lunes, 8 de marzo de 2021

Reseña a cuatro manos. Joanna Russ: Cómo acabar con la escritura de las mujeres

Idioma original: Inglés
Título original: How to suppress women's writing
Año de publicación: 1983
Traducción: Gloria Fortún
Valoración: Ni qué decirlo




Cómo acabar con la escritura de las mujeres se publicó por primera vez en Estados Unidos en 1983, pero no fue hasta 2018 que se tradujo al español. En este sentido nos llaman la atención dos aspectos: 

(1) Treinta y cinco años de barbecho antes de que el mundo editorial de nuestro país repare en la escandalosa vigencia de este singular ensayo y 

(2) Ninguno de los grandes sellos editoriales, esos que últimamente siempre procuran dar por lo menos un premio finalista a alguna mujer en sus mediáticos concursos, esos que tienen a sus dos o tres autoras fijas que les garantizan «la cuota» de ejemplares a la venta en supermercados, pues bien, ninguno de esos sellos consideró que esta fuera una lectura de interés. Y ha sido gracias a la voluntariosa colaboración entre dos pequeñas editoriales (Barrett y Dos Bigotes) que hoy podemos disponer de tan valiosas reflexiones.

Es de todos conocido que la historia la escriben los vencedores y, en ausencia de guerras, el grupo dominante. Como la literatura es, en cierto modo, un relato histórico no literal, ya que es la forma en que nos contamos quiénes somos y qué hemos hecho, cuáles son nuestros ideales, fantasías y temores, no es difícil deducir que los vencedores de esa gran guerra más o menos cruenta que es la vida no habrán perdido la oportunidad de adueñarse del relato. Lo vemos en los regímenes totalitarios, pero no hace falta irse tan lejos, hoy día la expresión está de moda y no pilla de sorpresa a nadie. Entendemos, pues, por qué a las mujeres —como a las clases trabajadoras, los no-blancos, los colonizados etc, tal como apuntan tanto Russ como su prologuista Jessa Crispin— se les ha impedido el acceso a lo que conocemos como alta cultura, dentro de la cual podríamos incluir también las manifestaciones artísticas. Dice Crispin:
«Creo que lo que Joanna Russ estaba haciendo era tratar de averiguar cómo podemos conocernos verdaderamente unos a otros: cómo podemos traspasar esa línea de ver lo individual a ver la humanidad que compartimos. Este es un proyecto radical. Así que te aliento a que como lectora o lector no busques aquí tu propio nombre ni tu propio género. No dejes que este libro refuerce tu visión del mundo. No lo uses para no pensar. La deuda que tenemos con Russ es mayor. Todas somos sus hijas.»
Esta no es una guía práctica sino un ensayo perfectamente fundamentado en el que los argumentos se esgrimen con bastante sagacidad e ironía, tal como se puede deducir del título. Y es que hay temas que es mejor enfocarlos con un poco de humor porque de lo contrario no habría suficientes contenedores para quemar en este planeta. El libro parte de la premisa de que la prohibición explícita quedó obsoleta en el manual de la misoginia del primer mundo blanco y, por tanto, los recursos para evitar que las mujeres alcancen ciertas cotas de reconocimiento dentro del canon literario han tenido que volverse más sofisticadas.

«En una sociedad que se define como igualitaria, la situación ideal (socialmente hablando) es aquella en la que los miembros de los grupos «inadecuados» tengan la libertad de dedicarse a la literatura (o a actividades igualmente significativas) y aun así no lo hagan, probando por tanto que son incapaces de ello. (…) el truco reside en hacer que la libertad sea tan solo nominal y después —puesto que habrá quien aun así lo haga— desarrollar diferentes estrategias para ignorar, condenar o minusvalorar las obras artísticas resultantes. Si se hace bien, estas estrategias darán como resultado una situación social en la que la gente «inadecuada» tiene (supuestamente) la libertad de dedicarse a la literatura, al arte, a lo que sea, pero en la que muy poca lo hace, y aquella que se atreve lo hace (aparentemente) mal, así podemos dejar el tema de una vez por todas»

