sábado, 22 de abril de 2023

Stéphan Lévy-Kuentz: Metafísica del aperitivo

Idioma original: francés

Título original: Métaphysique de l´apéritif

Traducción: Laura Naranjo Gutiérrez

Año de publicación: 2022

Valoración: Se deja leer

 

Tienen algo los libros escritos en segunda persona que me resulta áspero. Es un recurso arriesgado y difícil de manejar porque, veamos ¿a quién puede dirigirse el autor?

  • A su personaje, claro, lo cual me parece una cierta forma de abuso de superioridad porque tiene un punto acusativo ante el que nada puede hacer para defenderse. El personaje es de alguna manera propiedad del autor, como un esclavo o un muñeco articulado, es y actúa como el autor le ordena, y no parece justo que se vea zarandeado o escrutado en su intimidad
  • Al lector, lo cual es aún peor, porque el tono tiene una carga de interpelación que, salvo caso excepcional, no creo que ningún lector tenga por qué soportar ¿qué autoridad tiene el autor para reconvenirnos o juzgarnos, ni tan siquiera para dirigirse a quien ha tenido la generosidad de leer lo que alguien ha escrito?
  • Y finalmente, a él mismo. Esto es algo así como un ejercicio de narcisismo disimulado, una exhibición de ego que presupone que a los demás nos debe interesar mucho la persona misma del autor como para asistir a su propia autoevaluación. Y además en estos casos, que los hay, es difícil evitar un sesgo de petulancia.

Entonces ¿a cuál de estos tres objetos se dirige la segunda persona que emplea Stéphan Lévy-Kuentz en su libro? Pues en principio aparentemente a su personaje, un individuo anónimo que se pasea por una calle de Paris (St. Germain-des-Prés o por ahí) y se sienta en una terraza a tomar un aperitivo, que en este caso es más bien un apéro francés, como un rato antes de cenar, más que el piscolabis español de mediodía. Se sienta el hombre, pide la comanda y observa, piensa, elucubra. El objeto de sus reflexiones son a veces sus vecinos de mesa, a veces los transeúntes que circulan enfrente, ejercicios mentales que todos hemos practicado (creo) para matar el aburrimiento. Pero también se sumerge en divagaciones más o menos filosóficas en torno a asuntos diversos, en muchas ocasiones apoyadas en citas de autores conocidos o no. Por ahí aparecen por ejemplo Rousseau, Pushkin y Thoreau, cavilaciones también sobre el amor (uno de los momentos más brillantes), San Agustín o el expresionismo abstracto, ideas que van desfilando sin mucha lógica, de forma aleatoria, como en una noche de insomnio.

En todo este recorrido hay cosas más o menos interesantes, claro, pero no lo suficiente para sostener el libro, por breve que este pueda ser. La muestra de erudición del señor Lévy-Kuentz merece un reconocimiento pero, como ocurre con el uso de la segunda persona que decía antes, este tipo de exhibiciones puede ser un terreno vidrioso. El resultado puede ser brillante cuando este bagaje se pone al servicio de un relato sólido (Borges, casi siempre Umberto Eco), pero puede también terminar siendo una simple pedantería si no conduce a nada más que a rellenar páginas para asombro del lector ingenuo. Adivine usted hacia cuál de los lados de la balanza se inclina nuestro libro de hoy.

La sensación de relato fallido es inevitable, cierto, aunque no quiere decir que el libro sea enteramente desechable. Está bien escrito, tiene cierta espontaneidad, y en la profusión de citas (bien anotadas y explicadas por la traductora) siempre podemos encontrar reflexiones de algún interés. Como puede también tener cierta gracia en algunos momentos, como cuando vemos el suave progreso del alcohol sobre el protagonista, o cuando intuimos al escritor un poco perdido que asoma en su parte final, cuando Lévy-Kuentz parece que, ahí sí, se dirige a sí mismo.

Pero por lo demás tampoco me parece que aporte demasiado, ni termino de verle el sentido, parece una especie de pasatiempo, un simple ejercicio para desplegar la erudición de la que hace gala el autor, sin un objetivo preciso. Aunque en conjunto tenga sus picos de interés, no termina de ser un libro divertido, ni tiene desarrollo narrativo, ni mayor profundidad más allá de algunas reflexiones tomadas con cuentagotas. Algo que apunta posibilidades pero que se queda casi siempre en un amago.


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