dentro de cada uno de nosotros y que nos hacen, en numerosas ocasiones, actuar de forma ilógica e irracional, abogando por un ejercicio de autoconocimiento y autocrítica que, aun necesario, casi nunca realizamos (o lo hacemos demasiado tarde).

Isla Nada se puede leer y disfrutar como una novela de aventuras, como la historia de dos hombres que han de recorrer años y kilómetros para encontrarse y descubrirse a sí mismos, pero también se puede utilizar como medio para reflexionar sobre lo que somos y sobre esa parte de nosotros que no nos gusta sacar a la superficie (ni reconocer que esconemos bajo siete llaves). De cualquier manera, es una lectura recomendable, un libro muy bien escrito que mantiene el ritmo en todo momento y que nos muestra que Álamo de la Rosa es un autor a descubrir, si es que aún no hemos leído ninguno de sus otros (numerosos) libros.

martes, 26 de noviembre de 2013

William S. Burroughs: El almuerzo desnudo

Idioma original: inglés
Título original: (The) Naked Lunch
Año de publicación: 1959
Valoración: Imprescindible

He dudado bastante con la valoración de este libro. Pensaba ponerle un "Muy recomendable", que es ya una nota muy alta; luego he pensado ponerle un "recomendable", porque hay momentos en que el libro resulta algo repetitivo y porque no es un libro "muy recomendable" para todo el mundo; pero al final he decidido hacer lo contrario y darle un "imprescindible". ¿Y por qué? No solo porque es uno de los libros más influyentes de la literatura estadounidense del siglo XX, sino también, y sobre todo, porque en cierto sentido este libro consigue llevar la literatura, la palabra, hasta un nuevo límite, y un libro que consigue hacer eso puede decirse que es imprescindible.

Este es un libro sobre la droga: heroína, morfina, opio, marihuana, cocaína y todos los derivados imaginables. Es un libro escrito por un yonqui durante su etapa de adicción (aunque publicado más tarde, ya "limpio"). Pero no es uno de esos libros que hablan sobre la droga con espíritu documental o moralizante, "la droga te hace esto, tiene estos efectos, puedes acabar así". Solo el prólogo y el epílogo, escritos con posterioridad al resto de la novela, tienen algo de esto: algo de catálogo de distintas drogas y sus consecuencias físicas, psicológicas, emocionales.

Pero lo que hay en medio, o sea, la novela en sí, es más bien una visión del mundo a través de los ojos de la droga. Con una desinhibición agresiva, provocadora y decididamente política. Se habla mucho, claro, de la vida en el submundo yonqui: los trapicheos, los engaños, las mejores técnicas para drogarse, los peores efectos secundarios imaginables. Pero también se habla de sexo: sexo en todas sus formas, pero sobre todo sexo homosexual, violento, comprado, indeseado. Y también de política, y de medicina, y de filosofía, y de opresión, y de la guerra, y de la vida y de la muerte.

Y todo esto, hay que insistir, a través de una visión distorsionada, fragmentaria, provocadora. Por momentos, repugnante, insultante. Cada capítulo es una escena aislada, en un espacio y un tiempo diferentes de la anterior, aunque con algunos personajes que repiten su aparición aquí o allá (de ahí que se hable de "novela" y no de recopilación de textos); y todos ellos están llenos de alucinación y paranoia onírica. Los yonquis se disuelven en series protoplásmicos para absorber la droga, o a otros yonquis; la policía te deja libre si le chupas la polla hasta hacerlos desaparecer; un hombre que cosigue hablar con el culo es devorado por dentro por ese mismo culo... Ese tipo de historias.

Por eso hablaba de que este libro llega a un límite al que no llega casi ningún otro libro en la historia de la literatura: muy pocos escritores se han atrevido a ser tan brutalmente directos, por una parte, y tan descontroladamente libres en cuanto a la forma, la estructura o el estilo. Naturalmente, el libro fue inmensamente polémico cuando se publicó, por su contenido sexualmente explícito, homosexual y pedófilo. De hecho, tengo mis dudas de si un libro como este sería publicado hoy en día, cuando en algunos aspectos parece que estamos más atrás que en 1959.

No puedo terminar esta reseña sin mencionar al traductor de la edición de Anagrama, Martín Lendínez: tuvo que ser un infierno traducir una novela tan llena de slang, neologismos, tecnicismos y vulgarismos como esta, y conseguir que sonase creíble. Y Martín Lendínez lo ha conseguido.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Kurt Vonnegut: Un hombre sin patria

Idioma: español
Año de publicación: 2005
Título original: A man without a country
Valoración: muy recomendable

Me auto-avancé a mi opinión de este libro por Twitter y me pronuncié sobre el espíritu de Vonnegut. Autor ya fallecido en 2007, pero que en este libro (cuyo título daría hoy para mucho debate) se muestra tan dinámico, tan provocador, tan escandalosamente clarividente que hace sonrojar, o debería hacer sonrojar, a tantos y tantos escritores jóvenes que pretenden ir de diletantes. Lo de Vonnegut es de escándalo, porque su seguridad escribiendo solo puede equipararse a la vehemencia de sus ideas. Nada de adornos, nada de tentaciones de recrearse con florituras. Vonnegut escribe este ensayo caótico y falsamente desestructurado con la prisa y la convicciòn del escritor que percibe que el tiempo ya empieza a escasear. Señores: yo esto lo he decir, que la parca me ronda.
Y sin patria porque Vonnegut, que menciona solo de pasada su orígen germánico, reparte sus diatribas entre el gobierno del momento de los EEUU (Bush, básicamente) y las ya consabidas derivas imperialistas (curioso, hoy de moda a raíz del tema del espionaje global de la era Obama), sin olvidar la industria del armamento, la sobreexplotación de los combustibles fósiles, la economía global basada y radicada en las fuentes energéticas, su incidencia en los movimientos geo-políticos y en la irrupción de los principales conflictos bélicos.
Para qué leer a Hessel (me la juego: qué repercusión queda del movimiento indignado del cual parecía ser involuntario gurú) cuando Vonnegut es mucho más eficaz, certero y estimulante en su crítica. Este es un libro divertido, juguetón, casi bromista con el lector. Vonnegut no juega a ser filósofo ni sociólogo ni sesudo ensayista y resulta serlo a su pesar. Su lógica es asombrosa, su perspectiva no es resabiada ni funesta ni pesimista. El mundo es así, hemos dejado que se nos joda, y qué vamos a hacer, qué poco podemos hacer. Y menos yo, insinúa, que me muero en cuatro días. Podríamos extendernos y llegar a pisar terrenos cenagosos. La patria que no quiere el hombre sin patria de este libro es el mecanismo estatal vampírico al servicio de los poderosos. Tremendamente humano, ameno y asequible en su forma de deducir y expresar sus razonamientos, este libro, breve, pero profuso en frases para decorar carpetas existencialistas, carteles reivindicativos y difundirse a través de Tweets, resulta ser un tesoro literario, un fantástico tesoro completamente actual, para nuestra desgracia, en demasiados lugares de este planeta.

