viernes, 3 de enero de 2025

Chinguiz Aitmátov: Yamilia

Idioma original: Ruso
Título original: Жамыйла
Traducción: Marta Sánchez-Nieves Fernández
Año de publicación: 1958
Valoración: Recomendable

Volvemos a la carga con el escritor kirguís Chinguiz Aitmátov. La lectura de Más de un siglo se alarga el día (y la gentileza de Automática, que todo hay que decirlo) nos llevan a esta Yamilia, novela breve (¿o cuento largo?) de apenas 90 páginas que esconde, en su aparente sencillez, tiernas y emotivas historias.

Estepa kirguís, año 1942. Los hombres han sido llamados a filas y en el koljos permanece el adolescente Seit junto a su familia, de la que forma parte Yamilia, esposa de su hermano mayor. La llegada de Daniyar, soldado herido en la contienda, y el consiguiente amor que nace entre este y Yamilia serán uno de los ejes fundamentales de la novela. 

Pero esto es simplificar demasiado. Porque Yamilia posee varias capas que hacen que el texto vaya mucho más allá de una "simple" historia de amor. Así, nos encontramos con:

  • una crónica de la vida social y cultural de los pueblos de la estepa, 
  • una novela impresionista en el que los paisajes y sus contrastes parecen esconder algo inaccesible,
  • una novela acerca de la eterna lucha entre el deber y la felicidad, entre la libertad individual y las convenciones del entorno y, sobre todo, 
  • una novela de iniciación. Casi todas las referencias que he encontrado de Yamilia hacen referencia a la historia de amor entre Yamilia y Daniyar y obvian lo que esta supone en el propio Seit y el cambio que se opera en él y en su manera de ver el mundo. Vamos, que salvando las distancias geográficas y temáticas, me parece ver aquí algo de El camino de Delibes.
Dos son los aspectos que destacan en la novela de Aitmátov: la conjugación paisaje "exterior" / paisaje interior de los protagonistas y su mezcla de belleza natural y angustia y la evolución del personaje de Seit, narrador que se remonta en el tiempo y testigo de una historia que no alcanza a aprehender en su totalidad.
¿Por qué la vida es tan incomprensible y complicada?

En el lado menos positivo, quizá una cierta previsibilidad en cuanto a la trama "amorosa" (caracteres incompatibles, rechazo inicial, etc) y un mayor desarrollo en la (pre)historia de Daniyar, en qué le llevó a ese carácter reservado, meditabundo y taciturno. Pero esto sería otra novela, más "ambiciosa" o más "histórica".

En cualquier caso, preciosa novela esta de Aitmátov, autor de tremendo éxito en su momento que bien merece la recuperación de su obra.

También de Chinguiz Aitmatov en ULAD: Más de un siglo se alarga el día

jueves, 2 de enero de 2025

Solvej Balle: El volumen del tiempo I

Idioma original: danés
Título original: Om Udregning af Rumfang, I
Traducción: Maria Rosich en catalán y Victoria Alonso en castellano, para Anagrama
Año de publicación: 2020
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


Estamos delante de uno de esos libros que sorprenden por su argumento y por su enfoque. Ya por el 1987, la autora pensó en una historia en la que la protagonista se despertaba una y otra vez en el mismo día, pero su intención de desarrollar esta idea y que diera forma a un libro se fue al traste cuando años después Dany Rubin escribió un guion parecido para la que sería una película memorable: Groundhog Day («Atrapado en el tiempo», como se tradujo en estos lares). Así que la idea, de manera parecida al argumento, quedó congelada durante años hasta que la autora se decidiera a darle forma y publicar el libro en siete volúmenes, de los cuales solo uno de ellos ha sido traducido hasta la fecha. Y, esperando a que llegue el resto, aquí va la reseña del primero.

