Año de publicación: 1998
Traducción: Raquel Vicedo
Valoración: Muy recomendable
Una docena de textos de fuerte carga autobiográfica en los que se mezclan el relato "puro", la crónica o el diario personal constituyen este "Los chicos de mi juventud" de la norteamericana Jo Ann Beard. Volvemos, por tanto, a hablar de autoficción y quienes nos leéis con asiduidad ya conocéis mis reparos hacia este tipo de textos. Hay excepciones, obviamente, pero siempre ligadas a la capacidad de proyectarse del yo al nosotros. Una de ellas, y esto no es más que una referencia que pueda servir de ayuda, es la magnífica primera parte de "Apegos feroces" de Vivian Gornick, con quien "Los chicos de mi juventud" guarda ciertas semejanzas.
En el caso de Beard, los doce textos que componen el volumen recorren la infancia, juventud y madurez de la autora y las diferentes relaciones (o más bien cómo evolucionan esas relaciones a lo largo del tiempo) que se establecen con padres, hermanas, amigas, parejas y demás familia. Además de la ya mencionada proyección "hacia afuera", tres son las palabras clave que soportan el volumen y hacen de él algo muy recomendable: delicadeza, belleza y distancia. La acertada combinación de esos tres factores hace que los textos posean una triste belleza melancólica sin caer en la tan manoseada nostalgia.
A veces son los recuerdos de infancia, como en "Vacaciones en familia", "Bonanza", "Detrás de la mosquitera" o en los magníficos y amargos "Intimidación parental" y "La hora familiar", la base para ofrecer una mirada diferente a la cotidianeidad del mundo adulto.
Nunca me di cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, aunque estuviera escrito en sangre
En otras ocasiones, como en "Primas" o "Los chicos de mi juventud" es la adolescencia o la juventud el marco elegido para construir relatos de carácter más iniciático.
Soy demasiado grande para sentarme en el regazo de nadie, se me han dormido las piernas y ahora tengo a un abuelo en el corazón
Por último, la madurez (pongamos de los 25-30 en adelante) es el momento vital en el que se sitúan "Coyotes", "El cuarto estado de la materia" y "La espera" (para mi los mejores textos del conjunto), en los que vida y muerte se entrelazan para ofrecernos los más sobrecogedores momentos.
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