También de Kurt Vonnegut en UnLibroAlDía: Matadero Cinco, Madre noche, Barbazul

domingo, 24 de noviembre de 2013

Barbara Ehrenreich: Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo

Idioma original: inglés
Título original: Smile or Die. How Positive Thinking Fooled America & The World
Año de publicación: 2009
Valoración: Imprescindible


Cuando me enteré de que existía un ensayo con ese título pensé que tenía que leerlo. Solo pretendía confirmar mi propia opinión, pero lo que he encontrado es mucho más: la autora derriba metódicamente cada uno de los argumentos que avalan el llamado (desde hace mucho) Nuevo Pensamiento, demostrando que no tiene nada de incontestable.

Barbara Ehrenreich es una científica estadounidense que decidió renunciar a la investigación, y más tarde a la enseñanza, para poner sus conocimientos al servicio del activismo social. Con ese objetivo ha publicado más de dos decenas de obras: recopilaciones de artículos de opinión, monografías científicas y ensayos sobre cuestiones polémicas. En este realiza un minucioso análisis sobre esa positividad que se nos está imponiendo desde hace décadas, sus orígenes, motivaciones y consecuencias. En un principio se vale de su propia experiencia como portadora que fue de un cáncer de mama. Debido a su formación de bióloga, pudo desmontar fácilmente los mitos que rodean esta enfermedad, argumentar con conocimiento de causa y separar la paja del grano en ese enorme montón de verdades a medias.

Pero esto es solo una anécdota que no debería haber encabezado este volumen, comprendo que como estrategia está bien, al menos para el público estadounidense, pero, en mi opinión, le resta fuerza y hasta alcance, ya que incitará a abandonarlo a un tipo de lector que no está dispuesto a tragarse ningún testimonio lacrimógeno. Sin embargo, nada más lejos, el verdadero meollo de la obra lo encontramos justo después de ese primer capítulo.

A continuación, repasa los hechos que condujeron a unificar mentalidades hasta tal punto que cualquier queja sobre la cuestión que sea ha pasado a considerarse de mal gusto. Ehrenreich  afirma que la necesidad de liberarse de la estricta mentalidad calvinista –que había dado lugar a excesos insoportables– condujo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, a un modo de pensar algo más amable y humano. La evolución de este pensamiento hasta desembocar en el actual culto a la positividad es analizado detenidamente, así como el insospechado éxito que cosechó y que no ha hecho más que aumentar a lo largo del tiempo debido, por una parte, a la necesidad urgente de establecer unas costumbres menos severas, por otra, a las similitudes que, paradójicamente, poseen ambas doctrinas. Actualmente, en las áreas de influencia de USA, la paranoia de la positividad ha invadido el mundo de las creencias, el académico y hasta el de los negocios. Las empresas se sirven de los coach para que sus empleados se conviertan en autómatas obligados a sentirse felices con su suerte (y ni eso les garantiza que no van a ser despedidos), los templos se llenan de fieles convencidos de que visualizar lo que desean atraerá prosperidad y dicha, las asociaciones de pacientes recomiendan aceptar estoicamente cualquier clase de sufrimiento para llegar a derrotar la enfermedad, los psicólogos parecen haber abandonado la ciencia para subirse al carro de la magia. Pero creer que las afirmaciones repetidas o la visualización de un futuro mejor tiene algún efecto sobre la realidad es más propio del pensamiento mágico que de algo remotamente parecido a la ciencia. 

La verdad es que desmontar los argumentos de los gurús de esta doctrina estaba resultando imprescindible. A muchos nos consta que la aceptación resignada de lo que ocurre no garantiza, obviamente, que todo vaya a salir a pedir de boca, pero es muy cómodo para los que toman decisiones pues garantiza la ausencia de crítica. Hasta aquí están llegando voces que también recomiendan poner buena cara a la crisis. ¡Qué oportuno! ¿no?


A pesar de su minuciosa documentación, harán falta otros enfoques, puede que su análisis de las causas resulte discutible para algunos, pero se trata de una obra exhaustiva y profunda en el caso, repito, de que consigamos rebasar ese primer capítulo, que hubiese resultado un colofón excelente por cierto.

También de Barbara Ehrenreich en ULAD: Por cuatro duros

sábado, 23 de noviembre de 2013

Vasco Pratolini: Las muchachas de Sanfrediano

 Idioma original: italiano
 Título original: Le ragazze di Sanfrediano
 Fecha de publicación: 1949
 Valoración: Recomendable

En Sanfrediano, un barrio de Florencia, hay un tipo joven y muy guapo de nombre Aldo pero al que todos llaman Bob por su gran parecido con el actor del momento, Robert Taylor, y que es un auténtico canalla con las mujeres. Disfruta seduciendo a toda jovencita apetecible que se le ponga a mano y dejándola cuando se cansa de ella, pero muchas veces tiene varias amantes al mismo tiempo haciéndolas creer a todas que son las únicas. En fin, una joyita, el típico ligón inclemente que sabe mostrarse irresistible ante sus conquistas pero que al final acaba siendo odiado por hombres celosos y mujeres traicionadas. Pero un día, seis de sus amantes deciden juntarse para darle una buena lección.

