Título original: home body
Traducción (al catalán): Bel Olid
Año de publicación: 2020
Valoración: Prescindible
Rupi Kaur nació en Panyab, India. Siendo muy joven migró a Canadá. Empezó a difundir sus textos en las redes sociales (primero en "Tumblr" y luego en "Instagram"). Después autopublicó dos de sus poemarios; dado el éxito que éstos obtuvieron, las editoriales no tardaron en acercársele. En total lleva vendidos diez millones de ejemplares, que se han traducido a la friolera de cuarenta idiomas. Hay quien dice que es la voz de su generación.
No os voy a engañar: a mí, la fama de Kaur me olía a chamusquina. Sospechaba que era una de esas escritoras cuya literatura resuena en gente que no ha leído demasiado, o que no tiene un criterio exigente, o que sólo pide que la conmuevan. Sospechaba, también, que la producción de Kaur sería comercial, ligera, digerible, efectista, emocionalmente manipuladora, enquistada en modas efímeras y sobrevaloradísima. Pero quería comprobar si estaba equivocado, si los prejuicios me cegaban, si estaba dejando pasar la oportunidad de conocer a una autora clave del siglo XXI. Quería, en suma, opinar con fundamento.
De modo que me hice con el tercer poemario de Kaur, home body (incomprensiblemente trasladado al español como todo lo que necesito existe ya en mí). Y mucho me temo que, una vez más, tendré que vestir de purista pese al rechazo que ello me provoca, nadar a contracorriente, cuestionar a la opinión de la mayoría, contradecir al aluvión mediático, cabrearme ante los parabienes gremiales. Alguien tenía que decir que el emperador va desnudo.
Al fin y al cabo, esta obra me ha parecido simplona, reiterativa y vacua; está llena de lugares comunes buenistas, cursilería y madurez impostada; coquetea con la autoayuda más infame; receta unos consejos inoperantes e incluso tóxicos; se disfraza de feminista pero solamente ofrece diagnósticos de género de brocha gorda; pretende alzar una voz crítica (casi mesiática) contra la misoginia, el racismo y el capitalismo, pero desconoce que cualquiera de sus proclamas ya han sido dichas antes y mucho mejor; y, para colmo, ni siquiera se puede disfrutar formalmente, porque tanto los versos como la prosa poética que compila exhiben una calidad inexistente. A la postre, home body recuerda a la libreta de una adolescente que nace como un ejercicio de arte terapéutico pero que termina por revestirse de ínfulas cuando el contenido de la misma obtiene una inmerecida popularidad.
Fijémonos en los dos poemas que más me han gustado: el de la página diez y el de la setenta y dos. No digo que sean extraordinarios, pero sin lugar a dudas son de lo mejorcito que aporta este volumen. Aun así, podrían pulirse, y mucho. Su métrica es, cuanto menos, deficiente; su subtexto se revela en la frase final, privando al lector de su intervención hermenéutica. Saber que ambos son los mejores fragmentos de una antología de casi doscientas páginas resulta descorazonador.
En el apartado formal, home body se caracteriza por emplear únicamente minúsculas y por, excepto en dos ocasiones, no puntuar. ¡Qué derroche de originalidad, cuánto rupturismo! Este proceder se antoja artificioso, pues carece de justificación. Según tengo entendido, es el estilo de Kaur, y supongo que puede llegar a impresionar a personas poco curtidas con el lenguaje.
Asimismo, los temas manejados en home body no entregan ningún enfoque novedoso. De hecho, se presentan como enriquecidos por el entre comillas fotogénico bagaje de la autora (su cualidad de mujer inmigrante de procedencia humilde, así como su pasado de víctima de violación y abuso), pero no hay unicidad en su tratamiento; ni siquiera frescura, pues lo que Kaur cree que se le ocurre en un arrebato de inspiración no es más que algo que lleva años en el imaginario de nuestra especie. Lo que yo conozco como sonrojantes verdades de Perogrullo, vamos.
Por ejemplo, sus reflexiones en torno al feminismo son sumamente genéricas. Además, se vinculan con el sexismo, el identitarismo y el colectivismo más trasnochados. Que si los hombres tienen miedo de que las mujeres les sobrepasen, que si nosotras debemos hacer piña, que si el amor romántico hetero es prescindible... Ya no hablemos de lo previsibles que son sus comentarios sobre la ansiedad y la perfección, o lo ingenuas que son sus ideas para construir un mundo mejor y quererse a uno mismo.
