miércoles, 11 de octubre de 2023

Álvaro Mutis: La nieve del almirante

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1986

Valoración: Recomendable


Seguramente la fama y el currículum de Álvaro Mutis se merecían algo más que las tres únicas reseñas que tiene en el blog, por buenas que fuesen, que lo son. Pero no se olvide el lector que en Un Libro Al Día vamos poco a poco tapando huecos y haciendo un poco de justicia, aunque sea a nuestra manera. Don Álvaro, que empezó como poeta, se pasó a la novela ya bastante mayorcito, iniciando una saga centrada en el personaje de Maqroll el Gaviero, siempre errante, viajero, navegante, buscador de negocios, aventurero. La nieve del almirante es el primer capítulo de esa serie.

De alguna manera Maqroll puede ser un alter ego del propio Mutis, como él nacido en las tierras altas de Colombia, y como él también empujado por las circunstancias hacia lugares lejanos, aunque por muy distintos motivos. El Gaviero recorre tierras y mares, sobre todo mares, a la caza de empresas prometedoras sin importar el esfuerzo ni la distancia. Su aventura ya tiene un recorrido cuando le conocemos al inicio del relato, y en esta ocasión nos lo encontramos embarcado en un planchón dispuesto a remontar un río en busca de unos misteriosos aserraderos con la expectativa de interesantes beneficios.

El río atraviesa enormes extensiones de selva, y la singladura la comparte Maqroll con otros tipos de trazas parecidas a las suyas:

'Y yo aquí remontando este río con un borracho mitad comanche y mitad gringo, un indio mudo enamorado de un motor diésel y un nonagenario que parece nacido de la tumefacta corteza de alguno de estos árboles gigantescos sin nombre ni oficio'. 

Y eso que para entonces ya habían desfilado por el libro otros personajes singulares, como un estonio oscuramente relacionado con los famosos aserraderos, un par de indígenas que no hablan pero se aplican al sexo sin tapujos, o un oficial del Ejército al mando de un destacamento en lo más profundo de la jungla. Personajes bien zurrados por la vida, que no le dan la espalda a ningún peligro siempre que el objetivo merezca la pena, gentes abrumadas por la humedad, el calor y la vegetación asfixiante que embotan los sentidos y liberan ensoñaciones. Gentes como esas parece que seguirán dominando las sucesivas historias de Maqroll, o al menos eso intuimos gracias a algunas de sus reflexiones, y admitiré que Mutis puede cargar algunas tintas de más en sus extravagancias. Eso le da sin duda color al relato y además, qué demonios, nadie que no fuese así podría decidirse a semejante viaje.

El libro puede leerse como novela de aventuras, aunque tampoco hay demasiada aventura, solo el largo y algo accidentado trayecto fluvial con esos tipos aplastados por el ambiente insano de la selva que todo lo domina. Pero en una capa un poco menos superficial puede leerse, y perdón por la expresión algo cursi, como un viaje interior, el cansancio de un hombre que parece condenado a repetir experiencias similares buscando el éxito que siempre termina por esquivarle. El Gaviero siente sobre sí, como los demás expedicionarios, la presión de un entorno hostil, inadecuado para el ser humano, y en las pocas ocasiones en que la enloquecedora vegetación lo permite, vislumbra muy lejos la cordillera, las tierras en las que sí se podía respirar y donde, deducimos también, vivió tiempos más felices y mantuvo una relación con cierta mujer que debe estar esperándole, o eso supone él.

El viaje de Maqroll es un poco el de cualquiera de nosotros, el viaje de una vida, con la perplejidad que a veces nos provoca, con los obstáculos que nos caen encima de improviso, o no tanto. El viaje es más o menos placentero para algunos, un infierno para otros, para la mayoría un recorrido lleno de muchas cosas que forman combinaciones muy diversas. El Gaviero es un perdedor, un hombre vencido por circunstancias que no controlaba y por iniciativas a las que se prestó de forma irreflexiva, buscando la oportunidad definitiva, la buena. Pero no se rinde, persiste en sus intentos quizá porque no sabe hacer otra cosa, con el entusiasmo poco a poco más apagado, pero que nos permite acompañarle en esta dudosa aventura, y disfrutar de paso de la prosa de este autor que escribe con moderada brillantez, con el ritmo bien sincronizado con el relato, siempre río arriba, en busca de algo que ni el personaje ni el lector sabe si realmente existe.

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