Título original: Le siècle du populisme
Año de publicación:
2020
Valoración: Muy recomendable
Desde hace algunos años, la palabra populismo
se ha incorporado al vocabulario de los medios y hasta se adueña de
conversaciones más o menos eruditas y charlas de sobremesa. La palabreja puede
sonar a novedad para unos o, por el contrario, haber quedado relegada a estadios
muy primitivos de la civilización cuyos ecos caudillistas hasta que empezamos a
encontrarla en todas partes no creíamos que se nos parecieran en nada. Encontrar
un título así, y que además sea de reciente edición, produce, más que curiosidad,
la irresistible tentación de leerlo para aclararnos las ideas de una vez.
Rosanvallon no defrauda a este respecto aunque tampoco es que ofrezca una guía
para entender la actualidad política, más bien nos sumerge en análisis históricos y teóricos, y será el lector quien deba extraer sus conclusiones. Empezando por
el propio término: desde el principio se nos advierte de que se trata de una “palabra
de goma”, es decir, tan moldeable que puede servir para usos múltiples, que
incluso bien utilizada ha servido para designar a muy diferentes realidades
históricas y que, desde luego, tiene connotaciones peyorativas, incluso
estigmatizadoras, no siempre aplicadas con justicia. Su aterrizaje en el
vocabulario actual se justifica porque “de
manera vaga y forzosa a la vez, ha respondido a la necesidad de utilizar un
nuevo lenguaje para calificar una dimensión inédita del ciclo político que se
abrió al iniciarse el siglo XXI”.
La obra no utiliza un lenguaje cotidiano precisamente ni existe ninguna
cercanía con el lector, se trata de un texto científico que quizá disuada a los
seguidores de ensayos literarios. Es cierto que requiere algo de esfuerzo, pero
tampoco es excesivamente críptico; está pues al alcance de cualquiera que se
interese por cuestiones actuales o guste de análisis teóricos sobre asuntos
sociales y/o políticos.
Empezando por lo práctico, su éxito electoral se debe a un escenario
globalizador que ha acabado indignando a quienes se sienten relegados e
invisibilizados, personas a quienes se les ha arrebatado una identidad y por
tanto la posibilidad de pertenecer a un grupo social perfectamente definido.
Dicho de otra forma, la brecha cada vez mayor entre sociedad y clase política y
los diferentes contornos de izquierda y derecha en el contexto actual provocan incomodidad,
rechazo y búsqueda de alternativas que den respuesta a los nuevos interrogantes.
Esto implica que el populismo sea reconocido “como la ideología ascendente del siglo XXI” ya que se trata de “una forma de respuesta a los conflictos
contemporáneos” surgidos de un cambio radical en las relaciones laborales y
que se traducen en un abstencionismo en ascenso. Surgen, además, nuevos
conflictos, como los territoriales, relaciones hombre/mujer, así como nuevas
identidades y sentimientos discriminatorios, que han superado con mucho el
antiguo, y mucho más simple, escenario de la lucha de clases que habíamos
conocido hasta ahora. Las demandas han cambiado radicalmente y la
transversalidad es un hecho que hay que asumir. En palabras del autor:
"Hay populismo cada vez que el orden social es vivido como esencialmente injusto y que se apela a la construcción de un nuevo sujeto de la acción colectiva -¿el pueblo?- capaz de reconfigurar ese orden en sus fundamentos mismos.”