En páginas iniciales, la protagonista, Tara Selter, a modo de diario, describe el núcleo de la historia: «Es dieciocho de noviembre (…) Cada día, cuando me tumbo en la cama de invitados para dormir, es dieciocho de noviembre, y cada mañana, cuando me despierto, es dieciocho de noviembre». Así, la protagonista vive atrapada en el tiempo, en una situación compleja pues en el momento en que sucede por primer vez este salto temporal ella se encontraba de viaje, con lo que su vuelta a casa por la noche se traduce en que despierta en casa cuando debería estar en el hotel. Porque, a pesar de que ella vive el no-paso del tiempo, lo que hace sí se conserva, sí trasciende, y eso le causa un gran dilema sobre cómo abordar esta situación con un marido que no se espera que ella despierte a su lado y de quién percibe, al contarle lo sucedido, que «haber mantenido una conversación con ella y haber hecho cosas que no recordaba lo provocaba una sensación de vértigo e inquietud» al tener que aceptar «que nuestras expectativas sobre las constantes del mundo se basan en fundamentos inciertos». Porque ella se levanta cada día siendo el mismo día, pero aquello que hace durante el día tiene repercusión, no se elimina con la noche así que si termina la noche en un sitio el día siguiente se despierta en ese último sitio a pesar de que el día es el anterior. Por ello, su única solución es intentar dejarlo todo como estaba antes la mañana del día anterior, hacer los mínimos cambios para no alterar el orden de los que no sufren ese trastorno. Así, como ese día no estaba en casa pues estaba de viaje, inicia cada nuevo día como si no estuviera, evitando a su propio marido y vecinos quienes no entenderían que hacía allí cuando se suponía que estaba fuera y evitando también dar explicaciones que no hubieran entendido, pues la única que tenía sentido (la realidad) era muy inverosímil. 

De esta manera, la protagonista nos escribe (o escribe para ella misma) un diario que empieza en el día número 121 a partir del cuál nos va contando lo sucedido hasta la fecha a la vez que, a medida que avanza la lectura, nos va contando cómo pasa los días; unos días que transcurren en silencio, en su casa a escondidas pues debería estar en otro sitio, y pasan los días (o el día), y ella escribe para matar el tiempo, o para que el tiempo no acabe con ella, «porque el tiempo se ha estropeado. Porque he encontrado un paquete de papeles en la estantería. Porque intento recordar. Porque el papel recuerda. Quizás haya algo sanador en las frases». Pero el tiempo sí avanza para ella, el paso del tiempo sí se nota en su cuerpo, así como también algunas cosas se agotan (el café) mientras otras no se ven afectadas por ese extraño suceso de manera que «era obvio que el día volvía a su punto de partida, pero tenía variaciones»(…) había irregularidades en el tiempo, aunque era imposible encontrar un patrón que tuviera sentido».

Así que la autora nos plantea un dilema de difícil solución: ¿qué hacer ante una situación así? ¿Vivir como desparecido añorando tener una vida más allá de la soledad del hogar o intentar explicar una y otra vez lo sucedido intentando a la vez analizar si en esas pequeñas alteraciones hay alguna pista que permitan entender lo sucedido? O incluso, yendo más allá, ¿podría ser posible que algo que hagamos altere los sucesos? ¿podemos intervenir para corregir una alteración del cosmos y reengancharnos en el punto de salto? ¿Y cómo vivir mientras no encontramos la solución, si es que la hay? ¿Luchando por recuperar lo perdido (o por no perder lo que teníamos) o construirse una nueva realidad alejada de nuestra antigua vida? ¿Vivir en compañía reconstruyendo un nuevo día a cada amanecer o vivir en la soledad con la compañía única de quien nos puede entender, aunque seamos solo nosotros mismos?

Por todo ello, y teniendo muy claro que valorar en libro de siete volúmenes justo al terminar el primero es osado, una vez abierta la puerta al misterioso mundo que los plantea la autora y sabiendo que su protagonista sí es capaz de aventurarse a un futuro prometedor, ¿quiénes somos nosotros para dejarle a su libre albedrío y no seguirla en esta interesante aventura? ¿Seremos capaces de vivir con ella, una y otra vez el mismo día, disfrutando de todos los matices que nos aporta y de las variaciones que podamos encontrar en él buscando la felicidad en los pequeños detalles? Yo creo que sí, y ese es el gran mérito de la autora.

miércoles, 1 de enero de 2025

Laurent Mauvignier: Historias de la noche


Idioma original: francés 

Título original: Histoires de la nuit

Año de publicación: 2020

Traducción: Javier Albiñana

Valoración: Muy recomendable 

No voy a decir que la lectura de este libro haya sido una sorpresa porque le precedían muy buenas críticas y un notable éxito de público (lo que tampoco es garantía de nada, por otra parte), pero, desde luego, ha sido una estupenda manera de (casi) acabar el año con un buen sabor de boca y afrontar el nuevo con ganas renovadas.