Pero todavía no he explicado de qué trata home body. Pues bien, este poemario se divide en cuatro partes. Casi todas emplean el mismo registro desinspirado y cansino, y giran una y otra vez en círculos concéntricos. En consecuencia, la estructura del libro se siente repetitiva y, sus componentes, clónicos, aunque admito que hacia el final se aprecia un tenue progreso. Por ahí afirman que esto se debe a que Kaur narra su viaje emocional de la inseguridad y la depresión hacia la aceptación y el amor propio. Puede que así sea, y de ahí provenga la sensación de progreso antes sugerida. En todo caso, el conjunto se antoja, insisto, repetitivo, amén de cursi y edulcorado.
Llegados a este punto, estaría bien señalar que Kaur es una de esas escritoras que dibujan (o artistas visuales que escriben, como prefiráis). Por tanto, muchos de sus textos van acompañados de unas ilustraciones monocromas, hechas solamente a base de líneas torpes. Una chiquillada cuya ejecución no tiene mucha gracia (por no tener, no tiene ni siquiera el encanto de lo genuinamente "naif"), ni evoca nada interesante ni visual ni conceptualmente hablando. De nuevo, Kaur se muestra derivativa, aunque no tengo claro de hasta qué punto es consciente de que un corazón llorando es un recurso trilladísimo.
En fin. Abrumado ante el paupérrimo nivel de esta obra, decidí darle el beneficio de la duda a la autora y leerla en su idioma original. Quizá la traducción que yo tenía entre manos no le hacía justicia. ¡Sorpresa, tanto su prosa como sus versos son igual de lamentables en inglés! Y lo que es peor: buscando cosillas, he visto que Kaur llegó a jugar con el formato híbrido y la composición, dando lugar a resultados un pelín más satisfactorios que en home body. Pues no sé, ya podría habérselo currado un poquito también esta vez para alcanzar unos mínimos de nuevo.
Resumiendo: este poemario se deja leer. Te lo ventilas en una tarde, más que indignar le deja a uno perplejo, y se olvida enseguida. Da un poco de rabia, eso sí, que se haya gastado papel para imprimirlo. Asimismo, irrita vagamente el saber que hay miles de personas que creen que es buena literatura, y que lo consumirán entusiastamente y lo reseñarán como si se tratara de la segunda venida de Cristo. Si esto es todo lo que tiene que decir la voz de una generación, estamos apañados. Si alguien tan abierto como yo tiene que mimetizarse con un purista dogmático para denunciar ciertos productos editoriales, la hemos cagado.
8 comentarios:
Humm...Perdona, pero lo que no me ha quedado claro es si te ha gustado o no...; )
Intelectual, más que intelectual!!!
De un nivel subterráneo. Da un poquito de vergüenza ajena, no por la autora que hace lo que puede sino por el marketing generado por la pastueña crítica literaria (pseudoliteraria como mucho si somos un poquito exigentes). Por verle el lado bueno, servirá al menos - que no es poca cosa- para que algunos pocos lectores y lectoras adolescentes se introduzcan en la poesía, que tampoco va a ser empezar con Plath o con Gelman de golpe.
Saludos
Dimas, yo sí creo que Kaur tiene cierta responsabilidad en lo de que su obra provoque vergüenza ajena. Si viviéramos un mundo ideal, la autora sería lo suficientemente autocrítica como para no publicar sus creaciones; querer expresarse mediante la literatura es muy loable, pero hay que comprender que ésta puede tener un valor nulo, más allá de uno mismo.
Asimismo, puede que Kaur no sea gran cosa, pero está claro que el nivel de sus creaciones, ya de por sí bajo, podría mejorar mínimamente si se las currara un poco. Cosa que no hace, supongo, porque a estas alturas le editan cualquier cosa, y porque su público no es que sea muy exigente.
En lo que estoy de acuerdo contigo es en que, al final, este tipo de productos cumplen una función (aliviar el cargo de consciencia de aquéllos que no leen poesía o bien, con suerte, servir como reclamo del género). Aunque tampoco sobredimensionaría su importancia, incluso si hay gente que acaba lanzándose hacia Plath o Gelman gracias a ellos. A mi juicio, eso no los redime, aunque hace que no los repudie con demasiada violencia.
Eso sí, ver a tanta gente poner por las nubes la obra de Kaur me cabrea indeciblemente. Las editoriales al menos tienen la excusa de que quieren vender ejemplares, pero los parabienes de los suplementos literarios, o los de los lectores a los que se presupone amplitud de miras, no tienen ninguna justificación válida. Y aquí parezco otra vez un dogmático intransigente que se niega a aceptar puntos de vista ajenos, pero es que me parece impepinable que la obra de la escritora india es mala a rabiar.
Oriol, alabo tu moderación al haberlo valorado como Prescindible después de lo que has explicado. Otros nos hubiéramos dado más al desparrame de adjetivos. Pero queda todo muy clarito.
Saludos, compañero.
