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jueves, 12 de junio de 2025

Colaboración: El diablo en la cruz, de Ngugi wa Thiong’o

Idioma original: Kikuyu o gikuyu

Título original: Caitaani mũtharaba-Inĩ

Traducción (del inglés): Alfonso Ormaetxea

Año de publicación: 1980

Valoración: Tendría que ser kikuyu originario para poder hacer una valoración justa.


El diablo en la cruz es un libro muy especial, algo totalmente inesperado en Europa y en el resto de lo conocido como mundo occidental. Fue el primer libro que Ngugi wa Thiong’o escribió en su lengua materna, en kikuyu o gikuyu. Lo escribió para los pueblos de su cultura natal, sin importarle que pudiera tener otros posibles lectores. Eso hace que toda su primera parte nos desconcierte a quienes no somos nativos de la cultura kikuyu. Además lo escribió pensando en los que no saben o no quieren leer en inglés y para aquellos a quienes recomienda que lean y escriban en su idioma materno. Tal vez eran muy pocos los que 1980, año de su primera edición, sabían leer kikuyu ¿Cuántos libros escritos en ese idioma existirían por entonces? Según nos cuenta el mismo Thiong’o, en la escuelas de Kenia, cuando él estudió en ellas, se prohibía hablar kikuyu; educar era enseñar a hablar, leer y escribir en inglés.

En algunas de sus obras escritas en el idioma de los colonizadores, libros que le dieron una muy merecida fama, Ngugi propone Descolonizar la mente y escribe una tesis para impulsar la escritura en las lenguas de los habitantes originarios de Kenia. Aquí, en El diablo en la cruz, Thiong’o no propone, lo hace y elige atinadamente personajes y costumbres sumamente populares para demostrar a su pueblo lo que considera de primordial importancia: con los colonizadores llegó a Kenia un sistema hecho para robar y depredar, que logró instalarse manejado por quienes quedaron al frente del país, al servicio de los antiguos colonizadores, después de la independencia política.

A nosotros, los “occidentales”, la primera parte de la novela nos parece no solo una ironía, más bien la vemos como una burla grotesca del sistema económico en que vivimos. Desde nuestro rincón cultural, preferimos leer, para criticar al sistema, a sesudos pensadores: Marx, Arendt, Althusser, Habermas, Zizek. Y los comentaristas damos maromas para defender a un gran literato que escribió, para hablar del sistema económico imperante, lo que dicen los choferes ilegales del transporte público más usado en nuestros barrios marginales. Definitivamente Thiong’o no escribió El diablo en la cruz para nosotros ¿Cómo juzgar desde nuestra cultura egocéntrica a quien escribe para una cultura que podría salvarnos de devorar nosotros mismos nuestra biósfera?

Intrigado, todavía sin entender y molesto por lo grotesco de las burlas, seguí leyendo la novela hasta el final y apareció, no podía ser de otra forma, la magia de Ngugi, con la que, a una de las protagonistas, una mujer del pueblo, la convierte, sin alardes, con una enorme sencillez, en símbolo del pueblo kikuyu: hermosa, que luce con orgullo su atuendo tradicional que la embellece aún más, segura de sí misma, que asume su pasado donde fue mancillada sin negarlo, amando a la hija de ese pasado y firme en la defensa de un futuro de cuya construcción se hará responsable, superando cualquier dificultad: Wariinga, la mujer kikuyu que representa a todo su pueblo natal, por arte mágico de Nugi wa Thiong’o.

Firmado: David Batista

Más reseñas de Ngugi wa Thiong’o en ULADaquí

martes, 28 de noviembre de 2023

Reseña + Entrevista: El sheriff Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste, de Takeshi García-Ashirogi

Idioma original: Japonés (guiño)
Título original: Sherifu Gudmandu VS Pinheado, o algo así (guiño, guiño)
Traducción: Colectivo Juan de Madre (guiño, guiño, guiño)
Año de publicación: 2023
Valoración: A mí es que este tipo de cosas me gustan

Estoy eufórico. Porque encontrar un libro que parezca escrito especialmente para uno no sucede con frecuencia; y menos habitual todavía es que ese libro dé lo que se esperaba de él al tiempo que supera con creces dichas expectativas. Hoy vengo a hablaros de El sheriff  Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste (en adelante El sheriff  Goodman...). 

La editorial Pathosformel inscribe acertadamente este ciclo cuentístico de Takeshi García-Ashirogi en el "weird" y el "western". No me extraña: en él se mezclan ambos géneros con pasmosa eficacia. Y es que en estas páginas encontramos pueblos de frontera con sus tabernas, burdeles y minas, además de duros cowboys ataviados con sombrero y armados con pistolas. Pero también hay elementos mágicos (una zahorí, un hechicero apache o un espiritista), viajes en el tiempo, referencias a la cultura popular y épicos "cross-overs".

Personalmente, me hubiera conformado con que El sheriff Goodman... fuera simplemente un entretenido y bizarro pastiche salpimentado con sexo, escatología, gore y humor absurdo. Sin embargo, Takeshi-senpai nos ofrece más, mucho más, que eso.

En primer lugar, su prosa es superior a la de esos escritores "pulp" que emula, ya que imprime un ritmo frenético a la acción sin por ello descuidar las descripciones o abusar de los diálogos. Por otro lado, sus premisas son más originales y sus argumentos más solventes de lo que hubiera sido estrictamente necesario, así que gracias por tanto, Takeshi-senpai, y perdón por tan poco.

Aunque no penséis que el autor intenta distanciarse de esa literatura a la que homenajea. Al contrario: la alude constantemente, de forma más o menos explícita, y se recrea en sus humildes pretensiones, su desparpajo narrativo o sus simpáticas ocurrencias. 

Por ejemplo, ya desde el título, en la obra de Takeshi-senpai se rinde homenaje a esa tradición de los autores de bolsilibros que enfrentaban a un valeroso cowboy contra cualquier monstruo gótico (vampiros, momias, hombres lobo...). Tradición que nos ha regalado joyas como la serie de Monstruos en el oeste del prolífico Curtis Garland, o los más recientes Cara de muerto: Frankenstein está de vuelta, en el salvaje oeste!, de Luis Guallar y El infierno y Texas, de  Xavier B. Fernández.

Pero dejad que os cuente un poco de qué trata El sheriff Goodman... (al menos lo intentaré, aunque advierto que, si no leéis el libro, jamás lograréis haceros una idea certera de su contenido). A lo largo de siete relatos, en cierto modo autoconclusivos, Philip Goodman debe enfrentar distintas amenazas: el increíble Hulk, el paso de unas sufragistas por Goldville, un Death Note primigenio, la modernización del viejo oeste (encarnada en Hollywood), Pinhead y su séquito de cenobitas o un Karl Marx y un Friedrich Nietzsche reanimados. Asimismo, su leal ayudante, Mary Austen, detiene a una secta religiosa que venera a (y folla con) los dinosaurios.

Las formas que Goodman y Austen tienen de combatir semejantes amenazas son bastante ingeniosas. A veces los agracia alguna conveniencia argumental, pero en general sus victorias se sienten merecidas, y la supervivencia de los personajes implicados satisfactoria, al contrario de lo que sucede en esas fantasías de poder donde un tipo apuesto y musculoso rescata a la damisela de turno a base de hostias.

Ah, nuestro sheriff se aleja bastante de la sencillez del protagonista arquetípico de la literatura popular. Para empezar porque es una especie de hombre trans, o al menos el equivalente de uno para la época en la que se ambientan sus relatos. A eso hay que añadir que ostenta una caracterización compleja que evoluciona a lo largo de los relatos.

Como podréis imaginar, hay muchas virtudes que resaltar en El sheriff Goodman... Ya hemos hablado de su disparatada mezcla de géneros, de las descabelladas ideas que alberga y de su agradecido formato (que entrega por un lado historias autoconclusivas la mar de entretenidas y, por el otro, va desarrollando paulatinamente un mundo y unos personajes). Pero a título personal querría reivindicar también su descacharrante sentido del humor, sus abundantes dosis de sangre, determinadas escenas de muertes pintorescas y sexo extravagante o su diseño de tres cenobitas completamente nuevos.

En cuanto a los relatos, diría que todos mantienen un nivel de calidad sorprendentemente homogéneo. Aun así, creo que mis preferidos son, por funcionar al mismo tiempo como gamberradas lúdicas y viajes metafóricos, el de los dinosaurios y el de los filósofos resucitados. También me gustó bastante el de Hollywood, por su fondo psicológico.


PD: Si todavía dudáis sobre si El sheriff Goodman... puede ser de vuestro agrado, dadle un tiento a "El rostro circuncidado", relato que se puede descargar gratuitamente y que anticipa todo lo que encontraréis en este ciclo cuentístico.


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A continuación adjuntamos un pequeño cuestionario que Takeshi-senpai ha respondido con suma amabilidad:

ULAD: Le he leído ya en múltiples registros, y debo decir que es usted un escritor muy versátil. Sin embargo, siempre acaba recalando en el terror o la ciencia ficción pulperos, el "splatter", el humor absurdo o el bizarro. ¿Qué es lo que le atrae de estos géneros? 

T.G.A.: Lo popular. Lo popular que hay en ellos. Sabe, yo me crié entre las butacas de un cine de L.A, en el que mi madre era la encargada de la limpieza. Por eso, pese a mi sangre oriental y mexicana, el cine popular de los EEUU fue el cuento de mi infancia. En realidad, y puede que suene esto extraño, para mí la cultura popular es la verdadera cultura de vanguardia.

ULAD: ¿Tenía decidido desde un inicio que El sheriff Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste fuera un ciclo cuentístico compuesto por relatos con cierta continuidad, u originalmente imaginaba un conjunto que, aunque ordenado cronológicamente, fuera de corte episódico?

T.G.A.: En principio ni una cosa ni otra, sino que se trataba de un solo cuento en plan "splatter-western", justo el que da título al libro. Pero el personaje me conquistó de tal manera que no pude dejar de regresar a él, contando sus andanzas en el pueblo de Goldville a lo largo de su vida. 

ULAD: ¿Retomará las aventuras del sheriff Goodman algún día? Yo me leería cualquier secuela, "spin-off", adaptación gráfica o versión audiovisual que tuviera a bien regalarnos.

T.G.A.: Jajaja. Pues la verdad es que me sigue atrayendo la idea de continuar las andanzas de Goodman y su gente. Justo puede que haya un "spin-off" por ahí, para cierto proyecto que se está fraguando en la misma editorial que ha publicado la antología. Así que, tal vez, algún día regrese Goodman con el equipo completo. De momento, estoy enfrascado en la escritura de un "slasher" que se desarrolla en un viaje de jubilados; de hecho, últimamente el género "slasher" me tiene entregado.

ULAD: ¿Considera al sheriff Goodman un personaje trans? Nunca aclara si simplemente se hace pasar por hombre o si verdaderamente siente que su sexo no coincide con su género.