De ahí la clara distinción entre un sujeto “ellos” y un sujeto “nosotros”
unido a un fuerte componente emocional. Por un lado se acusa a los gobernantes
de haber dado la espalda a los auténticos problemas de la gente (pueblo), por
otro se tiene muy en cuenta ese 1% de la renta de unos pocos privilegiados en
oposición al 99% del resto de la humanidad. Tampoco son ajenos a estas
transformaciones la corrupción política y el rechazo a una inmigración que se
asume como usurpadora del legítimo derecho al trabajo. Lo que se busca con esta
llamada al cambio es, ni más ni menos, que la regeneración democrática mediante
el incremento de las consultas a la población (referéndums), una mayor
redistribución de la riqueza y la agrupación en torno a la figura del líder que
en sí mismo encarnaría al denominado pueblo
(aquí se menciona explícitamente a Trump), se cuestiona la eficacia actual
de los partidos, se reclaman soluciones separatistas, se aplaude la instalación
de fronteras físicas entre países y se rechazan instituciones, autoridades y
grupos de influencia no elegidos democráticamente (Unión Europea, tribunales
constitucionales, jueces). Todo este clima se refuerza muchísimo si va
acompañado por ideas conspiratorias y por las consabidas fake news. La cuestión del referéndum como herramienta política de
índole popular es analizada con bastante detalle. El autor apoya su utilización
moderada, ya que abusar de ella nos llevaría a una serie de decisiones
incoherentes e incompatibles con un desarrollo lógico de los acontecimientos
que afectan a la población.
En un mundo globalizado, en el que ha desaparecido la oposición simplificadora Este-Oeste, donde las guerras, actos terroristas, crisis financieras etc. se multiplican produciendo sentimientos de angustia y desconfianza, no es extraño que afloren respuestas que intentan enfrentar los nuevos retos. Rosanvallon distingue entre populismos de derecha y de izquierda, también estudia con bastante detalle lo que en cada momento histórico se ha entendido como tal, su puesta en práctica, los personajes que adoptaron las diferentes soluciones políticas (durante la revolución francesa, ilustración, siglo XX) y las zonas del planeta donde estas tuvieron lugar (alguno países latinoamericanos, de Europa del este o Rusia) en un interesantísimo viaje por la teoría y práctica del muy diverso movimiento populista, incluyendo etapas previas a la adopción del término.
Traducción: Irene Agoff
8 comentarios:
Muy buena reseña, compañera.
Si no he entendido mal, el libro ofrece un análisis teórico e histórico del populismo, pero no aplica ese marco interpretativo para abordar la actualidad política. Supongo que darle las herramientas para hacerlo al lector favorece una cierta imparcialidad del autor con lo que respecta al presente, lo cual es bastante agradecido en una obra de este tipo.
En la era de la democracia la política es de masas, así que el populismo está presente en mayor o menor medida en todos los partidos y movimientos sociales. Decía Lincoln que la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, lo que no deja de ser una formulación populista. En España, el partido “popular” se declara anti populista, cuando en realidad debería decir anti-izquierdista. Este partido, de hecho, siempre ha tenido un componente populista, nacionalista y españolista muy claro. Su antecedente Alianza Popular se proclamaba explícitamente populista. Pero si acotamos más el terreno, lo que hoy entendemos por populismo se define por el anti-liberalismo, el rechazo en mayor o menor medida de la democracia representativa, acusada de elitista, oligárquica y despreocupada de los intereses del “pueblo”, que para los populistas son únicamente sus seguidores y nadie más. El populismo será tanto más populista cuanto más antiliberal sea. El populismo es democrático, pero rechaza las instituciones parlamentarias, la mediación de los políticos profesionales y los procesos electorales regulares. Al populismo le encanta el referéndum, como a las dictaduras, el todo o nada, el no compromiso y la división del espacio político en buenos y malos. Los males del populismo no son algo accidental sino que se derivan de su propia esencia ideológica y de su manera de hacer política. Si se cree que la política es una actividad total, no limitada, que todos deben participar en ella, que frente al pueblo populista que encarna la nación está el mal de la casta que es la antipatria, y que los mecanismos institucionales y legales tradicionales son despreciables, se abre camino al tumulto, el caudillismo, la acción directa y el abuso de poder. Se debe tener en cuenta que el populismo es la redefinición del fascismo después de la derrota de la Segunda Guerra Mundial. El populismo es una especie de fascismo democrático, pero su origen se nota, y cómo. El primer populismo postfascista es el peronismo argentino. El año de su configuración es elocuente: 1945.
Un cordial saludo.
