Idioma original: francés
Título original: Miroir de nos peines
Año de publicación: 2020
Valoración: Recomendable (con reparos)
Son tantas las sensaciones contradictorias
que tengo respecto a Lemaitre y hacia esta novela en particular que no me
resultará fácil explicarme pero, con un poco de esfuerzo por mi parte y de
atención por la de ustedes, espero quede claro lo que quiero decir. Considero a
este escritor, al menos por lo que he leído de él, un virtuoso de la trama, y
no estoy haciendo una tautología, pues existen grandísimos prosistas cuyo
fuerte no es, precisamente, la ficción aunque lleven décadas triunfando en ella
(y el ejemplo que tengo a ras de pluma me lo callo porque no viene a cuento).
Lemaitre, decía. Bien. Cuando alguien
tiene esa capacidad para urdir historias, enlazarlas, mantener la tensión desde
el principio y dejarnos boquiabiertos, tanto por lo que cuenta como por la impresión inevitable de que de tanta audacia no puede resultar nada bueno, que acabará
conduciéndole a un fiasco tremendo, ya que es casi imposible estar siempre a la
altura una vez alcanzados esos niveles de retorcimiento argumental. Pero nos
equivocamos: Lemaitre colma nuestras expectativas, incluso las supera con
creces. Así que, si eso es todo lo que le exigen a una lectura –y no es poco,
añado– lo van a pasar estupendamente. Incluso si exigen algo más que eso como
es mi caso, porque no voy a negar que no se ha despegado de mis manos desde que
la empecé y que sus cuatro centenares y medio de páginas se han disuelto en un
suspiro. Aceleras, aceleras, porque cada vez se enreda más la cosa y tienes que
saber, ese es uno de los requisitos de los best sellers y este lo es. No del
todo, supongo, pero quizá demasiado para el gusto de quien escribe estas
líneas.
La publicidad pone el acento en una escena,
algo estrafalaria, que igual puede enganchar que disuadir. Ocurre muy al
principio y, si bien resulta esencial para el desarrollo de los
acontecimientos, podría haberse enfocado de otro modo. Se trata, pues, de un
cebo que en este caso puede volverse en contra. Una pista: la vertiginosa
carrera por las calles de París de alguien de aspecto insólito ante la atónita
mirada de los viandantes. La facilidad de enfrentar al lector con lo que menos
se espera, con lo que quizá no haya leído ni visto nunca es otra de las
virtudes de Lemaitre. Tampoco se le da nada mal crear personalidades
consistentes y atractivas, así tenemos a la buena de Louise, a su madre
Jeanne Belmont, al doctor Thirion y su benemérita familia, al señor Jules
(¡cómo olvidarlo!), a Gabriel, Desiré, al matrimonio compuesto por Fernand y Alice, a Raoul
Landrade, algunos militares y presos etc. Figuras inolvidables a causa de los
sentimientos de todo signo que suscitan en nosotros.
¿Y qué decir de la estructura? Pues que es
como la masa del pastel (también hay una guinda, ese epílogo para curiosos que se
salta la ortodoxia narrativa pero que leemos con placer, estemos de acuerdo o
no con utilizar ese recurso). La novela está compuesta de una serie de hilos narrativos
independientes que se irán uniendo conforme los acontecimientos vayan
conectando a los personajes en el lugar y momento que decida el novelista siempre
que resulte verosímil. Porque el argumento puede rozar lo increíble,
recordarnos al folletín, parecernos artificialmente forzado en ocasiones, pero –hay
que reconocerlo– se mantiene en los límites de lo plausible sin llegar a patinar
nunca.
En cuanto a ese escenario de ambientación
histórica –la Segunda Guerra– admitamos que no nos cansaremos nunca, al menos
una gran parte de nosotros, de leer una y otra vez sobre el asunto. Con esos
ingredientes ¿quién no va a resultar trinfador? Pues cualquiera que no tenga la
pericia narrativa de Lemaitre, no es tan fácil, al contrario, es extremadamente
complicado realizar una proeza como esta.
Y ahora desvelaré la razón de mis
constantes alusiones a algo negativo que no acabo de concretar. Me refería a
que el camino está sembrado de trampas (literarias, naturalmente), que nos
importan muy poco, porque somos como el niño del cuento al que colocan
caramelos en el trayecto a la casa de la bruja. Lo hizo en Vestido de novia, pero
eso era un thriller y, de alguna manera, forma parte de las convenciones del
género, se apartó de ello –o lo disimuló muy eficazmente– en la maravillosa Los colores del incendio. Es
verdad que muchos textos de ambientación histórica, o propiamente históricos,
abusan de recursos novelescos, pero también hay obras que nos cuentan lo mismo,
lo hacen magníficamente sin utilizar potenciadores
del sabor, es decir, sin salir de los límites que marca lo que entendemos
por calidad literaria. Lemaitre, en un apartado final, especifica las fuentes
que ha utilizado, que son muchísimas y muy variadas. Hay que reconocerle –otro mérito
más en su haber sobre el que, por cierto, se nos informa a conciencia– haberse
documentado exhaustivamente. He leído con mucha atención todos esos títulos
porque buscaba uno en concreto, pero no parece que se haya inspirado en él, o al
menos no lo incluye. Me refiero a Suite francesa, la impresionante
obra póstuma de Irène Némirovsky, ambientada en la misma época, y centrada también
en el gran éxodo que la invasión alemana provocó en la ciudadanía francesa, donde la escritora no pudo atar todos los cabos porque quedó inconclusa y a la
que, sin embargo, se le puede atribuir una calidad excepcional junto a gran
amenidad lectora, y eso sin haber hecho ninguna concesión al gran público.
También de Pierre Lemaitre: Tres días y una vida, Irène, Vestido de novia, Nos vemos allá arriba, Los colores del incendio
3 comentarios:
Qué casualidad. Hace ya unos meses que publiqué mi reseña de El espejo de nuestras penas y yo también menciono Suite francesa entre las novelas que narran la huida de los parisinos ante la llegada de los alemanes. estoy de acuerdo en que esa escena que se pone en la sinopsis de la editorial no es para nada reseñable, pero las editoriales tiran de lo más llamativo y truculento.
De toda la trilogía la que más me gustó fue Nos vemos allá arriba y luego, esta. Creo que Los colores del incendio es la menos lograda, aunque eso en el caso de Pierre Lemaitre supone un logro considerable.
Yo también tengo en mente autores reputados que viven de escribir ficción sin dotes para ello.
Un abrazo.
También hay una novela de Georges Simenon "el tren" que transcurre en el mismo espacio de tiempo, muy interesante también, por cierto me encanta encanta Lemaitre
Hola Rosa. Me ha gustado mucho tu reseña. Practico un hermetismo bastante riguroso con los textos que contienen sorpresas para no destriparlos, pero tus pinceladas abren el apetito, motivan a leer, así que recomiendo entren en tu estupendo blog y la busquen.
Es verdad, ves a la gente arrastrando los pies por la carretera cargados de bultos e inmediatamente te vienen a la cabeza las escenas de Nemirovsky.
Sobre los escritores, creo que no me he explicado muy bien. No me refería a los que se ponen de moda nadie sabe por qué. Hablo de escritores solventes, que ya están en los libros de texto y que escriben de maravilla: prosa exquisita, contenidos de calidad, pero armar una historia no es su fuerte, aunque lo disimulen más o menos. Destacan más en artículos y libros de no ficción. Entre los españoles, uno de los que tengo en la cabeza ya ha fallecido y el otro está en la cumbre del éxito. Esto que digo lo piensa más gente, aunque no creo que sea la opinión mayoritaria.
Desde luego, sobre la segunda guerra mundial se han escrito centenares de novelas.
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