 Éste es el argumento de Las muchachas de Sanfrediano, una corta y agradable novela del célebre escritor Vasco Pratolini (Florencia 1913), casi autodidacta y entregado a toda clase de trabajos (vendedor ambulante, camarero, tipógrafo) antes de alcanzar el éxito con sus historias, muchas de ellas en forma de guiones para la gran pantalla. Sin ir más lejos, él escribió junto a Suso Cecchi d'Amico el guión de Rocco y sus hermanos, filme de Visconti, y fue nominado al Oscar por su guión de Cuatro días en Nápoles, de Nanni Loy. La propia historia que hoy nos ocupa tuvo su versión cinematográfica.

 Así, hablamos de una historia ágil y sencilla de leer pero que deja claro que las fórmulas clásicas nunca fallan y que a todos nos gusta degustar una y otra vez las mismas historias reescritas y reinterpretadas de diferentes formas, en esta ocasión, lo mal parado que acaba un guaperas sin escrúpulos. Pero Las muchachas de Sanfrediano también nos brinda la ocasión de conocer a un grupo de seis bravas muchachas italianas que pese a ser de familias humildes y de vivir en una década en la que el feminismo y la liberación de la mujer eran ideas que les quedaban muy lejanas, deciden pararle los pies a ese macho alfa que encarna todos los atributos que creen que debe tener su príncipe azul y que en el fondo, se ríe descaradamente de ellas. Porque más que una fábula con buenas dosis de mala uva, Pratolini teje sin estridencias un pequeño y fiel fresco de su época y se pone en la piel de unos seres en apariencia inofensivos a los que las circunstancias llevan a una situación límite.

Y no puedo resistirme a poner aquí esta descripción que en momento dado de la historia, Patrolini hace de una de sus Erinias: "Ella, de manera espontánea, sabía determinar sus horizontes; nada de cuanto se le escapaba le provocaba desilusión, pues desde que se le escapaba ya no le pertenecía, entraba en la esfera de los sueños y figuraciones con los que ella acunaba su imaginación perezosa, sin que le quedara ni un resto de ansia ni de añoranza. Su naturalidad y su honestidad constituían la base de su fuerza moral, que era genuina. Era una muchacha modesta y cordial, que gozaba del don inestimable de conocerse bien y -por angosto que fuera el espacio que educación y cultura ocupaban en su espíritu- de concocer también a los demás, de intuir de manera inequívoca la ineptitud o la lealtad de la gente; y ella era, muy sabiamente,lo bastante egoísta como para mantenerse en segundo plano y defenderse en cuanto la aventura que deseaba vivir le exigía cierta osadía".

 Por cierto, bonita edición de Impedimenta,con traducción de Amelia Pérez de Villar.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Stephen King: La historia de Lisey

Título original: Lisey's Story
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2006
Valoración: Recomendable

Lisey es viuda desde hace dos años. Su marido era el famoso y alabado escritor Scott Landon, quien, como se suele decir, murió "antes de lo que le correspondía" y dejó infinidad de manuscritos, relatos, artículos y (aunque esto último sólo es un rumor) una novela inacabada que no llegaron a publicarse y que le corresponde ordenar a Lisey. También le corresponde decidir qué hacer con todo ese material (¿publicarlo? ¿Entregarlo a una universidad para que sea publicado y estudiado?), algo que no dejan de recordarle los numerosos profesores, estudiosos, catedráticos, curiosos y fans que a menudo la visitan, llaman y escriben, presionándola para que no prive al mundo de los maravillosos escritos que cogen polvo en el antiguo despacho de su marido.

Pero Lisey no tiene ganas de ponerse a ello (bastante tiene con superar que Scott ya no esté a su lado) y echa con cajas destempladas a todos los interesados en el trabajo de éste, hasta que un día llega a su vida Zack McCool, un hombre desequilibrado que amenaza con hacerle daño, si no le entrega el material que guarda en casa al profesor de universidad que, según él, le ha contratado. A pesar de que al principio Lisey no le hace caso, llegará un momento en el que se dé cuenta de que es una persona peligrosa y de que seguramente vaya a matarla, si no le da lo que quiere.

Así que no le quedará más remedio que lidiar con él, mientras se ocupa de su hermana e intenta conservar la vida. Pero, ¿cómo hacerlo todo? Muy sencillo (o no): tiene que llegar al lugar del que Scott sacaba sus ideas, allí donde puede ocurrir todo lo bueno y todo lo malo, que hizo de su marido el hombre que llegó a ser y que marcó también su vida en pareja.

Aunque esta obra no se puede caracterizar propiamente "de terror" (terror es, en mi opinión, lo que sentí al leer El misterio de Salem's Lot, El cementerio de animales o El resplandor), tiene algunos elementos recurrentes de la mayoría de libros de Stephen King: está ambientada en Maine, uno de los personajes es escritor (por lo que se habla mucho del oficio de escribir, de la parte que sucede cara al público y de lo que se vive de espaldas a él), hay momentos de mucha violencia, hay momentos dedicados a la infancia de los protagonistas... así que cualquier aficionado a las novelas de este escritor, cuando empiece a leer este libro, podrá sentirse como en casa: porque todo es familiar y, al mismo tiempo, algo nuevo.

