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martes, 9 de marzo de 2021

Ingersoll Lockwood: El maravilloso viaje subterráneo de Baron Trump

Idioma original: Inglés
Título original: Baron Trump's Marvelous Underground Journey
Año de publicación: 1893
Traducción: Cristina Zuil
Valoración: Está bien (recomendable para niños y jóvenes)

El maravilloso viaje subterráneo de Baron Trump es un clásico de la literatura infantil. Se publicó en 1893 y conforma, junto a Viajes y aventuras del Pequeño Baron Trump, de 1883, un díptico protagonizado por el joven y famoso explorador Sebastian von Troomp, también conocido como Pequeño Baron Trump.

Esta novela autoconclusiva de Ingersoll Lockwood había caído en el olvido hasta que sus (más bien escasas) coincidencias con el 45º Presidente de los Estados Unidos y el hijo menor de éste le granjearon cierto interés mediático allá por el 2017. Hay conspiranoicos que la usan como prueba de que la familia del magnate norteamericano tiene la capacidad de viajar en el tiempo.

En El maravilloso viaje subterráneo de Baron Trump, el Pequeño Baron y Bulger, su perro, descubrirán varios pueblos ocultos bajo la tierra. No sólo aprenderán las peculiaridades de los mismos, sino que obtendrán una perspectiva rica y crítica sobre su propio mundo.

A mi juicio, éstas son las virtudes de la obra de Lockwood: 

  • Su inspirador mensaje, que recalca lo estimulante que resulta salir de nuestras zonas de confort. 
  • Su celebración de la pluralidad, así como su convicción de que hay que tolerarla.
  • Su reivindicación del valor de la amistad y el conocimiento.
  • Al contrario que la mayoría de protagonistas del género, el Pequeño Baron Trump no tiene una conducta intachable o inofensivamente problemática. Es clasista, vanidoso y propenso a meterse en líos. A lo largo del relato toma y justifica algunas decisiones que son objetivamente despreciables. Eso lo convierte en un personaje muy humano, y permite a los jóvenes lectores reflexionar sobre su compleja caracterización. La cual, por otra parte, también presenta rasgos favorecedores (lealtad, valentía y afán por saber, entre otros).
  • Bulger es capaz de auténticas proezas y recuerda a simpáticos canes de la cultura popular, como el Milú de Tintín o el Brain de Inspector Gadget.    
  • Las razas concebidas por Lockwood son completamente distintas las unas de otras, amén de originales. Entre los humanos que habitan el subsuelo encontramos, por ejemplo, a los «Hombres Transparentes» «de la tierra de los Anteojos», a las «Personas Hormiga», a los «Cuerpos Fríos» o a los «Olvidadizos Felices».
  • Las civilizaciones subterráneas derrochan imaginación. Cada una exhibe un sistema de gobierno diferente, costumbres y tradiciones únicas, pintorescas dinámicas sociales o arquitecturas particulares. 

En cuanto a los aspectos negativos de El maravilloso viaje subterráneo de Baron Trump, destacaría los siguientes: su estructura reiterativa, algunas conveniencias que nos obligan a suspender en demasía la incredulidad y un final abrupto e insatisfactorio. En todo caso, es una delicia cuyos defectos no impedirán que la disfrutemos sobremanera. Especialmente si nos pilla con nuestra mascota acurrucada junto a la chimenea.

domingo, 2 de agosto de 2020

Doris Lessing: Ben en el mundo

Idioma original: inglés
Título original: Ben in the world
Año de publicación: 2000
Traducción: Ángela Pérez
Valoración: Recomendable

«Ben en el mundo se lee como un cuento de hadas» 
The New York Times 

Vayan por delante mis respetos por los cuentos de hadas, pero sugerir que Ben en el mundo es como un cuento de hadas lleva a engaño sobre el tipo de lectura que nos espera ¿Y quién soy yo para contradecir al The New York Times? Pues soy alguien que sí se ha leído la novela y que no cobra por emitir titulares condescendientes y sin fundamento. 
Con fundamento tampoco. 

Estamos ante la segunda parte de la celebrada novela de la misma autora, titulada El quinto hijo, ya reseñada anteriormente.

Resumen resumido: Ben Lovatt ya tiene dieciocho años, no mantiene contacto alguno con su familia y malvive en los márgenes de la sociedad. Sabedor a la fuerza de que su aspecto y su comportamiento despiertan recelos, trata de mantener un perfil bajo, lo cual no le evita ser objeto continuo de abusos. Y aunque también se ha encontrado con personas buenas que quieren ayudarle, por más que se esfuerzan no hallan el modo de hacerlo. ¿Habrá un lugar para Ben en este mundo inhumanamente normalizado? 

