Título original: Matka Joanna od Aniołósea
Traducción: Xavier Farré
Año de publicación: 1946
Valoración: Entre recomendable y está bien
1634, Francia. Uno de los procesos de brujería más conocidos, motivado tanto por intrigas de poder como por los delirios de una madre superiora, tiene lugar en Loudun. Un sacerdote llamado Grandier, acusado de ser el responsable de la posesión demoníaca de unas monjas ursulinas, termina en la hoguera.
Madre Juana de los Ángeles, del escritor polaco Jarosłas Iwaszkiewicz, se inspira en este suceso histórico. Sin embargo, al contrario que tantas otras obras literarias que hicieron lo propio (Urbain Grandier de Alejandro Dumas padre, Los demonios de Loudon de Aldous Huxley, etc...), esta novela emplea el hecho a modo de punto de partida, en vez de examinarlo analíticamente o desarrollarlo en clave de ficción.
Así pues, Grandier apenas es mencionado en Madre Juana de los Ángeles. El protagonismo recae en el padre Suryn, un devoto jesuita al que la iglesia envía a exorcisar a las monjas ursulinas del convento de Ludyn poseídas por demonios.
La situación sobrepasa a nuestro héroe, cuyos tormentos y temores religiosos se incrementan. Especialmente efectivos son los pensamientos que así lo evidencian, como éste que hallamos en las páginas 151 y 152:
La sola posibilidad de la tranquilidad que le proporcionaba la naturaleza, a pesar del viento, le pareció dolorosa y notó el brillo de las estrellas, el soplo de las nubes como si fuera un cuchillo que se le clavaba al corazón. La crueldad de la naturaleza que observaba indiferente el martirio de los corazones y mentes humanos le pareció como otra tortura diabólica más, y la mera tranquilidad como una trampa en la que acechaban las posibilidades más terribles. / «Se han dormido -pensó sobre los demonios-, se han dormido en mí, llenándome toda el alma con trozos de su carne» (...). / «Pero no se han dormido, se han transformado en el viento, en los árboles, en las nubes, para atormentarme con su indiferencia. La naturaleza eternamente feliz, salvada por principio, incapaz de sufrir la caída, y yo, destinado a los actos más grandes, a las más grandes experiencias y a la más grande comprensión, ante ella mucho más grande y potente porque puedo conocerme a mí mismo y a Dios, de repente me veo rechazado y rebajado por debajo de cualquier criatura, como un juguete de las fuerzas del mal más potentes.
También resultan muy impactantes las escenas en que personajes o situaciones ponen en duda su fe del padre Suryn. Un ejemplo perfecto de esto sería el encuentro del atribulado protagonista con el reb Iche de Zabłudów, quien lo confunde y se mofa de él en la página 115:
—Reverendo padre ¿viene usted a ver a un pobre rebe para preguntarle qué son los demonios? ¿Usted, padre, no lo sabe? ¿No se lo han enseñado en su teología? ¿No lo sabe, padre? ¿Tiene dudas? A lo mejor no son demonios, sino solo la falta de ángeles —volvió a reír—. El ángel que tenía madre Juana echó a volar y ahora ella se ha quedado sola consigo misma. A lo mejor es tan solo la propia naturaleza del ser humano.
La atmósfera de Madre Juana de los Ángeles está muy lograda. No sólo nos traslada exitosamente a la República de Polonia, en pleno siglo XVII, sino que imprime un pertinente tono lúgubre, ominoso y desesperanzador al conjunto. A espesar esta atmósfera y tono contribuye, por cierto, el uso de lo grotesco para describir el aspecto o comportamiento de ciertos personajes.
Los temas indagados en estas páginas se exponen con claridad, pero siempre respetando la sutileza y oblicuidad que caracteriza la buena literatura. Así, aunque se habla del mal, nunca aclara, si éste es fruto de la naturaleza humana o impuesto por los demonios al alma de sus víctimas.
Si bien es cierto que la novela transcurre con buen pulso, no llegó a entusiasmarme en ningún momento (salvo cuando se va acercando al desenlace, donde gana enteros gracias al lirismo de ciertos pasajes y su potente clímax). No obstante, la calidad de su prosa, su atmósfera, la potencia de algunas de sus escenas, la forma en que se cierra y la complejidad de sus reflexiones dejan muy buen regusto.
Ah, Madre Juana de los Ángeles fue adaptada al cine por Jerzy Kawalerowicz en 1961, obteniendo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de ese año.
1 comentario:
Hola, Oriol:
No es una adaptación de este libro-, sino de la novela de Huxley, pero también está la película "Los demonios" de Ken Russell (comentada ampliamente por Alejandro G. Calvo en su libro)que es un despiporre de mucho cuidado... De hecho, yo creo que todo el que la haya visto está condenado al Infierno, sin remisión, por más que se arrepienta y se confiese cien o mil veces...
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