Idioma original: inglés
Título original: Spring Offensive
Traducción: Ángeles de los Santos
Año de publicación: 1940
Valoración: recomandable
Título original: Spring Offensive
Traducción: Ángeles de los Santos
Año de publicación: 1940
Valoración: recomandable
Escritor estadounidense poco conocido en estos lares por su corta lista de obras publicadas, Herbert Clyde Lewis se formó a través de sus trabajos como corresponsal en Shanghái, pero fue tras su vuelta a los Estados Unidos cuando empezó con una carrera literaria que combinó con su trabajo como periodista y guionista de cine incluyendo una nominación al mejor guion para la película «Sucedió en la 5ª Avenida».
En «Ofensiva de primavera», el autor nos habla del joven Peter Winston, estadounidense de veintitrés años y voluntario del Segundo Batallón de la Tercera Brigada de la Séptima División de la Fuerza Expedicionaria Británica en Francia que se encuentra acuartelado en el pueblo de Latouche (Francia) en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, en un momento histórico de cierta inactividad hasta el punto en el que ese periodo se denominó «Guerra de la Broma». Así, el protagonista, por la poca actividad bélica y por encontrarse en una localidad pequeña con dificultades en las comunicaciones piensa que su situación se asemeja más a una cárcel al aire libre que a un momento histórico trepidante. Por ese motivo, Peter Winston, único estadounidense en Latouche, encuentra que sus días pasan sin distracción alguna de manera que para poner fin a su hastío y en búsqueda de un entretenimiento que le ayude a hacer más soportable la espera decide aventurarse a plantar flores en las empalizadas defensivas de la línea Maginot. Pero su labor queda alterada súbitamente cuando, una vez realizada la tarea y de vuelta al cuartel, se tuerce el tobillo y queda en esa tierra de nadie sin apenas poder andar justo en el momento en que estalla el bombardeo entre las fuerzas aliadas y las alemanas. En un constante flujo de consciencia causado por ese estado de inmovilidad debido a su condición física, el protagonista reflexiona sobre su vida y su situación, percatándose de la absurdidad de la guerra y los conflictos, de las intenciones que mueven los países a enfrentarse con otros en un gran desperdicio de vidas humanas y, en su mentalidad algo ingenua e idealista, piensa que en esa tierra de nadie nadie debería morir, y si tuviera que morir alguien debería ser al lado de sus compañeros, sus compatriotas. Por ello, en esa suerte de estado semi ilusorio causado por el hambre, la sed y la soledad, reflexiona sobre la guerra y su absurdidad, una absurdidad que plasma de manera ejemplar con la paradoja de que «cada vez que los alemanes enviaban un obús para matarlo hacían un agujero para protegerlo», pues el cráter que dejaba tras su impacto le servía a su vez de trinchera. Así que en medio de ese estado de espera se cuestiona porqué durante la noche no dejan de disparar ambos bandos, «¿no veían que estaban desperdiciando munición?… que dejaran de disparar de una vez, eso era lo único que les pedía. No les estaba diciendo que se rindieran ni que probaran el sabor amargo de la derrota (…) que pararan, aunque solo fuera por una noche; que se fueran a casa, que cenaran tranquilamente y leyeran un libro, o fueran al cine, cualquier cosa. Mañana por la mañana, después de un buen descanso nocturno, podían retomar los disparos, si no había más remedio.»
Por todo ello, la novela esgrime una clara defensa del pacifismo, criticando la absurdidad de la guerra pues atenta contra la vida de los hombres, en una contienda que les enfrenta unos con otros por deseo de quien manda con unos soldados son únicamente peones al servicio de un ser superior que les empuja a una lucha que, en ocasiones, es ajena a ellos mismos. Así, esta novela, escrita en 1940 tiene un importante trasfondo social pues se publica en un momento en el que gran parte de la población estadounidense dudaba de si tenía sentido o no participar en una guerra en Europa; con ello, el mensaje que rezuma el libro es que aquellos que van a la guerra no son siempre grandes patriotas, sino que en ocasiones son todo lo contrario: jóvenes que sienten que su país les ha traicionado, que no les ha dado lo que esperan de él, que su país estandarte de la tierra prometida no ha cumplido con tal propósito. No hay promesa cumplida, hay desconcierto y sentimiento de abandono, un abandono que les empuja a encontrar cobijo lejos de casa en un hogar ideológico en el que luchan por defender unos ideales que no encuentran en su propia tierra, en su propia ciudad, entre los suyos quienes les niegan el trabajo, el amor y una vida plena. Por todo ello, se trata de un libro en el que se ejemplifica que la participación de la guerra, por parte de muchos jóvenes, no está basada en la lucha por conseguir un futuro mejor o ni tan siquiera por la defensa de unos ideales, sino por resarcirse de un presente vacío y desalentador porque, tal y como afirma el protagonista, «cuando alguien moría, tenía que dejar tras de sí una razón por la que haber vivido. La vida debía tener algún sentido, por pequeño que fuera. De otro modo, ¿cómo podría morir en paz?».
Por todo ello, se trata de un libro recomendable que, más allá de ofrecer un cierto ritmo pausado, aporta un trasfondo importante sobre la guerra, sus causas y sus motivaciones, y en el que se nos recuerda que «cada soldado muerto es un argumento contra la guerra» y eso es algo que no deberíamos olvidar especialmente en estos días en los que tantos territorios se encuentran en guerra por las ansias de grandeza de unos líderes que, desde su cómodo sillón presidencial, envían personas a un trágico destino para enfrentarse unos con otros a sabiendas que probablemente acaben muriendo por luchar por unas causas que no tienen por qué coincidir con las suyas.
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