Más que célebre es la historia de la condesa húngara Erzébet o Elizabeth Báthory, que a comienzos del siglo XVII se supone dio muerte, personalmente o como comandataria, a cientos de muchachas con el objeto de satisfacer sus impulsos sádicos. aunque también de llevar a cabo prácticas en teoría rejuvenecedoras, como darse baños en la sangre de sus víctimas o rituales brujeriles. No sé si cientos, pero sin duda sí que decenas de libros se han escrito sobre ella (y también se ha realizado más de una película); los más conocidos en el ámbito hispanófono son, con seguridad, el que escribió la poeta argentina Alejandra Pizarnik y, antes que éste, el que le dio lugar, de otra poeta, la francesa Valentine Penrose, ambos con el mismo título, La condesa sangrienta y publicados, con algunos años de diferencia, en la década de los 60 del siglo XX. Veamos cuáles son las concomitancias y diferencias entre ellos:
Idioma original: francés
Título original: Erzsébeth Bàthory. La Comtesse sanglante
Año de publicación: 1962
Traducción: M. Teresa Gallego Urrutia e Isabel Reverte
Valoración: más que recomendable
No sé hasta qué punto este libro se considerará canónico sobre el tema, en el ámbito historiográfico, pero, como digo, al menos sí que se considera una obra literaria importante, quizá la principal que ha dado lugar la historia/leyenda de Erzébet Báthory. Y eso se debe a que, si bien parece que Valentine perose buscó y utilizó toda la bibliografía y documentación que pudo encontrar sobre la figura de la condesa Báthory, al final no compuso una biografía al uso. o; mejor dicho, sí que lo hizo, pero no se limitó a eso: este libro es también la crónica de una época y un lugar en pleno cambio, la Hungría de alrededor de 1600, que estaba evolucionando desde la ferocidad -por no decir la barbarie- de una sociedad aún feudal y guerrera (ante la amenaza turca, principalmente), hacia la implantación de un estado fuerte, centrado en la figura del emperador y más orientado a los vientos provenientes de Europa occidental. Pero, sobre todo, es una orgía para los sentidos, un derroche de suntuosidad literaria, tanto en lo que respecta a los aspectos más "ambientales", digamos -las descripciones de fiestas y banquetes, de bosques y castillos, de elementos climáticos, de paisajes urbanos, las genealogías familiares-, como de aquellos otros inevitablemente horrendos, sanguinarios, morbosos... las torturas y los asesinatos, las masacres, incluso, que dejan tras de sí cadáveres, charcos de sangre y hedor.
Como ya he mencionado, Penrose estructuró este libro como una biografía de la condesa, pero también a modo de crónica familiar, tanto de los perturbados Báthory como de los respetados Nàdasdy, la familia de su esposo. Y de la situación política del Imperio Germánico (del que Hungría no formaba parte, pero Austria, sí) en la época de los Habsburgo. pero sobre todo, el libro es un estudio sobre la locura sádica y narcisista, así como de la abyección humana, pues la condesa no perpetraba sola sus crímenes, sino que necesitaba la ayuda de sus siniestras sirvientas -Dorkó, Jó Ilona, Kata Beniezsky, Fitzkó-, la complicidad de muchas personas que cooperaban en la tarea de conseguirle víctimas y el silencio, ya fuera cómplice o cobarde, de muchas otras que sabían o sospechaban los que ocurría en su castillo de Cjelthe, o en otras de sus residencias, incluso en la propia Viena. Porque, además, La condesa sangrienta, no sé si de forma intencionada por su autora, aunque cabe pensar que sí, tiene una lectura política: la condesa y sus secuaces no se cebaban con las hijas de la nobleza húngara, aunque hubieran podido hacerlo, sino con una infinidad de chicas campesinas que sus propios padres ponían a su servicio; así lo hacían, en primer lugar, para evitarse problemas evidentes, pero también porque la condesa Báthory consideraba que tal era su privilegio, al pertenecer ella a una de las principales familias del país... y, ciertamente, como tal estaba protegida por los poderosos, incluso cuando se destapó todo el pastel y hubo que imponerle algún castigo. este privilegio de clase también era evidente en el caso de Gilles de Rais, el asesino en serie (o incluso de masas) con quien más se puede comparar a la Báthory -de hecho, Valentine Penrose le dedica un capítulo entero de su libro-, perteneciente, a su vez, a la más alta nobleza francesa del siglo XV.
