jueves, 20 de junio de 2019

Gabriel García Márquez: La mala hora


Idioma original: castellano
Año de publicación: 1962
Valoración: Recomendable

Si después de muchos años sin volver a un autor, en unas pocas líneas iniciales ya hemos identificado su estilo, ahí hay algo mágico, quizá lo que define a un genio. Es lo que ocurre con Gabo, de inmediato estamos sumergidos en su atmósfera, sin lugar a dudas nos enganchamos a su tono y su ritmo, y sabemos que nos deleitará con su frase breve pero llena de sensualidad, su adjetivación precisa y la peculiar frialdad con la que multiplica el efecto de lo insólito o lo descarnado.

La mala hora es una obra todavía temprana, aunque emparedada nada menos que entre El coronel no tiene quien le escriba y Cien años de soledad, casi nada. Parece bastante claro que es lo que podríamos llamar una obra menor, y quizá un puente entre el realismo sobre el que todavía transita y los peculiares ingredientes del realismo mágico que no tardarían en aparecer para constituirse en un sello definitorio, casi tópico, del autor.

La narración se desarrolla en un pueblo colombiano sin nombre y en una época que, aunque tampoco se define, se puede muy bien identificar con el periodo conocido como ‘la Violencia’, años de guerras civiles no declaradas, a mediados del siglo pasado, y más concretamente después de la dictadura de Rojas Pinilla, finalizada no mucho antes de publicarse el libro. En ese entorno tan del gusto de García Márquez nos enteramos, siempre de forma indirecta, de que acaba de terminar una época de represión y violencia que ha dejado profundas cicatrices, y el alcalde, claramente vinculado con la etapa anterior, intenta demostrar que se ha pasado página y que el futuro se escribirá en paz y en libertad. Las cosas no serán sin embargo tan fáciles, los rencores son todavía ardientes y pocos se creen la reconversión de los antiguos represores. En definitiva, el clima de enfrentamiento sigue latente, y la extraña aparición de unos pasquines aireando infidelidades y vergüenzas privadas de los vecinos enrarece aún más el ambiente y hace que broten las primeras chispas.

Estamos en una novela coral, un amplio y a veces algo confuso muestrario de personajes que constituye la radiografía del pueblo: algunos que no han abjurado de su militancia, otros a quienes ocupa sobre todo su vida familiar (y a veces diríamos parafamiliar), los que siguen impertérritos su rutina, y los que apenas pueden hacer otra cosa que sobrevivir, como los desplazados por unas inundaciones. Todos ellos pivotando en torno al alcalde (cargo que no sé si es exactamente equiparable al español), un militar reciclado que muestra dificultades para adaptarse a los nuevos tiempos que él mismo intenta vender, y con el hilo conductor del padre Ángel, el dibujo soberbio de un cura rematadamente pobre, con voluntad de apaciguar pero con las ideas claras. Unos personajes más interesantes que otros, pero todos llenos de matices, definidos con pocos trazos, exactamente los necesarios y solo ellos, a veces un rasgo físico, una actitud, una manera de moverse.

El retrato muestra las heridas de la represión y el recuerdo bien fresco de las operaciones nocturnas, el terror, los paseíllos y los disparos, pero también otros aspectos interesantes que aparecen a remolque de una dictadura. Por ejemplo, la corrupción, que antes o después se termina instalando en los distintos niveles del poder, al cobijo de la impunidad. O la convicción, que arraiga en algunos funcionarios, de que hay que sacar provecho de una situación que a buen seguro será transitoria y en algún momento se volverá en contra. Una relación dictadura-corrupción que, aunque en una perspectiva algo diferente, curiosamente también aflora en El siglo de las luces de Alejo Carpentier, publicada el mismo año.

Sí es cierto que el relato da la impresión de atascarse, de girar una y otra vez sin avanzar, y esta falta de desarrollo empobrece un poco el conjunto. Es como algo a medio hacer, o construido sin una idea previa, algo que pudo haber sido bien un cuento (pero en ese caso recortando elementos que le restan agilidad), o bien una obra de mayor extensión (de haberse acertado a dar continuidad al argumento), para terminar quedándose un poco en tierra de nadie. Un relato que además Gabo no quiso cerrar con un final preciso, aunque claramente lo sugiere o, mejor dicho, deja la puerta abierta a una nueva fase que el lector debe construir a partir de lo narrado. Eso sí, no sin antes habernos dejado un último párrafo absolutamente genial que no debo comentar y menos reproducir porque sería robarle al posible lector una de las joyas más brillantes de este libro desigual.

