martes, 5 de abril de 2022

Marise Condé: Yo, Tituba, la bruja negra de Salem

 Idioma original: francés

Título original: Moi, Tituba sorcière... Noire de Salem

Año de publicación: 1986

Traducción: Martha Asunción Alonso

Valoración: digamos que recomendable

El conocido fenómeno de caza de brujas, con cientos de miles de personas acusadas y, en mucho casos, ejecutadas, se extendió por buena parte del mundo cristiano durante la Edad Moderna, pero tuvo lugar, sobre todo, en ciertos países europeos; sin embargo, es probable que el proceso más célebre, Broadway y Hollywood mediante, sea el que se produjo en Salem, Massachussets, en 1692. Entre los cientos de vecinas/os acusadas y decenas de condenadas (mujeres, pero también hombres) destaca, aunque posteriormente no se sepa mucho de ella, la figura de Tituba, una esclava negra oriunda de Barbados que  pertenecía al pastor Parris, en cuya casa comenzó a formarse todo el pitote, con la supuesta "posesión diabólica" de su hija y su sobrina.  Pocas dudas podía haber de     que Tituba, por su condición marginal y exótica, sería una de las primeras sospechosas de practicar la brujería, cabeza de turco en un pandemonio (nunca mejor dicho) en el que se mezclaban malevolencia, superstición, histerismo y rencillas vecinales.

Esta novela, como deja claro ya desde el título, recrea, en primera persona, las posibles memorias de Tituba, desde su infancia como hija de una esclava rebelde, su educación a manos de una "bruja" o más bien curandera, cómo acabó en Salem junto a su marido, John Indien... y también el enrarecimiento del clima social en esa localidad de puritanos, cuando un grupo de niñas comenzaron a fingir haber sido embrujadas... Todos estos acontecimientos y situaciones ocupan la primera parte de la novela, supongo que en su mayor parte , frito de la imaginación de su autora, mientras que la segunda se refiere al proceso por brujería en sí, del que existen multitud de datos, estudios y, sobre todo, las propias actas judiciales -de hecho, hay diálogos que son transcripciones literales de las mismas-; sin embargo, Condé dedica también muchas páginas a elucubrar sobre el destino de la protagonista tras ese proceso y pergeñar sus sentimientos, sueños y reflexiones. Todo esto, junto a cierto "cameo" literario n un momento determinado, resulta, en mi opinión, las partes más forzadas de la narración, que funciona mejor cuando se limita a los hechos más o menos conocidos e incluso registrados. Por no olvidar el elemento fantástico, y en concreto espiritista que también tiene gran importancia en la novela. Ojo, que no digo que todas estas elucubraciones sobre reflexiones o sentimientos no sean pertinentes en una novela en forma de supuestas memorias, pero el tono resulta a veces poco ajustado con el resto de la historia. Ya puestos, señalará que otro punto que me resulta algo discordante es que , en un par de ocasiones, en la novela encontramos unos saltos narrativos algo bruscos, como si se hubieran eliminado de allí algunas páginas por la vía rápida, no sé si por cuenta de la autora o de la editorial (me refiero a la original francesa, claro, no a Impedimenta).

Sin embargo, todas estas pegas no dejan de ser menores ante la potencia e intensidad de la historia y su personaje protagonista, así como de los múltiples asuntos que salen a colación: por supuesto, el racismo y el drama de la esclavitud africana, pero también el antisemitismo, la posibilidad de convivencia entre religiones y culturas distintas, el patriarcado que impone un preeminencia masculina en la sociedad, la espiral de recelo y acusaciones venenosas que se puede imponer en una comunidad enferma de fanatismo... Todo ello con un estiloquizá no siempre tan incuestionable como se podría suponer a una sempiterna candidata al Premio Nobel (aunque también lo es Houellebecq, y ya véis...), pero sí resulta de lo más pulcro, vigoroso y, sobre todo, eficaz para contar la vida de una mujer olvidada en un recoveco de la Historia pero que ejemplifica a la perfección la desdicha y dignidad de su pueblo y reividica la cultura afro-antillana, que es también la de Maryse Condé.

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