Para responder a esta pregunta, Doris Lessing tiene que lograr primero algo fundamental: que el lector conozca a Ben y empatice con él, ya que en El quinto hijo era su madre (Harriet Lovatt) la verdadera protagonista y sufridora principal del conflicto y era a partir de sus observaciones y reflexiones que pudimos intuir algunas cosas acerca del pequeño Ben, con la ayuda puntual del narrador. Pero aquí no tenemos a Harriet y, dada la particular naturaleza de Ben, no tendría ningún sentido focalizar en él. Ahí reside parte de la complejidad narrativa de esta novela, en desplegar toda una galería de personajes —con sus conflictos y sus subtramas— que se cruzan en la vida de Ben y a partir de cuyas percepciones podemos llegar a conocerlo y a quererlo. 
«—Escucha, Ben —le dijo jadeando—, escucha, amigo. Vamos a perder el avión. En cuanto subamos al avión te encontrarás bien. Te darán una manta.
Ben se incorporó y dejó caer la bolsa. Richard no podía saberlo, pero había sido la palabra “manta” la que le hizo reaccionar. La anciana la empleaba para decirle: “Toma esta manta, Ben, abrígate bien. La calefacción está un poco floja esta noche”.
Richard se dio cuenta de que las cosas habían cambiado: Ben no parecía tan furioso (…).» 
Eso hace que la novela necesite cierto recorrido inicial antes de que empiecen a pasar cosas, antes hemos tenido que profundizar un poco en el Ben adulto y por ello da la sensación de que el primer tercio de la novela presenta dificultades narrativas. En ese punto de la lectura yo llegué a pensar que era una novela malograda, que Doris Lessing había cometido ese fallo tan común entre los escritores consagrados de pensar que todo lo que escriben es publicable y que si se salvaba era porque ella es una autora que escribe muy muy bien aunque sea en la dirección equivocada. Pero cuando me interné en el segundo tercio pude observar cómo la historia y el conflicto se iban revelando e iban tomando cuerpo y tuve que reconocer mi error inicial al sentir que había cierta esperanza para aquella andadura narrativa tan incierta. Y entonces entré en el último tercio de la novela y los elementos sembrados hasta entonces cobraron todo su sentido y la historia adquirió una intensidad tremebundo que me fundió las cubiertas del libro a las manos como si fuera una brasa y no logré soltarlo hasta que acabé la última frase. 

(Perdóname, Doris Lessing, nunca más volveré a dudar de ti) 

Así como El quinto hijo es una novela en sí misma, que no pende de otra y que alcanza un cierre coherente y logrado, Ben en el mundo sí es subsidiaria de su predecesora, lo que la convierte en una suerte de obra insólita cuyos mimbres narrativos son únicos: 
  • La dilación en el arranque que comentaba anteriormente. 
  • Las subtramas de los diferentes personajes cuyo cierre conocemos con antelación para dejar claro el fin de su intervención en la trama de Ben. 
  • El final abrupto, como un dardo, tan propio de los relatos.
Esa naturaleza híbrida e insólita de esta obra puede llevar a pensar que se trate de un relato largo y de ahí la asociación —para mí no tan evidente, pero bueno— con el «cuento de hadas». Pero no es ni lo uno ni lo otro, es una tipología narrativa particular concebida para explicar esta historia en concreto, y que solo una escritora de la talla de Doris Lessing puede plantear y resolver con maestría. Así que Recomendable con asterisco, porque hay que leer primero El quinto hijo

Las aventuras de este Ben adulto nos ponen de manifiesto que el problema no es que él sea un ser incompatible con el resto (hay mujeres que se sienten atraídas por él, hay gente de diferente edad y condición que empatiza con su situación y que trata de protegerlo y de ayudarlo) el problema que tiene Ben en el mundo es que el mundo no tiene un lugar para él porque Ben dista demasiado de lo que se considera «la norma». Solo es una metáfora de muchas de las injusticias que inundan los telediarios un día tras de otro por diferencias de raza, de género, de clase, de orientación sexual... Todos defendemos «la norma» con nuestra actitud porque hemos olvidado que «la norma» solo es un concepto muy vago y que en realidad todos podemos ser Ben.