T.G.A.: Eso me ha comentado alguna lectora, que Goodman es trans, o rey drag o algo así. La verdad es que este es uno de esos casos en el que el personaje cobra su propia voluntad, y el escritor es un simple amanuense al servicio de aquél. Cierto que yo noté algo particular en el personaje, como su nombre auténtico o los sofocos en la cincuentena, pero si te soy sincero no llegué a concretar de dónde venían o a dónde iban esas particularidades.

ULAD: Además de enfrentar al bueno de Goodman contra Hulk, las sufragistas, un cuaderno Death Note, una secta que rinde culto a los dinosaurios, Hollywood, los cenobitas y dos filósofos de la sospecha resucitados, se menciona en un par de relatos que también combatió a una banda de atracadores que utilizaban muñecos vudú de banqueros para robar, o a ninjas llegados del Japón. ¿Cómo selecciona a tan variopintos villanos y antagonistas para él? ¿Puede revelarnos, de haberlos, otros que le quedaran en el tintero?

T.G.A.: Jajaja. Es verdad que dicho así de corrido queda una colección bien graciosa de contrincantes. La selección me llega de forma muy natural, normalmente porque estoy releyendo cómics o libros cuyos villanos me apasionan, o porque acabo de ver alguna película o serie que me inspiran el "cross-over". Quedan muchos en el tintero, de ahí que puedan llegar nuevas espeluznantes aventuras en el lejano oeste. Para un relato promocional aparecía la familia de La matanza de Texas; por ahí tengo apuntes del villano de la serie española Estoy Vivo, que vi por recomendación de mis anteriores editores españoles; un buen amigo de la infancia me dijo que sí o sí debía darle a la compañía del halcón del manga Berserk.

ULAD: ¿No le dan miedo las represalias legales que pueda ocasionar el empleao de personajes y objetos con derechos de autor (algunos superhéroes de los cómics de Marvel, el Death Note o los cenobitas y su Configuración del lamento)? Y, más arriesgado que desafiar la posesividad y avaricia de las grandes corporaciones me parece moldear a su antojo ciertos elementos de diversas franquicias. ¿Acaso no teme que los fans le linchen por ello?

T.G.A.: ¡Espero que no! Jajajaja. A los fans les diría que todo lo que ocurre en el libro no es "MCU" ni nada parecido; todo mentirijilla, y hecha desde el máximo respeto y admiración por los personajes tratados. A las corporaciones, en cambio, les recordaría que mi familia materna padeció un bombardeo atómico, y que, como estirpe,  de una experiencia así sales con muy poco que perder y muchísimo que ganar.

domingo, 2 de julio de 2023

José Luis Monereo Pérez: Simone Weil. Filosofía del trabajo y teoría crítica social

Idioma original: Español

Año de publicación: 2023

Valoración: Recomendable (con matices)

Hace unos días apareció en el diario El País un artículo en el que se cuestionaba a una serie de intelectuales (signifique esto lo que signifique) sobre los 10 pensadores más influyentes en la izquierda (signifique esto lo que signifique (BIS)) actual. Ahí aparecen Marx, Gramsci, Benjamin, Polanyi, Arendt y o Simone de Beauvoir, entre otros. 

Suele ocurrir que dicen tanto o más de las listas las ausencias que las presencias. Y, en este caso, llama la atención la ausencia de Simone Weil. Vale que su heterodoxia, sus críticas a ciertos postulados del marxismo o su alejamiento del socialismo científico pueden hacer que la berdadera izquierda la tenga en cierta forma arrinconada, pero es innegable su ascendente sobre lo que se dio en llamar "teología de la liberación", sobre ciertas formas de asamblearismo, etc.

Me dejo de rollos y me centro en un texto en el que el profesor Monereo explica, a grandes rasgos, buena parte de las principales tesis de la filósofa francesa, es especial en lo referente al trabajo y al progreso.

Llama poderosamente la atención la preponderancia que Weil otorga al trabajo en vida humana en cuanto a motor de realización personal. En un mundo como el actual (y en el no tan actual también) en el que todo se resume a producir más, consumir más, crecer más, etc, leer a una autora como Weil que propugna la desmercantilización del trabajo y la puesta de la producción y el rendimiento al servicio de la persona nos hace ver que la lucha será larga pero inevitable.

Relacionado con lo anterior, Weil supera al humanismo abstracto y critica sin ambages el mito del progreso y a una civilización basada en la rivalidad, la lucha abierta y, llegado el caso, la guerra. Quizá esto relacione a Weil con teorías sobre el decrecimiento en boga hoy en día, pero también es posible que esto sea una "paja mental" mía. Lo que sí es innegable es la vinculación de Weil con el posterior "socialismo cristiano" y su combinación de libertad y justicia y una libertad más ligada a los deberes que a los derechos.

Por último, especialmente interesantes resultan sus postulados sobre el poder, sobre el papel del Estado y sobre el riesgo de convertir las economías planificadas en otras formas de alienación de los trabajadores demasiado similares a las del capitalismo más despiadado.

En resumen, un recomendable acercamiento a una autora vigente en buena parte de sus ideas y al que solo se puede achacar una cierta reiteración y un exceso de autorreferencialidad por parte del autor.

domingo, 18 de junio de 2023

Katixa Agirre: De nuevo centauro

Idioma original:
euskera
Título original: Berriz zentauro
Traductora: Aixa de la Cruz
Año de publicación: 2023
Valoración: recomendable
 
Si hay algo de lo que no se puede acusar a Katixa Agirre, es de acomodarse en fórmulas que han demostrado funcionarle y tener éxito. Su anterior novela, Las madres no, tuvo muy buena acogida, tanto en el original en euskera como en sus traducciones al castellano, catalán y muchos otros idiomas. Lo fácil podría haber sido insistir en el tema (la maternidad) o en el género (una especie de thriller periodístico-judicial). En cambio, en Berriz zentauro, la autora se adentra en un terreno bastante poco transitado por la literatura en euskera: la ciencia ficción (o ficción especulativa, que es un término algo más amplio y sugerente). 

Así, la acción de De nuevo centauro se sitúa en un futuro no demasiado lejano, a mediados del siglo XXI, en un mundo que comparte muchos elementos con el nuestro, pero en el que también se han acentuado o acelerado ciertos procesos ya en curso: por ejemplo, el cambio climático ha provocado oleadas de desastres y refugiados; la realidad virtual ha pasado a formar parte de la vida cotidiana, y como consecuencia de las dos anteriores, los viajes se han reducido al mínimo y el turismo prácticamente ha desaparecido. Y sin embargo, esta es la historia de un viaje: el que la protagonista, Paula Pagaldai, realiza a París para documentarse para preparar un módulo educativo de realidad virtual sobre la vida de Mary Wollstonecraft, pionera del feminismo, testigo de la Revolución Francesa y madre de Mary Shelley. (Este recurso de integrar en el texto la biografía de un personaje histórico ya lo había explorado Katixa Agirre en Los turistas desganados, aunque en este caso se trata de un elemento más orgánico en la trama).

Los avances tecnológicos, tan presentes en este resumen, no son un simple elemento de worldbuilding, sino uno de los temas fundamentales de la obra: cómo la tecnología puede cuestionar, modelar o manipular nuestra percepción de la realidad y de nosotros mismos, cómo puede impactar en nuestra relación con los demás, con aspectos positivos y negativos. De nuevo centauro no es en ese sentido una novela "ludita", que cargue las tintas contra el progreso técnico, aunque sí alerte sobre ciertas alienaciones peligrosas. (Y la tecnología no es, por otra parte, la única forma en la que los personajes de la novela escapan de la percepción "normal" de la realidad; de hecho la protagonista tiene alucinaciones en las que conversa con la propia Mary Wollstonecraft, y en los últimos capítulos se adentrará en otro tipo de experiencias "extracorporales" no mediadas por la tecnología).

En cualquier caso, la utilización de medios tecnológicos es también un modo de plantear la disolución o fluidez de los binarismos establecidos: entre máquina y humano, entre humano y animal, en la definición de género o sexualidad. Así, por ejemplo, en sus escapadas virtuales Paula Pagaldai juega a "disfrazarse" con un avatar masculino llamado Viktor para mantener relaciones sexuales esporádicas, y otro personaje central en la segunda parte de la novela, Max Dox, representante de una resistencia contra el avance ciego de la técnica, mantiene una cierta ambigüedade de género y sexualidad que atrae poderosamente a quienes la rodean, incluida la protagonista. El propio título de la novela, con su referencia al centauro (mitad humano, mitad animal), vincula el texto con esta ruptura posthumana de conceptos binarios establecidos, en la línea del Manifiesto cyborg de Donna Haraway ("Prefiero ser una cyborg que una diosa", acaba diciendo). Esto no significa, con todo, que en la novela se obvien las violencias específicas de género (en el mundo real o en el virtual), desde el desigual reparto de tareas domésticas o la discriminación laboral, hasta las agresiones o violaciones de cuerpos o avatares.

Decía al principio que esta novela explora caminos nuevos y diferentes a la anterior; con todo, también existen algunas continuidades entre ambas. Una muy obvia es que repite editorial tanto en la lengua original (Elkar) como en la castellana (Tránsito), aunque en este caso no ha sido la propia autora quien se ha ocupado de la traducción (como sí hizo en Las madres no), sino su colega y amiga Aixa de la Cruz. Otro elemento importante que une ambas novelas es el tema de la maternidad, que era central en Amek ez dute y que aquí aparece en un plano relativamente secundario, aunque relevante: por una parte, está la cuestión de la maternidad de Wollstonecraft; también el proyecto, inspirado inadvertidamente por la propia Paula Pagaldai, de crear un módulo que permita vivir un embarazo y un parto virtual; y por último, también se plantea la posibilidad (que creo que tendría potencial incluso para un spin off en forma de relato) de tener hijos virtuales conectados a todos nuestros aparatos electrónicos, como un Tamagochi omnipresente e imposible de apagar.

De nuevo centauro acaba por lo tanto por ser una novela con varias capas de significado: en un nivel superficial, es una novela de ciencia ficción sobre un mundo que podría ser el nuestro dentro de unos cuantos (pero no demasiados) años; en otros niveles obvios de lectura, es una reflexión sobre la forma como navegamos un mundo en el que, por causa de la tecnología, pero también de la crisis climática o del "final de los grandes discursos" de la posmodernidad, "todo lo que era sólido se desvanece en el aire", como dijeron Marx y Engels hace ya más de 150 años. La búsqueda (las búsquedas) de Paula, así, de referentes o ilusiones a las que aferrarse puede ser la de todos nosotros, sus lectores, en un tiempo de constante(s) crisis.


Entrevista

Esta entrevista fue grabada a través de zoom el día 7 de junio de 2023. En la entrevista Katixa Agirre se refiere al proyecto Borradores del Futuro / Zirriborroak eta gero, en el que se integra el relato "Loratze perimetroa" ("Perímetro de floración") que en varios aspectos se puede considerar el germen de De nuevo centauro.



