Título original: 天人五衰 Tennin Gosui
Traducción: Guillermo Solana Alonso
Año de publicación: 1970
Valoración: Imprescindible
Vaya por delante que siempre da pudor reseñar una obra como esta, pero me he atrevido a realizarlo porque, de las cuatro novelas que forman El mar de la fertilidad, era esta la única que no contaba con reseña en este magnífico blog, y, llámenle afán de completitud, llámenle TOC, me parecía que era algo a solucionar. Y la novela bien que lo merece.
Por si no lo sabe usted todavía, La corrupción de un ángel es la última parte de una tetralogía desarrollada por su autor a lo largo del segundo lustro de los 60 formada por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados y El templo del alba.
¿Tiene sentido leerla sin haber leído las tres anteriores? Sí, puede ser, pero, a mi juicio, estaríamos dejando de lado información muy valiosa y probablemente acabaríamos con la sensación de habernos perdido algo.
Es inevitable abordar la obra de Mishima, y en concreto esta última novela de su vida, sin mencionar el elefante en la habitación: Tras enviar esta novela a su editor, Mishima, junto con dos compañeros de credo, y en protesta por la supuesta decadencia que estaba teniendo el rumbo de Japón, decide suicidarse. Perdónenme lo escueto del relato, pero no quiero que esto se convierta en un réquiem por Mishima ni tampoco obviar el momento vital por el que estaba pasando el escritor en el momento de escribir esta novela.
Bien, una vez dicho esto y quitado de encima, al lío: en esta novela Mishima nos ahorra las densas digresiones sobre religión y espiritualidad asiática que tantas páginas llenaban en El templo del alba y nos regala una lectura mucho más ligera, lo cual, qué quieren que les diga, agradezco: yo soy uno de esos lectores que no disfrutó para nada de esa parte del libro.
El magistrado (ahora abogado) Honda, ya en su senectud, vuelve a encontrar a una persona que cree es la reencarnación de Kiyoaki Matsugae, Isao Iinuma y Ying Chan (sí, también tiene los tres famosos lunares). En esta ocasión, el cuerpo anfitrión es el de un joven huérfano llamado Tōru Yasunaga, que trabaja en el puerto.
Honda, ahora viudo, en compañía de Keiko, durante una excursión se encuentran casualmente al joven en su trabajo, quedando Honda tan fuertemente impresionado por el carácter del joven que decide adoptarlo inmediatamente.
A raíz de eso, Tōru se muda a vivir con su nuevo padre, con los años gentilmente acomodado tras una fructífera carrera en el mundo del derecho, y descubre lo que es el lujo. Sin embargo, Tōru parece haber heredado lo peor de sus predecesores: la futilidad de Kiyoaki, la violencia y orgullo de Isao y la indolencia de la princesa Ying Chan. No es, bajo ningún prisma, una buena persona. Esto se revela en primer lugar en la manipulación de sus seres queridos, de la que, con clara psicopatía, se sirve para lograr sus fines, por muy crueles que estos métodos puedan llegar a ser.
Esta personalidad distante y agresiva se vuelve más acusada todavía con los años, al ingresar en la universidad y cumplir la mayoría de edad, llegando a chantajear a su padre adoptivo al pillarlo in fraganti cometiendo una tropelía que, de hacerse pública, podría arruinar la buena fama que tantas décadas de trabajo le ha costado ganar. Una muy reveladora charla con Keiko truncará sus planes y unos hechos inesperados nos llevan al final de la novela, donde Honda, ya muy deteriorado físicamente por la edad, decide realizar una última visita al templo de Gesshū para reunirse allí con Satoko (por menciones como esta es porque pienso que la novela es mucho más disfrutable si se han leído las tres anteriores).
Y en lo que respecta al estilo y al talento de Mishima, qué decir. Por paradójico que resulte, voy a citar un fragmento de otro libro (El templo del alba), por una parte porque me parece que en este párrafo se muestran elocuentemente gran parte de los vicios y virtudes de la forma de escribir de Mishima, y por otro lado porque releyendo esta crítica no quiero dejar la sensación de que considero a El templo del alba como inferior a cualquier otra parte de la tetralogía:
Ying Chan tenía la costumbre de concluir una pregunta con una inflexión ascendente a la inglesa. Sus últimas sílabas evocaban en Honda las colas violentamente retorcidas de las serpientes doradas en los extremos de los tejados de los templos tailandeses, cubiertos de rojas tejas chinas y que parecen alzarse hacia el cielo.
Cautivador, ¿verdad?
Otras obras de Yukio Mishima en ULAD: aquí
Firmado: EPS
2 comentarios:
Muy buena reseña!! Quisiera hacer una consulta.. estuve buscando en el blog alguna reseña de Sillanpää pero no logré encontrar nada, quizás lo escribí mal en el buscador? Sería agradable una reseña de alguna de sus obras (que no sea Silja). Saludos y muchas gracias!!!
Gracias Anónimo.
Pues creo que lamentablemente aún no tenemos nada reseñado de Sillanpää, pero todas las recomendaciones se agradecen y se tienen en cuenta :)
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