Es importante destacar cómo se describe el matrimonio de los protagonistas. Aunque son una pareja feliz, en ningún momento parecen sacados de un anuncio de Kinder chocolate (menos mal, porque ni resultaría creíble ni estaríamos ante un libro de Stephen King), sino que el autor dedica un considerablemente alto número de páginas a hacer un retrato, en mi opinión, muy realista (quitando la parte fantástica, los desequilibrados, etc., etc.) de lo que es vivir con una persona durante más de veinte años: los buenos momentos, los malos, los días en los que uno no sabe qué está haciendo con su vida, las dudas, las ilusiones, la confianza, los celos, lo bueno y lo malo de conocer al otro, los miedos, las seguridades y las inseguridades, la rutina, la sorpresa... lo que consigue que envolver al lector en la historia y hacer que no despegue la vista del libro hasta pasar la última página. Quizá no es el mejor libro de Stephen King, pero sin duda es una buena lectura.


Todas las reseñas sobre Stephen King en ULAD: Aquí

jueves, 21 de noviembre de 2013

Edward Bulwer-Lytton: La casa y el cerebro

Idioma original: inglés
Título original: The Haunters and the Haunted, or The House and the Brain
Traducción de Arturo Agüero Herranz
Año de publicación: 1859
Valoración: recomendable
 
Qué pena no haber conocido esta novela para nuestra serie de terror de hace un par de semanas, porque la verdad es que habría encajado perfectamente, entre El castillo de Otranto y los Mitos de Cthulhu de Lovecraft, por ejemplo. Pertenece, de hecho, a esa tradición tan honorable de la literatura de terror que es el "relato de casa encantada". Y tiene un inconfundible olor a siglo XIX, a Poe, a Maupassant, a los relatos clásicos de fantasmas de un Dickens o de un Ambrose Bierce.

Resumir el argumento es un poco grautito, porque lo hemos visto repetido, con variaciones, en cientos de cuentos, novelas y películas: el narrador se entera de que en el mismo centro de Londres existe una casa encantada en el que nadie consigue pasar más de tres noches seguidas, porque se ven perseguidos por extrañas apariciones malignas. ¿Y qué hace nuestro intrépido narrador? Pues, naturalmente, se va a pasar una noche en la casa acompañado por un criado y un perro. Y las malignas apariciones, claro, aparecen.

Hay algo de entrañable en estos relatos de fantasmas del siglo XIX que intentan ser, al mismo tiempo, científicos e irracionales. Son tiempos en los que el magnetismo, el hipnotismo (o mesmerismo) y la telepatía podían ponerse en el mismo plano de realidad sin quedar en ridiculo (recuérdese El Horla de Maupassant o "El extraño caso del señor Valdemar" de Poe). Un escritor de terror del siglo XX probablemente no se preocuparía por explicar el origen ni los mecanismos "físicos" (con muchas comillas) en que se apoyan; de ahí que tenga un aire algo anticuado, o hasta ingenuo.

Pero, visto con la perspectiva del momento en que fue escrita, esta pequeña novella es sin duda una joya de su género, con una tensión constante casi desde la primera página hasta casi la última. Creo, la verdad, que esa especie de epílogo o coda que empieza en "Pero mi historia no acaba aquí", que el propio autor suprimió en alguna de las ediciones, no contribuye al interés del conjunto, por ser demasiado explicativa; pero en cualquier caso no cabe duda de que, dentro de los cánones de "cuento de fantasmas", este es un ejemplo muy acabado.

Nota curiosa sobre el autor: Edward Bulwer-Lytton es también el autor de la novela Paul Clifford, que empieza con la frase "It was a dark and stormy night", convertida con el tiempo en un clásico de las peores primeras frases para empezar una novela, sobre todo si es de terror; y también a él le debemos la frase "The pen is mightier than the sword", que aparece en su obra Richelieu; Or the Conspiracy. Ahí queda eso...

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Howard Buten: Cuando yo tenía cinco años, me maté

Idioma original: inglés
Título original: When I was five I killed myself
Año de publicación: 1981
Traducción: Marcelo Cohen
Valoración: recomendable

¿Pero no ha quedado ya algo atrás la semana del terror? Vaya, pues yo no voy a esperar al año que viene para recomendar esta novela. Para nada. Su autor, Howard Buten, anda atareado el hombre: psicólogo, músico, clown y escritor de enorme éxito en Francia, su país de adopción. Este libro, publicado hace más de 30 años y que ahora nos presentan los de Blackie Books, resulta como una especie de ejercicio de algunos de esos aspectos profesionales.

Niños malos. Vaya: niños que ni esperan a tener la apariencia física de un adolescente como el de Tenemos que hablar de Kevin para sacar a pasear al monstruo que alberga en su interior. Menuda la que ha montado Burton con sólo ocho añitos. Por eso está metido en un Centro de Internamiento Infantil, dedicado a pasmarse de lo que han hecho sus compañeros, a robar al mínimo descuido las notas de trabajo de los psicólogos que, desorientados, lo tratan y, claro, seguro, cómo no, a avanzar en el proceso de su curación y a colaborar en ello. Después de todo, cómo va a ser uno malo, ya para siempre, con ocho tiernos añitos.
Y de eso trata esta novela: de la vida como niño en  el Centro, donde sus travesuras suelen ser malinterpretadas en clave de maldad, algunos capítulos dedicados a su vida anterior (anterior al misterioso incidente que parece alzarse en ser el misterio del libro), y alguna reflexión cercana al informe psicológico profesional. Demasiado prolongado ese crescendo, para mi gusto, que nos hace llegar a ese momento cumbre, no exento de cierta poética naif, que esperamos a lo largo de todo el libro, ese misterio sobre qué narices era tan grave. Misterio que cuando se desvela cuadra la novela, sí, cuadra el mensaje, sí, justifica la lectura, sí.
A pesar de lo cual creo, que a este libro le sobra algo de academicismo científico para llegar a ser una novela que apasione. Creo que el bagaje profesional de su autor, esa especie de credibilidad que necesita no quedar en entredicho, le impide mojarse a fondo y apostar por un relato de ficción. Howard, es eso: estás escribiendo ficción, narices. Y eso es un obstáculo, no un gran inconveniente pero sí un obstáculo, porque quizás en otras manos no tan letradas, esta historia hubiera ganado en intensidad y fuerza, hubiera sido una fantasía en vez de ser un caso clínico inventado. Hubiera tenido ese puntito de terror que esperamos y no aparece, ese sentido de la tragedia inexorable que aquí queda en el más completo suspense.

martes, 19 de noviembre de 2013

Colaboración: Yo, precario de Javier López Menacho

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2013
Valoración: Muy recomendable

Cuando Jorge Semprún le preguntó a Sartre en qué consistía la literatura, éste respondió que lo literario es aquello que, además de representar la totalidad del mundo, sirve como estímulo para actuar en y/o contra él. Si el filósofo francés tenía algo de razón, nos toca reconocer que Yo, precario, de mi paisano Javier López Menacho, es literatura con mayúscula. Perdón: Literatura.