Otras obras de Katixa Agirre en Un libro al día

viernes, 31 de marzo de 2023

VV.AA.: Manifiesto conspiracionista

Idioma original:
Francés
Título original: Manifeste conspiracioniste
Traducción: Emilio Ayllón Rull / Julio Monteverde 
Año de publicación: 2022
Valoración: Curioso

Vaya por delante que me parece razonable, incluso sensato, mostrarse escéptico, cuando no abiertamente desconfiado, ante el prójimo; sobre todo si ese prójimo detenta el poder, se oculta tras una institución o justifica su proceder con una ideología. Es por ello que siempre me he sentido cercano a los conspiranoicos. No a los más trasnochados, por supuesto, pero sí a esos que exhiben unas dosis de saludable recelo y misantropía. 

Espero que el resto os mostréis, también, abiertos a las ocurrencias conspiranoicas. O que, al menos, no entorpezcáis las que tienen sentido. Recordad que «El objetivo de la retórica anticonspiracionista es asegurar a los propietarios de este mundo el monopolio de la capacidad de conspirar.» (34) ¡De modo que no os interpongáis entre aquellos que pretenden «reapropiarse del arte de conspirar» y sus, ¿nuestros?, enemigos! (290)

Los autores, varios y anónimos, del Manifiesto conspiracionista pertenecen a la rama de conspiranoicos moderados. Esos que tiran de hilos tangibles y no se montan pajas mentales esquizofrénicas. Esos que, como ellos mismos insinúan en las páginas de este libro, se adscriben en el linaje de pensadores proclives a la sospecha, como por ejemplo Foucault, Hegel, Marx, Nietzsche, Freud o Adorno, entre otros.

La forma de abordar y recibir el COVID les ha alarmado. Aunque sus denuncias se remontan a periodos anteriores, estos últimos años de pandemia son los que más rechazo les producen; años en los que, según afirman, se ha llevado a cabo una campaña de «ingeniería social» y «biocontrol» para someter a los ciudadanos, restringir sus libertades y, encima, volverlos cómplices de lo anterior. (258-259)

Los conspiranoicos del Manifiesto conspiracionista, sin andarse con rodeos, abordan las críticas obvias que uno podría formularles. Por citar una bastante previsible: sí, el mundo es complejo, pero «Un mundo tan hostil como el que se vislumbra no se hace solo. Nos han hecho (…) un mundo a nuestras espaldas. (…) El solo hecho de que haya un mundo y no varios (…) es fruto de un esfuerzo concentrado.» (23)

Admito que los conspiranoicos de Manifiesto conspiracionista no están libres de defectos. Ni ellos en tanto que conspiranoicos ni sus argumentos para serlo. A veces desprenden un tufo a excepcionalismo que tira para atrás, establecen paralelismos algo forzados o mean fuera del tiesto. Sea como fuere, vale la pena leerlos. No sólo porque sueltan reflexiones que, aunque matizables o abiertamente discutibles, son bastante curiosas. También porque la prosa con que las comunican es deliciosamente torrencial y expresiva. Más próxima, en efecto, a la de un manifiesto que a la de un ensayo propiamente dicho. A veces peca de exaltada, cae en redundancias o dilata en exceso los capítulos, pero insisto en que para mí ha sido una gozada paladearla.

Personalmente, me ha encantado el rapapolvo que se lleva la izquierda en este Manifiesto conspiracionista. Yo, que me considero un izquierdista desencantado, aprecio declaraciones tan honestas y lúcidas acerca de la izquierda como las que siguen: 

«Se ha mostrado (…) irracional a fuerza de racionalismo, oscurantista a fuerza de cientifismo, insensible a fuerza de sensiblería, mórbida por higienista, odiosa por filantrópica, contrarrevolucionaria por progresista, estúpida por creerse cultivada y maléfica a fuerza de querer estar del lado del Bien.» (35-36) «De la derecha nunca ha habido nada que esperar, excepto la perpetuación de la injusticia heredada. Pero que, en el fondo, la izquierda ha estado siempre del lado de los vencedores, limitándose a ser su mala consciencia histérica, eso solo había aparecido a la vista de todos, a lo largo de la historia, en destellos que se olvidaban rápidamente. (…) Reactiva, embrollada, peso muerto, la izquierda ha sido siempre contrarrevolucionaria de la manera más eficaz en que podía serlo: pretendiendo “apoyar al movimiento”. Siempre ausente en el momento en que hay que estar ahí, vive solo en el futuro perfecto, para producir los relatos, los conceptos, las justificaciones que explican y ratifican la derrota.» (40)


PD: A los interesados en esto de las conspiraciones, les recomiendo indagar en aquella de la que nos alertaba Thomas Ligotti en La conspiración contra la especie humana. Esa es la verdadera conspiración. También recomiendo el ensayo de Donatella di Cesare, titulado El complot en el poder.

lunes, 6 de marzo de 2023

Gabrielle Zevin: Mañana, y mañana, y mañana

Idioma original: inglés
Título original: Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow
Traducción: Ernest Riera (en catalán, para Edicions del Periscopi) y Núria Molines (en castellano, para Alianza de Novelas)
Año de publicación: 2022
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


Hay ocasiones en las que uno no se acercaría a un libro por nada del mundo, pues el argumento no entraría dentro de las preferencias lectoras ni de los intereses habituales. Pero existe la crítica literaria y las recomendaciones. Y, a veces, hay que hacerles caso a pesar de las reticencias iniciales porque de lo contrario nunca me habría engrescado en adentrarme en una lectura de más de quinientas páginas de un libro que tenga el mundo de la creación de los videojuegos como escenario principal. Pero lo hice, y me alegro de haberlo hecho. Veamos el porqué.

La narración nos sitúa inicialmente en una tarde de diciembre a finales del siglo XX. Conocemos a Sam Masur, un joven judío de veintiún años de orígenes coreanos, algo misántropo, que vive con su compañero de piso Marx y que, justo cuando va por la calle, se encuentra de golpe entre una multitud; en medio de ella, ve a su antigua compañera Sadie Green a la que no veía desde hacía un tiempo. Ambos provenían de Los Angeles de clases sociales muy distintas y a pesar de que había transcurrido unos años sin verse de manera frecuente, habían coincidido en algunas ocasiones en certámenes académico-científicos (robótica, programación, etc.). Pero, tras un tiempo sin verse debido a un malentendido entre ambos, en esta ocasión coinciden de nuevo, esta vez en Harvard Square, Boston, pues ella ha acudido a la presentación al público de «El ojo mágico» («una manera nueva de ver el mundo», según reza la publicidad). Y es en ese preciso momento cuando retoman el contacto. A partir de ahí, a través de un flashback, sabemos que Sadie tiene una hermana Alice dos años mayor que ella y el relato nos sitúa en el hospital donde está siendo tratada de cáncer; Alice, la «más inteligente, la más atrevida, la más preciosa, la más atlética, la más divertida». Una hermana con quién guarda una relación muy íntima porque Sadie «no podía imaginar un mundo donde no estuviera Alice». Y, en el hospital donde tratan a su hermana, Sadie, con once años, conoce a Sam jugando con una máquina de videojuegos Nintendo; Sam, que a sus doce años era un dibujante excelente y que emulaba a Escher y sus laberintos; Sam, un chico introvertido que no hablaba con nadie tras la compleja operación en un pie a raíz de un accidente en el que se fracturó el pie por veintiséis huesos; Sam, que por aquel entonces vivía con sus abuelos que regentaban una pizzería en Koreatown y, pese a que no tiene muchas amistades, conecta con Sadie a raíz de los videojuegos, una pasión que ambos comparten. Por eso, Sadie va al hospital «mañana, y el otro y el otro», para jugar con Sam, su nuevo amigo.

La autora es hábil en la narración de la relación entre Sam y Sadie. El estilo es dinámico y sabe añadir los puntos de interés necesarios para aguantar el ritmo de la historia, a pesar de su poca profundidad aparente. Y es que el ritmo narrativo es tan trepidante que a la que te das cuentas estás metido de lleno en ella por la potencia de sus personajes; Sam y Sadie, dos caracteres similares pero dispares, con intenciones y ambiciones diferentes al pensar en la creación de los juegos pues «para Sam, grandiosidad significaba popularidad, para Sadie, arte». Porque Sam quería hacer algo «que hiciera feliz a la gente», era su deseo desde pequeño cuando empezó a jugar a los videojuegos: hacer «algo con lo que los niños como ellos habrían querido jugar para olvidar sus problemas durante un rato». 

Con pocas páginas uno ve el estilo de la autora: rápido, ágil, familiar, accesible. La autora narra con cotidianidad y cercanía, con un lenguaje coloquial, sin adornos. Aquí estamos delante de una literatura claramente page-turner, altamente accesible (podríamos decir que incluso muy comercial). Porque en este libro la potencia está en la historia y en el ritmo, no en la elocuencia o construcción de cada frase. Y funciona a la perfección. Porque el talento de Zevin hace que consiga meternos en la historia a través de un gran dominio en la definición y creación de los personajes; unos personajes que conocemos de pequeños y con los que empatizamos de manera instantánea gracias a una cercanía emocional que proviene de un estilo directo, completamente accesible, de frases cortas y directas orientadas a conseguir justo lo que pretende. La autora, a través de un estilo totalmente ameno y de lectura fácil, busca la potencia en el argumento y deja completamente de lado cualquier pirueta o pretensión artística. No hay frases a destacar ni tan siquiera memorables, no hay impacto estilístico, sino que busca la potencia en el contenido. No hace falta detenerse en cada frase para disfrutar el libro, aquí son la historia y sus personajes los que empujan al lector a seguir página tras página.

Y, como tercer vértice del triángulo, aparece Marx, el compañero de piso de Sam. Un joven acaudalado de orígenes asiáticos, apasionado, vital y carismático, porque «si Marx, a los veintidós años, tenía un problema, era que se sentía atraído por demasiadas cosas y demasiada gente (…) Para Marx, era una tontería no amar tantas cosas como pudieras». Marx, un joven aficionado al teatro, aunque víctima de actitudes racistas pues no le daban papeles importantes porque «incluso en el Teatro universitario solo hay una cantidad determinada de papeles que pueda interpretar un actor asiático». Y justo en una de las actuaciones de Marx asisten Sam y Sadie, y allí nace la idea embrionaria del videojuego que se plantean crear durante ese verano, un verano en el que Marx les prestará el apartamento para que tengan el espacio creativo para desarrollar su proyecto y que Marx producirá, un videojuego que empieza con una criatura de género indefinido que se encuentra a orillas del mar y deberá encontrar a su familia. Era 1996. El videojuego se llamará Ichigo y su autoría sería propiedad de los tres: Sadie, programadora de primera, Sam, gran dibujante y Marx, quien se encargaba de organizar el trabajo y financiar el proyecto además de ser un jugador experimentado con lo que les daba sugerencias e ideas y «tenía sentido de la narrativa».