Es cierto, Carlos, que últimamente me muestro bastante más misericordioso de lo habitual con las valoraciones de libros a los que no encuentro prácticamente nada rescatable. Pero es que me dejan tan perplejo que mi indignación se mitiga mucho. También ayuda a que no me suba por las paredes que tanto este "home body" como "Por qué soy monárquico" (otro fracaso estrepitoso reciente) se lean en dos horitas de nada y se olviden al día siguiente. Pero bueno, probablemente sería más exacto catalogar al poemario de Kaur de truñaco prescindible.
Hola, Oriol:
Siempre con la mente abierta, dando argumentos y buscando dónde queda hoy en día el pensamiento crítico. Enhorabuena por tu reseña y por poner a prueba tus temores iniciales, dándole una oportunidad al libro. Es encomiable.
Según lo veo yo, en el ámbito de la educación, con una visión cada vez más utilitarista y comercial, se han ido abandonando la filosofía y las humanidades en general, por lo que la base en estas disciplinas es muy débil y el asombro ante lo mediocre es más fácil que se produzca. También me asombra ver cómo en una época con un acceso a tanta información, se produzca ese sesgo tan marcado que hace que cada uno lea/vea/oiga aquello que le reafirma en sus convicciones. Hablo bastante en casa de ello y sobre cómo parece que ahora tiene que estar todo etiquetado, pero, claro, disienten de mí.
Con este panorama y el hecho tangible de que se vende aquello que viene de tener éxito en las redes o cualquier ámbito digital o audiovisual (éxito efímero y centrado en la moda del momento), se están publicando cosas deleznables. En un comentario de aquí se dice que, al menos, se acerca la poesía a los jóvenes, pero es que la poesía no es sólo un género basado en el vómito instantáneo de ideas ocurrentes, que poseen unos privilegiados por mor de un toque divino. Como cualquier otro arte, tiene trabajo detrás y se merece un respeto, como se lo merecen los lectores. Hay un prejuicio muy grande hacia la poesía, como si fuera sólo para muy eruditos o iniciados en la materia, y con estas publicaciones, sobre todo los más jóvenes, se han entusiasmado pensando que la entienden, y que la otra, la antigua, no es para ellos. Un conocido, que es profesor de literatura, demostró a sus alumnos que les gusta la poesía, a través de sus canciones de rap favoritas, y de allí pasaron a analizar poemas de toda época y tipo. ¿Cómo lo consiguió? Supongo que es talento, y no rebajar las expectativas que se tienen sobre la inteligencia y capacidades de los jóvenes.
En cuanto al tema del empoderamiento femenino, que es el central de la obra de Kaur por lo que he leído en sus poemas (no el poemario, pero he leído bastantes poemas en internet), no deja de ser, cuando es el envoltorio bonito de algo que puede ser puro humo, una moda para vender como otra cualquiera.
Por último decirte que me gusta mucho la pregunta que te haces de cómo una persona no siente vergüenza de presentar trabajos de tan ínfima calidad, porque ahora, que todos tenemos nuestra plataforma para hablar y darnos a conocer, pasa muy a menudo. La autocrítica y la autoexigencia no pasan por su mejor momento.
En fin, no he leído el libro, pero sí poemas de él y de otros, y no veo calidad, musicalidad, ritmo..Es tan bonito como una taza de Mr. Wonderful, pero al rato se olvida.
Saludos
Lupita, coincido en que lo mediocre produce asombro. En parte, esto se debe a una democratización de la cultura huérfana de rigor crítico, y en parte se debe, como resaltas, a que cada uno quiere reafirmar la validez de sus gustos y sesgos, aunque para ello deba inflar la calidad de una obra flojita. Lo que me sorprende es que gente a la que presupongo un bagaje caiga de lleno en esta segunda categoría para defender lo indefendible: que las creaciones de Kaur tienen valor artístico.
Yo pienso que sí que hay poesía poco elaborada que funciona. Recuerdo algún poema de Bukowski que, pese a su sencillez y espontaneidad, me pareció buenísimo. Pero claro, Bukowski era moderadamente original y tenía una voz carismática, al contrario que Kaur. Bukowski, también, se había empapado de otros autores antes de formular su propuesta estética personal.
Lo que me revienta de los poemas de Kaur (y ahora sólo hablo del apartado formal) es que son meramente efectistas. Las separaciones de sus versos parecen destinadas a hacer bonito, más que a darle cadencia al conjunto o a pautar las rimas; su ausencia de mayúsculas o de signos de puntuación intenta sugerir un juego con el lenguaje que en realidad es formulaico y carece de justificación.
En emplear el feminismo, el ecologismo o la fraternidad como reclamo fácil no entro. Para eso ya tenemos a Mr. Wonderful causando estragos, así que no nos hacen falta más lugares comunes buenistas e ilustraciones torpes.
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