Traducción: Joaquín Garrigós
Año de publicación del volumen: 2022
Valoración: Recomendable
La casa de las ventanas de color naranja compila siete de los mejores relatos fantásticos del rumano Ion Minulescu, originalmente publicados entre 1908 y 1930.
Aunque todos me han parecido sumamente eficaces, hay algunos, como "La corbata blanca" o "El hombre del corazón de oro", bastante formulaicos. El primero es un cuento de fantasmas canónico; el segundo, una historia tan conmovedora como previsible sobre un condenado a la inmortalidad.
Más originales y heterodoxas son, a mi juicio, la ficción que da nombre a la recopilación, "En el jardín de mi amigo", "La confesión de un desarraigado" o "De charla con el Maligno".
"La casa de las ventanas de color naranja" va de un presunto inglés que se muda a un barrio rumano. Me han encantado su toque gótico, los temas barajados (el miedo al cambio, la desconfianza a lo extranjero, las jerarquías vecinales...) y la lograda imagen de esas «hojas rojizas que se incrustaban en la tierra plateada como manchas de sangre coagulada...» (16)
"En el jardín de mi amigo" trata sobre un hombre que conoce a otro sumamente excéntrico. No desvelaré el final, pero sabed que me ha maravillado, al igual que los diálogos que mantienen los personajes o ciertas reflexiones en torno a la relación entre rareza y locura.
"La confesión de un desarraigado" reúne a dos viejos amigos cuyos caminos se bifurcaron en la infancia. Uno de ellos manifiesta que desearía suicidarse, y la atmósfera y tensión que ello provoca se espesa paulatinamente.
"De charla con el Maligno" sigue a un par de escritores y sus charlas con un misterioso contrabandista. Subvierte magistralmente ese subgénero costituido por apariciones y pactos con figuras mefistofélicas; a eso hay que añadir que su ambientación histórica, la antesala de la Primera Guerra Mundial, se exprime al máximo.
Por otra parte, también quiero reivindicar "Máscaras de bronce y farolillos de porcelana", un interesante aunque irregular retrato psicológico abordado desde el manuscrito encontrado. Presenta a un protagonista cuya caracterización es magnética, amén de pasajes introspectivos geniales. Como muestra de esto último, dejad que os copie un párrafo: «El cementerio parecía en verdad triste. Es cierto que no lo había visto nunca antes, pero en aquella ocasión me parecía más triste que de costumbre. El alma de la tarde (...) penetraba en lo más hondo de mi fatigado cuerpo como algo extraño, suave y perezoso, como la poesía de la tristeza sin motivo o como el estribillo lejano de una felicidad olvidada ante la cual el recuerdo aún se inclina, de vez en cuando, con la reverencia de un cortesano desprovisto de amor propio. Por un momento, olvidé incluso dónde me hallaba y me fui con el pensamiento lejos, muy lejos, hasta el profundo Oriente, a esos maravillosos países de los cuentos y sueños azules, a esos países embalsamados con el perfume de las flores y plantas aromáticas, a esos países que son los primeros en ver salir el sol...» (61)
A la mentada originalidad y heterodoxia de estos relatos hay que sumar dos virtudes adicionales. Primero, la erudición que desprenden, reflejada en su gusto por el simbolismo, en declamaciones de versos, en citaciones de Baudelaire, Mirbeau y otros decadentes franceses, o en la admiración de Minulescu por Gaspar de la Nuit.
Segundo, por la incuestionable sensibilidad de la pluma del autor, cuyas descripciones exhiben una plasticidad extraordinaria. Como muestra, un botón: «La neblina borrosa de la madrugada tiembla como una gota de leche que cae a un vaso de agua. En lontananza, las luces de los otros barcos anclados en la rada se apagan una tras otra. Comienza a distinguirse el color del mar y los rumores confusos de quienes se despiertan bullen como oraciones mañaneras en el oído de los que no se han acostado todavía.» (107)
Resumiendo: La casa de las ventanas de color naranja es una antología muy recomendable, especialmente para los amantes de la literatura fantástica. Además, sirve como puerta de acceso a la fascinante narrativa de Minulescu. Así que, si os llama la atención, haceos con ella; y no hagáis caso al autor cuando sugiere que para que os guste debéis leerla de noche, porque estas historias maravillan o estremecen, según se tercie, incluso a plena luz del día.
2 comentarios:
Muchas gracias por esta estupenda reseña de un autor que al menos para mí era totalmente desconocido. De literatura rumana no he leído prácticamente nada, excepto una novela de tema vampiresco, realmente buena, y escrita nada menos que por el historiador de las religiones Mircea Eliade. La novela en cuestión se titulaba algo así como la señorita Cristina. Muy recomendable. Están muy bien traídas esas citas de los cuentos de Minulescu, porque demuestran que tenía un estilo entre romántico y simbolista verdaderamente atractivo. De hojas secas al borde del camino neblinoso y cosas así, que a mí me gustan mogollón. Y es que lo poético, creo yo, está muy cerca de lo fantástico, si es que no es lo mismo, quizá por aquello tan viejo de Antonio Machado de que el alma del poeta se orienta hacia el misterio. Incluso el cuento de horror de apariencia más realista tiene que acabar por difuminarse en las tinieblas de lo incomprensible para ser realmente eficaz y ser un verdadero cuento de horror fantástico. En otro caso puede tratarse de un cuento de terror, pero no exactamente de horror, que tiene siempre ese matiz sobrenatural. Por ejemplo, los cuentos de guerra de Ambrose Bierce son de un terror crudo y directo, visceral, a veces desazonantes e insoportables, pero no exactamente de horror. De horror escribió, eso sí, cuentos estupendos, pero de otro tipo, realistas en apariencia y fantásticos en sustancia. Vamos, que el horror tiene siempre un algo de romántico que quizá sea inevitable teniendo en cuenta sus orígenes antirracionalistas de tempestad y tiniebla. El pasaje que se reproduce sobre un cementerio al atardecer y cómo la melancolía invade al visitante me ha recordado el principio de una importante novela de terror de Walter de la Mare, El retorno, poco conocida en España, que empieza así: "El cementerio en que Arthur Lawford se vio paseando en aquella suave y dorada tarde de septiembre, era viejo, vestido de verde y gozaba de sedante apacibilidad." Poesía georgiana pura. Esto de pasear por cementerios es una rara afición de los personajes de los relatos de terror y también de algunos escritores del paño como Mariana Enriquez. En fin, reitero mi agradecimiento por la reseña, siempre leo las de Oriol aunque no comente nada (pero apuntando el libro en cuestión), por descubrirme a este autor y porque anima a leerlo.
Un cordial saludo.
Hola, Alberto. Gracias por halagar la reseña.
Estoy seguro de que ese libro te gustará, porque ya más o menos voy conociendo tus afinidades literarias. Si al final le das una oportunidad, déjame saber tu opinión. De este estilo aprovecho para recomendarte también, si es que no lo conocías ya, Gaspar de la Nuit, que está entre mis obras favoritas.
Por cierto, a ver si nos mandas algún día una colaboración, que siempre me descubres autores interesantes, como el tal Mircea Eliade.
Un abrazo.
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