Con esta puesta en escena y arranque inicial, la novela de Zevin trata sobre diferentes temas que, en apariencia, quedan en un segundo plano parcialmente ocultos tras pantallas de videojuegos. Así, nos habla sobre apropiación cultural y la defiende pues «la alternativa a la apropiación cultural es un mundo donde los artistas solo pueden hacer referencia a sus propias culturas (…) un mundo donde todo el mundo es ciego y sordo a cualquier cultura o experiencia que no sea la propia» y concluye que «me horroriza este mundo, no quiero vivir en este mundo, y como persona de raza mestiza, literalmente no existo». De igual manera, el libro también trata el tema de abusos de poder y sexuales, de relaciones desiguales, de maltratos físicos y psicológicos, de relaciones pasivo-agresivas, de separaciones y acercamientos, de rupturas y reencuentros, así como también el patriarcado y la apropiación de las creaciones por parte de los hombres por encima de las mujeres, reflejando una sociedad donde lo “normal” es que el trabajo destacado, el talento y la creatividad  sea cosa de hombres porque «a la industria de los videojuegos, como a muchas industrias, le encantan los niños prodigio». Así mismo, la novela también habla sobre los sacrificios que se hacen por amistad o por amor y del dolor físico y emocional, sobre enfermedades pero también sobre la incapacidad de abrirse al mundo cuando uno se va encerrando dentro del suyo propio y trata también sobre la dificultad de la comunicación, de la admisión de las debilidades propias, de la aceptación de uno mismo y de la eterna lucha en vencer la imagen que tenemos de nosotros mismos, de nuestra ambición desmedida, de nuestras limitaciones pero también nuestras fortalezas porque también habla sobre la adicción y pasión por una afición que se convierte en trabajo (o viceversa) y de cómo este pasión de convierte en un salvavidas para dejar de lado las tristezas y los fracasos. Un salvavidas que en ocasiones se transforma en un obstáculo para superarlos.

De esta manera, en este extenso libro hay muchas metareferencias o paralelismos en la historia y sus protagonistas que la autora plasma en los videojuegos que crean. Así, vemos personajes que se asemejan a ellos mismos, o a la hora de crear mundos paralelos («nunca hablaba con él de nada que no fuera trabajo, y en el trabajo estaban, literalmente, en dos mundos diferentes»). La autora es hábil al integrar estos conceptos en la narración sin que se denote un gesto forzado; sabe encajar las piezas de manera que tenga una cohesión e imbricación orgánica aunque bien es cierto que, en una novela de más de quinientas páginas, rara vez ocurra que no encuentres pasajes que están de más. En este caso, para mi gusto, sobran los que hacen referencia al pasado de los padres de los protagonistas pues si bien sirven para ampliar el escenario anímico y emocional en el cual se encuentran, aportan poco a la historia en sí. La novela hubiera mejorado recortando esas partes, aunque sirven para conocer el pasado familiar de los protagonistas y lo que los ha llevado a ser quienes son. También es cierto que la autora destaca especialmente en los dos primeros tercios de la novela (que podría enmarcarse en el coming-of-age), pues cuando pretender tratar temas más adultos la profundidad de su exposición queda corta y no consigue alcanzar el tono que sí logra cuando narra la adolescencia y post adolescencia y los problemas habituales de esa época vital.

Por todo ello, podríamos concluir afirmando que se trata de un libro de lectura accesible para un gran público (especialmente para jóvenes y adultos que recuerdan con ilusión y vivazmente su época post adolescente, bastante menos recomendable para el público de edad avanzada); un libro tan adictivo como los mundos que Sam, Sadie y Marx evocan a través de los videojuegos que diseñan. Dicho esto, ¿hay que tener cierta experiencia en haber jugado a algún videojuego para disfrutar el libro? Es posible. ¿Hay que haber sido joven, idealista y ambicioso para enfrascarse en esta lectura? Es posible. ¿Hay que haber vivido amistades que rozan los noviazgos para entender a los personajes protagonistas? Es posible. ¿Pero puede disfrutar uno con la lectura de este libro sin haber tenido nada de todo esto? Sin duda. Porque no es necesario ser un amante de los videojuegos para disfrutar del libro, aunque sí es necesario tener la mente para entrar de lleno en los mundos de posibilidades que plantea. A fin de cuentas, no es solo un pasatiempo sino una ventana abierta a vidas y mundos totalmente diferentes a los nuestros. Si sientes la emoción y crees en ella, serás bienvenido a la trama que plantea, pero también diré, como ocurre con los videojuegos, que su tremenda adicción y su rápido progreso en la experiencia te dejan, sin lugar a dudas, aturdido y embelesado pero que una vez terminas dudo que repitas la experiencia. Es intenso sí, pero deja poco poso. A fin de cuentas, «¿qué es un juego? (…) Es mañana, y mañana, y mañana. Es la posibilidad de renacer infinitamente, de redimirse completamente. La idea que, si continúas jugando, puedes ganar. Ninguna pérdida es permanente, porque nada es permanente, nunca».

En definitiva, estamos delante de una novela totalmente absorbente que narra una relación de amistad durante casi tres décadas con sus diferentes vaivenes, en la que uno entra en ella como cuando delante de un videojuego vivimos una experiencia inmersiva en los mundos planteados y olvidamos quienes somos mientras estamos jugando. La autora hace lo propio con nosotros, integrándonos en esta aventura literaria y lo consigue tocando con maestría los resortes que nos enganchan a las historias: la trama, la profundidad (y humanidad) de los personajes, los cambios de registro y lo hace con una tensión constante, sin apenas altibajos. El libro vuela en las manos como si quisiéramos pasar pantalla tras pantalla en un videojuego; aquí queremos hacer lo mismo pero con las páginas; el lenguaje y el tono elegido por la autora lo consiguen completamente y entiendo que es una elección tomada a consciencia: aquí no hay frases grandilocuentes, no hay pasajes que uno grabaría en su memoria o de los que dejaría eterno testimonio en sus cuentas de redes sociales. No hay tiempo para ello, no hay intención en observar el decorado o la belleza de su contenido; aquí prima el primer plano, la trama, el argumento y los personajes. Y únicamente cuando hemos terminado la lectura, cuando llegamos a la escena final, entonces sí, nos damos cuenta de los muchos mundos que hemos cruzado hasta llegar aquí y cómo hemos disfrutado haciéndolo, y las emociones experimentadas por un camino en el que nos hemos sentido siempre acompañados y casi partícipes.


domingo, 4 de diciembre de 2022

Ole Nymoen / Wolfgang M. Schmitt: Influencers

Idioma original: alemán

Título original: Die ideologie der werbekörper

Traducción: Lara Cortés Fernández

Año de publicación: 2022

Valoración: Muy recomendable


A estas alturas me parece innecesario explicar qué cosa es eso de influencer, algo que a su vez puede enlazarse con otros sufijos profesionales de moda, del tipo youtuber, instagrammer o tiktoker. Por introducirnos de alguna forma en el libro diría que Marx se ocupó sobre todo de la vertiente productiva del mecanismo capitalista, pero anduvo menos agudo, o las circunstancias no apuntaban tanto por ahí, a la hora de analizar su otra cara, que no obstante siempre ha sido fundamental: vender. Puede que en aquellos tiempos la venta de lo producido era algo que se daba por supuesto y que no implicaba consecuencias sociales importantes, pero claro, han pasado cerca de dos siglos y el mundo ha cambiado mucho. El mantra del capitalismo ha pasado a ser la acumulación y el crecimiento, y obviamente es necesario dar salida a todo ese producto, por absurdo o inútil que sea.

Así que, instalados en la era de internet, era ya momento de superar las viejas fórmulas del marketing, ideadas para medios como la prensa o la televisión, y era necesario sacarle partido a la nueva gallina de los huevos de oro. Y eso, adaptarse a los tiempos, mimetizarse con el entorno, el sistema siempre ha sabido hacerlo con maestría, de ahí su supervivencia. Cuando ya la gente se las sabe todas y desconfía de los voceros de la publicidad, qué mejor que recurrir a las nuevas estrellas de la comunicación, esos jóvenes que quizá entraron en la red con la intención más ingenua pero consiguieron conectar de pronto con miles de seguidores, casi siempre jóvenes, ansiosos de autenticidad, de espontaneidad, de verdad ajena a las viejas élites. Un bombón.

Todo esto que puede parecer tan aparatoso, quizá tan exagerado, no lo es en absoluto. Si leemos el magnífico trabajo de estos dos alemanes (uno de ellos, por cierto, podcaster) lo iremos viendo paso a paso, observando con detalle el proceso por el que el mercado insaciable se ha colado, a veces disimuladamente, otras con todo descaro, en las redes sociales que ahora reúnen a millones de potenciales consumidores tras una pantallita, no ya un complicado artefacto con cables, sino ese móvil que todos llevamos en el bolsillo, en la mano o colgado de una cuerda.

Sinceramente, yo esperaba un libro más bien ligero, lleno de anécdotas, seguramente con un cierto tono crítico, algo que podríamos identificar con esa crítica buenista que el neoliberalismo (en su versión más progre) ha aprendido a aceptar y asumir con entusiasmo porque, una vez más, permite verle un aspecto más humano, conectar con un público más exigente y, en definitiva, vender más, que es lo que interesa. Esto es lo que esperaba encontrar, pero el libro, aun siendo ameno y explicarse con una claridad diáfana (ya quisieran muchos ensayistas tener esa capacidad), no se queda en la superficie, profundiza en los fenómenos de comunicación que estamos viviendo y los sitúa en el plano ideológico: a qué responde la proliferación de jóvenes publicitando marcas, cómo opera la publicidad testimonial y cómo han evolucionado los factores de confianza y admiración, cómo se integra el mensaje publicitario en el proceso de exhibición de la propia vida diaria (muchas veces anodina), cómo se conjugan los mensajes de corrección política (diversidad, medio ambiente, solidaridad) con las exigencias del sistema. Diferentes vertientes desde las que observar este fenómeno de los influencers, pero mucho más allá, un análisis pormenorizado, sistemático y bien fundamentado de la ideología que subyace tras esta nueva moda.

Internet ha sido, de momento, el último camino para alcanzar el sueño americano. El acceso al éxito en la red a través de plataformas puede decirse que es, o ha sido, plenamente democrático, cualquier desconocido con talento o con suerte ha podido convertirse en una estrella de internet, y de ahí a contar con el patrocinio de marcas comerciales que les harán ricos además de famosos. El camino a ese mundo de oportunidades se ha ido poniendo cada vez más angosto, y hoy en día ya no resulta tan fácil auparse al éxito. Pero no hay que preocuparse, pronto el sistema encontrará otro nicho, un nuevo camino para crear más necesidad, multiplicar los consumidores, inducir a un mayor gasto.

Cada cual valorará todo esto, si es normal que muchos jóvenes (y algunos no tanto) exhiban a diario su vida privada, que otros muchísimos se mantengan atentos a presenciar escenas banales de sus ídolos, o que estos seguidores digieran sin el mínimo reparo las recomendaciones publicitarias que se les lanzan. Es lo que hay, y siempre podría ser peor. Pero sí recomiendo, con el entusiasmo que permite una reseña que quiere ser imparcial, una lectura como esta, que amplía horizontes y nos permite ver más cosas, colocar el fenómeno en su lugar y analizarlo desde el pensamiento crítico, algo que se nos vende envuelto en moralinas modernas, pero que en el fondo es cada vez más escaso, y por tanto más caro.


jueves, 28 de julio de 2022

VV.AA.: Libertad

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2022
Valoración: Recomendable para interesados

Libertad compila tres ensayos y una entrevista. Huelga decir que dichos textos reflexionan alrededor del concepto que da nombre al libro. 

