domingo, 23 de febrero de 2025

Edmund De Waal: La liebre con ojos de ámbar

Idioma original: inglés

Título original: The Hare with Amber Eyes

Traducción: Marcelo Cohen

Año de publicación: 2010

Valoración: Recomendable 


Los netsuke son miniaturas japonesas con origen en el siglo XVII, quizá aún más antiguo, que representan personas, objetos o animales en materiales nobles, maderas, mármol, jade, marfil, cosas así. Aunque ahora podamos ver en cualquier sitio porquerías de plástico fabricadas en serie, originariamente eran manufacturas, piezas de artesanía que fascinaron a los europeos que empezaron a llegar a Japón, en especial desde mediados del siglo XIX. En círculos artísticos se puso de moda el japonismo, una corriente que mostraba su admiración por lo ‘nuevo’ que se descubría en aquel lejano país. La pintura asumió con más entusiasmo la novedad, pero fue también objeto de deseo de coleccionistas con posibles. Una gran vitrina con 264 netsuke es la excusa que utiliza Edmund de Waal para contarnos una larga crónica familiar.

Los Ephrussi son una familia judía originaria de Odessa que, con buen olfato para los negocios, amasa una gran fortuna en poco tiempo, expandiéndose por París, Viena, Berlín o Londres. Entre ellos Charles, quizá por vivir en París, es el más interesado en el arte, adquiriendo buen número de obras y manteniendo intensa relación con buena parte de los impresionistas: Degas, Pisarro, Manet o Renoir. Atraído él también por el japonismo, adquiere la importante colección de miniaturas y las incorpora a su lujosa vivienda parisina. En esta primera parte del libro se detiene el autor en largas descripciones de las estancias familiares, los objetos adquiridos, los cuadros comprados a sus amigos, la decoración, el mobiliario. Encontramos entonces algunas interesantes reflexiones sobre las manufacturas, su tacto, su peso, los rasgos que los individualizan:

‘También recuerdo si un objeto me invitó a tocarlo con toda la mano o solo con los dedos, o si pedía que uno se apartara. Ciertas cosas están en el mundo para ser mirada a distancia, no manejadas con torpeza’.

Toda una filosofía del objeto, su especificidad y su forma de estar en el espacio, cosas que casan bien con la dedicación del autor a la cerámica. Reflexiones desde luego singulares y disfrutables, como para detenerse a valorarlas, aunque a veces da la sensación de que De Waal pierde un tanto la perspectiva de que está escribiendo una crónica familiar, porque escribe sin medida y se demora en todo lo que le apetece. Es lo que hace que esta parte inicial resulte a veces algo pesada.

Pero los netsuke emprenden un primer viaje hacia Viena, y en el relato se van introduciendo nuevos elementos, algo más alejados de la estética y más próximos a la vida real. En Europa el antisemitismo siempre latente brota poco a poco pero de forma bien visible, y los judíos ricos, hasta entonces bien integrados en la alta sociedad, empiezan a ser vistos con recelo. La Primera Guerra mundial, con las penurias del momento y la posterior de derrota y disolución del Imperio austro-húngaro se abate también sobre los privilegiados Ephrussi y, terminada la contienda, ser judío empieza a ser realmente un problema. Se suceden los pogromos, y el auge del nazismo, el Anschluss y el inicio de la nueva guerra terminan definitivamente con su bienestar. 

El libro adquiere un ritmo y una intensidad que antes no habíamos disfrutado, y se convierte en una crónica de crudeza cada vez mayor, en paralelo a los acontecimientos. El palacio saqueado y convertido en centro de mando nazi, la familia desmembrada por media Europa, la atmósfera espesa del miedo en las calles, son imágenes que no dejan de impresionar a pesar de ser tantas veces vistas. Los judíos Ephrussi, especialmente en Viena, tienen que lidiar con el horror y agarrarse a lo que puedan para simplemente sobrevivir. Eso los que pueden, porque algunos de los que no consiguen escapar terminan sus días en campos de exterminio.

Sorprendentemente no ha sido el fin de los netsuke que, salvados de forma inverosímil, parecen querer constituir el último reducto físico del antiguo esplendor familiar, y pasan a la siguiente generación en una ubicación totalmente diferente, diríamos en un mundo nuevo y lejano. Las miniaturas son el último testimonio de una forma de vida barrida por la Historia, el hilo que une pasado y presente. Porque el libro, además del relato de la saga familiar y crónica de más de un siglo de Europa, es también una reflexión sobre la memoria, qué queda cuando las personas van desapareciendo y todo cambia, o qué quedaría si, por casualidad, cierto joven no se hubiera dedicado, unas cuantas décadas más tarde, a indagar, descubrir y reconstruir, y dejarlo todo escrito en un libro.

También de Edmund De Waal en ULADEl oro blanco

No hay comentarios: