martes, 9 de mayo de 2023

VV.AA.: Montemar

Idioma original: Español
Año de publicación: 2023
Valoración: Recomendable

Puede que no concedamos a los clásicos la oportunidad que merecen, dada su reputación (en muchos casos injusta) de anticuados, difíciles y aburridos. Es por eso que se agradece toda iniciativa que pretenda acercarnos a ellos sin dinamitar su esencia en el proceso, como vendrían a ser las lecturas guiadas o las adaptaciones fieles a distintos formatos. 

Montemar es un ejemplo de esto último. Ricardo Vílbor, profesor, filólogo y, ante todo, apasionado de la literatura española, guionizó su versión favorita del mito del don Juan, esa que el escritor romántico José de Espronceda plasmó en El estudiante de Salamanca, con el objetivo de trasladar un poema narrativo de principios del XIX al lenguaje del cómic moderno. 

Vílbor se mantuvo, por lo general, apegado y reverente con respecto al material original. Algunos de los cambios que introdujo (unas cuantas rimas propias, por ejemplo) son tan orgánicos que un lego como yo ni siquiera los habría advertido, de no haberlos señalado el propio autor en una entrevista. Otros son más evidentes: la dilatación o encogimiento de una escena según crea conveniente, la incorporación de diálogos, pequeñas diferencias en el carácter de ciertos personajes, acentuar los rasgos negativos del protagonista, etc...

En fin: aunque la empresa de Vílbor no era nada fácil, dio un resultado muy meritorio. Pero eso se debe, al menos parcialmente, a que el apartado gráfico de Rodrigo Vázquez complementa a la perfección a un ya de por sí logrado guion. Y es que la narrativa visual de Vázquez integra el texto impecablemente. También permite que el argumento fluya sin llegar a estancarse en ningún momento, y da buena cuenta de la atmósfera que tan bien evocó Espronceda. 

Sólo le pondría un par de pegas al estilo de dibujo de Vázquez: recuerda quizá en exceso al de sus colegas europeos y no siempre atina en las expresiones o las anatomías de sus personajes. En el lado positivo, sus ilustraciones son siempre limpias y comprensibles, pese a que un vistazo superficial puede dar a entender que a veces están algo recargadas. A esto hay que añadir más birguerías estimables: la maravillosa composición de las páginas 38 y 39, la potencia de sus elementos terroríficos o el efecto que provocan las viñetas que abren y cierran el volumen.

Resumiendo: Montemar concilia al público actual con el romanticismo español y la figura de don Félix. Creedme, esta versión del don Juan os seducirá; es un capullo irredimible, tan despreciable como carismático, que Espronceda caracterizó del siguiente modo: 

Segundo don Juan Tenorio,
alma fiera e insolente,
irreligioso y valiente,
altanero y reñidor;
siempre el insulto en los ojos,
en los labios la ironía,
nada teme y todo fía
de su espada y su valor.

Corazón gastado, mofa
de la mujer que corteja,
y hoy, despreciándola, deja
la que ayer se le rindió.
Ni el porvenir temió nunca,
ni recuerda en lo pasado
la mujer que ha abandonado,
ni el dinero que perdió. (versos 100-115)

En Salamanca famoso
por su vida y buen talante,
al atrevido estudiante
le señalan entre mil;
fuero le da su osadía,
le disculpa su riqueza,
su generosa nobleza,
su hermosura varonil.

Que en su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza a igualar;
que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.  (versos 124-139)

2 comentarios:

Alberto dijo...

Además del cómic, se le debe dar una oportunidad al poema de Espronceda. Resulta entretenido y afilado como una estocada. Es una de las obras maestras del terror gótico a la española. Sus versos retumbantes son estupendos, llenos de colorido, atmosféricos: callejas muertas de una Salamanca de pesadilla por donde resuenan las pisadas de don Félix de Montemar y pululan criaturas más del otro lado que de este. Una delicia macabra para leer en voz alta a medianoche (aunque es posible que nos tomen por locos; la gente de hoy en día tiene que levantarse temprano y no está para romanticismos).

Oriol dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Alberto. Leí "El estudiante de Salamanca" para poder compararlo con esta adaptación, y la verdad es que no esperaba que me fuera a gustar tanto. Aunque admito que conocer de antemano la versión gráfica de Vílbor y Vázquez ha podido ayudarme a gozar tanto el original, sigue pareciéndome una obra notable, sorprendentemente fresca, entretenida y bien escrita. Ojalá me la hubieran dado a conocer en el instituto más allá de la cita en el libro de texto de rigor.