El primero, de Amalia Mosquera, repasa distintas aportaciones filosóficas. Abarca desde pensadores de la Antigua Grecia hasta otros más modernos como Marx, Russell o Sartre. Hace un acertado hincapié en la dimensión expresiva, moral y política del asunto, aunque, a mi juicio, su elección de autores tiene cierto sesgo occidental.

El segundo ensayo de esta compilación lo ha escrito Jaime Fernández Blanco-Inclán. Me ha gustado bastante porque profundiza en pensadores que han cuestionado que tengamos libre albedrío, otros que consideran firmemente que somos libres y otros que, en cambio, optan por una posición intermedia. A destacar las meditaciones de Blanco-Inclán en torno a la responsabilidad que deriva de ser libres.

A continuación, Pilar Gómez Rodríguez se centra en las figuras de Berlin y Arendt. Asimismo, trae a colación las nociones de libertad positiva y negativa, y las paradojas que éstas acarrean.     

Por último tenemos una estimulante entrevista a Claus Dierksmeier, quien aboga por una libertad cualitativa. El alemán señala, muy lúcidamente:
Debemos sustituir el debate sobre la libertad basada en el falso lema «menos limitaciones = más libertad» y preguntarnos por la naturaleza de esas limitaciones: ¿nos las dictamos nosotros mismos o las impuso el exterior? ¿Sirven o son útiles para la libertad de sólo algunos seres humanos o para las de todos?
En definitiva, Libertad es recomendable para aquellos interesados en la materia tratada. Su amenidad convierte esta obra en ideal para el profano. Aunque su falta de conclusiones puede llegar a frustrar, resulta inevitable que no ofrezca respuestas claras al debatir sobre un tema tan amplio y espinoso. Sea como fuere, a mí me ha ayudado a matizar mi perspectiva fatalista y su determinismo intrínseco, que ya es mucho.      

martes, 15 de febrero de 2022

Vivian Gornick: Cuentas pendientes

Idioma original: inglés
Título original: Unfinished business
Traducción: Martí Sales (edición en catalán) y Julia Osuna Aguilar (edición en castellano)
Año de publicación: 2020
Valoración: entre está bien y recomendable

A aquellos a los que nos gusta leer y que llevamos décadas haciéndolo, siempre nos asalta la duda sobre si vale la pena volver a esos libros que nos fascinaron, que nos dejaron una huella imborrable, aquellos que por su argumento, pero diría que especialmente por su estilo, ocupan un lugar destacadísimo en nuestra memoria. Y la duda respecto a si volver a ellos no reside únicamente en si vale la pena dedicar nuestro valioso tiempo a leer un libro ya leído en lugar de dedicarlo a un libro por descubrir, sino especialmente, o al menos en mi caso, la duda está en qué pasaría si leyera de nuevo ese libro en concreto. ¿Me gustaría de igual modo? ¿Encontraría de nuevo en él todo aquello que me cautivó? O, por el contrario, ¿me decepcionaría? Esto mismo es lo que Vivian Gornick trata en esta recopilación de ensayos.

En esta recopilación de ensayos literarios (y pongo especial énfasis en lo de “literarios”), la autora estadounidense aborda precisamente el tema de las relecturas, ofreciéndonos una reflexión sobre cómo los libros impactan de diferente manera según nuestro momento vital, nuestra madurez o nuestro estado de ánimo. Y, para ello, nos ubica de manera muy resumida en su infancia, afirmando que «crecí en una ruidosa casa de izquierdas donde Karl Marx y la clase obrera internacional eran dogmas de fe: el sentimiento de injusticia social se daba por hecho». También nos cuenta sus primeras incursiones en el mundo periodístico a través de The Village Voice y cómo a raíz de tener que escribir un artículo sobre el feminismo se dio cuenta de que ella lo era. Y, ese trayecto vital coincidió, como no podía ser de otro modo, con un recorrido lector, y en esta recopilación hace una parada para examinar y comentar esos libros que, de un modo u otro, le causaron un impacto, no una única vez, sino que se lo causaron en sus diferentes lecturas porque como gran lectora, ensayística, crítica literaria y periodista que es, afirma justo al inicio del libro que «como la mayoría de lectores, a veces pienso que nací leyendo» y confirma su pasión por la literatura al afirmar que en la introducción que «el mundo continua desapareciendo cuando leo y no dejo de maravillarme» y, como buena lectora, no le cuesta empatizar con sus propios lectores como demuestra libro tras libro manteniendo un firme propósito: «cuando escribo aún espero poner los lectores detrás de mis ojos, que vivan el tema tal y como yo lo viví, que lo sientan tan visceralmente como lo sentí yo».

De esta manera, y haciendo un repaso a las lecturas que más la marcaron, Gornick nos habla en primer lugar de «Sons and lovers», de D. H. Lawrence, la primera novela de aprendizaje que leyó y nos cuenta cómo y por qué le impactó, no en una sino en las diferentes ocasiones en las que leyó el libro. Esta ‘lectura’ es interesante, pero vemos ya en ese primer capítulo el principal punto débil de esta obra: la autora utiliza las casi veinte páginas de este primer ensayo para explicar el libro y las diferentes lecturas del mismo que hizo a lo largo del tiempo con sus diferentes interpretaciones según el momento vital en el que lo leía, pero lo hace de un modo demasiado exhaustivo, contándonos todo el libro y eso es algo que puede tener cierto interés si uno ha leído el libro pero en caso contrario no es algo que aporte demasiado a la lectura aparte de un conjunto de spoilers, explicar toda la trama argumental de principio a fin y añadir unas cuantas citas o incluso párrafos del libro en cuestión.

Ya en el segundo ensayo continua con Colette, de la que afirma que «en su obra, nos podíamos ver no tal y cómo éramos, sino tal y cómo probablemente seríamos», pues «parecía que supiera todo lo que le pasaba por dentro a una mujer ‘bajo presión’». Tras Colette, la autora sigue con su análisis más próximo a la crítica literaria con Marguerite Duras y «El amante» y sigue con Elizabeth Bowen, Delmore Schwartz y Yehoshua donde aprovecha para narrar lo que supone ser judío en Estados Unidos, afirmando que «la mía fue la última generación de criaturas nacidas en Estados Unidos hijas de los judíos europeos que llegaron a este país a finales del siglo XIX. En gran parte, quedamos marcados de por vida en la experiencia angustiante de nuestros padres de vivir en la periferia, colectivamente hablando; empezamos temprano a dejar un testimonio literario de qué quería decir ser judío en los Estados Unidos». La autora se percata de que «últimamente, me he encontrado pensando en este corpus de obras escritas por norteamericanos para los cuales ser judío era central». Asimismo, se confiesa al afirmar que su visión de judía estadounidense le chocó enormemente con la realidad existente en Israel, pues tras su visita a ese país finales de los 70, afirma que «por más que lo intentara, durante los meses en los que viví en Israel, mediante cualquiera de los rasgos identitarios que tenía a mano (judía, mujer y norteamericana), no fui capaz de conectar. Como hija de judíos seglares que hablaban yidis, la lengua hebrea me decía lo mismo que cualquier otra lengua extranjera; como mujer, retrocedí al encontrarme un país aún más machista que el mío; como producto del individualismo de los Estados Unidos, no podía superar el espantoso tribalismo de su cultura».

De igual manera, nos habla también de feminismo al hablarnos de Elizabeth Stanton, quién fue presidenta de La Asociación norteamericana de Mujeres Sufragistas y de cómo conectó profundamente con su obra «The Solitude of Self», pues «ningún libro judío norteamericano había retratado con tanta precisión mi interior, atrapado entre la naturaleza y la historia». Nos habla también de Natalia Ginzburg de quien afirma que, «leyéndola, como he hecho repetidamente a lo largo de muchos años, experimento la euforia de cuando te recuerdan intelectualmente que eres un ser sensible» y nos revela que la propia Ginzburg descubre que «el truco era prestar mucha atención a la propia experiencia y después encontrar la manera de hacer que la escritura se acomode a ella». Su conexión con la autora italiana era tal que parecía que «sus escritos le hablaran directamente. A la larga, parecía que los hubiera escrito para mí». Finalizando los ensayos con las figuras de J. L. Carr y Pat Barker, nos habla también de la predisposición del lector hacia un libro y cómo está condiciona irremediablemente la valoración y el disfrute de su lectura, y de Doris Lessing (y su relación con los gatos) o Thomas Hardy y su libro «Jude». Ya hacia el final del libro, Gornick nos cuenta cómo se encuentra con un libro que leyó y subrayó hace tiempo y cómo aquello que destacó antes no le parecía tan importante y sí en cambio otras frases del libro; esto la sorprende hasta el punto de que lo relee de nuevo siendo consciente que, quizá en una tercera lectura más adelante, encontrará otras partes interesantes a las que ahora mismo no le aportan o impactan en exceso. 

De esta manera, en este recopilatorio de ensayos, Gornick nos narra cómo esas lecturas la impactaron, cómo se identificaba con algunas escenas, pasajes y pensamientos. Por ello, en este libro, más cercano a una recopilación de reseñas o crítica literaria que a un ensayo reflexivo sobre ella o sobre la sociedad, Gornick parece destinarlo a aquellos que en algún momento de su vida se han interesado por esas mismas lecturas que la autora analiza y desgrana, pero que no contará con gran interés por parte de aquellos que no los han leído o que la temática que tratan no se encontrarían entre sus preferencias lectoras. Es posible que mi valoración del libro nos sea mejor debido a las expectativas que tenía sobre él, más cercanas a una especie de Bildungsroman literario donde la autora nos deleitara (como de costumbre) acerca de reflexiones sobre su vida y evolución, que no al análisis de las propias obras. Esperaba de esta lectura que Gornick nos explicará su vida lectora (algo parecido a lo que hicimos en una de nuestras semanas temáticas) ligada a su evolución vital, pero se centra en exceso (según mi opinión) en desgranar las propias obras expuestas y su argumento.

