Idioma original: inglés
Título original: An awfully big adventure
Traducción: Margarita Cavandoli
Año de publicación: 1989
Valoración: Está bien
En el Liverpool de los cincuenta, Stella es una joven que busca ganarse un hueco en el siempre difícil mundillo del teatro y, gracias a los contactos de su tío, consigue empezar a trabajar como meritoria en una compañía local. Pero la gente del espectáculo tiene, a menudo un carácter muy particular, y los roces entre ellos son inevitables.
Una insólita aventura es, más que nada, una novela sobre el teatro; aunque Stella es la clara protagonista, y hay una trama de fondo, lo mejor y más fundamental de la novela trata sobre las pequeñas aventuras y romances que surgen entre bambalinas. Consta de un reparto coral con personajes bien trabajados, cada uno más loco que el anterior, y con pinceladas muy divertidas – del tipo de humor, eso sí, que encontraríamos en una señorita inglesa nacida en el período de entreguerras – Pero no es un relato mojigato, al contrario; Bainbridge no tiene reparos en narrarnos las situaciones más comprometidas, aunque, quizá por necesidad del argumento, deja entrever otras que el lector tendrá que asumir por sí solo.
Otro punto fuerte de la novela es el personaje de Stella, en la que recae la mayor parte de la acción: la mezcla de pragmatismo y drama de su personalidad la hacen entrañable. Sus pacientes tíos, en concreto el tío Vernon, hacen gala de una tolerancia extraordinaria y, en la medida de lo posible, le consienten sus caprichos. Caprichos que consisten en rarezas de conducta, no económicas, puesto que la situación financiera de la familia no es muy boyante.
Stella no le da mayor importancia a cosas que, a su juicio, no la merecen; por ejemplo, practicar sexo con un hombre mayor que no le atrae, si eso le sirve con tal de estar preparada para su amor platónico. Lamentablemente para ella, esta es una de esas novelas que deja entrever más que contar lo que sucede, como si el argumento también se desarrollara entre bambalinas, oculto a los ojos del lector. Este tendrá que estar atento a comentarios y acciones de los personajes secundarios para ser consciente de un sórdido submundo detrás del escenario.
Pero no todos los personajes ocultan esqueletos en el armario, o por lo menos no nos habla de ellos la autora: si bien es cierto que tanto actores como actrices no salen muy bien parados de la pluma de Bainbridge - retratados como individuos extremadamente caprichosos, ególatras y viciosos -, existen también en la novela personajes con bonhomía. Bunny, por ejemplo, es una buena persona; sin embargo, es protagonista de un par de acciones - realizadas, eso sí, para salvaguardar la espalda de sus amigos y en pos la representación teatral, nunca para su propio beneficio directo - que son censurables; proteger al autor de una tropelía es siempre desfavorable para la víctima, especialmente si esta es especialmente vulnerable, extremo que Bunny ignora o decide ignorar.
Aunque no es el único con buen fondo: el buen tío Vernon y su amigo telefónico son otro ejemplo de buenas personas, así como me lo pareció George, el atrecista; un hombre dedicado a su trabajo que no quiere complicarse la vida.
Una de las pequeñas tramas que subyacen bajo el argumento principal de la novela, y que ayuda a explicar el carácter práctico pero fantasioso de Stella, protagoniza el final de la novela y nos deja con un sabor amargo: después de habernos reído durante todo el libro con las ocurrencias y las respuestas de la protagonista, vemos que hemos sido crueles con ella, aunque sea sin saberlo. Quizá ese carácter tan suyo es solo la cara visible de algo más trágico.
En lo que respecta a la confección de la novela, hay un par de detalles que se me han atragantado, y no sé hasta qué punto podría ser culpa de una mala traducción o es algo ya presente en la versión original: uno es el uso de pronombres indiscriminado, en el que en ocasiones resulta imposible saber a quién se refieren. Otro detalle es la aparente incongruencia de algunas acciones: a veces, en los detalles, los personajes reaccionan de una forma inesperada y carente de lógica, como si nos hubiéramos perdido algo; no tiene mayor importancia para el desarrollo de la trama, pero es francamente desconcertante.
En resumen, es una novelita corta, muy entretenida, pero de las que no dejan poso. Solo dejan una sensación de desconcierto y un regusto agridulce por las hojas finales.
Añadir que existe al menos una película basada en este libro, con Hugh Grant, Alan Rickman y Georgina Gates en los papeles principales. Y decir también que el resumen de la solapa lo ha escrito alguien que no ha leído el libro, no tiene nada que ver.
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