A pesar del tiempo transcurrido desde su publicación, las circunstancias que se describen no han cambiado tanto como nos gusta pensar. Es cierto que se han maquillado ciertas actitudes y eso ha abierto las puertas a más mujeres escritoras, pero las restricciones siguen existiendo y son exactamente las mismas. Joanna Russ acierta de pleno al enumerar las artimañas utilizadas en todas las épocas para impedir que las mujeres publiquen, y cuando esto resulta imposible apartarlas del canon sin más. Las estrategias utilizadas irían desde prohibiciones informales, negación de la autoría de una obra, ningunearla con los pretextos más peregrinos, utilizar un doble rasero para valorar el contenido dependiendo del sexo de su autor/a, negar que pertenece a una tradición literaria juzgándola como una anomalía, atribuirla a un rasgo negativo del carácter de su autora (solterona, hipersensible, masculina, poco honesta etc.) o ignorarla sencillamente dejando que se hunda en el olvido. Aunque ni siquiera había que recurrir a esto, las mujeres escribían poco por pobreza, escasa formación, falta de tiempo, porque eran disuadidas por su entorno o todo a la vez, y las pocas privilegiadas que lo hacían a veces acababan cediendo la autoría al marido o escribiendo con seudónimo. Con todo en contra, no es de extrañar que muchas abandonasen casi antes de empezar.

Pero el arte es tozudo, y en ocasiones se empeña en salir adelante contra todas las previsiones. En estos casos, hay que procurar enterrar la obra literaria (o artística) con el pretexto que sea y muchas veces con auténtica mala fe: no lo ha escrito ella, se contagió de lo que escribía su pareja, la obra se escribió a sí misma, lo escribió el hombre que lleva dentro. Por absurdas que parezcan estas estratagemas, encontraban terreno abonado precisamente en la falta de tradición. O bien, lo escribió pero no debería haberlo hecho, pues si a pesar de todo la obra está ahí y no se puede negar, la alternativa será desacreditar a su autora (está haciendo el ridículo, lo que escribe es una indecencia…).
«Sobre Jane Eyre, “muchos críticos admitieron sin rodeos que pensaban que si un hombre hubiera escrito el libro sería una obra maestra, pero que al haber sido escrito por una mujer resultaba escandaloso y repugnante”.»
Las escritoras han tenido que escoger cuidadosamente sus temáticas, se les acusaba de ignorar lo que ocurría en el mundo (masculino), es decir el de fuera, sin pararse a pensar que en dicho mundo tampoco se conocía la otra realidad, la de dentro, igual de interesante y apenas usada como asunto literario. Russ se pregunta por qué es más importante el fútbol que la moda, por qué el cuarto de estar es irrelevante y el campo de batalla prioritario, y responde: porque se sigue creyendo que la masculinidad es “normativa" y la feminidad algo “anormal” o “especial”.

Con el tiempo la mujer ha ido adquiriendo poco a poco una repercusión social cada vez mayor, aunque nunca suficiente. Por eso, después de tantos obstáculos, solo las que tenían (y tienen) un talento excepcional conseguirán entrar en el canon, quizá ocultando la mayor parte de su obra, incluso haciendo público lo menos relevante de ella. Llegamos así a la ausencia (o escasez) de modelos que, además, deben renovarse en cada generación para que quienes empiezan puedan verse reflejadas y adquirir confianza en sí mismas.

Russ menciona estrategias utilizadas por las escritoras, como ejecutar obras menores, es decir, no amenazantes, cuyos ejemplos en este siglo XXI podrían ser subproductos ñoños como la chick-lit, novelitas sentimentales etc, que contribuyen a reforzar estereotipos y a perpetuar los mismos prejuicios de siempre. Y es que, continúa la ensayista, si aceptamos la premisa “las mujeres no pueden escribir” habrá que cambiar el término escribir o bien el término mujer (algunas, como la joven Simone Weil, decidieron sentirse hombres). El resultado de todo esto es que «un modo de entender la literatura que puede llegar a ignorar las vidas privadas de la mitad de la raza humana no está “incompleta”; está distorsionada de la cabeza a los pies».

Ya solo nos queda desearos a todas y a todos un feliz 8M, que leáis con la mente abierta porque cuando somos capaces de encontrarnos y de reconocernos en los textos del otro nos hacemos un poquito más sabios.