Hola Oriol Este tipo de ensayos, al menos los que me he encontrado yo, suelen ser algo repetitivos. No ea el caso de este, ya que en menos de trescientas páginas mete un montón de información. En la parte teórica pone ejemplos actuales o de hace relativamente poco, como Chavez y otros dictadores latinoamericanos, también habla de Europa, pero en la actualidad apenas entra.
Yo lo he visto más bien como el preámbulo para leer otros análisis que traten el tema desde un punto de vista más actual y práctico.A quien le interese, claro, pero después de leerlo apetece saber mucho más.
Hola Montuenga:
Por qué calificas a Hugo Chávez de dictador? Llegó al poder en elecciones limpias y cuando le tocó perder aceptó la derrota. Aún hoy después de todos los intentos de EEUU y aliados para desestabilizarlo el chavismo sigue ganando elecciones.....
Saludos
Exacto. El populismo no es antidemocrático. Antes Chávez y ahora Maduro no son dictadores. Ganan elecciones; a veces, con amplias mayorías. El primer gran populista latinoamericano, el coronel Perón, ganó de calle todos los procesos electorales a los que se presentó; y fue derribado en 1955 por un golpe de Estado. El peronismo que él fundó sigue siendo el movimiento político más votado en Argentina, en todas sus variantes. Los populistas son antiliberales, pero no forzosamente antidemócratas; en general, se legitiman por las urnas (Bush, Erdogan, Orbán). Su legitimidad democrática es indiscutible la mayor parte de las veces. Otra cosa distinta es cómo ejercen ese poder conquistado democráticamente. Suelen ejercerlo de manera sectaria, autoritaria, arrinconando a la oposición etc. Los populistas siempre abusan del poder; pero el populismo no es en absoluto sinónimo de dictadura. Además, ya se sabe que todo lo que molesta al imperio y sus terminales mediáticas, tontos y paniagudos es "dictadura." Curiosamente, estos defensores de la democracia nada tienen que decir de la mayor dictadura jamás conocida, la de China. Qué cosas.
Saludos.
Hola Gabriel. Muy buena pregunta. Puede que tengas razón, eso tendría que contestarle un politólogo, preferiblemente nacido en el continente americano o especialista en esa zona concreta.
No sé si el triunfo electoral es el único requisito para que haya democracia, lo que sé seguro es que muchos regímenes totalitarios han empezado ganando elecciones. ¿Es lo mismo totalitarismo y dictadura? No lo tengo claro. (SIGUE)
La Wikipedia define la dictadura así:
DICTADURA. "Régimen político en el que una sola persona gobierna con poder total, sin someterse a ningún tipo de limitaciones y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad."
No dice nada de elecciones, pero, INSISTO, no estoy defendiendo que lo haya sido, no soy especialista, hay gente que considera que lo fue y gente que piensa que no. Todo mi respeto a unos y a otros. (SIGUE)
Lo que parece indudable es que Chávez fue populista. Un régimen populista es el que cree que encarna al pueblo, a todo el pueblo, como si no hubiera diferencias entre la población. Y como el pueblo, según está doctrina, siempre tiene razón, el gobernante populista estará legitimado para cualquier decisión que tome. Copio un párrafo del libro:
«Cuando yo los veo –dijo a las multitudes reunidas en los mítines–, cuando ustedes me ven, yo siento algo que me dice: “Chávez, ya tú no eres Chávez, tú eres un pueblo. Ya no soy yo mismo, soy un pueblo y soy ustedes, es así como lo siento, me he encarnado en ustedes. Lo he dicho y lo repito: Somos millones de Chávez; tú también eres Chávez, mujer venezolana; tú también eres Chávez, soldado venezolano; tú también eres Chávez, pescador, agricultor, campesino, comerciante. Porque, Chávez, ya no lo soy. ¡Chávez es todo un pueblo!”» Renacía de este modo la vieja idea de una representación-espejo."
A mí esto no me parece muy democrático, aunque tampoco afirmo que" dictadura"sea la palabra correcta. Tengo dudas, pero la duda es muy sana. De esos que se creen siempre en posesión de la razón me alejo todo lo que puedo.
Saludos cordiales
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