Año de publicación: 2008
Valoración: bastante recomendable
A la espera de una sucesora formal de su brillantísima La uruguaya, y he de decir que sin demasiado énfasis en poner de relevancia tal condición, Asteroide recupera una antigua novela de Mairal y nos presenta esta Salvatierra, quizás algún escalón por debajo, aunque (y añadiría aquí Una noche con Sabrina Love) guardando un cierto paralelismo estructural que consolida a Mairal como un novelista de fuerte personalidad que sabe respetar (espero que @cosasmichel no se me enfade por la algo irreverente comparación), como cierto escritor francés, un perfil de personaje principal, pero para el que este es una especie de plantilla desde el que establecer y desarrollar historias sin pretensiones aparentes pero que, habilidad reservada a pocos escritores, se yerguen como más que la suma de sus partes y acaban alcanzando hechuras clásicas aunque teñidas de detalles y referencias contemporáneas. Novelas cortas, de estilo impecable que podría uno estar tentado de denominar como minimalista, pero eso sería un planteamiento reduccionista. Mairal dice en todo momento aquello que quiere decir, pero de la visión conjunta de sus novelas (con tres leídas, pronto diré que "su obra") y en cada una de ellas siempre se sale con la percepción de que hemos recibido un mensaje subliminal.
Salvatierra cuenta la peripecia de Miguel Salvatierra, que recibe, junto a su hermano y a la muerte de su padre, una curiosa herencia: su padre, pintor, ha ido conformando, a lo largo de su vida, una pintura "en serie" que ha ido acumulando en rollos, que suman centenares de metros, cada uno de ellos correspondiente a un año de su vida, obra artística que viene a ser un testimonio de su existencia a la vez que una especie de legado crónico a sus descendientes. Pero Miguel descubre que hay un salto en esa cronología: falta el rollo correspondiente a un año. Y decide, mientras encarga que el resto de las obras sea digitalizado, iniciar una pesquisa individual (Saer, claro, es una influencia en esos parajes ribereños) con el objetivo de averiguar el sentido de ese vacío que, se revelará, no es casual. Viaja, se entrevista con antiguas amistades, indaga, pregunta, duda, intuye.
Y estas pocas líneas de somera sinopsis son, valga la comparación, un lienzo desde el que Mairal ejecuta un - otro - certero análisis de la personalidad: hombres de todas las edades que se desplazan a la búsqueda de algo que los resuelva. Cuyo desplazamiento puede representar una apuesta que puede ganarse o perderse, pero que necesitan encontrar sus certezas lejos de su entorno habitual. Quizás tanta explicación resulte ingenua o superflua. Lo que hay que hacer con estas novelas es experimentarlas: su prosa fluida y natural, sus sorpresas ocultas, su renuncia a la aparatosidad, en ese desconcertante universo literario donde lo simbólico y lo abrumador no parecen encontrar puntos de equilibrio, Pedro Mairal lleva unos años consiguiéndolo.
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