Idioma original: inglés
Título original: The Haçienda. How not to run a club
Año de publicación: 2010
Traducción: Federico Corriente
Valoración: bastante recomendable
Aclaraciones preliminares: ni Peter Hook va a desarrollar una carrera literaria ni el estilo de este libro tiene lo más mínimo de depurado (de hecho, más de una expresión es pura jerga) ni, por supuesto, tiene la más remota pretensión de auparse a lista alguna o selección ni siquiera del opinador literario más snob o cool o dilettante.
Con lo que ahora he de dedicar los siguientes párrafos (tranquilo, no serán muchos que hoy es sábado y hay cosas que hacer) a explicar por qué me ha parecido un libro tan divertido y estoy valorando si ese bastante recomendable no debería ser un muy, pero prefiero no exponerme a los puristas y definir un poco de qué trata antes de entrar en valoraciones osadas basadas en argumentos más peregrinos.
Presentemos al autor: Peter Hook tocaba el bajo en dos de las bandas más influyentes de la música: Joy Division y New Order. Era el tipo que se dejaba el cinto de colgar el instrumento tan largo que este prácticamente quedaba a dos palmos del suelo y se veía obligado a tocar encorvado, sin mirar al público en una especie de característico ensimismamiento forzado. Cientos de bajistas han imitado tan característica pose pero pocos han sido capaces de obtener su personal burbujeo sonoro. Pero The Haçienda... no es un libro sobre música. Es un libro escrito por un tipo que se hizo célebre como músico y componente de esas bandas para pasar a tomar todas las decisiones equivocadas, que es lo que aquí narra y relaciona y que muy bien pudiera resumirse con la frase aquella de zapatero a tus zapatos. En este libro, que cubre con cierto lujo de detalles (relaciones de los eventos organizados jalonan los capítulos dedicados a cada año, junto a deprimentes balances económicos que muestran el descorazonador devenir del negocio) el recorrido vital de The Haçienda, emblemático club situado en Manchester que el sello Factory promovió, financiado casi exclusivamente con los beneficios procedentes de las ventas de los discos de las bandas mencionadas y los de las respectivas giras, Hook detalla, desde la fina ironía del título presente en cada página, cómo esos músicos se meten, aconsejados por cierta euforia situacional en la que el ímpetu juvenil tendrá algo que ver, a propietarios y gestores de un club de enorme éxito e influencia. Una sala de conciertos/discoteca/punto de encuentro de la juventud que enlaza la angustia del post-punk con el hedonismo inducido por las drogas sintéticas de la era pre-acid y desde allí hacia adelante y sin freno. El propio Hook habla del club más como usuario y eventual empleado de sí mismo cuando en realidad debería ser un serio señor que se pone traje y corbata una vez al año para acudir a la junta de accionistas. Pero ello no es posible. No por actitud de rock star, de la que Hook carece, simplemente porque Hook, y sus compañeros de banda, se han visto envueltos en una idea que les ha parecido fenomenal, por encima de inversiones excesivas en eventos, en toda clase de instalaciones, en DJs, en bandas de escasa convocatoria, en aparatosos montajes audiovisuales de nula convocatoria.
Cada decisión es más catastrófica y el local acaba siendo definido como "el agujero al que van todos los beneficios de la banda". Nada de músicos entregados al lujo y al dispendio como premio a la brillantez de sus logros artísticos, más bien una pandilla de pringaos que no saben diferenciar sus ganas de diversión de su faceta de forzados y esperpénticos hombres de negocios, rodeados de profesionales que les recriminan sus acciones, capeando problemas con policía, autoridades, suministradores, bandas de traficantes, delincuencia local, problemas de seguridad, descontrol de los asistentes. La evolución del club acaba resultando tan patética y deprimente en su resultado económico como brillante en su influencia global. Y Hook lo explica de una manera tan cercana, sincera y resignada que voy a perdonarle todas sus carencias. Pocas veces me lo había pasado mejor leyendo un libro.
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