domingo, 13 de agosto de 2023

Annemarie Schwarzenbach: Todos los caminos están abiertos


Idioma original:
alemán

Título original: Alle Wege sind offen

Año de publicación: 1941

Traducción:  María Esperanza Romero

Valoración: bastante recomendable


A medio camino entre el diario de bitácora y la crónica de viajes, uno podría quedarse en la superficie y recomendar Todos los caminos están abiertos como una especie de lectura algo ligera de verano. Dos escritoras  se aventuran al volante de un coche, a finales de los años 30, y visitan varios países asiáticos, Afganistán, Pakistán entre ellos. Cosa reveladora, porque en cierto sentido parece que hayamos ido hacia atrás. Dos mujeres solas en un coche adentrándose por esos parajes, hoy, es el terror de cualquier aseguradora, la pesadilla de cualquier núcleo familiar sobreprotector, cosa que pone en valor la expedición, con el pretexto de artículos literarios, de las dos mujeres (su acompañante es la también suiza Eva Maillart), más aún si evitamos esa ligereza y situamos la obra en su contexto. Un contexto plagado de solemnidad como la Europa Central de 1939, zona de origen de las dos escritoras, una situación que flota en los artículos y que casi obliga a consultar la fecha de estos para ver cuándo y cómo los hechos que discurren (en especial, esa fecha, 1 de septiembre de 1939, que parece marcar un antes y después en la historia del mundo occidental) influyen en la narración. Resulta curioso que estas situaciones no se perciban con claridad. Schwarzenbach y Maillart parecen haber parado el tiempo mientras recorren las precarias carreteras de esos países.

Lo que es realmente curioso al leer hoy estas crónicas, que  tampoco están tan distanciadas en el tiempo de las de, por ejemplo, Chatwin o Kapuscinski, es la dificultad de no situarse en el plano actual. Lo digo como, en lo personal, alérgico absoluto a las perturbaciones nostálgicas. Esas dos mujeres transitan ya no con absoluta seguridad sino hasta con cierto desparpajo centroeuropeo, y los poblados les muestran un absoluto respeto; los mandos locales que las acogen, esos pueblos que hoy vemos como campo de cultivo del radicalismo, del fanatismo religioso, de la justificación de las duras condiciones de vida para los mujeres, se muestran hospitalarios, amables, acogedores, y ni por asomo vemos condescendencia o paternalismo en esas actitudes. Schwarzenbach describe situaciones políticas complicadas, conflictos fronterizos, la dureza de las carreteras y los problemas mecánicos del vehículo en el que viajan, pero no hay pero alguno a las actitudes personales, a la tensión por el bagaje cultural opuesto entre huéspedes y anfitriones. Todo lo contrario: amabilidad, admiración mutua, casi en algunos casos agasajo. Como si los paisajes agrestes, las duras condiciones, la enorme humildad de las poblaciones locales, se transformaran no en inconvenientes sino en acicates para la visita. De esto hace ochenta años, de estas visitas rellenadas por el espíritu aventurero y una curiosidad mutua ajena a la desconfianza hasta hoy, en que la convivencia, por los factores que sean, parece más difícil e inconcebible que nunca. Así que ese texto liviano, a veces casi ingenuo (trágicamente: Schwarzenbach era adicta a la morfina y al poco tiempo acabó - como Nico - falleciendo en un  accidente de bicicleta) resulta ser una perfecta espoleta para muchas reflexiones de hoy en día.

También de Schwarzenbach en ULAD Con esta lluvia

3 comentarios:

Il Gatopando dijo...

Buena reseña. Leí Muerte en Persia y me pareció muy sugerente, y trágica a la vez, una combinación afortunada.

Diego dijo...

Buena reseña. Ver a una mujer, de esta misma editorial (además de merecer estar en toda estantería por su portada) da muestra de lo apasionada que era Annemarie.

Albert dijo...

La compañera de Annemarie era Ella Maillart (y no Eva Mallart), excepcional y longeva viajera por Asia.