En cualquier caso, la lectura del libro sirve para constatar que «la experiencia del arte solo se produce en el encuentro entre el espectador y el objeto artístico» tal y como afirma Hustvedt en «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres», y esta experiencia es diferente cada vez, pues el espectador cambia con el paso del tiempo y con ello su visión del mundo. Por ello, parafraseando a Heráclito, quien afirmó que «no nos podemos bañar dos veces en el mismo río» porque las aguas siempre son otras, yo afirmaría que no podemos leer dos veces el mismo libro, puesto que, aunque el texto siempre es el mismo, nosotros cambiamos con el paso del tiempo por lo que nuestra lectura será diferente a cada vez que lo intentemos. Y es bonito que así sea, porque significa que evolucionamos y que siempre podremos sorprendernos con los libros, aunque ya los hayamos leído.

domingo, 17 de octubre de 2021

Patrisse Khan-Cullors & asha bandele: Cuando te llaman terrorista

Idioma original: inglés
Título original: When They Call You a Terrorist: A Black Lives Matter Memoir
Traducción: Clara Ministral
Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable

Los que me venís leyendo desde hace un tiempo, sabéis de mi interés por los libros que tratan sobre el racismo, para entenderlo, para conocerlo y, especialmente, para combatirlo. Y leer la historia de una de las tres fundadoras del movimiento Black Lives Matter (junto con Opal Tometi y Alicia Garza) parecía una excelente oportunidad para descubrir los orígenes de un movimiento potente, necesario, amplio e imprescindible. Este ensayo cumple con su cometido, aunque parcialmente, pues analiza menos el movimiento de lo que me gustaría y se centra especialmente en las vidas de quienes este defiende. Que tampoco es poco; vamos a ello.

Indica la autora en la introducción que tras la respuesta al asesinato de un chaval de diecisiete años a manos de la policía y que originó el movimiento Black Lives Matter «se redactó y difundió una petición que llegó hasta La Casa Blanca. Decía que éramos terroristas». Una dura acusación hacia quien lucha por las igualdades y combate el racismo (también el policial) de manera pacífica y organizada porque tras años (décadas, siglos) de una situación insostenible de desigualdad había que cambiar la realidad, porque «como la de muchas de las personas que encarnan nuestro movimiento, mi vida ha transcurrido entre dos miedos que siempre van unidos, la pobreza y la policía».

A partir de esta introducción, Patrisse Khan-Cullors basa gran parte de su ensayo en narrar la vida de ella y de su familia formada por su madre, dos hermanos mayores y una hermana pequeña, viviendo de alquiler en un piso de protección oficial en un barrio multirracial aunque predominantemente mexicano del que afirma que «nuestro barrio está pensado para ser un lugar de paso». Su padre, mecánico en una cadena de montaje de General Motors, se va de casa al perder el trabajo cuando ella tiene seis años pero su ausencia es sólo física, «su cariño no desaparecerá en absoluto. Ese cariño de Alton Cullors permanece dentro de mí, a mi lado, hasta hoy mismo». Con ello nos hace el retrato de un entorno familiar donde salir adelante era su principal propósito, con una madre que «trabajaba dieciséis horas diarias» para combatir las grandes dificultades económicas por las que pasaban y poder alimentar a la familia. La autora reconoce el gran esfuerzo de su madre así cómo afirma que «todavía hoy en mis oraciones doy gracias a los Panteras Negras por haber convertido el programa de desayunos gratuitos para niños en un servicio que debían ofrecer los colegios». Y, en ausencia de sus padres, el clan familiar con unos hermanos que se cuidan y donde el mayor coge las riendas del padre ausente y también cuando no está la madre porque se halla en unos de sus interminables turnos para poder mantener a la familia, porque «desde el primer día nos educan para que cuidemos los unos de los otros».

La autora nos narra esos años preadolescentes y su incomodidad en el instituto Millikan, pues no encaja ni con los blancos ni con los negros, pues ella pertenece a una clase pobre en la que «simplemente me siento como lo que soy: una chica de Van Nuys a la que le encanta la poesía, leer y, por encima de todo, bailar». Pero, a pesar de desconveniencia, su etapa escolar le sirve para constatar la diferencia entre tasas de expulsión de chicas blancas y negras en EE. UU., porque «habiendo estudiado en centros con alumnas blancas y negras, una cosa que aprendí enseguida es que, aunque nuestro comportamiento puede ser igual o parecido, los castigos que recibimos casi nunca lo son».

De esta manera, la autora afirma con pesar que «con doce años estoy sola, el lugar que me corresponde en el mundo ya no es el de una niña, el de un pequeño ser humano que necesita apoyo. Lo había visto con mis hermanos y ahora me estaba ocurriendo a mí, la llegada de ese momento en que nos convertimos en eso que ya no es adorable ni apreciado. El año en que nos convertimos en algo de lo que deshacerse». Con estas duras palabras expone lo que supone ser un ciudadano negro de clase baja, en “algo de lo que deshacerse” y confiesa que a los doce años «aprendí que el hecho de ser negra y pobre me definía más que mi inteligencia, mi optimismo o mi entusiasmo».

Situado el entorno en el que vivió la autora, en este libro de memorias nos cuenta sus raíces, su familia y la manera de relacionarse a nivel emocional, los problemas de su clase y su comunidad, y el espíritu crítico de la autora ya desde pequeña. Y en cómo conocer a su padre biológico la cambió, alguien que «les anima a perdonar, a hacer que prevalezca el amor» en clara contraposición con su familia y sus hermanos donde no se habla de los problemas ni menos aún los sentimientos, únicamente de salir adelante. Porque con el conocimiento de la existencia de Gabriel y su personalidad, su acogida, porque «yo, una niña de una familia poco dada a expresar las cosas verbalmente y menos aun físicamente, empiezo a conocer una libertad que no le había dado cuenta de que necesitaba. Empiezo a experimentar algo parecido a un hogar en mi propia piel y en mis propios músculos, en los huesos, en las venas».

La autora carga fuerte contra la administración y la política y la dejadez en solucionar los problemas que tenían, pues «sin un plan educativo y sin ninguna opción de convertirnos en dueños de nuestro propio destino o en personas con poder de decisión que contribuyeran a una economía diseñada para recompensar solo a unos pocos, lo único que nos quedaba era la cárcel o la muerte». «Para nosotros, para la población negra, el encarcelamiento masivo de nuestros padres y más tarde de nuestras madres hizo que nuestra vida fuera de todo menos segura. Casi no había adultos presentes en nuestras vidas para amarnos, criarnos, defendernos, protegernos. Casi no había nadie que nos dijera que nuestros sueños, nuestras vidas y nuestras esperanzas importaban. Así que lo hicimos nosotros mismos, como mejor supimos» porque «la educación a la que tuvo acceso la generación de mis padres no los animó a desarrollar la creatividad, a regar las semillas de la esperanza. Solo a servir».

De esta manera, el ensayo que ha escrito la autora parte de la narración de su infancia, de la infancia propia de tantas personas de la comunidad negra en EE.UU., una infancia profundamente marcada por padres ausentes, por programas sociales ausentes, por una diversidad en estudios y formación ausentes… el entorno que describe la autora es un entorno aferrado completamente al presente, al día a día, a hacer lo posible por mantener económicamente la familia, pero que también la empobrece afectuosamente entre grandes jornadas laborales y carencia de cuidados que la debilita ante la sospecha, siempre presente, de parte de la sociedad sobre la comunidad negra de clase baja y la presencia policial siempre dispuesta (y predispuesta) a detener y encarcelar a los miembros de su comunidad. Y la salvación que aparece de la mano de la familia, de la comunidad, de las asociaciones, de los movimientos como los Black Panters pero también Strategy Center, Brotherhood Sisterhood, y gracias también a la formación, siempre necesaria, de mano de autores como Emma Goldman, bell hooks, Audre Lorde, Marx…

La autora, a través de la narración de la vida de su hermano Monte y sus detenciones y condenas y la relación familiar con él y su trastorno mental, pone en evidencia todas las injusticias, todo el olvido gubernamental y el maltrato del sistema policial y penitenciario, las limitaciones, los sesgos raciales existentes en todas las esferas. Y la dejadez, el olvido, al abandono de sus derechos como persona, que expresa cuestionándose «¿Cómo se mide la pérdida de aquello que un ser humano no recibe?» Porque «una alternativa más barata que dar tratamiento a Monte es tenerlo en una habitación solo y atado (…) se reducen los costes no solo de la propia medicación, sino de vigilantes y seguramente de alimentos». La autora relata el miedo sufrido ante el abuso de la policía al entrar en su casa con el solo pretexto de una sospecha, sin pruebas, sin testigos, sin justificación. Una docena de policías apuntando con sus armas, y con su ideología. Porque cuando en una redada te esposan y detienen cuando su único argumento es que «coincides con la descripción», uno de puede olvidar las palabras de Claudia Rankine cuando afirma «no eres ese tipo y aun así encajas con la descripción porque solo hay un tipo que siempre es el tipo que encaja con la descripción». Pero la autora, ante la búsqueda de un abogado para su hermano, afirma que «me niego a dejarme intimidar. Llevo siendo activista desde los dieciséis años». (…) «En Cleveland nos enseñaron, me enseñaron, que convertirnos en líderes era nuestra responsabilidad».

Así como gran parte del libro versa sobre el sentimiento de la autora como persona negra de clase baja y oprimida a través de la experiencia sufrida por su el hermano y que, en mi opinión y a pesar de su evidente interés, no es lo que esperaba de este libro, ya en el último tramo expone los orígenes del movimiento y una lista de casos en los que ha habido abusos policiales: Ferguson, Garner… y la creación del movimiento Black Lives Matter tras el asesinato de Trayvon Martin y la absolución de su asesino. Un movimiento forjado gracias a aglutinar diferentes asociaciones que se estaban organizando a lo largo del país. Un movimiento que no se focaliza únicamente en proteger las personas negras sino también crear «un espacio en el que se potencie a las mujeres negras y donde no tengan cabida el machismo, la misoginia y el androcentrismo» así como «potenciar a las personas trans y queer». 

Este libro, más allá de las denuncias y críticas, y de la exposición clara y precisa sobre cómo se siente una persona de clase baja negra en EE. UU., es también un canto profundo a la hermandad, a la sororidad, a la red tejida entre muchísimas mujeres, personas trans y también algunos hombres en pro de una vida rodeada de solidaridad y cuidados. Y es, también y como no puede ser de otra manera, una protesta, un grito al inconformismo y no únicamente una voluntad sino también una necesidad de cambiar las cosas, porque debe cambiar, porque no hay otra, porque tal y como afirma la autora en uno de los párrafos finales del libro que sintetiza perfectamente el malestar y su reivindicación, «terrorismo es que te acosen y te vigilen simplemente por estar vivo. Y terrorismo es que te metan en una celda de aislamiento, que te tengan sin comer y que te den palizas. Y terrorismo es no poder dar de comer a tus hijos aun teniendo tres trabajos. Y terrorismo es no tener un colegio decente en el que estudiar ni un sitio adonde ir a jugar. Les diré que la verdadera libertad, la verdadera democracia, es reivindicar y alcanzar la justicia, la dignidad y la paz».


sábado, 1 de mayo de 2021

Mónica G. Prieto / Javier Espinosa: La semilla del odio

Idioma original: español

Año de publicación: 2017

Valoración: muy recomendable

Mencionada con entusiasmo en Una dacha en el Golfo, esta recopilación de artículos a cargo de dos periodistas españoles (justo en la semana que hemos de lamentar el asesinato en Burkina Fasso de dos reporteros) es uno de esos libros que confirma lo que mucho, y muchos, nos tememos: que ciertos conflictos bélicos ineludibles para ciertos políticos (ejem, la famosa foto de los Azores con Ansar despeinado) son solo el resultado de una búsqueda desesperada de pretextos para intervenir en algún punto del globo donde hacer prevalecer sus intereses que, lejos de la preservación de las libertades de los oprimidos o el restablecimiento de la justicia social, suelen ser económicos o geoestratégicos. 

