Título original: ¿?
Traducción: Yoko Ogihara / Fernando Cordobés
Año de publicación: 1940-46
Valoración: Muy recomendable
El signo de los tiempos compila seis relatos de Oda Sakunosuke. Todos están escritos con un estilo sencillo y austero no exento de riqueza formal y destellos líricos. Narran historias realistas y costumbristas pobladas por seres marginales. Su tono podría definirse como hermosamente melancólico o apagadamente vitalista, pues abordan al mismo tiempo la tragedia existencial y las alegrías cotidianas.
Resulta imposible no conmoverse ante la tristeza, precariedad y miseria que experimentan sus personajes; resulta impensable que su forcejeo para arraigar en el mundo, sus acentuadas degradaciones y sus tímidos arcos de redención no nos toquen la fibra.
Cómo no cogerle cariño a Choko ("Viva el matrimonio"), una geisha empeñada en tolerar los infinitos defectos de su amado y ganarse el respeto de sus conocidos. Cómo no apreciar la irreductible dignidad de Narao ("Seis Venus blancas") y Tokichi ("Ad Balloon"), la cual les impulsa a vivir al margen de las convenciones. Cómo no emocionarse ante Terada ("Carrera de caballos") y su capacidad para sobreponerse fugazmente a su dolor, su rencor, sus celos y su espiral de autodestrucción.
Cierra el volumen el relato que da nombre al conjunto. Además de como ficción al uso, puede leerse en tanto que declaración de intenciones metaliteraria. A fin de cuentas, Sakunosuke expresa en él que su obra debe reflejar el presente (aunque también dialogar con el pasado), que en tanto que autor no permitirá que la censura u otros factores externos le impidan expresarse y que siente predilección por ciertos paisajes, arquetipos y temas.
Todos los relatos de El signo de los tiempos me han parecido cuanto menos notables, e incluso me atrevería a decir que alguno de ellos roza la excelencia. Además de por su calidad, destacan por su apabullante modernidad técnica, por la complejidad de sus personajes, por la potencia emocional que transmiten y por las reflexiones que suscitan. Si bien nos acercan al Japón de posguerra y sus habitantes, destilan a su vez un conocimiento del mundo y del ser humano casi universales.
Sólo les pondría dos pegas: el uso excesivo de descripciones topográficas y la tendencia, a ratos algo gratuita, por el ribete sórdido. En cualquier caso, ambos son rasgos deliberados del estilo de Sakunosuke y para nada abultan.
En fin: recomiendo encarecidamente El signo de los tiempos. Las piezas que aglutina esta antología rebosan sensibilidad, y los conflictos que las mismas desarrollan resonarán con fuerza en nosotros.
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