Título original: The Cabin at the End of the World
Año de publicación: 2018
Traducción: Manuel de los Reyes
Valoración: recomendable
A una cabaña perdida en los bosques de Nuevo Hampshire donde pasan unos días la pequeña Wen y sus padres llegan cuatro extraños portando unas no menos extrañas armas, comandados por el enorme y aparentemente benévolo Leonard, con el objeto de hacerles una insólita y aterradora propuesta. O con el objetivo de que la acepten de una manera u otra, en realidad, pues no dudarán en recurrir a la violencia para conseguirlo... Así comienza esta singular novela de home invasion en la que los asaltantes pondrán sus vidas en juego en la misma medida que los asaltados y... bueno, no debo contar más para no desvelar las sorpresas que guarda esta historia, aunque sí puedo decir que en ella destacan un ritmo y una organización narrativa que mantienen al lector pegado a sus páginas desde el comienzo al final.
Lo que sí puedo decir es que no sé hasta que punto podemos considerar ésta como una novela "de terror", por más que su autor sea uno de los más eximios representantes del género, a día de hoy. Desde luego que La cabaña... sabe crear inquietud y, sobre todo, tensión, incluso cómo causar cierta impresión con el recurso a una violencia casi -bueno, sin casi- gore, pero no estoy seguro de que los aficionados más acérrimos o puristas al terror queden totalmente satisfechos tras su lectura. Por otro lado, y aunque ya sea un tópico mencionar la influencia de Stephen King al hablar de esta clase de novelas (yo mismo, al menos, ya lo he hecho en varias ocasiones), pero en esta ocasión resulta inevitable, pues ésta es la que más me ha recordado a las novelas del Rey en mucho tiempo. Quizás no a uno de sus grandes libros de terror, los que le han servido para convertirse en el principal referente del género y, en gran medida, quien ha establecido un nuevo canon en el mismo (o, cuando menos, un nuevo patrón a la hora de contar este tipo de historias), pero sí una de sus obras "menores", de ésas que incluso han acabado siendo más populares, a raíz de su adaptación cinematográfica (ya veremos que ocurre, en este caso). Más allá de la ambientación en Nueva Inglaterra, la atención a los detalles cotidianos o domésticos y la introspección psicológica de los protagonistas son herencia suya, sin duda.
Releyendo los párrafos anteriores, temo dejar una impresión desdeñosa sobre esta novela, cuando en realidad ocurre todo lo contrario: no sólo me parece un thriller muy bien llevado, sino además una novela una novela que puede mover a la reflexión (si se quiere, claro) sobre ciertos temas que han devenido desinterés en este siglo XXI que muchos esperábamos de otra manera, como la prevalencia creciente de una visión religiosa e incluso agónica del mundo, frente a la racionalidad agnóstico, la importancia que debemos concederle a los conspiranoicos e illuminati varios sin que nos arrastren tras ellos a su marasmo de estulticia o el papel de la libertad e incluso el interés individual frente al colectivo, corresponda éste a una realidad o no...
No quiero acabar la reseña sin comentar un par de aspectos de la novela que, en cierto modo, quizás puedan ser considerados como spoilers, así que quien no quiera conocerlos tal vez debería detener su lectura aquí: por una parte, la forma de narrar de Tremblay, que no sólo va cambiando el punto de vista, según los personajes, sino que, en la última parte de la historia, alterna la tercera persona del narrador omnisciente con la primera del plural, incluso en el mismo párrafo. Esto puede parecer una elección arriesgada, más o menos vanguardista y que también obtiene un resultado más o menos logrado, hasta que al final de la novela se entiende la razón.
Algo parecido ocurre con la elección de los protagonistas, una pareja homosexual, Andrew y Eric, que puede que alguien interprete como una mera concesión al convencionalismo woke. Sin embargo, a mi modo de ver es una elección muy acertada por parte de Tremblay y según transcurre la narración y, sobre todo, al final de la novela, se entiende el por qué. Y ya está, no os doy más la brasa ; )
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