Bonus Track: Día de la Mujer solo hay uno pero eso no significa que nuestro alegato acabe aquí y ahora —¡Oh, no!— ¡Oh, sí!: cualquiera que dedique medio minuto en reflexionar sobre todo lo que aquí se ha dicho es capaz de encontrar al menos diez ejemplos de obras que demuestran cómo la literatura te da un lugar en el relato o directamente te lo niega, y cómo esa negación no solo es injusta sino que va en detrimento de la legitimidad de una historia que, al fin y al cabo, es patrimonio de todas pero también de todos.

Afortunadamente, después de este libro se han escrito otros muchos que se apartan de las convenciones prescritas para el sexo femenino, por eso, prometiendo volver pronto, les dejamos con una pregunta: ¿Cómo que las mujeres no van a la guerra?

Firmado: Beatriz y Montuenga


También de Joanna Russ en ULAD: En huelga contra Dios


20 comentarios:

Susana Planas dijo...

"... Pero las restriccionew siguen existiendo y son exactamente las mismas...". Esta afirmación no es cierta en el ámbito de la literatura en España. Basta entrar en cualquier librería. En otras artes y en otros sectores de la vida la brecha es indiscutible pero que en la literatura sean exactamente las mismas sencillamente no es cierto. Flaco favor hacemos a la causa con estas afirmaciones que cualquiera ve que no se sostienen. Dicho lo cual, ni un paso atrás.

Montuenga dijo...

Hola, Susana. No nos referimos a la cantidad, por supuesto hay muchas menos restricciones, eso es evidente y así lo decimos en la reseña. Lo que creemos que se mantienen son las estrategias, pero si no estás de acuerdo me parece estupendo. Aquí solo estamos dando una opinión, no pretendemos sentar cátedra.

Y, efectivamente, siempre hacia delante 💪

Cities: Moving dijo...

Enhorabuena, os ha quedado una reseña bárbara. Me han entrado unas ganas incontenibles de leer el libro, ¡con lo que a mí me gusta que se expongan las vergüenzas del establishment!

Roberto Sáez dijo...

https://www.mundotoro.com/noticia/la-bella-y-la-bestia/1568899

Afortunadamente estamos bastante mejor en la literatura. Vaya barbaridad! Y no entienden por qué la sociedad no acaba de tragarse que sean cultura, como tanto predican.

Antonieta dijo...

Hola������muchísimas gracias Beatriz y Montuenga, esta es justamente la historia que falta recuperar, escribir, promocionar, reflexionar y una larga lista de pendientes ������✌️♥️����

César Salinas dijo...

Felicidades por una reseña tan necesaria

Montuenga dijo...

Muchas gracias a todas/os, me alegra que os haya gustado el artículo y que consideréis necesario aclarar estos temas. Ciertamente las ideas están confusas porque se oculta la desigualdad, interesadamente, para luego preguntar ¿de qué se quejan? Pues en el ámbito literario y artístico precisamente de ESTO.

Lupita dijo...

Hola a las dos:

Me ha gustado mucho la reseña y conocer ese libro, del que no había oído hablar.

Rebajar las propias capacidades para vender desde luego que es una pérdida indiscutible de talento, y tenemos que tener cuidado con lo que nos decimos a nosotras mismas porque nos lo creemos. Menciona Montuenga la queja femenina, y es algo recurrente, nos hacemos las víctimas y nos quejamos, cuando lo tenemos mejor que nunca..

En fin, que todo esto de los asuntos "mujeriles" y cómo se nos han contado, banalizado para vender, o ninguneado, daría para hablar mucho tiempo. A mí me gusta mucho como lo expone Moderna de pueblo en "Coñodramas", reseñado aquí en ULAD. Se lo pasé a un amigo que dijo que está muy bien, pero se les ha ido la mano hablando de la regla, que qué necesidad. ¿Para qué hablar de algo que SÓLO afecta a la mitad de toda la humanidad?

Saludos y seguid haciendo pensar


Beatriz Garza dijo...

Me uno a los agradecimientos de mi compa Montuenga.

Lupita, gracias por tu comentario y por estar siempre ahí.

Cuánto trabajo por delante!

G. dijo...

Susana Planas, sí, esa afirmación es completamente cierta en el ámbito de la literatura igual que en todos los demás. Que las mesas de novedades estén llenas de libros escritos por mujeres, o que la mayoría de la masa lectora en este país sea femenina no significa que las autoras hayan alcanzado el mismo reconocimiento que sus colegas varones. Las obras escritas por mujeres están todavía a un nivel inferior de estudio, valoración y difusión, no hay más que ver las reseñas de los medios, las listas de premios literarios, los jueces que componen esos jurados o los libros de texto escolares.

