lunes, 1 de agosto de 2022

Gérard de Nerval: Aurélia

Idioma original: francés

Título original: Aurélia

Traducción: Maria Teresa Mas

Año de publicación: 1855

Valoración: Está bien


‘El sueño es una segunda vida. Nunca he logrado penetrar sin estremecerme esas puertas de marfil o de cuerno que nos separan del mundo invisible, pues los primeros instantes del sueño son la imagen misma de la muerte; un sopor nebuloso se apodera de nuestro pensamiento y ya no podemos determinar el momento preciso  en el que el yo, ahora bajo otra forma, continúa la obra de la existencia. Es un subterráneo vago que se ilumina poco a poco, y en el cual se desprenden de la sombra y de la noche las pálidas figuras gravemente inmóviles que habitan la estancia de los limbos’.

Si me he permitido transcribir unas líneas un poco más largas de lo acostumbrado es porque los primeros párrafos de Aurélia son, como se puede ver, sumamente prometedores. Una inmersión en el mundo de los sueños, donde nuestra lógica de cada día queda en entredicho, los conceptos y los códigos están sometidos a leyes desconocidas, y nos adentramos en un entorno extraño en el que conectamos tal vez con espíritus, con el pasado, con la muerte, con nuestros propios terrores o deseos. Como no podía ser de otra forma, esta exploración emprendida por Nerval entusiasmó a los surrealistas que se sentían en su elemento, pero al parecer interesó en gran medida a otros autores quizá más inesperados, como Artaud o el mismísimo Marcel Proust.

Nerval es uno de esos escritores sobre cuya vida se puede hacer una película: más o menos encuadrado en el movimiento romántico, amigo de Dumas y de Gautier, fue la suya una vida atormentada, llena de tragedias y viajes, con incursiones en el esoterismo y la cábala, y sobre todo marcada por trastornos mentales que le llevaron a recorrer distintos centros psiquiátricos hasta terminar como todo el mundo puede suponer.

Esta personalidad, a caballo entre la realidad y el delirio, tiene su reflejo en Aurélia, un relato breve que pasa por ser lo más valioso de su obra, junto con Las hijas del fuego. Con una prosa ágil, siempre en primerísima persona, el libro se parece un poco al cuaderno donde algunos van anotando sus sueños, pero esta vez no con intención recopilatoria o terapéutica, sino como una corriente en la que depositar una cantidad ingente de material donde su funden sin remedio experiencias digamos físicas con ensoñaciones, desvaríos y reflexiones en torno a la religión, la muerte o el amor, sin que lleguemos a saber (ni seguramente llegó a saber el propio autor) qué era real y qué producto de su mente. Sobrevolando todo ello y manifestándose de tanto en tanto aparece el amor imposible o frustrado de Aurélia, el amor perdido que envía el perdón desde más allá de las tinieblas, pero que ya no es recuperable y se quedará para siempre entre esos dos mundos.

Dicho así puede que esto quede muy bien, apetecible para quien guste de estas historias bizarras (ejem, Oriol?). Pero aquí hablamos como lectores. Y la verdad es que, pasado aquel atractivo párrafo inicial, lo que sigue es esa sucesión de imágenes e ideas en cascada integrando lo onírico de forma indistinguible con sensaciones y visiones de alguien que no está del todo en sus cabales, junto con escenas aparentemente reales de paseos por la ciudad y algunas extrañas trifulcas. En definitiva algo que, pese a su escaso volumen (no llega a las cien páginas) termina por aburrir un tanto y no conducirnos a nada en concreto. Hay que estar muy interesado en los entresijos de la mente y sus caprichosas derivaciones para disfrutar del proceso.

Cierto es que M. de Nerval escribe bien, contenido dentro del tono general de exaltación de las emociones, y sincero (y muy expresivo) no solo al relatar lo que ve, piensa y experimenta, sino a la hora de posicionarse ante su propio relato: parece el hombre muy consciente de su situación digamos inestable, reconoce no tener del todo claro lo que ve y lo que imagina, y no oculta que ha pasado una época complicada (una de varias) en la que todo formaba un extraño revoltijo. Bien está por tanto conocer el relato de esta peculiar circunstancia, pero no sé si realmente da como para recomendar la lectura así, en general. 


3 comentarios:

Unknown dijo...

Reseña interesante, lo buscare y leere, gracias por el aporte.

Anónimo dijo...

¡Qué curioso! No había oído hablar jamás de Nerval... jamás, hasta ayer, porque hicieron una pregunta sobre él. En concreto, preguntaron a qué curiosa mascota paseaba. La respuesta: una langosta. Por cierto, estos paseos con su langosta parece ser que fueron la causa de uno de sus internamientos.

Carlos Andia dijo...

No sabía lo de la langosta. Ahora entiendo mejor la emoción de los surrealistas, no eran los sueños, era la langosta! Hasta creo que Dalí manejaba en alguna obra un crustáceo de estos (porque es un crustáceo, no?). Sí, definitivamente, este hombre no estaba nada bien, y leyendo el libro da hasta un poco de pena porque parece que él mismo es consciente de su situación. Eso sí, peligroso no parecía, la verdad.

Gracias por la curiosidad y gracias a los dos por los comentarios (y disculpas por tardar tanto en responder).