miércoles, 13 de enero de 2021

Colaboración. Amy Lowell: El jardín de Sevenels

Idioma original: inglés. 

Traducción: Marta Porpetta. 

Publicación: 2007. Edición española de Ediciones Torremozas. 87 páginas. 

Valoración: recomendable.  

Are we or Fate the victors? Time which shows / all inner meanings will reveal, but we / shall never know the upshot (¿Somos nosotros los vencedores, o lo es el Destino? El Tiempo, que muestra / el significado oculto de las cosas lo revelará, pero / nunca conoceremos el desenlace).

Hace unos meses, un amigo me remitía el poema In Darkness (En la oscuridad) por un medio un tanto prosaico: Whatsapp. Su autora, Amy Lowell, me era totalmente desconocida.

La antología (bilingüe) El jardín de Sevenels es, seguramente, el único poemario de Amy Lowell traducido al castellano. De la edición destacamos en (muy) positivo la difusión pionera de esta autora a este lado del Atlántico; menos positivos debemos ser con la traducción, que consideramos mejorable -en especial la de algunos pasajes- aun siendo conscientes de la dificultad que entraña esta tarea, especialmente cuando hablamos de poesía.  

Ya hace tiempo que, para valorar un trabajo, la personalidad y las circunstancias del autor apenas me interesan, y ello al margen de debates como si es posible escribir, por ejemplo, Las flores del mal si no se vive, un poco al menos, como Baudelaire. Discutir estas cosas puede ser interesante, pero si hablamos de arte lo sustancial y primero, en mi modesta opinión, debe ser la obra.  

No obstante, en este caso no puedo resistirme a recoger, además de varios apuntes sobre la vida de Lowell, algunos rasgos personales que revelan un fuerte temperamento. Repararemos también en sus aportaciones a la poesía. Para ello sigo esencialmente la introducción al volumen, de Luzmaría Jiménez Faro. 

Amy Lowell nació en 1874 en Brookline, Massachusetts, en el seno de una familia acaudalada y culta que dio políticos, banqueros, clérigos, destacados universitarios e incluso algún célebre astrónomo. Junto a otros poetas, entre los que destaca Ezra Pound, fundó el Imaginismo, un movimiento caracterizado, entre otras notas, por el uso de lenguaje sencillo y del verso libre; la presentación de imágenes que reflejen lo individual; la claridad y la concentración. Parece que la relación personal con Pound -quien la tildaba, entre otras cosas, más de mecenas que de poeta- no acabó demasiado bien.  

En un plano más íntimo, Amy convivió abiertamente con su amante, la actriz Ada Dwyer Russell -a quien dedicó muchos de sus poemas de amor- en “Sevenels”, casa perteneciente a su familia con la que logró hacerse, donde trabajaba de noche y dormía de día. Fumaba habanos constantemente y llegaba tarde (seguramente aposta) a casi todas sus citas. Viajó a Londres con pareja, chófer, doncella y muchos dólares para gastar y difundió en su país determinada poesía francesa del momento, así como poesía china. Nunca fue a la Universidad y obtuvo a título póstumo el premio Pulitzer de poesía.           

Que la Sra. Lowell debió de tener una singular personalidad y mucha confianza en sí misma es algo no difícil de intuir. Parece que vivió y apuró la vida. Y sus versos así lo reflejan. 

El jardín de Sevenels contiene varios poemas soberbios, directos, deslumbrantes (algunos de indudable influencia sáfica): 

“Then I see you / standing under a spire of pale blue larkspur / with a basket of roses in your arm… / … and you smile… / You tell me that the peonies need spraying / that the columbines have overrun all bounds / that the pyrus japonica should be cut back and rounded. / You tell me all these things. / But I look at you, heart of silver, / white heart-flame of polished silver / burning beneath the blue steeples of the larkspur / and I long to kneel instantly at your feet, / while all about us peel the loud, sweet, Te Deums of the Canterbury bells (Madonna of the evening flowers).”    


(De pronto te veo / bajo la azul enramada de espuelas de caballero, / con una cesta de rosas en el brazo… / … y sonríes… / Me dices que las peonías necesitan ser regadas, / que las aguileñas no paran de crecer, / que deberíamos podar y redondear la pieris japonica. / Me dices todas estas cosas. / Pero yo te miro, corazón de plata, / blanca llama del corazón bruñida de plata, / ardiendo bajo las aguas azules de las espuelas de caballero / y deseo postrarme de inmediato a tus pies, / mientras a nuestro alrededor repican los fuertes / y dulces Te Deums / de las campanas de Canterbury -Madonna de las flores vespertinas-). Traducción de FMP basada en la que contiene el volumen.

Lowell se adorna. No se trata sólo de un poema feliz que celebra la Belleza con mayúsculas, el instante y la suerte del amor. De nuevo, en In excelsis

“My throat sings the joy of my eyes… / How has the rainbow fallen upon my heart?... / How have you come to dwell with me / compassing me with the four circles of your mystic lightness… / I do not thank you / I take you / I live…”  

(Mi garganta canta el gozo de mis ojos… / ¿Cómo ha caído el arcoíris sobre mi corazón?... / ¿Cómo has llegado a vivir conmigo, rodeándome / con los cuatro círculos de tu místico fulgor… / No te doy las gracias, / te tomo, / vivo).  

El poemario merece la pena. En un universo -el poético- donde no es fácil encontrar frescura, donde casi todo parece ser un refrito aceitoso de algo ya leído, El jardín de Sevenels nos ofrece más: una serie de poemas bellísimos; otros versos de noble factura dispersos entre los poemas como pequeños brillantes escondidos ("you persuaded the housewife that her dish pan was of silver / and her husband an image of pure gold; convenciste a la esposa de que su caldero era de plata / y su marido una imagen de oro puro" ) un conjunto notable de emociones y, en suma, una poesía que tiene luz. ¿Y qué es para Lowell la Poesía? Belleza creada que no debe intentar enseñar.    

Cierro el poemario y lo dejo entre mis libros con la satisfacción de haber empleado el tiempo en algo que merece la pena. Y aun así, no puedo evitar echar en falta, entre las páginas de esta antología, la belleza silente que recorre cada verso de In Darkness

Colabora: Francisco Marín Paz


4 comentarios:

Wislawa dijo...

No conocía a Amy. Leyendo tu reseña y buceando un poco en su biografía descubro a una estupenda autora. Del problema de la traducción sólo decir lo obvio y más en poesía, lo difícil que debe ser. Por eso, adoro las ediciones bilingües, da igual el idioma original: te dan la posibilidad de cotejar la traducción y lo que es mejor, en caso de duda, traducir tu misma a tu manera y darle el ritmo y el sentido que más te guste.

Lo dicho, gracias.

Carlos Jurado dijo...

La verdad es que Emily Dickinson eclipsó al resto. Su huella es evidente en Lowell, que aún así tiene evidentemente un estilo tan maravilloso como propio. Whitman y Dickinson dejaron huella y la estela que dejaron ha sido muy bien aprovechada por las generaciones posteriores, con notabilísimos poetas. Si no fuera por Torremozas ya no quedaría ni rastro de Lowell en nuestro país. Qué importantes son las pequeñas editoriales, su labor es impagable y a lo mejor, precisamente por eso, muchas sólo sobreviven malamente.


Laura Montaner dijo...

¡Qué fuerte los relojes suenan cuando una habitación está vacía y una está sola!

Lola Rosales dijo...

Esperando la próxima colaboración de Francisco Marín! Agradecida a In Darkness! La poesía, qué cosa tan bella!