Idioma original: inglés
Título original: Horns
Año de publicación: 2010
Traducción: Laura Vidal
Valoración: recomendable, por lo menos...
¿Recordáis aquellos libros de Crea tu propia aventura que hacían las delicias de los chavales (de algunos) en la era pre-internet? Pues imaginemos por un momento que estamos leyendo/jugando con uno de ellos:
-Eres un joven escritor de cierto talento que quieres dedicarte a la literatura fantástica y de terror, pero con la buena o mala suerte de que tu padre es EL PUTO REY del género. ¿Qué haces?:
A/ Dejarlo y dedicarte a profesiones alejadas de los libros, como analista financiero, carpintero de ribera o profesor de literatura comparada.
B/ Aceptar con orgullo tu apellido y escribir novelas como Barrie (la historia de un adolescente con poderes telepáticos que se venga de sus compañeros de high-school publicando sus más oscuros secretos en el grupo de whatsapp de la clase) o Pufo, sobre un caniche endemoniado.
C/ Matar a tu padre, enterrarlo en el jardín y suplantar su personalidad, poniéndote unas gafas de culo de vaso y una astrosa gorra de béisbol.
D/ Utilizar otro apellido y escribir las novelas más originales que puedas.
Por suerte, Joe Hill escogió esta última opción y. al menos en esta su segunda novela, se atrevió con una historia que muy bien podía haber imaginado un escritor ruso del XIX o incluso del XX (mientras les dejara el padrecito Stalin)... ¿Que no? Pues me permito transcribir el primer capítulo, para que os hagáis una idea (tranquis, que es cortito):
"Ignatius Martin Perrish pasó la noche borracho y haciendo cosas terribles. A la mañana siguiente se despertó con dolor de cabeza, se llevó las manos a las sienes y palpó algo extraño: dos protuberancias huesudas y de punta afilada. Se encontraba tan mal -débil y con los ojos llorosos- que al principio no le dio mayor importancia, tenía demasiada resaca como para pensar en ello o preocuparse.
Pero mientras se tambaleaba junto al retrete se miró al espejo situado sobre el lavabo y vio que por la noche le habían salido cuernos. Dio un respingo, sorprendido y, por segunda vez en doce horas, se meó en los pies."
¿Qué, no podría ser el comienzo de un cuento de Gogol, o incluso un cuento entero de Chéjov? ¿De Bulgakov, Bábel? Bueno, da igual; el caso es que esto es lo que le ocurre al protagonista de Cuernos: de la noche a la mañana le crecen un par de ellos en la cabeza. Y no sólo eso, tales cuernos acarrean además el poder de que las demás personas de confiesen exactamente lo que están pensando y cuales son sus verdaderos deseos, así como darle a conocer los secretos más ocultos de la gente. Algo de lo más revelador sobre la naturaleza humana, pero muy duro, puesto que Ig o Iggy es considerado por muchos como el sospechoso principal de la violación de su novia Merrin... Ig, que siempre ha sido un poco lila, se transforma, pues en una especie de demonio (y sin "especie de"), lo que aprovecha para averiguar quién mató en realidad a su novia y buscar venganza. la novela pasa entonces de ser algo parecido a un sátira social -incluso una "fábula moral"- a un thriller con tintes sobrenaturales. Ahora bien, que nadie piense que se trata de un best-seller al uso, con sus cliffhangers y sus red herrings aquí y allá, con un lenguaje sencillito para no espantar a ningún lector. Vale que no es Faulkner (de acuerdo: tampoco Gogol), pero Hill maneja aquí más recursos literarios y un estilo más depurado que muchos escritores modernetes que se marcan el hype de la semana (no digamos si son españoles); ¡caramba, si hay momentos de esta novela que bien podían haber salido de la mano de Eugenides o incluso del mismísimo Raymond Carver!
Bueno, de acuerdo, tampoco me voy a flipar tanto: es cierto que este libro se puede enmarcar dentro de lo que llamamos "literatura comercial" (etiqueta que me resulta tan desconcertante como la de "novela literaria") y no pretende ser otra cosa. No obstante, resulta una novela no sólo entretenida sino de una calidad notable, tanto en lo que respecta a la estructura narrativa y al estilo, como a las sutilezas teológicas que propone -estupendo el "sermón ante las serpientes" del capítulo 28-; al igual que posee, por qué olvidarlo, un sentido del humor bastante negro, que ayuda a quitarle solemnidad a determinados momentos de la narración, y, por ello, hacer más verosímil una historia ya de por sí nada creíble. Aunque tampoco hace falta creérselo, claro; basta con disfrutar de esta lectura y sentir un poquito de simpatía por el diablo.
Bueno, de acuerdo, tampoco me voy a flipar tanto: es cierto que este libro se puede enmarcar dentro de lo que llamamos "literatura comercial" (etiqueta que me resulta tan desconcertante como la de "novela literaria") y no pretende ser otra cosa. No obstante, resulta una novela no sólo entretenida sino de una calidad notable, tanto en lo que respecta a la estructura narrativa y al estilo, como a las sutilezas teológicas que propone -estupendo el "sermón ante las serpientes" del capítulo 28-; al igual que posee, por qué olvidarlo, un sentido del humor bastante negro, que ayuda a quitarle solemnidad a determinados momentos de la narración, y, por ello, hacer más verosímil una historia ya de por sí nada creíble. Aunque tampoco hace falta creérselo, claro; basta con disfrutar de esta lectura y sentir un poquito de simpatía por el diablo.
2 comentarios:
Lo leí hará cosa de uno o dos años. No me gustó demasiado. Aunque, viendo tu reseña, creo que no supe verle las virtudes. Quizás no pude disfrutarlo por las condiciones en las que lo leí: a la luz de una vela, por culpa de un apagón que se prolongó una semana.
Buena reseña, compi.
Coño, pues a la luz de una vela me parecen las condicionea ideales para leerlo... Y a ser posible en una fundición abandonada...; )
De todos modos, si no gustó, qué se le va a hacer: tus razones tendrás... No siempre vamos a coincidir, Oriol.
Un saludo.
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