Montuenga dijo...

Muy de acuerdo contigo, G., tu opinión coincide con el artículo, buen resumen.

Por eso, Lupita, esta vez no puedo coincidir contigo, a no ser que te haya entendido mal. Las mujeres no se hacen las víctimas, lo son, y no lo tienen muchísimo mejor que en épocas históricas, lo que ocurre es que las estrategias para ningunear a la mitad de la población se han sofisticado, es decir, hay más hipocresía que antes. En los años 80 había más hipocresía que en siglos anteriores y hoy hay más hipocresía que en los 80.

Tengo algún post en este mismo blog (y en algún otro) hablando del asunto. Distingo entre antes y después de publicar, pero si afinamos más todavía, podemos fijarnos en la escritora potencial ANTES DE escribir una obra determinada, incluso la primera obra de su vida (o el primer cuadro, composición musical etc.). La falta de tiempo y la escasez de recursos de que habla Russ se mantiene hoy, las mujeres siguen teniendo dobles y triples jornadas y al trabajo dentro y fuera de casa se añade la CARGA MENTAL. ¿Quién se puede permitir pensar en argumentos novelescos por ejemplo si toda su vida gira alrededor de lo que va a comer la familia, el cole de los niños, la limpieza, la compra de víveres, ropa y todo lo que hace falta en una casa etc. etc. Y aparte de este trabajo sin remunerar siguen cobrando bastante menos que sus parejas en el trabajo remunerado y les cuesta mucho más ascender.

Después de esto, resulta una heroicidad ser creadora en esta época y no solo en las que Russ pinta en su ensayo. Pero hay más: está el "complejo de usurpadora", que sienten muchas mujeres a las que, de muchas maneras, ambientales, educativas, familiares, se les ha hecho creer que no valen tanto como ellos. Puede ser una convicción subconsciente, pero está ahí en muchos casos (se han hecho estudios) y crea una inseguridad que determina la conducta de muchas mujeres a la hora de defender su actividad artística.

¿Y una vez han publicado? Pues, en general, hay bastante silencio, novelas maravillosas que no alcanzan el mismo renombre que las de sus compañeros, una cantera im-pre-sio-nante de filósofas y ensayistas de todo tipo (españolas, estadounidenses etc.) cuyos nombres difícilmente os sonarán, en cambio a ciertos filósofos los conoce mucha gente.

No está la opinión pública preparada para recibir ensayos de este tipo pero adaptados a la situación actual. ¿Quién se va a animar a denunciar esto cuando existe la opinión, más o menos generalizada, de que la mujer hoy día está al mismo nivel que los varones y que se queja de vicio cada vez que osa decir algo? Libros no, pero sí he leído artículos interesantísimos y he asistido a alguna conferencia de lo más esclarecedora.

Os dejo con uno de esos artículos, es de 2012 pero perfectamente aplicable a hoy día.

http://reader.digitalbooks.pro/content/preview/books/37693/book/OEBPS/chapter18.xhtml

Lupita dijo...

Querida Montuenga:

He entrado a ver la reseña del día y he visto tu comentario. Efectivamente no se me ha entendido, porque lo decía irónicamente, ya que cuando oigo algo referente a la queja de las mujeres se me ponen los pelos de punta. Suscribo punto por punto todo lo dicho por ti; vivimos con el cerebro y el cuerpo compartimentado y desdoblándonos en no sé cuántas partes. A todo lo que tú has expuesto, añado que las mujeres suelen cargar con la educación EMOCIONAL de la familia, sirviendo de puente entre los padres, los hijos, los abuelos, etc. y ahora está el tema de las redes sociales y qué hacen los hijos con ellas, que es un añadido y un motivo de ansiedad. La propia tecnología que ayuda, da un trabajo más, de vigilancia y supervisión continua (si alguien piensa que exagero, que pregunte a sus amigos padres y/o compañeros de trabajo)

Leeré el artículo que nos has compartido, que seguro que es muy interesante.

Sólo añadir que los discursos se han sofisticado tanto, que hay que saber leer bien entre líneas, para darnos cuenta que es lo mismo de siempre. Y que el complejo de usurpadora queda, es difícil quitárselo, pero hay que hacerlo, para que no nos callen. Cuántas mujeres valiosísimas por mil aspectos, sobre todo de la edad de mi madre, por ejemplo, andan por la vida diciendo que no saben ni valen para nada.