Porque joyas tiene muchas. Si la historia se nos queda algo coja, la lectura, frase a frase, es una delicia, nunca una palabra de más, a cada paso un elemento inesperado, la definición exacta y esos adjetivos audaces que a veces desembocan en la sinestesia o en algún sutil juego de significados. Hay otros grandes autores que manejan estos recursos con solvencia, pero en mi opinión García Márquez lo hace con una cualidad que le hace inigualable: la naturalidad. Si pudiéramos preguntarle, seguramente nos diría que detrás de su prosa hay mucho más currelo del que parece, pero para el lector la sensación es de que todo es fruto del talento y solo de él, que las palabras fluyen de la única forma posible, que no hay tachaduras, dudas ni rectificaciones. Es lo que me parece más admirable del libro, y esto lo podemos disfrutar aunque en otros aspectos resulte algo menos satisfactorio.

Otras obras de Gabriel García Márquez en ULAD: aquí

7 comentarios:

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

El problema con García Márquez es que todas sus obras se quieren, aunque sea involuntariamente, comparar con "Cien años de soledad", y claro, en la comparación pierde. Posiblemente sea cierto eso de que un artista sólo puede producir una obra maestra.

En todo caso me parece que García Márquez sí produjo otra obra maestra, que es "Crónica de una muerte anunciada": el "fátum" de la tragedia griega llevada al Caribe.

También me parecen memorables muchos de sus cuentos.

En lo que no creo acertase fue en despedirse del mundo con "Memoria de mis putas tristes", más que nada por la insensibilidad al abordar literariamente la prostitución infantil, haciéndolo sin ningún tipo de contemplación hacia el dolor de las niñas que han de prostituirse. Esto sí es una verdadera (y caribeña) tragedia real, que claramente (y literariamente) merecía otro tratamiento.

SANDRA SUÁREZ

Diego dijo...

Leí el libro hace muchos años y apenas lo recordaba.
Hace un tiempo conté por aquí que tenía una copia del mismo, con un valor personal que iba más allá de lo que la obra me gustase.

Tu reseña me parece muy acertada: también me quedé con esa sensación de "obra menor". Pero como bien dices, hay que tener en cuenta cuándo nació y no está de más suponer que si La mala hora hubiese sido algo más pretencioso, quizá, quizá, su obra posterior no hubiese sido uno de los mejores libros de la literatura universal de todos los tiempos, como sí lo es.
También comparto contigo tus opiniones positivas sobre libro y autor.
No leí la novela que menciona Sandra pero sí que comparto con ella que Crónica es una genialidad. Y creo que podríamos seguir mencionando libros estupendos de García Márquez por un buen rato.

Un saludo.

Carlos Andia dijo...

Como bien habéis apuntado, es el 'problema' de tener una obra genial, que en el caso de García Márquez quizá no es una, sino varias: cualquier otra cosa tiende a parecer muy menor, por simple comparación. Pero ciertamente 'La mala hora', aunque contenga mucho de lo que identificamos con este autor, sí parece algo sin terminar de explotar, como un esbozo o un trabajo realizado sin demasiada ambición. Pero en cualquier caso no deja de parecerme recomendable.

Me gusta el apunte de Diego sobre el libro como objeto que, al margen de su valor literario, tiene un significado especial para quien lo posee o lo lee. Es algo de lo que a veces hemos hablado aquí y que saca a la luz pequeñas historias, generalmente muy emotivas.

Gracias a los dos por los comentarios.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Carlos:
Acabo de leer La mala hora y me ha resultado aburrida y también me lo pareció en su día Crónica de una muerte anunciada; diálogos un poco inconexos y una trama de fondo que queda un poco oscura. Cien años de soledad me gustó, todo tiene más ilación y los elementos mágicos que contiene le dan atractivo y emoción a la obra. García Márquez tiene, además, esa imágen de buena gente que gana todas las simpatías.
Saludos

Carlos Andia dijo...

A mi no me ha parecido exactamente aburrida, tal vez sí algo falta de nervio o de desarrollo, como hemos comentado antes. Curiosa tu apreciación sobre las simpatías que despiertan ciertas personas según sea su imagen, completamente cierto aunque nunca me había parado a pensarlo.

Saludos y gracias por tus opiniones.

ToniLV dijo...

Todo lo que no he leído de él lo tengo como pendiente y este, sé que también me gustará. Salvo "Noticia de un secuestro", con la que no pude y dejé a medias, he disfrutado con las cuatro o cinco novelas que he leído de él. Mas que lo cuenta, me interesa cómo lo cuenta. Sin duda, un grande. Salud.

Carlos Andia dijo...

Hola Toni. Si dices que te interesa más cómo lo cuenta que lo que cuenta, seguro que 'La mala hora' te va a gustar, porque justamente tiene el estilo y la cadencia inconfundibles de Gabo, y es en el 'qué' donde a lo mejor flojea un poco.

Esperamos tu opinión. Saludos!