En Yo, precario, Menacho da cuenta de su propia experiencia en trabajos temporales y mal remunerados, que a duras penas le permiten pagar el alquiler de su piso barcelonés, donde emigra desde Jerez en busca de mejores oportunidades laborales. Sus peripecias incluyen auditar máquinas de tabaco en bares, pasearse por las calles atrayendo a clientes hacia una tienda de telefonía, animar partidos de la Eurocopa de 2012 en un cine de Barcelona y, el más entrañable de todos, disfrazarse de chocolatina humana. (Vean la genial portada de Miguel Brieva).

Menacho, que al fin y al cabo es su propio protagonista, se sirve de un juego de espejos casi borgianos para reflejarse no ya a sí mismo, sino también a miles de jóvenes españoles, y de españoles ya no tan jóvenes, a los que la crisis, la «puta crisis», empuja a situaciones que él mismo califica de indignas. Yo, precario tiene el mérito de adentrarnos en las fauces de un puñado de empresas-lobo, sin escrúpulos, que pagan mal y pagan tarde y a veces ni siquiera pagan. Pero más meritorio aún resulta el hecho de presentarnos a un héroe post-moderno que se niega a dejarse «devorar» por las circunstancias. Menacho es un luchador nato, alguien capaz de salir huyendo de un mendigo drogado para evitar que le roben el poco dinero que lleva en la cartera y que no duda en aceptar trabajos cuyas condiciones son, según su propia tutora en la Oficina de Empleo, de dudosa legalidad y escasa o nula moralidad. Nada ni nadie parecen arredrar al protagonista de la historia.

Eso sí, lo más asombroso de este libro de poco más de 170 páginas, que uno lee del tirón, resignado, aguantándose incluso las ganas de ir al baño, es que está plagado de humor. «Sí, eso me vendrá bien», escribe Menacho, «la mezcolanza entre la ironía y el desespero, el reírse de nosotros mismos». En eso el autor jerezano es un maestro. Todas las desgracias son aquí tremendamente cómicas. Menacho usa la risa como terapia, como bálsamo, como infalible receta contra la incertidumbre. En consecuencia, cualquier lector, pertenezca o no a esos miles de jóvenes desamparados por la catastrófica situación económica española, está destinado a despegar la comisura de los labios a lo largo de estas páginas. Por una vez, la crisis, de nuevo: la «puta crisis», esa mañosa captadora de titulares de la que todos estamos un poco hartos, nos deja una pequeña joya para distraernos. Ahora bien, como apuntábamos al principio, es una joya transformadora, que nos impulsa a luchar contra situaciones abusivas e inaceptables.

Como guinda del pastel, Yo, precario viene envuelto en un estilo claro y preciso. Hay adornos, por supuesto, pero se trata de adornos sobrios, que no distraen de la lectura. Así que si es Usted un joven precario, o si alguna vez lo fue, o si tuvo la suerte de no serlo nunca, acérquese a la librería a echarle un ojo a esta novela/crónica, para que se rían de lo que son, o de lo que fueron, o de lo que nunca fueron y podrían haber sido, y sobre todo para que, en mitad de una de esas carcajadas, contribuyan a que todos nosotros demos un paso en la dirección correcta.

Firmado: José Serralvo

lunes, 18 de noviembre de 2013

Paz Cornejo: Desaires metropolitanos

Idioma original: español 
Fecha de publicación: 2013
Valoración: está bien

Desaires metropolitanos (El Gaviero, 2013) de la madrileña Paz Cornejo plantea un viaje de ida y vuelta a través de una gran urbe y su periferia, a la que la autora bautiza en su blog como una corteza-costra que cubre la gran ciudad. Los personajes que viven a las afueras han de realizar ese viaje de retorno, en un constante ida y vuelta. En una efímera lucha de pertenecer y, sin embargo, no ser nunca un ciudadano de pleno derecho de la ciudad que se vende en los souvenirs[1].

El poemario se divide en tres secciones que coinciden, acertadamente, con las fases del viaje, aunque los títulos escogidos para la primera y la última no resulten muy originales; “Estación de origen”, “Es necesario poseer título de transporte válido” y “Final de trayecto”. El comienzo del itinerario viene marcado por una cita de Pablo García Casado, “estar en las afueras también es estar dentro”, que se enlaza con la observación final, rotunda, ofreciendo así una estructura circular, como si de una línea de metro se tratara: “el círculo constata su tiranía:/ o estás dentro o estás fuera,/ a pesar de los esfuerzos burocráticos”. La autora es tajante: en lugar de presentar una odisea en la que desciframos una gran verdad o llegamos al final de un camino determinado, tanto el viaje como el destino en sí (el retorno al extrarradio, a la ciudad dormitorio casi fosas comunes, / con nichos intercambiables/ y muebles de Ikea) nos dejan perplejos, desubicados, sumidos en el desconcierto.