Laurent Mauvignier nos ofrece en esta novela un polar rural... o quizás, ya que la policía apenas aparece en ella, sería más exacto decir un thriller psicológico. Pero rural, eso sí. Porque la mayoría de la trama transcurre en un écart o caserío, apropiadamente llamado "Tres chicas solas", cerca del pueblo de La Bassée, pero aislado en la campiñqa, en medio de la "Francia vaciada". Allí reside la familia Bergogne: padre agricultor, Patrice, madre que trabaja en la ciudad, Marion y la hija que va al colegio, Ida. En la casa de la lado, su vecina Christine, una pintora parisina ya cerca de la vejez que hace tiempo que se ha recluido en aquel remoto lugar. Y que, por alguna razón está recibiendo anónimos amenazantes, por lo que Patrice la acompaña a denunciarlo a la Gendarmería el día en que Marion cumple cuarenta años. Esa noche, mientras preparan la fiesta, ocurrirá algo que trastocará no ya la velada, sino la vida de todos ellos...

No voy a desvelar más del argumento, primero por no estropearle a nadie la lectura, pero, además, porque las vicisitudes del mismo, con ser importantes, no suponen el quid de la novel, sino cómo se cuentan esas circunstancias y sus evoluciones. Mauvignier nos va desgranando una historia -y no olvidemos que se trata de un thriller con su intriga, suspense y demás- en cámara lenta (esto lo he leído en otra reseña, debo ser honesto), con la cadencia de la miel derramándose o de la cera derretida... una forma de narrar en la que adquieren un peso inesperado todos y cada uno de los gestos que hacen o no hacen los personajes y, sobre todo, cada uno de sus pensamientos, que el autor exprime tratando de sacar hasta la última gota de jugo de ellos. Una forma de narrar que no tiene por qué resultar, empero, exasperante (a mí, al menos no me lo ha parecido), pero que quizá haya a quien desespere, puesto que a tanto detenimiento se le une un estilo alambicado, lleno de subordinadas,  coordinadas y derivadas varias, con digresiones, acotaciones y observaciones... y todo en unos párrafos larguísimos en los que resulta fácil perderse (sospecho que su traductor se perdió en algún momento o, cuando menos, sintió un alivio inmenso al acabar el libro)... es decir, un estilo muy francés (quien haya leído a Michon, por ejemplo, me entenderá) o, mejor dicho, que sólo los escritores franceses consiguen hacer que funcione. Porque el caso es que, coño, sí que funciona, aunque no debería; es más, ese estilo denso, que bordea el barroquismo, contribuye a hacer la lectura de esta novela más absorbente y hasta hipnótica. Y eso que, a qué negarlo, pese al calado psicológico que les imprime el autor, muchos personajes resultan algo tópicos -al menos, en un principio- y algunas situaciones que se dan, más propias del guión de un telefilme que de una novela "de prestigio" (quiera decir esto lo que sea)...

Ahora bien, la cosa es que, pese a todas las particularidades mencionadas -lentitud, estilo intrincado, tópicos- la narración funciona y de qué manera... A este lector, al menos, le ha mantenido pegado a sus páginas desde el comienzo hasta el final, atento y hasta fascinado por el transcurrir de una historia en la que los personajes se mueven como los actores de una obra de teatro de quienes pudiéramos conocer sus pensamientos y motivaciones más íntimos. Sobre todo, es una novela en la que la tensión nos envuelve como el vapor en una sauna, de tal forma que no es que se pueda cortar, como se sule decir, sino directamente masticar, a poco que nos mostremos receptivos a esta propuesta. Y, creedme que merece la pena hacerlo.


También de este autor en Un Libro Al Día: En la turba