lunes, 3 de abril de 2023

Rosa Chacel: Memorias de Leticia Valle

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1945

Valoración: Recomendable alto


Puestos a buscar mujeres escritoras no hace falta irse muy lejos y mucho menos hacer ‘descubrimientos’ extraños. Esto es, claro está, una opinión personal, porque creo que hay escritoras interesantes que siempre han estado ahí, que sí están en los manuales, pero a las que casi nadie presta atención hoy en día, quizá porque no se ajustan a ciertos patrones. Pero antes de meterme en berenjenales no deseados, pasemos a hablar de Rosa Chacel, vallisoletana, autora poco ruidosa que afortunadamente llego a cosechar premios importantes en vida. Memorias de Leticia Valle es quizá su obra más conocida, y da para comentar bastantes cosas.

Se trata de un texto en primera persona con la narración de una niña de apenas doce años que cuenta cosas que va sintiendo y descubriendo, pero que nadie piense en el diario tontorrón de preadolescente llena de perplejidad e inseguridades. Con posibles rasgos autobiográficos, Leticia describe la vida, más bien aburrida, en un pueblo donde convive con una tía y con su padre, militar lisiado recién regresado de Marruecos. Pronto comienza la niña a tomar clases de música en casa de doña Luisa, y también enseguida el marido de esta, don Daniel, pasa a ser su profesor en materias escolares amplias. Todo el relato se establecerá en el triángulo entre estos tres personajes.

Leticia es una niña precoz, pero su voz no es la de una repipi, ni la impostada de una adulta que finge hablar como una menor, lo que leemos es sobre todo lo que ella ve y siente desde la posición en que le coloca la edad, narrado de forma cristalina, con maestría absoluta que combina la necesaria ingenuidad de la mirada con la precisión y la finura del relato. Una síntesis perfecta que deja además imágenes insólitas, algunas de enorme belleza, que solo pueden salir de la cabeza de una niña, como cuando explica con naturalidad las fantasías que de improviso le venían cuando era aún más pequeña.

Pero claro, esto no es tan sencillo, porque lo que vive Leticia va más allá de lo corriente o esperable. Está ansiosa de aprender cosas, aunque no necesariamente, o no solo, lo que se aprende en la escuela. No piensen mal: la niña disfruta con la música de doña Luisa, y también cocinando con ella, necesita conocer de verdad a su padre, saber lo que hace o hacía y por qué, se entusiasma con las enseñanzas de don Daniel, quiere absorber conocimientos y teme no llegar al nivel deseado. Como es lógico, no tiene claro lo que busca, pero sí que busca con intensidad, quizá probarse, quizá tocar la puerta del mundo adulto, absorber lo que siente o intuye que puede estar ahí fuera.

Todo ello va configurando esa relación tan especial con Luisa y Daniel. Con ella establece lazos que se parecerían a los que tendría con su propia madre, que es por cierto una figura completamente ausente del libro, como si nunca hubiera existido. La maestra ve sin embargo a Leticia como una amiga, sin importar la diferencia de edad. Y con Daniel las cosas, que siempre tuvieron un sesgo algo extraño, tomarán un rumbo inesperado donde irá creciendo una atracción (¿mutua o solo unilateral?) que ha hecho que se compare a esta obra con Lolita, escrita por cierto diez años más tarde.

Pero no, tampoco eso es suficiente para hacernos una idea fiable del libro, hace falta el ingrediente fundamental: la elipsis. Todo en Memorias de Leticia Valle es una enorme elipsis donde, aunque lo que leemos aporta información necesaria, mucho más importante es lo que no podemos leer, lo que no se cuenta, lo que queda tras la cortina que extiende la autora. Es la mayor grandeza y originalidad del libro, continuar línea tras línea siendo conscientes al mismo tiempo de que hay mucho más que queda fuera del foco, cosas que llevarán al relato a su desenlace (también brumoso, equívoco) pero que deberemos construir en base a lo que tenemos delante. Si no lo hacemos, nos quedará la sensación de algo escrito con inteligencia y finura, pero algo blando donde pesa más la sensibilidad del diario que el vigor de una narración atrayente.

Hay quien dice que Rosa Chacel tenía cierta tendencia a la autocensura, y de ahí el vaciado de los elementos más potentes, y quizá escabrosos, del texto (ya sabemos que los censores no se destacaban por su perspicacia). Sinceramente pienso que esto no es suficiente para explicar un relato escrito como a trasluz. Yo creo que la voluntad de escamotear escenas decisivas es parte, y una parte fundamental, del planteamiento narrativo, como si la autora se hubiera propuesto el ejercicio de contar sin llegar a ser explícita, un recurso muy difícil de desarrollar y que en mi opinión se alcanza con pleno éxito.

Es más, eso que solo se deja entrever tras las veladuras de un discurso aparentemente inocente, provoca mucho más desasosiego precisamente por permanecer oculto, o casi. El lector se pregunta si ha entendido bien, si no estará malinterpretando pequeños detalles, si se ha perdido alguna información. Eso sí, la jugada es arriesgada porque, a fuerza de sutileza y de amagar, uno puede terminar por desconectar y decidir que no quiere hacer el esfuerzo de leer entre líneas porque que en realidad en el relato de Leticia no ocurre nada importante. Y yo les aseguraría que sí, que sí ocurre, que Rosa Chacel nos hace sufrir un poco para descubrirlo pero está ahí, y luego cada uno lo verá de una forma y con un alcance diferente. Seguramente no llegaremos a la misma conclusión, pero habrá merecido la pena.


3 comentarios:

Pepe M. dijo...

Recuerdo que leí esta novela cuando era muy joven y se me quedó grabado todo lo que comentas sobre la sensación de que algo ocurre entre el profesor y la alumna, algo que no entendía pero que me desasosegaba. Ahora que han pasado bastantes años lo veo algo más claro.
Una gran reseña y un saludo.

Carmen dijo...

Muy buena reseña. ¡Tengo a Rosa Chacel pendiente desde hacer una eternidad!

Carlos Andia dijo...

Esa sensación que comenta Pepe es lo que hace diferente a esta novela, todo un logro ser capaz de sugerir en vez de contar, y que el resultado sea así de convincente.

Así que, Carmen, decídete con esta autora y nos cuentas.

Un saludo a los dos y gracias por participar.