miércoles, 5 de febrero de 2025

Sergio S. Pando: La isla de los gatos

Idioma original: Español

Año de publicación: 2024

Valoración: Entre está bien y recomendable 

La isla de los gatos es la primera novela del bilbaíno afincado en Madrid Sergio S. Pando y la verdad es que, con sus virtudes y sus defectos, constituye un apreciable ejercicio de ambición literaria.

Con un alto contenido autobiográfico, podemos decir que la novela es una historia de perdedores que no pierden la esperanza, un texto construido a partir de dos tramas separadas en el tiempo que sirven para recorrer la Historia de este país en los últimos 100 años. Y aunque está cantado que, de una forma u otra, esas tramas acabarán convergiendo, lo importante es cómo llegamos a ese punto. Y ahí el autor sale bien parado.

Resumiendo mucho, La isla de los gatos es la historia de Julio, exiliado tras la Guerra Civil en Nueva York, y de Diego, joven que vive en el Bilbao de los 80 (tan denostado en estos tiempos de Guggenheim, gentrificación y franquicias). Son los años de plomo, de la reconversión industrial, de la heroína y los chavales tirados en el parque (esto lo han visto estos ojitos, si) y Diego pasa sus días entre discos, libros, pelis, petas y asignaturas de Geografía e Historia. ¡Para que luego cuatro putos pijos de Pozuelo de Alarcón nos vinieran a hablar de "juventud sin futuro"! En fin.

No me enrollo y paso a comentar las principales virtudes y defectos de la novela.

Entre sus aspectos más destacables, en lo positivo, están:

  • Ambición. No hablo de ambición "formal" ya que en ese sentido en una novela más o menos convencional, si exceptuamos el capítulo 15 de la primera parte, que es el más arriesgado en lo formal (un camino prometedor y diferente que me habría gustado seguir). Me refiero, sobre todo, a ese atrevimiento a meter todo en la novela, a no cortarse, a tocar varios palos. Podrá salir bien, mal o regular (y creo que, en general, sale bien), pero me gusta que el autor asuma el riesgo.
  • Ambientación. Hablamos en escenarios familiares para mí y creo que esos escenarios están bien reflejados en la novela. Atmósfera, contexto, sensación de vacío se dejan ver por toda la parte bilbaína de la novela. 
  • Voces. Parece una gilipollez pero no lo es. ¿Cuántas novelas no se caen porque los personajes hablan todos de la misma forma? Dos personajes tan alejados entre sí, pese a evidentes paralelismos, como Diego y Julio no pueden hablar igual, sería absurdo, y me gusta como ha trabajado el autor con el lenguaje literario, con el habla de los personajes y con los diferentes registros que estos manejan. 
  • Personajes principales. Bien construidos, con sus pasados y sus contextos, con sus contradicciones a cuestas.
En lo no tan positivo cabe mencionar:
  • Intromisión de lo personal. El autor es Licenciado en Geografía e Historia y eso se ve muy a las claras en la novela. De por sí no sería un problema, pero me da la impresión de que hay momentos en los que penetra de forma demasiado evidente (e incluso innecesaria) en el texto.
  • Ligado en parte a lo anterior, en ocasiones lo discursivo / didáctico se entromete en lo puramente novelístico. Sé que ofrece contexto a la acción, pero a veces hay que dejar que sea el lector el que se busque la vida.
  • Reiteraciones, especialmente en la parte neoyorquina de la novela y a la altura de la página 250. Es curioso porque es cuando los años pasan más rápido cuando la novela pierde algo del buen ritmo que tiene.

Pese a todo, me quedo con lo bueno y con la sensación de que, puliendo algunos defectillos, aquí hay madera (y no de la del cuartel de la Salve)

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