Título original: The Inferno
Traducción: Eduardo Goligorsky
Año de publicación: 1973
Valoración: Recomendable
Cameron es un físico de talla mundial al que se le encomienda mediar en una disputa sobre una importante inversión monetaria en uno de dos países: Inglaterra o Australia. Pero el proyecto no se llega a desarrollar; el propio Cameron advierte de un suceso extraño en el firmamento que será catastrófico para la vida en el planeta. En la segunda parte de la novela se narra la historia de supervivencia del propio Cameron y un grupo de supervivientes en el nuevo mundo: un verdadero infierno.
Muy entretenida novela de subgénero “fin del mundo”, con la particularidad de que dicho acontecimiento, que sin duda es el eje de la novela, ocurre aproximadamente a la mitad de la narración, lo que significa que tan importante para la obra es el antes como el después; a diferencia de la mayoría de obras del género, no se dedica ni a describir el camino hacia una hecatombe ni utilizar el futuro distópico como un escenario de supervivencia, sino que la historia consiste en el acompañamiento de un héroe arquetípico a través de las dos grandes etapas: un empeño loable, por lo integral de la aventura, de literatura.
Como gran protagonista, es inevitable hacer un análisis de Cameron, pero será breve: insufrible. De acuerdo, ahondemos en la cuestión: se nos pinta desde el principio como una persona extremadamente inteligente (mucho más que cualquiera de los otros personajes, aunque en su inmensa mayoría sean también científicos de renombre) pero muy pagada de sí misma. Otras dos son las características que lo definen: carácter pendenciero y personalidad altanera; entiendo que sean facetas necesarias para explicar el liderazgo tan férreo que detenta en la segunda parte de la novela, pero se hace muy cuesta arriba soportarlo en la primera. Jamás hace autocrítica, y, como heredero del clan gobernante de los Highlands, en Escocia, exige una sumisión a sus “súbditos” muy fuera de lugar. En ningún momento nos dan una explicación por la que todo el mundo lo soporta, pero en la vida real no creo que existiera gente tan paciente y comprensiva con una persona así. Los secundarios apenas tienen importancia en sí mismas, sirviendo de comparsas para lucimiento de Cameron, que tanto en un mundo como en el otro ejerce el papel de Hombre Grande y Perfecto. Por cierto, que este HGP, a pesar de saber que se acaba el mundo, no se lo dice a nadie: se lo comunica así a su manera al primer ministro y a vivir. O a morir, en este caso. Se lava las manos.
Enmarcada sin duda en la ciencia ficción más hard, algunas páginas del libro están plagadas de ecuaciones y cálculos matemáticos, lo que quizá espante a posibles lectores más “literarios”; sería una lástima, porque, en caso de no incluir toda esa información, la novela seguiría siendo buena. Incluso ganaría en credibilidad: el hecho de que un visitante, por muy inteligente que sea, sea el único que reconozca (recordemos, siempre rodeado de astrónomos) a simple vista una supernova en el cielo que podría acabar con la vida en el planeta, no es muy creíble. Por otro lado, el mundo “académico” está descrito con conocimiento de causa, y refleja brillantemente la frustración de muchos científicos que, una vez alcanzado ciertas alturas en su carrera, deben dedicar mucho más tiempo a la administración que a la ciencia.
Sí que resulta más verídica, por paradójico que sea, la segunda parte de la novela, una vez acabado el “infierno”: ese mundo postapocalíptico está muy bien trabajado, aunque quizá deje un poco de lado la presumible barbarie ocasionada entre los supervivientes; todo el mundo parece colaborar muy bien entre sí, muy civilizadamente.
La excepción sucede cuando se alejan de su tierra natal y conocen otra “civilización”: ese episodio es, sin lugar a dudas, lo peor de la novela. Aunque en un principio no acabé de entender porqué se incluyó un episodio tan superfluo, el final del libro me confirmó que los hermanos no sabía cómo acabar la narración: un escéptico Cameron, en un rapto religioso, acaba creyendo que todo ha sido obra de un Dios todopoderoso que ayudó a minimizar los efectos de la supernova causados en la Tierra con su mera voluntad.
No es esta reseña lugar para ponerse a divagar sobre religión o lógica, pero siempre es una lástima que una buena novela, con sus fallos, acabe en picado. El editor debería haberles dicho algo a los autores en su momento, aunque no sirviera para mantener el nivel por lo menos asegurarían la coherencia.
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