sábado, 8 de junio de 2019

Rob Sheffield: Vives en las cintas que me grabaste

Idioma original: inglés
Título original: Love is a Mix Tape
Traducción: Carles Andreu
Año de publicación: 2007
Valoración: está bien

Los que tenemos cierta edad, tampoco mucha, creo, recordamos con nostalgia la época en que hacíamos recopilatorios en cintas de casete, seleccionando con cuidado un conjunto de canciones que nos gustaban. Algo parecido le ocurría al autor de este libro, columnista habitual de Rolling Stone, pero en este caso es algo mucho más triste: su mujer murió joven y, revolviendo cajas viejas, encuentra una cinta con títulos de canciones escritos a mano por ella. Y lo que ocurre en estos casos, solo hay que escuchar de nuevo esas canciones para que los recuerdos vuelvan, como si siempre hubieran estado ahí, esperándonos.

Porque, seamos honestos, ¿quién no ha grabado alguna vez una cinta con sus imprescindibles a la chica/o de nuestros sueños, tras horas de estudioso análisis sobre qué incluir y qué no, en tan limitado espacio? (Millenials, la tecnología del presente os ha quitado este placer, ¡que lo sepáis!) ¿Quién no ha hecho una recopilación de canciones para alguna fiesta, o para momentos adrenalínicos, para una velada romántica o incluso preparando un largo trayecto en coche? La nostalgia invade esos momentos de laborioso trabajo, para grabar una cinta de casete con esa doble pletina que sería nuestra salvación, con la cuál grabaríamos esa recopilación perfecta, encajando canciones, seleccionando el número de ellas para que en esos limitados minutos cupiera todo aquello que pretendíamos. Pero centrémonos, que los recuerdos me llevan por caminos interminables.

El autor parte de esa cinta encontrada para hablarnos de su vida y la que tuvo con su mujer, una relación vinculada inexorablemente a la música, formando un trío inseparable. El autor lo confirma afirmando, claramente, que «no teníamos nada en común, más allá de nuestra pasión por la música». Ambos apasionados por la música, ambos críticos de rock, escribiendo sobre música y participando en ella, pinchando canciones en emisoras locales. «Siempre había más música genial que tiempo para escribir sobre ella» (algo que, respecto a los libros, podríamos afirmar todos y cada uno de los miembros de ULAD, o también respecto a la música en nuestro blog hermano UDALS).

Por ello, en este libro autobiográfico hay muchísimas referencias a grupos musicales, pues aparecen The Replacements, Big Star y su «Thirteen» (¡cómo no!), The Smiths, Rolling Stones, Nirvana, Green Day, Bowie, REM, The Beattles, Marvin Gaye, Elvis Costello, Van Morrison, Bob Dylan, Roxy Music, Madonna, Ryan Adams, Garbage; el autor habla también de los inicios de su adolescencia escuchando Led Zeppelin, Van Halen, Fletwood Mac, Meat Loaf, Aerosmith,  Lou Reed, Simply Red, Prince, Elton John... a los que, más adelante, seguirían los Lynyrd Skynyrd, Tom Waits, Beach Boys, Matthew Sweet, Red Hot Chili Pepers, Dexys Midnight Runners, Morrissey, Teenage Fan Club, y una lista interminable de grupos que a buen seguro muchos de los amantes de la música conocemos y ligamos directamente a nuestra propia vida.

El autor estructura el libro en clave retrospectiva y en orden cronológico, separando los capítulos en los sucesivos años y en las cintas que grabó en cada uno de ellos. A partir de esas canciones, reconstruye la historia de su vida y, en ese aspecto, la música lo pone fácil, pues coincido totalmente con el autor cuando afirma que «nada te conecta tanto al momento como la música». Es algo inevitable, siempre recuerdas dónde y con quién escuchabas esas canciones que te marcaron, especialmente (diría yo) en la adolescencia. No sé si seguirá siendo así en los jóvenes actuales, donde las cintas han sido sustituidas por listas de reproducción en plataformas como Spotify o Youtube, donde los grupos viven de sus singles y no de sus álbumes, unos álbumes que escuchábamos de manera repetida, una y otra vez, hasta sabérnoslos enteros, pues la oferta musical estaba íntimamente limitada a nuestros recursos económicos y la radio. Y esa limitación convertía el placer de escuchar música, nuestra música, en algo especial. Me gustaría creer que aún pasa eso, que aún esas personas que han descubierto la música en época digital sienten lo que nosotros, que la música llena sus vidas como hizo con las nuestras. Y mientras pienso eso, me doy cuenta que nos vamos haciendo mayores, pero... ¡qué bien lo pasamos!.