Queremos ciudadanos con capacidad crítica, que se rebelen contra la injusticia y que sean creativos, audaces..pero, les decimos a las chicas jóvenes que ya vale, que vienen demasiado guereras. Pues no. Qué no se callen, qué apunten alto.

Gracias Montuenga, como siempre







Susana dijo...

Lamento no coincidir ni con G ni con Montuenga "..las mesas de novedades están llenas de libros escritos por mujeres.." En qué quedamos? En lo que respecta a los premios, basta echar un vistazo a los premiados y premiadas en los últimos años(a nivel nacional y a nivel europeo,al menos) En los best sellers, tres cuartos de lo mismo.

No se puede afirmar con un mínimo de rigor que en el campo de la literatura las mujeres estemos discriminadas. Lamento seguir discrepando. Los hechos admiten poca conclusión. Tanto como el menosprecio que hemos sufrido hasta no hace mucho.

Ni un paso atrás, que no significa no reconocer los muchos que hemos dado en el campo de la literatura

Beatriz Garza dijo...

Susana, se agradece el debate respetuoso y argumentado.
No obstante, no comparto tu punto de vista. Creo que hay que diferenciar entre mercado y canon literario. Y es verdad que el mercado se dio cuenta hace mucho de que si más del 50% de sus lectores (clientes) son mujeres, pues hay que ofrecer temas "para mujeres" o "literatura de mujeres". Dos etiquetas detestables y vigentes que ilustran muy bien que las mujeres en literatura seguimos siendo un nicho apartado de la universalidad.
Si el problema fuera algo palpable y evidente, o existieran prohibiciones o vetos explícitos, este libro no sería tan necesario.

Anónimo dijo...

TODO SON EXCUSAS PARA JUSTIFICAR QUE EL TALENTO FEMENINO EN EL MUNDO DEL ARTE NO ALCANZA EL MASCULINO. EN MÚSICA NO HAY MUJERES CON EL NIVEL DE MOZART , BACH, MAHLER, WAGNER ETC.... EN LITERATURA NO HAY UNA THOMAS MANN, DANTE O CERVANTES; EN PINTURA LO MISMO. HAY QUE RECONOCER EL TALENTO,EL SACRIFICIO DEL HOMBRE CAUCÁSICO,QUE TIENE UN COMPONENTE FAÚSTICO.

Gerónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Susana. No veo discriminacion, al menos hoy en España. Otras epocas otros lugares seguro que si.
Beatriz, Montuenga, creeis que vuestras reseñas estan menos valoradas que las de Santi o Marc?

Me cuesta de creer

Saludos

Gerónimo dijo...

En el mundo de los libros me refiero

Rosana dijo...

Cuando la nueva ola de la literatura británica irrumpió en los ochenta, de la mano de aquel grupo de jóvenes insolentes donde figuraban Ian McEwan, Salman Rushdie, Martin Amis o Kazuo Ishiguro, se celebró una renovación y una diversidad de la que las mujeres quedaron prácticamente excluidas. No ha sido el caso en la siguiente generación literaria, a la que pertenece Smith. “Sé que tengo la suerte de vivir en un tiempo más justo para las mujeres, incluidas las que se dedican a escribir”.

Ali Smith no es dudosa,me parece a mi. No creo que compartiera algunas de las afirmaciones de la reseña. Hemos avanzado y mucho en el campo de las artes y, desde luego, en esto de escribir. Negarlo y recurrir a tópicos y clichés superados solo sirve para llenar de razones a los de siempre.

El primer párrafo obviamente no es mío,sino de un artículo de un medio de comunicación que no es tampoco sospechoso de no apoyar la lucha en la igualdad de nosotras frente a los hombres.

Beatriz Garza dijo...

"A pesar del tiempo transcurrido desde su publicación, las circunstancias que se describen no han cambiado tanto como nos gusta pensar. Es cierto que se han maquillado ciertas actitudes y eso ha abierto las puertas a más mujeres escritoras, pero las restricciones siguen existiendo y son exactamente las mismas."

Rosana dijo...

Sostenella y no enmendalla. Por mucho que lo repitas no va a ser cierto. Lo de exactamente las mismas no cuela.