Liv Arnesen fue, allá por 1994, la primera mujer en llegar en solitario al Polo Sur. Esos dos datos, primera mujer y en solitario, son fundamentales a la hora de hablar de este libro porque tanto uno como el otro determinan su contenido.
Así, este "Las niñas buenas no van al Polo Sur" inauguraría una nueva categoría que podríamos definir como literatura polar de género, aquel por obvio y este por su carácter más o menos excepcional en el círculo de aventureros polares.
Literatura polar, por supuesto, ya que el libro es, en términos generales, la historia de su viaje al Polo Sur, pero con un fuerte componente de género. Desgraciadamente, Arnesen no lo tuvo igual de fácil que aventureros hombres (los estereotipos y tabúes tan difíciles de romper, la incomprensión, la mayor dificultad a la hora de encontrar patrocinadores, etc) y lo deja bien a las claras en la primera parte del libro. Sin victimismos, pero llamando al pan pan y al vino vino.
Pero además de esto, el texto tiene varias subvariantes que lo hacen diferir del clásico relato de expediciones polares.
Por un lado, bascula entre el pasado histórico, el pasado más reciente y el presente porque el viaje no comienza al llegar a la Antártida y la idea del viaje no nace de la nada. Los pioneros Nordenskjoll, Nansen, Amundsen o Shackelton y viajeros más recientes como Erling Kagge son figuras clave para entender la atracción de Arnesen por la inmensidad blanca y azul de las regiones polares, y sus historias se entrelazan con la de la propia autora. Además, la parte dedicada a la preparación e intendencia (en su más amplio sentido) es tan importante o más que el propio recorrido en el continente helado.
Por otro lado, el texto tiene un marcado carácter intimista. Mientras que en su primera mitad predominan las reflexiones sobre sueños o metas, en su segunda mitad priman los comentarios sobre la propia interioridad, las tensiones y los miedos derivados del propio viaje y la forma de afrontarlos.
Este carácter intimista hace que a la historia de Arnesen le falte algo de "épica", tanto es así que la propia autora se refiere a sí misma "no como descubridora sino como turista extrema que está en la Antártida solo por el placer de hacer la ruta". No es que el viaje no la tenga (que Liv se hizo más de 1100 kilómetros esquiando y tirando de un trineo de 100 kilos de peso, joder!!) pero la autora opta por otra vía y eso es algo que puede decepcionar a quien busque algo más clásico.
Pero si buscas una aventura polar contada desde un punto se vista diferente y narrada de forma amena y sencilla, esta puede ser vuestra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario