jueves, 20 de mayo de 2021

Honoré de Balzac: Papá Goriot

Idioma original: francés

Título original: Le père Goriot

Traducción: Joaquín de Zuazagoitia

Año de publicación: 1835

Valoración: Está bien


Hace mucho tiempo que leí Eugenia Grandet, y en su momento me dejó una estupenda sensación (no me pregunten porque no me acuerdo de nada, la mala memoria lectora es uno de los motivos por los que empecé a escribir reseñas, pero en esa época todavía no lo hacía. Perdón, sigo), hasta el punto de que lo conseguí en francés con idea de releerlo. Pero se me han quitado un poco las ganas tras leer Papá Goriot, a pesar de que sea uno de los títulos más reconocidos de este autor, cuyo nombre se cita de carrerilla junto con Stendhal, Flaubert y Zola si hablamos de la novela realista francesa (Yo creo que Balzac está algún peldaño por debajo de los otros, pero esa es otra historia).

Hecho el introito, pasemos a la novela. Si a veces decimos que una característica de los clásicos es que sus personajes resultan inolvidables, este es sin duda un caso claro: Goriot es un antiguo fabricante de fideos, o algo así, que en su momento debió manejar una fortuna bastante decente, y que ahora vive en la cutrísima pensión de Mme. Vauquer. La razón de ese contraste provoca habladurías sobre los posibles vicios que han hecho descender a Goriot hasta el fondo del escalafón social. Naturalmente, el cuadro lo completan los demás habitantes de la pensión, todos gentes a quien la suerte parece haber dado la espalda: la señorita Taillefer, desheredada en vida por su malvado padre; el misterioso Vautrin, de quien poco se sabe aparte de su vitalidad y carácter sarcástico; o el estudiante Eugène de Rastignac, un joven de provincias ansioso por abrirse paso en la alta sociedad parisiense.

Personajes en general bien dibujados, junto con eficaces descripciones que rápidamente ubican al lector en ese ambiente polvoriento de fracasados actuales o futuros. Por cierto, que el propio Balzac, aficionado a inversiones un poco locas, parece ser que vivió un proceso bastante semejante al de Goriot, y no es difícil que hubiera conocido alojamientos parecidos al que se presenta en la novela. El caso es que Rastignac se decide a maniobrar para dar el salto a los salones y la buena vida para lo que, además de un buen contacto, utiliza el trampolín de las conquistas femeninas de forma que recuerda un poco al Julien Sorel de Rojo y negro, escrita solo cinco años antes.

El nudo de la historia, aunque con un fuerte matiz folletinesco, se sitúa justamente en ese proceso de ascensión social protagonizado (o al menos pretendido) por el joven, algo que se puede resumir en las dos o tres páginas del devastador monólogo del huésped Vautrin, quien explica cómo funciona la buena sociedad parisina: la ambición sobre todo, el genial triunfador (trepa) que despierta por igual envidia, odio y admiración, cero escrúpulos, el placer y la posición social por encima de cualquier otra cosa. Es así como se triunfa en París, como se alcanza la posición envidiable, las mujeres más deseadas, el lujo, así es como la vida sonríe y se vive plenamente.

En definitiva tenemos el enfrentamiento entre el bien y el mal, el buen corazón de las gentes sencillas frente al mundo despiadado de la ostentación, la hipocresía y el desprecio a los sentimientos. El nudo se enreda en torno a Goriot y Rastignac, uno aferrado a sus pasiones familiares, el otro dubitativo ante lo que le atrae y todavía no conoce, y debatiéndose ante lo que parecen sus propias convicciones íntimas.

Esos personajes, como decía antes, se hacen difícilmente olvidables pero reciben tal vez demasiadas vueltas de tuerca. De forma que, al menos para este lector, la bonhomía de Goriot termina por transformarse en un dibujo grotesco, empalagoso y hasta con algún rasgo de cosas muy feas que seguro que Balzac nunca llegó a intuir, pero que sobrevuela en algunos momentos hasta producir una cierta grima. Goriot es lo que llamaríamos un perdedor, un tipo lloriqueante incapaz de entender (sólo al final lo hace) el inmenso error que le ha conducido a la perdición, ese error que cualquier lector detecta pronto y que por eso le hace, digo yo, más acreedor de crítica que de compasión.

En ese combate entre buenos y malos hasta Rastignac, con su ingenuo y bien retratado ímpetu juvenil, acaba perdiendo el atractivo de la volubilidad y adquiriendo cierto aire de pastelón, aunque hay que reconocer que se redime, en un giro sorprendente, justo al final del libro, apenas en un par de líneas.

Desde el punto de vista narrativo, al libro le pesan bastante esas largas parrafadas tan propias de la época, un estilo que a veces llega a exasperar un poco en especial en los diálogos, y que frena la acción de una forma que puede cargar bastante al lector poco paciente o demasiado acostumbrado a ritmos más vigorosos. 

Así que conviene leerlo con una cierta perspectiva, siendo conscientes de que lo que tenemos entre manos responde a parámetros bastante diferentes a los que rigen en nuestro tiempo. De esta forma se pueden seguramente apreciar mejor sus virtudes, que las tiene, aunque siendo sincero creo que Balzac en general, y probablemente el Goriot en concreto, han podido envejecer peor que varios de sus contemporáneos.

P.S. Como dato anecdótico diré que el traductor de mi edición del libro, Joaquín de Zuazagoitia, fue un alcalde de Bilbao de quien tenía algunas referencias por cuestiones que, claro está, nada tenían que ver con la literatura. Y bueno, al margen de la traducción, que en general parece correcta aunque con algunos puntos oscuros, resulta gratificante apreciar cómo algunos políticos son (o eran) capaces de demostrar aptitudes para actividades muy diferentes de aquellas por las que son conocidos.

7 comentarios:

Magda dijo...

Bueno lo leí hace mucho tiempo y los recuerdos són vagos. Pero sé que me gustó, que me pareció un gran retrato social, tal vez demasiadas descripciones propias de la época, pero me lo pasé muy bien leyéndolo. Dicen que Balzac argumentó que el relato de las dos hijas "malas" está basado en hechos reales pero que tuvo que suavizarlo para hacerlo creible.

Bartomeu Paqual dijo...

Pues yo lo veo una estupenda sátira social con ese corte clásico de las novelas de esa época, incluso me atrevo a decir que la clasificaría con un imprescindible. Pero bueno, esto de la literatura es tan susceptible que nadie lo ve desde el mismo punto de vista

Carlos Andia dijo...

No sé por qué, suponía que las opiniones sobre el libro serían más favorables que la mía. La verdad es que el libro no está mal, más allá del estilo propio de la época, tiene un buen dibujo de personajes y una crítica dura a la hipocresía de la alta sociedad parisina. Por mi parte, no obstante, ha pesado (quizá en exceso) la sobrecarga emocional de los personajes principales, en especial Goriot, que me ha resultado un tanto indigesta. Pero efectivamente cada lector valora cosas diferentes y ahí está la gracia, que cada uno podamos aportar nuestros puntos de vista.

Muchas gracias a los dos por vuestras opiniones.

chete dijo...

Yo creo que Balzac está muy por encima de los mencionados, tiene unas cuantas obras maestras - esta es otra. Todos los personajes que nombra aparecen en el resto de la serie de La Comedia. Leer a Balzac es asumir su estilo, por cierto muy complicado de trsducir, pero rebosa genialidad por todos sus poros. Víctor Hugo, en el funeral , dijo que después de leer a Balzac se siente una transformación y que en un párrafo suyo hay ideas para cien novelas. También se ha dicho que se necesitaron 2000 años de cultura para poderse escribir y entender a Balzac.

Unknown dijo...

Un novelista que tendía a desarrollar personajes verdaderamente grotescos y melodramaticos es Dickens, y nadie le lanza piedras diciendo que sus obras han envejecido mal, al contrario, lo exaltan por ello, ya que sus personajes caricaturescos van acorde al estilo cómico que le define.

Unknown dijo...

Pienso que Balzac es mucho mejor que Zola. Este último, si acaso, tiene 3 obras maestras, en cambio Balzac tiene como 7 obras maestras:
Zola:
1.Germinal
2.Nana
3.Thérèse Raquin

Balzac:
1.Las ilusiones perdidas
2.Eugenia Grandet
3.Papá Goriot
4.La piel de zapa
5.El lirio del valle
6.El coronel Chabert
7.La obra maestra desconocida

Carlos Andia dijo...

Bueno, pues tampoco me esperaba este despliegue de defensores de Balzac, pero bueno, casi que me alegro que un autor así despierte ese entusiasmo.

Ya he comentado en la reseña que me parece que Balzac está algo por debajo de los otros autores realistas franceses más sobresalientes. Es una opinión personal, porque tampoco me he puesto a hacer un estudio comparativo, pero tengo mejor recuerdo de las obras de Zola que se citan, y por supuesto de Mme. Bovary o Rojo y negro que la impresión que me ha dejado Goriot. Lo de Eugenia Grandet tendría que revisarlo.

En cuanto a Dickens, está claro que comparte cierto estilo, pero no tengo la sensación de personajes grotescos o caricaturas, que es un poco el sabor de boca que me ha dejado Goriot, en especial en su última fase. En general Dickens me parece más fino, aunque no por eso dejo de reconocer las virtudes de Balzac y de su libro, como he indicado antes.

Una charla interesante, gracias a los tres por participar.