Idioma original: español
Año de publicación: 2008 (recopilación de textos desde 1969)
Valoración: bastante recomendable
La historia de Andrés Caicedo y su mito dentro de las letras colombianas es breve e intensa. Una producción a un ritmo vertiginoso y un suicidio a los 25 años, porque cualquier fase posterior a la infancia no merecía la pena ser vivida. Un apetito voraz por la lectura, por la música (que protagoniza el título de su obra más célebre) y por el cine, aficiones las tres que se filtran en los relatos de esta recopilación de diversas fechas, empezando por 1969 donde un escritor de prodigiosa madurez ya muestra un aplomo narrativo y una capacidad de transmisión que, en este caso se circunscribe a textos situados en un entorno de aires ligeramente costumbristas, como si estuviera avanzando los textos de barrio de escritores como Junot Díaz, sin la intertextualidad, mejor dicho, sin una intertextualidad explícita, porque aquí el protagonismo es cedido, al menos esa sensación desprende el conjunto, por los protagonistas de carne y hueso al escenario físico, que es la ciudad de Cali, tierra del escritor en la que transcurrió su corta existencia.
Y en ese escenario se ubican relatos escritos desde los 18 años, en los que va aflorando la efervescencia de una ciudad vivaz, extrema, bulliciosa, repleta de una sensualidad no explícitamente carnal ni tampoco de una violencia estereotipada. La perspectiva de Caicedo es aguda y a la vez ácida pero no creo que haya que recurrir al tópico de la precocidad. Algunos relatos iniciales pueden parecer meros ejercicios de estilo en que no falta cierta ingenuidad. En otros ya se apunta una evolución: los relatos dejan de usar la primera persona y empiezan a combinar diferentes voces. Conjugan angustia y desazón tardoadolescente con curiosos arrebatos de erudición, con Caicedo dejando desfilar todos los nombres que conforman sus influencias, no siempre, como apunté del ámbito estrictamente literario. Ahí es un adelantado a su momento, solo se me ocurre Cortázar como ejecutor de relatos donde elementos de la cultura contemporánea irrumpen de forma constante. Otro elemento determinante es el uso del caleño, repleto de modismos y contracciones que no siempre son amables con el lector ajeno a sus giros: alguno de esos cuentos se me ha hecho difícil de seguir y culminar. Pero imposible mostrarse opaco a tanto talento: Caicedo sería ahora un autor en edad de pleno rendimiento literario y prefirió, fiel a los postulados, vivir rápido y dejar un bonito cadáver. Cuestión que hay que lamentar pero que, a tenor de su profusa obra y su determinación, parece obedecer a un plan, y eso hay que respetarlo.
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