Aunque lo más destacable de este
La condesa sangrienta, aparte del obvio impacto
gore que guardan sus páginas, es la recreación de todo un mundo cerrado, malsano, aunque fascinante, que denota la desconexión con la realidad de alguien que se siente libre de llevar hasta el límite sus fantasías e impulsos más sádicos y homicidas... (por entendernos y para quien la haya leído, la novela malrrollera por excelencia,
La chica de al lado, sería una versión doméstica de esta gran producción hollywoodiense en tecnicolor). Una recreación de un mundo tan endógeno que llega a poseer cierto carácter onírico, lo que no es de extrañar habiendo sido Valentine Penrose, antes que nada, una poeta del movimiento, aunque el tono literario del libro recuerde más al simbolismo decimonónico. En cualquier caso, os aseguro que es una lectura que no puede dejar indiferente a nadie.
Año de publicación: 1966
Valoración: también recomendable
Pocos años más tarde que el libro de Penrose y, son duda, entusiasmada por éste, la poeta Argentina Alejandra Pizarnik publicó su propia versión -comenzada, al parecer a modo de reseña-, que puede considerarse casi como un resumen del libro anterior o incluso, más aún, una condensación (o, en este caso, "condesación"... vale, perdón, ya lo dejo) al estilo Reader's Digest. Claro que en absoluto su intención era hacer más "digerible" la historia; bien al contrario, Pizarnik se centra casi en exclusiva -también su libro es considerablemente más corto- en ciertos aspectos que más le interesan: su deriva sádica y truculenta más que en el color local o de la época. Como ella misma explica: "La perversión sexual y la demencia de la condesa Báthory son tan evidentes que Valentine Penrose se desentiende de ellas, para concentrarse exclusivamente en la belleza morbosa del personaje." Y adjunta una cita de Jean-Paul Sartre, que podrían firmar muchos psycho-killers: "El criminal no hace la belleza: él mismo es la auténtica belleza."
También cita, para que no se diga, a René Daumal, Gombrowicz,
Rimbaud,
Baudelaire, Milose,
Octavio Paz,
Antonin Artaud, Pierre-Jean Jouvé y diversas elegías del cancionero. Y, por supuesto, al
marqués de Sade, que no puede faltar en toda esta salsa:
"Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa Báthory alcanzó, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible."
No conozco lo suficiente la obra de Pizarnik como para explicar cómo encaja en ella su "condesa sangrienta" (si a alguien le interesa mucho saberlo, parece que César Aira tiene publicado un ensayo sobre esta escritora. Según él, por lo visto, Pizarnik no quiso seguir por este camino, que para ella quedaba agotado con este libro). Sin duda, su impronta poética ve reflejada en la belleza que consigue sacar de esa pesadilla splatterpunk que suponen los crímenes de la condesa y compañía, algo que se ve reforzado por las magníficas ilustraciones, entre góticas y simbolista, de Santiago Caruso para esta edición de Libros del Zorro Rojo (no es la única ocasión, por cierto, que este ilustrador argentino ha puesto imágenes a la obra de su compatriota). El libro, cierto es, no tiene la riqueza descriptiva ni la ambientación de que hace gala el de Valentine Penrose, pero gana en síntesis y en un esteticismo más depurado, así como en una mirada más "filosófica" (si se quiere decir así) sobre la atracción del abismo que conlleva asomarse a la figura de la condesa Báthory y a sus perturbados crímenes. Ambos libros, en cualquier caso, resultan recomendables, aunque quizá no muy digeribles para según que estómagos, yo aviso...
2 comentarios:
Una entrada genial, compañero. He leído una biografía de la condesa, y también el libro de Pizarnik, y es increíble comprobar, una vez más, las cotas de abyección y crueldad de que es capaz el ser humano, así como la capacidad literaria de expresar el horror de forma estética, sin recurrir necesariamente al morbo en sentido convencional.
Gracias, Oriol. Sin duda, son unas lecturas escalofriantes, como diría cierto conocido presentador de las noticias...
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