Lamentablemente, la historia que narra el libro no engancha. No sé si es por sus múltiples referencias a grupos musicales (no creo que sea el caso, adoro «Alta fidelidad», de Nick Hornby) o si es que la disrupción temporal de una historia narrada a base de recuerdos puntuales hace que la historia no atrape, pues uno pierde hilo, pierde sintonía y pierde conexión. El caso es que la narración es altamente distante, y uno va leyendo casi sin interesarse por su historia, únicamente por su música, e intentar encontrar en ella aquellas referencias que le trasladen a sus propios recuerdos, a su propia vida. Le falta emotividad, le falta sentimiento, y le falta capacidad de transmitir, a pesar de la tragedia narrada; únicamente encontramos algo que nos conmueva en la parte final, donde habla de la pérdida y lo que significa, lo que se lleva de nuestras vidas. En esa parte sí creo que el autor encuentra el tono narrativo esperado.

Por todo ello, finalizado el libro uno se queda con la sensación de que, a pesar de que el autor nos narrara esa parte de su vida, conocemos más bien poco sobre cómo es él, y cómo era ella, qué pensaban y sentían, y sabe mal, pues en un libro con una historia tan traumática y orientándolo de la manera en la que lo hizo el autor, parecía interesante y, sinceramente, esperaba bastante más, pues a excepción de algún momento puntual, deja bastante indiferente. Al final, más allá de alguna interesante reflexión puntual sobre la vida y la muerte, lo que esta lectura nos aporta es un conjunto de referencias a grupos musicales que, si bien tienen incidencia en la historia del protagonista, uno acaba el libro pensando no en el autor y su experiencia, sino en cómo esos grupos afectaron a nuestra propia vida y cómo siguen haciéndolo, cada día, y que nunca nos falten esas canciones que nos conmuevan y nos hagan sentir vivos, componiendo la banda sonora de nuestras vidas.

19 comentarios:

Koldo CF dijo...

La de cintas que habremos grabado! Y con los grupos que mencionas:TFC, Matthew Sweet (qué bueno es!), Pulp, Blur, Superchunk...
En fin, la pena es que el libro no parezca estar a la altura de la música. Aún así, si lo encuentro en la biblioteca, cae fijo!

Marc Peig dijo...

¡No hace falta que lo jures, Koldo! Eso era nuestra vida… y sí, Mathew Sweet y su inmensa «Someone to pull the trigger», siempre en mi top list de canciones :-)
Un abrazo, compañero.
Marc

Koldo CF dijo...

Y tanto! Pedazo de canción! Eso sí, como disco completo me quedo con "Girlfriend"

Carlos Andia dijo...

Buf, menudo tema el de los soportes musicales y sus distintas formas de almacenamiento, reproducción, consumo o manipulación! Yo en cuanto saco el tema en casa y me pongo a comparar (con cierta acidez, reconozco) los viejos soportes y sus distintas funcionalidades con estos track lists cutres y fragmentarios, se desata la guerra mundial. Menos mal que aquí puedo compensar mis sinsabores domésticos (o eso creo). Gracias, Marc!

ToniLV dijo...

Muy buena reseña. ¡Qué tiempos! He sufrido una regresión al leerla. La doble pletina era tecnología punta. Mis primeras grabaciones eran dos radiocasetes enfrentados en una habitación en las que invariablemente quedaban inmortalizados ladridos, voces de madres, etc. Lamentablemente parece que el libro no merece la pena y los grupos que mencionas en buena parte no me dicen mucho. Pero qué razón tienes al decir que en la vida de uno hay momentos (adolescentes y no tanto) eternamente ligados a una una canción o a un grupo. Salud.

Marc Peig dijo...

¡Gracias, Carlos! Te entiendo perfectamente, en casa de mis padres aún quedan algunas casetes y me dijeron si podían... ¡tirarlas! Hubiera sido un crimen. ¡Cuantos recuerdos me traen!
A ToniLV, gracias por el comentario. Y sí, la doble pretina o esas grabaciones con radiocasetes enfrentados o, en mi caso, grabando de la manera más curre posible mis primeros (y no tan primeros) intentos de tocar la guitarra... aún debo tener alguna de aquellas canciones creadas en mis años mozos.
Gracias a ambos por comentar, y viva la música,
Marc

Lupita dijo...

Hola amigos de ULAD:

Quizás ahora se valora más todo lo que cuesta esfuerzo, puesto que el sistema de adquisición de materiales audiovisuales es el del esfuerzo mínimo, como en otras muchas cosas. Yo sigo oyendo mis viejos casetes y no tengo Spotify ni nada, eso sí, estoy abierta a todo lo nuevo, aunque el trap hace que tenga ganas de viajar al pasado o quedarme sorda temporalmente.
A mí lo que más me lleva al pasado, a un momento concreto, ligado a algo especial, es el olfato, quizás porque me encanta cocinar y siempre estoy entre sartenes. La música no tanto, exceptuando a Alejandro Sanz, mi adoración absoluta de la adolescencia (por favor, no os cebéis)

Saludos ,ULAD y UDAS

Anónimo dijo...

que estupida costumbre la de comentar libros descatalogados,estamos en 2019 aqui y en Catalunya.

Marc Peig dijo...

Hola, Anónimo.
Creo que todos los libros pueden ser reseñados, pero es que este, además, no está descatalogado.
Saludos
Marc

Marc Peig dijo...

Hola, Lupita.
Coincido respeto a lo del trap, tampoco es de mi agrado. Y sí, en épocas en que todo lo tenemos al momento, además de crear una sociedad consumista, impulsiva y sin apego a nada de manera duradera, reivindico las cosas que requieren un cierto esfuerzo o dedicación, pues la satisfacción es mayor cuando se consiguen, y cuesta más que se olviden en poco tiempo.
Acerca del olfato, toda la razón, es un canal certero e inalterable que nos lleva de viaje al pasado, a los recuerdos.
Saludos, y gracias por comentar la reseña, y por visitarnos tan a menudo.
Marc

Juan G. B. dijo...

No me lo puedo creer, tanta viejunez... En cualquier momento vais a recordar cómo rebobinábais las cintas con un boli BIC...¿Qué tal los discos de pizarra? Esos sí que molaban...

Marc Peig dijo...

Jajaja pues no había rebobinado cintas con boli Bic ni nada... qué tiempos aquellos, aunque siempre había el riesgo de que se te enganchara la cinta en el radiocasete :-(
Saludos
Marc

Juan G. B. dijo...

A mí me cayó una bronca por hacerlo en clase que te cagas... Bueno, en realidad nos castigó a toda la clase por mi culpa...😅

Gabriel Diz dijo...

Hola Marc, pensaba al terminar la reseña qué tal vez el libro no funciona como dispositivo narrativo pero ha logrado remitirte a tus experiencias y emociones con la música. No está tan mal, no?

Saludos

Francesc Bon dijo...

Wow! Menudo festejo de comentarios con la pasión por la música como hilo conductor. Supongo que esto animará el cotarro en Undiscoalasemana cara a mañana.
¿Verdad?

Marc Peig dijo...

Hola, Gabriel.
Cierto, el libro no funciona si tenemos en cuenta la historia que narra (historia que supongo era el motivo por el cual escribir el libro), pero es cierto que me ha traído grandes recuerdos. No está mal, no.
Y Francesc, eso espero, UDALS (un disco a la semana) es un muy interesante blog para aquellos que amamos la música, sin duda. Espero que mañana se llene de visitas ;-)
Saludos, y gracias a ambos por los comentarios.
Marc

Lucca dijo...

Absolutely fantastic job you have done here.This is so nice.Thanks for sharing.

Beatriz Garza dijo...

Marc, primera vez en mi opinión que el título de la edición en castellano supera al original. Gran reseña!

Marc Peig dijo...

Hola, Beatriz. A pesar de que el título sea algo “endulzado”, sin duda el título traducido es más acorde al contenido de libro.
Saludos, y gracias por los elogios a la reseña.
Marc