Y, tal como su subtítulo indica (De la invasión de Irak al surgimiento del ISIS) ese proceso se corta en un punto que dista mucho de ser el final. O vamos a ser tan ingenuos, desde nuestros cómodos sofás occidentales, y pensaremos que todo ha acabado porque lo de Siria parece más o menos encarrilado y la pandemia ha distraído al planeta de sus quehaceres bélicos. Nada de eso, me temo. El germen, la semilla de ese radicalismo, su crecimiento, queda descrita aquí en decenas de episodios relatados por estos dos periodistas, muchos, demasiados pero así es la realidad, truculentos, detallados, crueles, pero necesarios para integrar el nudo argumental de la tragedia humanitaria resultado, directo o indirecto tras decisiones torpes que se suceden, de la gran tomadura de pelo de las armas de destrucción masiva y la intervención en Irak, un país al que USA le debía unas cuantas tras lo de Kuwait y la operación Tormenta del Desierto, un gran país y cuna de civilizaciones que tiene la desgracia de estar asentado sobre un territorio rico en petróleo. Así que el ejército USA invade el país y protege desvergonzadamente lo que le interesa, el Ministerio del Petróleo, y siembra el caos, divide a la población, entrega mazos de cartas con los líderes a los que quiere detener, da una demostración de no comprender nada de lo que ahí ocurre (las facciones religiosas, las etnias, el conflicto kurdo, la influencia de Irán) y abraza de forma atolondrada ahora un aliado ahora otro, intenta situar un gobierno títere, actúa de forma histérica y precipitada creando mitos de represión (después de Guantánamo, Abu Ghraib) detiene y masacra a cualquiera que le parece un enemigo y lo único que consigue es crear cárceles que son universidades de radicalismo, cambiar la mentalidad de quienes esperaban que se les liberara del yugo de Saddam Husein y acaban, prácticamente, echándole de menos.

La semilla del odio es, diría, un reverso de una serie como Generation Kill con sus soldados aburridos por la burocracia entusiasmados por entrar en combate. Aquí se habla de una población hastiada y manipulada por sus líderes antiguos y nuevos, de una desesperación en que cualquier ilusión de futuro arraiga, de la fácil penetración del sentimiento religioso (el opio del pueblo de Marx) como contrapartida para un presente funesto y un futuro de muy mal presagio. Una magnífica obra en la que sus autores no usan guisa alguna de héroes sino puro uniforme de reportero entregado a su profesión, sin ínfulas ni compromiso con otra cosa que contar lo que ve. Una lectura que dista mucho de ser gratificante, ligera o incluso agradable, pero es que así son las cosas.

domingo, 17 de mayo de 2020

Reseña + entrevista. Ernesto Castro: El Trap


Idioma original: español
Año de publicación: 2019
Valoración: muy recomendable

Queridos lectores: iba a devolver este libro a la biblioteca el 13 de marzo de 2020. No llegué a hacerlo porque ese día, entre otras muchas instalaciones, comercios y recintos, las bibliotecas de Barcelona se cerraron por el estado de alarma. Buena sensación me da que se interprete por estos gobernantes tan preocupados por la cultura que una biblioteca sea un lugar proclive a las aglomeraciones, pero ahí se quedó, en el mueble de mi recibidor, junto a algún otro libro, a disposición, si hubiera creído oportuno como ha sido, de revisarlo para confeccionar esta reseña. 
Hecho que os comento y que ha sido cruel. El subtítulo del libro (Filosofía millennial para la crisis en España) ya debería aclarar ahora que se refiere a la penúltima crisis. En esas ocho semanas muchos han descubierto facetas de su personalidad inesperadas, y no me suscribo en todas ellas. Hemos sabido de ERTEs, de la policía de los balcones, del enorme censo de runners, nos hemos hecho expertos en mascarillas y en geles hidroalcohólicos. El COVID 19 es un enorme dust bowl que ha cubierto todo Occidente y del cual dicen que vamos a salir mejores de lo que éramos. Menuda expectativa.
Vuelvo al libro que os comento: los estilos musicales de nuevo cuño van integrándose y dejan de generar el rechazo inicial (fenómeno muy jugoso a la hora de analizar) porque se vuelven tan omnipresentes que no aceptar su avance es condenarse a uno mismo al ostracismo sonoro, a esa especie de confinamiento consistente en oír y leer y ver aquello que sabemos que nos gusta y no salir ya de ese caparazón. Y reggaeton y trap, sus dos principales etiquetas (fusionadas bajo el muy equívoco manto unificador de música urbana) parten de esa misma premisa: primero nos metimos con su vulgaridad, con su simpleza sonora, con la unidireccionalidad de sus letras, con la actitud de sus figuras punteras, luego a medida que esos detalles se nos explican o nos abruman con su superioridad empezamos a matizar ese rechazo, a intentar comprender esa avasalladora mayoría que lo incorpora a sus gustos, ya no es una cuestión de que uno se atrinchere o se empecine en negar la evidencia, se trata, quizás, de que la esencia del melómano debería incorporar asumir ese riesgo, probar con los géneros o los estilos para configurar un criterio propio, empezar a comprender que tan borrego es uno por abrazar corrientes mayoritarias como por negar esas corrientes sin haberles otorgado el beneficio de la duda.
El Trap es un estudio profundo y estructurado que ha seguido a un montón de figuras del género, figuras que no nos serán familiares pues su acceso al estrellato (siempre un estrellato relativo) no ha surgido de los canales convencionales, hablamos de músicos con pocos medios cuyo éxito se mide en visitas en Youtube, de adolescentes que empiezan a publicar canciones a destajo, de forma precaria, acompañados por sus amigos, en videos grabados en parques o en garajes, que tienen problemas con la ley y con sus oponentes musicales, en un despliegue de relaciones de rivalidad y celos profesionales que incluso tiene a veces un cierto componente de clase (a veces el concepto de autenticidad tan propio de la escena rock se ve incorporado en este contexto), y no hablamos del glamour callejero que rodea a personajes establecidos como Bad Gyal o C. Tangana. Me cuesta asimilar que El Trap se reduzca a ser un libro sobre un fenómeno musical de enorme arraigo en su escena  local.  Creo que el libro excede, sin pretenderlo ni un segundo, esos límites, y el lector puede optar o no por curiosear en todas esas canciones de mensajes más básicos y carnales o progresivamente más intricados e universales, pero se obtienen conclusiones que van más allá. Que es la innegable existencia de una generación multilingüe, de muchos orígenes, que encuentra en esos mensajes las respuestas que otras expresiones artísticas  no han sabido darles, y que incluso su pura banalización es un fenómeno a interpretar.

Y su autor ha superado ciertas contingencias técnicas para contestar nuestra habitual ristra de impertinencias.

1. Empiezo con una cuestión un poco inquisitiva. El Trap es un libro sobre música, pero echo de menos más menciones acerca del armazón sonoro, del puro sonido, de la procedencia de las bases ¿priorizamos el mensaje verbal porque cada vez éste es más nítido y elaborado, o es una simple elección del autor?

En el libro se menciona esta paradoja de que tratándose de un libro de  música se hable principalmente de cuestiones metamusicales o extramusicales. Yo he acuñado esta expresión, la de "metamúsica de la crisis" para referirme a aquellos aspectos que, no siendo estrictamente sonoros, están vinculados, no obstante, con este género o este estilo musical particular que es el Trap: la vestimenta, el estilo en el sentido amplio, la forma de bailar... en concreto, es en el capítulo dedicado a el post-Trap, en concreto al final de la sección dedicada a Pedro LaDroga, titulada vaportrap, donde abordo este asunto de la primacía de sonido sobre palabra o de palabra sobre sonido y lo que digo es que, sí, efectivamente en España, los beatmakers han destacado por su calidad, y no obstante tienen poca publicidad, son poco reconocidos por su trabajo, a diferencia de lo que sucede con los cantantes, que precisamente porque ponen la cara, se llevan todos los honores, por ese motivo se creó ese proyecto, esa empresa, ese certamen llamado SamplerChef, donde un conjunto de DJs, de productores, toman los mismos elementos instrumentales para generar diversas bases, subrayando la propia importancia del DJ como un productor de música.Hay algunos DJs como Alizzz, el productor habitual de C Tangana, que produce sus canciones como un featuring, son canciones producidas en las que ya en el propio título aparecen los dos nombre. Yo no creo que sea una práctica habitual o común la de priorizar el sonido verbal sobre el sonido en el sentido amplio, más bien se trata de algo característico de los que nos dedicamos al trabajo de la crítica. Resulta muy difícil elaborar una crítica que no caiga en el tecnicismo musical o en la mera crónica de nuestras experiencias subjetivas cuando hablamos del sonido puro, el campo de lo filosófico está intrínsecamente vinculado con l verbalidad, con la escritura, con la palabra en última instancia, entonces cualquier comentario sociológico, filósofico, psicológico, antropológico que se quiera hacer acerca del Trap, inevitablemente va a tener que darle más importancia a aquello que es verbalizable frente a la mística del puro sonido, no es una cuestión de que el lenguaje sea más nítido o elaborado, más bien lo contrario, lo característico del Trap frente al Rap es el hecho de que haya poca nitidez y eso sea por la distorsión de los samples, sobre todo el AutoTune, y que sean letras poco elaboradas, y más bien melódicas que rítmicas.

2. También profundizando en lo musical. Me da la impresión de que ese movimiento no es una réplica a una influencia extranjera, sino una pura asimilación del uso de un instrumento de comunicación. ¿Son necesariamente músicos o más bien comunicadores?

Una de las críticas que se ha hecho a mi libro es que no tenga en cuenta el panorama internacional, y uno de los grandes malentendidos, cada vez que hago una declaración a los medios de comunicación sobre el Trap, es que algún entendido en el asunto, se cree que estoy hablando del Trap en general cuando me refiero al Trap en España, de ahí las críticas siempre superficiales, basadas en una mala comprensión de mis palabras que se me suelen hacer cuando yo digo cosas como que el Trap ha muerto en España me refiero, no en Argentina, no en Estados Unidos, el Trap como categoría epistemológica y como entidad ontológica, pero esto es demasiado largo de explicar y no es lo que tú has preguntado. Tú has preguntado si el Trap proviene de la escena musical estadounidense o más bien consiste en un uso creativo de los medios de comunicación de masas actuales, muy señaladamente las redes sociales. Yo creo que las dos cosas, una asimilación y una aculturación a las formas propias de la cultura española de tanto un tipo de sonido, el propio de la costa Sur de Estados Unidos, el south frente al east y al west y al mismo tiempo hay un uso instrumental muy inteligente de los medios de comunicación. Resulta casi tautológico, o de perogrullo, afirmar que toda forma de arte es una forma de comunicación, la comunicación se puede definir como intercambio de información entre dos o más individuos, pero es algo más que comunicación, porque hay ciertos elementos que no resultan informativos, o que son más bien ruido que información, por hablar en la terminología de la Teoría de la Información de los años 70, que sí que forman parte del Trap, entonces el Trap es una mezcla, muy peculiar, de información y ruido, que genera una entidad cultural independiente de la comunicación  o conversación entre varios individuos, entre el artista y su público, entre los productores y los consumidores, por hablar en esa terminología tradicional.