Convertidos en individuos canjeables por otros que corren de manera idéntica en su camino concéntrico, transitamos “lugares no elegidos/ para crear la interminable rutina de los días”. De esta forma, el individuo intenta reconstruir la superficie, unir sus fragmentos, pero la voz de Cornejo dictamina: “Tanta cartografía resulta inútil”, porque los torniquetes del metro y sus escaleras mecánicas nos contabilizan como modernos esclavos. Caemos de manera constante y volvemos a partir, de manera que el viaje carece de sentido en una “urbe que vomita estadística/ engreída en su volumen”.

Y es que “nada extraordinario/ ni auténtico/ a lo que desafiar”. No hay esperanza ni actitud crítica cuando incluso el viaje, convertido en rutina de camino al trabajo, llega a carecer de sentido. Sólo la belleza que reposa en la maraña que apreciamos desde la ventana del cercanías, “Cuatro inodoros como perlas oceánicas. Más de veinte chabolas, refugios de piojos y miseria. Colillas, envoltorios de plástico, litronas: desperdicios de ocio urbano. […] Alguna amapola ruge por florecer.”, el estallido de una amapola que se alza en mitad de un solar o la hierba que se abre paso y agrieta el suelo de un polígono parecen rebelarse y rugir cuando el ser humano no lo hace.

Es así como “Mejestuosas en la nada/ las grúas se erigen como obeliscos/ de una generación perdida./ Hacia el horizonte se descubre/ que los solares,/ sedientos en su aparente apatía,/ rebeldes a pesar de la estadística,/ no han dejado de criar amapolas y anidar a los pájaros./ Sin consagrar hemos dejado/ el testimonio de nuestra torpeza.”

Torpes, con el alma inerte, padecemos la “poética de la elección,/ de la libertad exagerada de las cosas”, el ataque constante de los productos dispuestos en las estanterías del supermercado, de los vasos personalizados del Starbucks o de las múltiples variantes de hamburguesas del McDonald’s, adolecemos “de penumbra periférica” y ya no somos sino diminutos renacuajos en el extrarradio de una charca.

Por último, en cuanto a la unidad del poemario, ésta viene dada por un empleo del verso corto y preciso, así como por la estructura arriba citada. No se trata de un verso revolucionario en el sentido de que no presenta una ruptura formal que podría relacionarse con el estupor o desconcierto experimentado por los individuos de sus poemas y es verdad que imágenes como las de ciudades dormitorio con muebles de Ikea, los chalets adosados o las de poemas más flojos como “Intimidad”, “Holidays” o “Rock Stars” no son muy originales y se pierde un poco la fuerza en el terreno de los lugares comunes. Sin embargo, pese a la irregularidad encontrada en este sentido, en Desaires metropolitanos hay poesía. Hay versos de gran belleza con una voz propia y nada impostada. Paz Cornejo no se queda en el poema efectista. La reflexión y la crítica se combinan con la poesía de una manera inteligente y coherente y es ahí donde algunos de sus poemas vibran.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Henrik Ibsen: Un enemigo del pueblo

Idioma original: noruego
Título original: En folkefiende
Año de estreno: 1883
Valoración: Muy recomendable

Hay mucho más Ibsen además de la Casa de muñecas: estamos hablando de uno de los dramaturgos más influyentes de Europa en la segunda mitad del siglo XIX, autor entre otras de Peer Gynt (la obra de teatro para la que Grieg escribió su famosa suite), Hedda Gabler, El pato salvaje o Espectros. Un autor que, aunque ya no nos lo parezca, en su época fue polémico tanto por sus posturas políticas o morales como por sus opciones estéticas o literarias. Un enemigo del pueblo es, precisamente, una obra decididamente política y decididamente polémica. Fue escrita, a decir de los críticos, como respuesta a la mala acogida que había tenido la anterior obra de Ibsen, Espectros, que trataba crudamente el tema del adulterio; así que no parece fuera de lugar pensar que Ibsen pensaba en sí mismo, al menos parcialmente, cuando creó el personaje del doctor Stockmann.

La obra tiene un aire casi de parábola moral, con elementos cómicos y trágicos, casi melodramáticos. La acción comienza cuando el buen doctor Stockmann, un amante de la ciencia y la verdad, descubre que las aguas del balneario de su pueblo, del que depende la supervivencia de casi todos sus habitantes, están contaminadas por aguas fecales y son, por lo tanto, peligrosas para la salud pública. Su informe es inicialmente recibido como un gran hallazgo magnífico por algunos elementos más o menos liberales del pueblo, que ven la posibilidad de usarlo para oponerse y derrocar a las fuerzas más conservadoras, que son las que gobiernan paralelamente el balneario y la localidad. Sin embargo, ante las presiones del alcalde (el propio hermano del doctor Stockmann) y en vista de los intereses económicos implicados, terminarán por darle la espalda al científico y declararle "enemigo del pueblo".

Hay en la obra una escena clave: en ella, el doctor Stockmann se dispone a mostrar sus hallazgos científicos ante la asamblea de sus conciudadanos. Sin embargo, ante las presiones del alcalde, del periodista o del representante de los pequeños propietarios, cambia de opinión y lanza un encendido discurso contra las mayorías, manipulables e ignorantes, y se proclama a sí mismo como hombre superior que ve más allá que la masa. Este discurso puede resultar ahora chocante, y hacer a más de uno revolverse en su asiento, pero hay que recordar que esta obra es contemporánea de los textos fundamentales de Nietzsche, y que aún quince años antes Dostoievski creaba al Raskolnikov de Crimen y castigo, que también se pensaba superior al común de los mortales. No puede descartarse, tampoco, que aquí Ibsen estuviese gritando a sus compatriotas y coetáneos, mediante personaje interpuesto: "¡Vosotros no entendisteis Espectros y la calificasteis de inmoral por hablar abiertamente del adulterio, pero eso es porque vosotros sois una masa manipulada, y yo soy un individuo superior y más adelantado!".

