lunes, 18 de abril de 2022

Maxim Ósipov: Piedra, papel, tijera

Idioma original: ruso

Título original: КаменЬ, ножuцЫ, бумаƨа

Año de publicación: 2019

Traducción: Ricardo San Vicente

Valoración: está bastante bien

Puede que no corran los mejores tiempos para ser sospechosos de rusofilia, siquiera por publicar una modesta reseña de un libro escrito en la lengua de Pushkin y compañía,  pero, en fin, a estas alturas, cuando ya hemos reseñado a un trillón de autores rusos, desde el propio Pushkin, Tolstoi o Dostoyevski, hasta mi querido Dovlátov,pasando por Ajmátova o Ilf y , creo que ya no tenemos remedio... De todos modos, para tranquilidad de los detractores de Putin (y rabiña, espero,  de sus admiradores), comentaré  que Maxim Ósipov, el autor del libro que nos ocupa hoy, no se cuenta, precisamente, entre los defensores del autócrata del Kremlin de tan acertado nombre y, de hecho, cuando comenzó la invasión de Ucrania tuvo la precaución de darse el piro de Rusia, suponiendo, seguramente con acierto, que su posición crítica a ese y otros  respectos le acarrearía problemas (por cierto el que uno de los cuentos del libro parece ser una crítica, bastante evidente, de su régimen).
Vayamos al turrón: este libro, de tan lúdico título (aunque ya aviso de que no van por ahí los tiros) está compuesto por varios relatos, aunque alguno tan extenso y complejo que podría considerarse eso que llaman una nouvelle. Casi todos los relatos transcurren o tienen su origen en la Rusia y aledaños de la época post-soviética o, mejor dicho, los protagonistas son todos ciudadanos ex-soviéticos, obligados a adaptarse, con mayor o menor fortuna, a una nueva realidad capitalista, individualista, en la que la religión ha cobrado una inusitada importancia y que, eso sí, sigue dominada por una "élite" política y económica, de forma más o menos (sobre todo, menos) democrática. Así, encontramos a una serie de personajes  variopintos: desde la cacique de una ciudad de provincias y su empleada tayika a un geógrafo metido a pope; de un exitoso financiero que trata de ampliar sus horizontes  a unos emigrantes que han prosperado en EEUU. También una prestigiosa violinista, algo fantasiosa, una actriz con demencia senil o las hijas de un antiguo miembro de la  KGB...

Casi todos los personajes son individuos más perdidos que el proverbial pulpo en un garaje o que pensaban tener claro su camino hasta que alguna circunstancia les obliga a asumir que para nada... En cualquier caso e incluso cuando se trata de personajes más secundarios, Ósipov demuestra gran perspicacia para entender el corazón de las personas y una enorme humanidad para explicar y aceptar sus errores. En algún momento se podría colegir que esta comprensión y bonhomía -incluso compasión- del autor hacia sus criaturas se deben a la influencia de algún tipo de espíritu religioso; ya digo que es un tema que aparece en más de uno de los relatos... Ahora bien, en el que lo hace de forma más clara, Cual ola del mar, protagonizado por el geólogo metido a sacerdote ortodoxo, el padre Sergui, tampoco se diría que Ósipov parece muy convencido de que el tipo ha tomado la decisión correcta. Y en Piedra, papel, tijera, que da título a la recopilación, se explica, de forma respetuosa y se diría que ecuánime, los pormenores esenciales de la doctrina islámica,  que tampoco es que entusiasme  demasiado al escritor. Es más, en general, se diría que los personajes asisten con cierta perplejidad el renacer religioso tras la implosión de la URSS. 

Más bien, creo yo, esta actitud comprensiva y conmiserativa se debe a que la narrativa deeste autor se inscribe y continúa (salvando todas las distancias, claro) cierta corriente literaria rusa cuyos máximos exponentes serían Gógol o, sobre todo, Chéjov; al igual que ellos, Ósipov no puede dejar de empatizar con su prójimo incluso en sus momentos de estulticia y desconcierto. Cierto que, pese a esa influencia -también es verdad que me lo puede haber parecido a mí ante la profusión de patronímico y de escenas costumbristas-, aún cuando la calidad de su prosa es innegable, carece de la maestría de esos grandes maestros del relato. Algunos de los cuentos de Ósipov, pese a que comienzan de manera interesante, a partir de un momento dado pierden el brío y discurren de una forma lenta y melancólica, incluso, en algún caso, a trompicones. Otros, sin embargo no pierden el nervio narrativo y por eso (o por lo que sea), son los que me han gustado más: la historia de una joven y desventurada pareja en El Complejo, la de la joven triunfadora que se encuentra con su hermanastra alemana de En el Spree  o Buena gente, sobre una veterana actriz aquejada de Alzheimer. Los demás relatos, sin carecer, en absoluto, de una calidad para nada desdeñable, no me parecen a la altura de éstos o quizá, simplemente, su intención se diluye entre los meandros de las muchas explicaciones que nos da Ósipov sobre sus, sin duda, apreciados personajes.

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