sábado, 21 de enero de 2023

Joseph Roth: Confesión de un asesino

Idioma original: alemán

Título original: Beichte eines Mörders

Año de publicación: 1936

Valoración: Recomendable


No soy partidario de leer los libros mediatizado por lo que pueda saber de su autor (personalidad, ideología, acontecimientos decisivos, etc.), y por eso procuro esquivar esas informaciones, al menos hasta haber terminado. Esta vez no pudo ser y, como parece inevitable, lo que leí acerca de Joseph Roth en una edición uruguaya resultó clave para entender al menos el porqué del personaje protagonista de esta novelita. Por lo visto, el padre abandonó la casa familiar al poco de nacer Joseph, y nada más volvió a saberse de él. Esta circunstancia parece que siempre sobrevoló la mente del escritor, y le indujo a especular/fantasear sobre la personalidad del padre huido.

Algo de esto le ocurre efectivamente al ruso cuyo relato llena las páginas de Confesión de un asesino. Reunidos los parroquianos de un bar cualquiera, entre los que se cuenta un periodista tras el que se entrevé al propio Roth, a raíz de un comentario suelto el aludido, el ruso, se decide a contar la historia de su juventud. Ante unos vasos que se van rellenando de tanto en tanto, relata el hombre que su apellido es Golubchik (en ruso, nada menos que Palomita), y que en realidad es hijo ilegítimo del príncipe Krapotkin. Esa dualidad en la filiación la lleva muy mal el muchacho, que desprecia a su progenitor legal (desprecio que se encarna en el absurdo apellido) y está decidido a hacer valer sus derechos frente al aristocrático padre biológico. 

Hay en el chico una buena dosis de rebeldía, algo bastante comprensible, y otro tanto de ambición, aunque en este caso su contenido no está tan claro como se podría suponer. Como decía, Golubchik reniega de su origen (solo respeta a la madre) y se reivindica frente al príncipe pero, aunque los derechos que reclama tienen en principio un evidente contenido económico, hay más que eso. En realidad, y aquí el libro tiene un tanto de novela de formación, hay una tempestad interna, una especie de rabia universal que, pese a la desorientación de la que el joven es consciente a ratos, parece que le llevase siempre a buscar la peor opción posible.

Y aquí aparecen nuevos elementos, en concreto un misterioso personaje, amable y atildado, que aparece y desaparece, y que a veces aconseja o simplemente acompaña al joven en las sucesivas aventuras en que se va viendo envuelto. Hay en ese tipo algo maligno que nunca se deja ver pero que el lector capta muy pronto de forma intuitiva. Y esa primerísima persona en que se desarrolla el relato, aparte de evocar un estilo muy de finales del XIX, acentúa por algún motivo esa sensación de incomodidad y hace pensar en personalidades trastornadas o conflictos de identidad, en presencias inquietantes que de alguna forma determinan la conducta. El tono me hace pensar en Meyrink, pero también en Perutz. 

Sin embargo, hay algo en la forma de escribir de Roth que resulta muy peculiar. Su prosa es de apariencia extremadamente sencilla, lo que encaja muy bien con una narración puesta en boca de un hombre corriente como es el protagonista. Pero si nos detenemos a escarbar un poco más encontramos sutileza en las imágenes, desenvoltura y mano diestra en el manejo del ritmo narrativo, y figuras retóricas impecables, en especial cosificaciones y personificaciones muy logradas que dan colorido y vigor a la historia.

Aunque en primer plano la figura del narrador ruso es la del joven decidido a hacerse valer aunque sin tener muy claro en qué dirección, de fondo tenemos una especie de corriente invisible, construida por su propia indecisión y seguramente dirigida por su misterioso amigo, que parece conducirle siempre por los caminos más espinosos, entre el engaño y el crimen, sin que sea capaz de resistirse aunque a veces intuya que puede o debería encontrar una salida.

Hay algo negro en su propio origen y una fuerza que le impide corregir el rumbo, lo que provoca una sensación de inquietud permanente, como si Roth nos estuviera diciendo que en esas circunstancias todo está escrito, que nada podemos hacer para escapar del destino y que cuando el Mal nos ha tocado, aunque ni siquiera lleguemos a distinguirlo, nos va a guiar a su antojo y sin remedio hacia la perdición.

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