Sea como sea, la obra es sin duda interesante en su retrato del modo en que los "poderes fácticos" -el poder económico aliado con el poder político- controlan cualquier intento de subversión, con la complicidad de los "moderados". (El personaje más memorable de la obra es sin duda Aslaksen, el representante de los pequeños propietarios del pueblo, siempre partidario de "la sensatez moderada y la moderación sensata", y autoproclamado representante de la "mayoría sólida"). Es por lo tanto una obra muy actual, lamentablemente actual, aunque los poderes fácticos se llamen de otra forma...

Otras obras de Henrik Ibsen en ULAD: Casa de muñecasLos pilares de la sociedadJuan Gabriel Borkman, Espectros

sábado, 16 de noviembre de 2013

Félix Romeo: Por qué escribo

Idioma original: español
Año de publicación: 2013
Valoración: muy recomendable

Para quien no tenga claro por qué la voz de Félix Romeo arrastra en su Por qué escribo (Xordica, 2013), he aquí un aperitivo:
¿Por qué escribo?
Escribo porque soy diferente.
Escribo para ser diferente.
Empecé a escribir porque era diferente. Empecé a escribir porque quería ser diferente. Nadie quería ser escritor cuando yo decidí ser escritor. Recuerdo a un niño que quería ser dentista y a otro que quería ser mecánico. Tenía doce años. […] Quería ser un escritor porque era diferente y quería ser un escritor de los diferentes. Digo escritor, pero lo que yo quería era ser un poeta diferente. En 8º de EGB fabriqué mis primeras plaquettes fotocopiadas. Las destruí poco después porque me daba vergüenza escribir tan mal. Ahora puedo decir que en esas plaquettes está lo mejor que he escrito.
Foto: Aloma Rodríguez
Quería escribir para robarle la máquina de escribir a mi padre, su más precioso tesoro: la cuidaba con esmero y no nos dejaba tocarla. […] Me hice escritor para robarle esa estupenda máquina de escribir. Me hice escritor para consumar un incesto raro. Mi padre me puso una condición para poder usar su Olivetti: aprender mecanografía perfectamente… una práctica que él, que escribía sólo con dos dedos, no conocía. […] Escribo porque tengo miedo: antes cuando tenía miedo me metía debajo de la cama. […] Escribo como el cultivador de champiñones: con los pies enterrados en mierda y con la certeza de que el producto no es un manjar. Escribo como el pescador de un barco congelador. Escribo para follar. Escribo para respirar. Escribo para no tener que escribir. Escribo para mirar todo y todo el tiempo. Escribo para recordar. Para recordarme. Para volver a alcanzar ese estado febril. […] Mi padre me cedió su máquina de escribir. Y una vez que se la arrebaté ya no podía cambiar: tenía que escribir y tenía que ser escritor. Ahora, más que diferente, me siento extraño.
Desde el punto de Ismael Grasa y Eva Puyó (encargados de la edición y el prólogo de esta cuidada selección), la mayoría de los textos escritos por Romeo estaban destinados a aparecer como artículos: críticas literarias, columnas o páginas relacionadas con los intereses tan variopintos del autor; ciudades, música, cine, cómics, televisión, literatura, gastronomía, bares, lugares que desaparecen y lugares nuevos que sustituyen a los anteriores, recuerdos o la estrecha relación entre literatura y política, la reflexión continua sobre una democracia verdadera. El propio autor dijo en algún momento que su “verdadero libro, el que más certeramente se ajustaría a su escritura, sería aquel en el que apareciese todo lo que enviaba a lo largo del día desde su ordenador”. 


Honrando la memoria de este columnista, traductor, crítico literario y agitador cultural,  y defendiendo su visión de que vida y escritura nunca pueden ir por separado porque, de no ser así, ni vale una ni otra, Por qué escribo  recoge todos aquellos textos que contuviesen elementos autobiográficos, fueran más personales o trataran de asuntos de carácter intelectual que resultaban imprescindibles o que aparecían reiteradamente en el corpus de Romeo. Y la verdad es que han alcanzado su objetivo: leemos Por qué escribo  como si habláramos directamente con Félix. Lo sentimos cerca, ahí, al lado, sentado mientras pasamos las hojas, susurrándonos ideas, referencias, nombres de autores internacionales, aragoneses (de hecho, es él quien internacionaliza la literatura aragonesa hablando tan pronto de George Orwell como de, por ejemplo, Javier Tomeo).
Tras la lectura de Por qué escribo uno simplemente tiene ganas de. Ganas de todo. De leer y leer mucho, porque Romeo no cesa de citar autores, libros y frases célebres, ya sea de autores internacionales o de autores aragoneses (en esto Romeo no realiza ninguna distinción). También le entran ganas a uno de viajar a Lisboa (“Me gusta su imperfección, observa este columnista refiriéndose a la capital, Me gusta pensar que podría vivir en Lisboa. Pero soy incapaz de comprar en internet unos billetes para ir a Lisboa”), Londres, México DF, París (para descubrir si, tal y como indica Romeo al referirse a Pepé Cerdá “París sólo es el sueño de París”) o de probar todos los dulces de los que el autor habla en el artículo “Chuches”.

Programas de televisión, autobuses y viajes, nombres de películas y de libros, objetos o lugares que aparecen y desaparecen, Zaragoza y su escena pop o “Zaragoza DF”, nombre con la que la bautiza con sorna Félix, listas de freaks, de pintoras, revolucionarias, nombres de calles, la necesidad de una democracia real, los cómics, el amor profesado a sus amigos y familia (“Soy un yonqui del amor, de la amistad y del afecto”, explica en “2007”, un artículo-listado de deseos para el nuevo año) o las ganas de ser escritor, de leerlo y vivirlo todo, se nos describen mediante un estilo conversacional, detallista, repleto de frases cortas y envuelto en un tono, a veces más melancólico y crítico, a veces más humorístico.

