domingo, 14 de agosto de 2022

Roberto Bolaño: La pista de hielo


Idioma original: español

Año de publicación: 1993

Valoración: recomendable

Parece (aunque nunca se sabe) que haya acabado la inhumana búsqueda en los cajones (físicos y virtuales) del fallecido - nos acercamos a las dos décadas tras su desaparición, ergo puede que haya reediciones conmemorativas - escritor chileno. Luego toca apuntalar su presencia en este blog con sus primeras novelas, aquellas previas a la explosión acaecida con Los detectives salvajes. Y esa revisión de sus primeras obras publicadas completa la poderosa apreciación de su obra en su conjunto. Como si Bolaño hubiera compuesto un enorme puzzle, un árbol al que hubiera  permitido la integración de esquejes que generan fractales, más que contexto cabría hablar de eso, de micro-mundo que sobrevolar en avioneta y del cual La pista de hielo es una parte curiosa.

Para empezar, la estructura ya apunta la polifonía de Los detectives salvajes, si bien domada, sin flashbacks, pretendidamente lineal aunque parezca la integración de tres diarios que avanzan, aunque sepamos desde el primer momento hacia donde avanzamos. Son tres narradores: Gaspar, Remo y Enric. Ambos ubicados en Z, pequeña ciudad de la costa catalana, cercana a Barcelona, más bien al norte. Empieza el juego: Remo y Gaspar parecen trasuntos del propio Bolaño, muy dado a ello en toda su obra. Son poetas, vivieron y se conocieron en México aunque no queda claro que fueran de allí. Acaban en Catalunya buscándose la vida, y ejercen - otra coincidencia con los primeros años del escritor - las profesiones más dispares, por pura necesidad alimenticia. Vigilantes en un camping, gestores de precarios negocios de bisutería, nada que a uno le vaya a hacer millonario pero que permite a) ganarse el sustento b) disponer del suficiente tiempo para que la mente se evada y uno pueda dedicarse a observar lo que acontece a su alrededor para, llegado el caso, integrarlo en su torrente creativo. Cada uno de estos tres narradores se alterna en capítulos cortos. Enric parece el más prosaico de todos ellos: su tono al dirigirse al lector es plano y carente de estímulo literario. Es un político, un concejal al servicio de Pilar, alcaldesa con ínfulas de grandeza, ávida de ampliar su ámbito de poder y optar a cargo más relevante. Pero Enric se enamora de Nuria, una joven patinadora que ha sido víctima de alguna intriga: se la ha despojado de ayudas económicas y ha sido relegada de su representación en grandes eventos. Enric decide ayudarla y empieza a malversar fondos: acondiciona con ellos el Palacio Benvingut, para que ella entrene. Toma un enorme riesgo personal aunque Nuria está liada con Remo.

Este triángulo de amor bizarro es la base de la novela, con irrupciones tanto desde arriba (esos políticos que no saben nunca por dónde puede surgir el escándalo que dé al traste con sus aspiraciones) como desde abajo (esos personajes al borde de la indigencia que transitan por los campings o las poblaciones costeras), lo que aporta un ligero aire detectivesco, muy tenue en todo caso, pues, como en mucha obra del genio chileno, lo esencial es el desarrollo, el camino, no un final ni una solución de la trama (una mujer aparece asesinada en la pista de hielo, el político es automáticamente el principal sospechoso) que resulta casi abrupta, como si fuera una tapa que hay que pergeñar precipitadamente. Pero la esencia está ahí, el recorrido es literariamente necesario y evocador y, aunque sigo defendiendo Estrella distante como la cúspide de su narrativa corta, resulta que La pista de hielo, susceptible de relecturas que descubren joyas en sus párrafos, es una más que válida novela de iniciación para aventurarse en el universo narrativo de Bolaño.


3 comentarios:

ToniLV dijo...

Leí "Los detectives..." y esta, que por supuesto, nada que ver con aquella. Conocido con la reseña, aunque la valoraría más bien con un "está bien", quizás por ese final abrupto que señalas. Pero como bien apuntas, lo importante es el desarrollo, el camino ...

Anónimo dijo...

De Bolaño hay que leerlo todo. Y releerlo.

Anónimo dijo...

De Bolaño debemos leer todo. No hay discusión posible.