3. Creo haber leído declaraciones tuyas aseverando que la crisis del Covid 19 certifica la muerte del Trap como movimiento. ¿Cuál es tu teoría?

En mi libro, subrayo como a partir de 2017, la mayor parte de los artistas urbanos españoles, se separaron, se segregaron respecto de la categoría Trap, el cantante de grime Erik Urano dijo, de una manera muy plástica, a finales de 2016: "confirmado: el Trap es la categoría más pocha del año, por poco no le llaman Trap a todo lo que no sea música clásica". Al año siguiente, a modo de respuesta ante ese uso omniabarcante del término Trap, se llegó a llamar Trap, incluso, a la canción "Lo malo" de Aitana War en Operación Triunfo, varios artistas, empezando por C Tangana, seguido por Bad Gyal y finalmente todos los demás, se separaron de la categoría Trap para empezar a hablar de música urbana. En mi libro explico porqué me parece que esa expresión es todavía más racista, más apropiacionista, más inapropiada que la de Trap. No obstante, de modo eufemístico, yo en mi libro llamo artista urbano a todo aquel que participa de esa metamúsica de la crisis llamada Trap. A mi juicio, he aquí la defunción epistemológica del Trap. El Trap deja de ser una categoría operativa desde el punto de vista del conocimiento de un fenómeno musical en 2017, cuando los propios artistas comienzan a dejar de utilizar esa expresión, pero luego hay una muerte ontológica del Trap, que yo creo que se corresponde con la situación posterior a la conversación en el Primavera Sound entre C Tangana y Yung Beef, a mediados de 2018. Ya por aquel entonces estaba muy avanzado lo que yo denomino en mi libro el post-Trap, que no es estrictamente una música que surja después de la muerte del Trap, pues es el Trap es evidente que sigue vivo sociológicamente, sino nuevas vías musicales de experimentación, que surgen una vez que este género o estilo se convierte en el mainstream, pues en 2018 con este debate justamente, o sea, ese beef, entre Fernandito Kitkat y Antón Álvarez Alfaro, "Pucho" el post-Trap ya empieza a ser un fenómeno consolidado con figuras importantes que en los años siguientes generarían temazos, especialmente lo que yo denomino el Trap'n'b de las Islas Canarias. Entonces tenemos tres muertes del Trap. Una primera muerte, epistemológica, a finales de 2016, una muerte ontológica en la que la propia categoría se disuelve por la fusión con otros géneros y estilos como el r'n'b, el , vaporwave, el flamenco, el caso Rosalía es muy significativo, justamente fue ese verano de 2018 en que saltó al estrellato, y ha habido una tercera muerte, la actual, que es una muerte sociológica, en la que el propio Trap no ha sabido dar respuesta a la crisis en la que estamos viviendo, o si ha sabido dar respuesta, ha sido a través del cuestionamiento de su canon expresivo propio, este es el caso muy señalado de C Tangana quien, a las pocas semanas de que empezara el confinamiento, publicó un conjunto de videos en los que exponía cómo la crisis del Covid 19 le pilló de gira en México, cómo, siendo una estrella musical, pues el Covid no le importaba o le interesaba mucho al comienzo, y como poco a poco tuvo que afrontar y vérselas con el Covid 19, la muerte de parientes y amigos suyos, la separación respecto de su pareja sentimental, etcétera. Esa es la muerte sociológica del Trap a la que estamos asistiendo ahora mismo, el Trap supo dar una respuesta a nivel panhispánico, muy interesante, al fenómeno del otoño caliente que vivimos el año pasado, con las revueltas en Chile, Ecuador y Catalunya, entonces los artistas urbanos se posicionaron a favor de los que se manifestaban o, por lo menos, en contra de la policía, no ha pasado tal cosa con el Covid 19, algunos, como Cecilio G, han salido a hacer pintadas frívolamente, otros, como Yung Beef, han querido epatar a la burguesía diciendo que iban a abrir, clandestinamente, la discoteca Infierno, en Madrid, y aún otros, como Rosalía, viven en un mundo tan alejado de los mortales, que lanzaban mensajes gubernamentales con dos o tres meses de retraso, así Rosalía pedía a sus seguidores que se lavaran las manos, cuando llevábamos varias semanas de confinamiento, y la medida a tener en cuenta era entonces el uso de mascarillas en vez de lavarse las manos.

4. Al hilo de la pregunta anterior, si el Trap surge de una crisis, la del 2008, ¿qué crees que puede surgir ahora?

La filosofía, según Hegel, debe guardarse mucho de ser edificante, y yo añadiría, siguiendo premisas en realidad hegelianas, de hablar acerca del futuro. "Ni esperanza ni miedo" es uno de los lemas más importantes, seguramente, de la filosofía estoica, que yo hago propio. No me interesa mucho el futuro porque estoy bastante preocupado por vivir el presente, y realmente, aunque esto pueda parecer una boutade, no tengo ni idea, es decir, ni yo ni nadie podía prever hace un par de meses que iba a suceder algo como esto del Covid 19 y tan imprevisible será, probablemente, no, seguramente, solamente hay una seguridad, la de la imprevisibilidad, entonces tan seguramente será imprevisible el fenómeno cultural que vendrá en el futuro, cualquier pronóstico, cualquier profecía, en un mundo tan complejo como el nuestro, termina cayendo en saco roto por muy docto que sea el que hable.

5. Basándonos en esa secuencia. Crisis-YouTube-explosión alternativa de un movimiento, absorción e integración en los media y subsecuente neutralización, ¿solo queda la implosión?

Sí.

6. Jóvenes pretendidamente rebeldes usando mensajes políticamente incorrectos, escépticos con el poder, con los políticos, el Trap como nuevo punk... después de oír todos esos discos, ¿ves obras perdurables según el viejo concepto? ¿Cuáles?

La dura vida del joven rapero de Don Patricio
El mal querer de Rosalía
Ídolo de C Tangana
Los pobres de Pxxr Gvng
Adromicfms 4 de Yung Beef
Ama de casa de La Zowie
Worldwide Angel de Bad Gyal

7. En lo estrictamente literario, tu libro describe análisis sobre la evolución de ciertas figuras, que incluso integras en un análisis de perfil sociológico: hay proletariado, burguesía, violencia física y verbal, delincuencia. Pero esto no es la guerra de costas como en USA. ¿Contra quién lucha el Trap, ante qué se rebela?

Tengo que puntualizar que en mi libro no aparece ni una sola vez, o si aparece habrá sido un desliz, el término proletariado ni burguesía, aunque pueden ser utilizados, evidentemente, por algún sociólogo serio, su uso tan degradado en el presente por parte de los amateurs en sociología y de los que se la dan de marxistas, me obliga a evitar ese tipo de expresiones, siendo yo, por otro lado, bastante marxista, pero evito por todos los medios hablar de proletariado y burguesía, que me parecen categorías anacrónicas hasta cierto punto, se pueden reconstruir y fundamentar sociológicamente si se quiere, pero sería tan ridículo como intentar rehabilitar del siglo XIX, las expresiones carlistas e isabelinos y pretender que los progresistas actuales, el partido socialista y Podemos, pues son los nuevos isabelinos, y los miembros del bando conservador, Partido Popular, Vox, Ciudadanos, pues son los nuevos carlistas, pues el mismo valor le doy yo a expresiones del tipo burguesía, que se refiere a la gente que vive en una ciudad, bürgerliche Gesellschaft es la expresión que utiliza Marx para referirse a la sociedad civil y la sociedad civil, mientras que el término proletario proviene del latín los que tienen como única fuente de subsistencia a sus hijos. A día de hoy, los hijos somos una carga más que una fuente de subsistencia o en todo caso una excusa para salir del confinamiento. ¿Contra quién lucha el Trap y ante qué se rebela? Hay una lucha más bien interna, más endógena que exógena, dentro del Trap cada artista es un imperio entre un imperio, un estado dentro del estado, que está en pugna por medio de beefs, polémicas de todo tipo, etcétera, con otros artistas, yo califico al Trap no de apolítico sino de impolítico en el sentido de que, en todo caso, visibiliza una serie de cuestiones que no han sido abordadas por la política institucional, como la cuestión del paro juvenil, de la desafección respecto a la política, del uso alternativo de los cuerpos, los géneros y la vestimenta y el hábito en un sentido amplio, entonces no hay una lucha frontal contra nada, hay, simplemente, una transposición al ámbito musical de la lucha de todos contra todos en que consiste nuestra existencia.

8. Lo de la dedicatoria a DFW... ¿puedes hablar un poco sobre su influencia? (aparte de la obvia inclusión de notas al pie )

La influencia de David Foster Wallace es decisiva, no solo por 'Ilustres Raperos', que es el modelo bajo el cual está escrito mi libro, sino también porque suscribo su visión pesimista del mundo y de la ironía. Una de las cuestiones centrales de mi libro es la exposición de la teoría de la cuádruple raíz del principio de ironía, desarrollada por mis amigos de Homo Velamine (véase Ismael Crespo Amine y José Carlos Cañizares-Gaztelu, 'Ultrarracionalismo'). En el fondo, nuestra apuesta por la metaironía, como algo distinto del regreso post-irónico a los viejos prejuicios, no está tan lejos de lo que Wallace entendía por "nueva sinceridad". El hecho de que esa expresión haya sido manoseada ad nauseam por un conjunto de trepas y curadores artísticos recientes no nos puede llevar a olvidar la importante contribución intelectual que hizo Wallace, probablemente el escritor más influyente sobre mi generación. Para bien y para mal, lo queramos o no, forma parte de nuestra educación sentimental adolescente. Algún día nosotros también habremos de tirar de la soga.

9. Terminamos: convence a un señor de 55 años de la conveniencia de leer un libro así, aunque sea para comprender o indagar en la música que oye otra generación.

Yo creo que tu pregunta ya es lo bastante persuasiva como para que yo, además, añada más motivos o, por el contrario, los disuelva, pues es sabido que no hay autor más pesado ni petardo que aquel que se toma tan en serio como para recomendar su propio libro, así que en vez de recomendar mi propio libro, que no dejaría de ser un ejercicio onanista, por otro lado muy satisfactorio, creo que lo que voy a hacer va a ser, mejor, recomendar la lectura de otros libros sobre este mismo tema, hermanos gemelos del mío, principalmente la obra de Max Besora y Borja Bagunyà, con quienes presenté mi libro en Barcelona, titulada en catalán Trapologia.