En la antología Por qué escribo se recogen también los artículos que Félix escribió sobre un tema de vital importancia para él: la pérdida (la de personas queridas, edificios y espacios de la infancia que él amaba). Uno de los fragmentos más conmovedor es el dedicado a su amigo y compañero de piso Chusé Izuel:“Sin duda su muerte me cambió profundamente como persona y cambió también mi escritura, de la misma manera que nuestra guerra civil lo hizo con otros autores hace décadas. Y aunque no me gustaría dejar de ser el escritor y la persona que soy, sí me gustaría que Chusé no hubiera muerto. Quizás por eso no logro sentirme aliviado”. Por desgracia, la muerte acalla también la voz de aquellos a quienes nos gusta leer, ver y escuchar. Vivimos en un intento por aceptarlo, pero, retomando las palabras de Romeo, a mí también me gustaría que Félix no hubiera muerto.   


viernes, 15 de noviembre de 2013

Llucia Ramis: Todo lo que una tarde murió con las bicicletas

Idioma original: catalán
Año de publicación: 2013
Título original: Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes
Traducción: Llucia Ramis
Valoración: recomendable

Difícil, contar una historia personal de búsqueda de raíces sin apelar en exceso a la sensiblería. Difícil hurgar en la propia sensación como escritor y promover el interés de un lector, de un lector a veces demasiado ávido de literatura escapista y de no me expliques tus problemas que yo también tengo los míos. Si Llucia Ramis consigue salir victoriosa es por oficio, y por saber dosificar esos ineludibles tramos de revelaciones íntimas, por saber combinar lo que sería una historia que, en otras manos, tomaría insanos aires blandengues, y acabar por convertirla en una especie de tímida crónica generacional.
Curiosa, la toma autobiográfica cuando hablamos de una autora que apenas pasa de la treintena. Curioso, ese tono algo distanciado, para evitar caer de bruces en lo blandengue, y curioso, cómo funciona, aunque habrá que advertir a los que busquen emociones fuertes que este no es de esos libros de consumo rápido. La autora habla, en un tono íntimo, de temas demasiado cercanos y demasiado reales. Como la falta de expectativas de su generación, cuestión que hay que agradecer a la apoteosis neoliberal, pero que, a pesar de todo, no corta de cuajo las ilusiones. Menudos tiempos, y, a Llucia Ramis, el ser una escritora premiada no la exime de pagar facturas. Eso lo explica, y sin darse cuenta se abandera, cosa que le horrorizará (a través del libro aflora una encantadora chica tímida), en una especie de portavoz de toda esa generación (suponemos que resistiéndose a considerarse perdida) para la cual el talento ha dejado de ser sinónimo de éxito, de fama, de poder económico y ostentación. Pues no: demasiados buenos escritores subsisten de llenar papeles por aquí y por allá. De colaborar en periódicos, en revistas, en medios digitales, y que eso apenas les dé para comer. Ese lamento subyace a lo largo del texto: claro que conoceremos los orígenes de la familia materna de la escritora y sus trayectorias. Y asistiremos a esa decadencia física a la que estamos irremisiblemente condenados. Pero alejados del azúcar.
Este es un libro muy vinculado al presente no solo de la autora: también de ese deprimente entorno político y económico que nos ha tocado vivir. Ramis habla de decadencia producto de las circunstancias (las de la empresa familiar que cambia de manos), y de la situación actual, de la que la escritora se confiesa una víctima más. Sin recrearse en esa miseria, y dando muestras de conocer con certeza cuál es la frontera entre lo que quierecontar y aquello que al lector le interesa saber. Me gustaría, por eso, ver cómo se desenvuelve en la pura ficción.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Philip Hensher: El rey de los tejones

Título original: Kinf of the Badgers
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Muy recomendable
Traducción: Marta Alcaraz

Hanmouth es una ciudad ficticia, situada por Philip Hensher en el condado de Devon. Según nos cuenta el autor, este núcleo urbano está situado cerca de un pintoresco estuario y sus habitantes viven tranquilos, lejos del agobio de la gran ciudad, en unas carísimas y preciosas casas, en las que también se reúnen para hablar sobre arte, comentar libros o demostrarse los unos a los otros que son mejores que sus vecinos.

Hasta que desaparece China, una niña de ocho años que vive junto a su madre, su padrastro y sus hermanos en una vivienda de protección oficial (porque también las hay, así como habitantes de Hanmouth que no pueden comprar en tiendas delicatessen, ni ir a la universidad ni irse de viaje cada vez que tienen vacaciones). Es entonces cuando la ciudad se convierte en un hervidero de agentes de policía, periodistas y curiosos que hacen que los tranquilos vecinos (de clase alta, vamos a decir) dejen de mirarse el ombligo durante un minuto y se vean envueltos en conversaciones y sucesos no tan agradables como sus reuniones literarias o sus exposiciones de arte.

Pero, como ésta no es una novela policiaca, el caso de la niña desaparecida pronto deja de tener importancia (al menos, en primer plano) y Hensher se dedica a diseccionar la vida de todas esas personas que, aparentemente, disfrutan de su existencia en Hanmouth: los dueños de la tienda de quesos, el matrimonio al que ahogan las deudas y sin embargo sigue gastando dinero a espuertas para aparentar que todo va bien, el cabecilla de la patrulla vecinal, que no descansará hasta que cada rincón de la ciudad luzca una cámara de seguridad... 

Gracias a la estupenda caracterización de los personajes y al sentido del humor con el que viste la novela, el autor hace un ácido y divertido retrato de esta comunidad, en la que nadie es lo que aparenta y todos tienen muchos secretos que ocultar. A pesar de sus casi quinientas páginas, El rey de los tejones se lee rápido, muy rápido, y se disfruta muchísimo. Pues, aun guardando las distancias, todo lector verá a alguien conocido en alguno de los personajes que ha creado Hensher para esta obra.


PD. ¿Sabremos qué ocurre con la niña, después de haber reído y reflexionado con sus vecinos? Lo sabremos, sí, el autor no se guarda el secreto. Pero eso es algo que yo no voy a desvelar aquí. Tendréis que leer el libro y descubrir qué ha ocurrido con ella.