jueves, 2 de mayo de 2019

Kôbô Abe: La mujer de la arena

Idioma original: Japonés   
Título original: Suna no onna
Traductor: Kazuya Sakai 
Año de publicación: 1962
Valoración: Muy recomendable



La mujer de la arena, novela ganadora del premio Yomiuri, es una de las mejores obras del escritor japonés Kôbô Abe. Rareza original e inquietante donde las haya, destaca especialmente por la complejidad de los temas que maneja. También hay que resaltar la carga psicológica que alberga, así como la parcela que cede a la crítica social.

Su premisa es la siguiente: un profesor aficionado a la entomología llega, durante sus vacaciones de verano, a un pueblo de pescadores de la costa japonesa. Está buscando insectos; de hecho, quiere descubrir a un nuevo espécimen. El caso es que tiene pensado quedarse en la aldea un par de días. La primera noche se le ofrece pernoctar en una casa semi-enterrada en las dunas de la playa, la cual pertenece a una viuda. Cuando despierta, pero, ve que le han retirado la escalera con la que ha descendido hasta ella. Al parecer, se le quiere forzar a trabajar paleando la arena que constantemente amenaza con engullir el pueblo. 

¿Os imagináis? Una existencia entregada a combatir a la arena; siendo forzado a ello, para ser exactos. Este cometido impuesto, denigrante, arduo y sucio, entronca a La mujer de la arena con esa literatura en la que el hombre debe luchar contra la naturaleza. Sin embargo, aquí no se mitifica esta arquetípica refriega con los elementos. Aquí, esta labor es absurdade clara filiación kafkiana. Y, más bien, se transforma en un conflicto psicológico de ramificaciones profundamente simbólicas.

Es por ello que el existencialismo que supura esta historia es intenso. Muy intenso. El miedo del protagonista a no dejar huella (por eso quería descubrir un nuevo tipo de insecto) se refleja en la futilidad de aquello en lo que está condenado a trabajar. Aunque sus ambiciones pre-arena no es que fueran, de todos modos, muy relevantes. ¿Tener tu nombre anotado en un par de enciclopedias especializadas? ¡Venga ya! Pero así es el Hombre: un animalillo temeroso de que el viento lo barra de la Historia. Lo gracioso del asunto es que incluso las proezas de nuestra especie no son más que una inestable montaña que tarde o temprano acabará por desmoronarse.

Volvamos a La mujer de la arena. Ya que hemos mencionado a su protagonista, abordémoslo. Este personaje tiene nombre: Niki Jumpei. Abe sólo nos revela este detalle en tres ocasiones. Esto se debe a que, de este modo, refuerza la idea de que Jumpei no tardará en desaparecer, en esfumarse. Y el Cosmos seguirá girando. 

Pero dejémonos de nihilismo de baratillo. Hablábamos de Jumpei. Se podría decir que es muy analítico. Este rasgo potencia los pasajes existencialistas, sus introspecciones, pero le resta credibilidad al personaje en otras ocasiones. Sus interacciones con su amante o su amigo, contadas a modo de "flashback", por ejemplo, se antojan algo forzadas. 

Aunque hay que reconocer que las variopintas reflexiones que Abe va soltando de su boca a lo largo y ancho de la novela son francamente interesantes. El protagonista de La mujer de la arena es un hombre culto, que filosofa sobre cuestiones tan dispares como su profesión, la vida, la belleza, etc... Es cierto que hay momentos, como esas peroratas casi científicas en que habla de insectos o de la arena, en que se vuelve algo cargante. Por otro lado, a algunas de sus sentencias no les veo propósito narrativo alguno; esas que giran en torno a la normalidad o la gente parecen, más bien, ideas peregrinas que ha tenido Kôbô Abe mientras escribía este libro. Por lo general, pero, insisto en que las reflexiones de Jumpei son, en su mayoría, la mar de sustanciosas.

Llegados a este punto, reculemos hasta lo esencial. Hay un hombre y una mujer en un casa que amenaza con sucumbir ante la arena. Este concepto es, dentro de lo que cabe, bastante sencillo. No obstante, Kôbô Abe lo exprime al máximo. También saca un partido extraordinario a otros elementos, como el escenario o los personajes, francamente limitados. Tengo la impresión de que el último tercio del libro se estanca un poco, eso sí. No obstante, la lectura de La mujer de la arena es fluida de inicio a fin, pese a este escollo.

La estructura de la novela, por otro lado, es harto convencional. Al fin y al cabo, se divide en tres partes, las clásicas inicio, nudo y desenlace. Éstas comprenden un total de treinta capítulos, encabezados todos ellos por un número romano. Personalmente, me sobran el primer capítulo y los dos recortes que cierran esta obra. La mayoría de información que se nos entrega en estos pasajes es dosificada, y de forma más orgánica (argumentalmente y en cuanto a formato), en el cuerpo de la novela. Además, acotan perniciosamente el final. Pero bueno, minucias.

No quiero olvidarme del estilo con que está escrito La mujer de la arena. Kôbô Abe emplea una prosa seca y sobria, y se muestra detallista, muy descriptivo, a lo largo del relato, aunque nunca cae en lo literal y transparente. El escritor logra imprimir una plasticidad al texto, una cualidad casi táctil. Por algo la novela está llena de referencias a los sentidos; al calor, los olores, el tacto y el sabor de la arena.

Hay un uso puntual de la primera persona y del presente en una historia generalmente escrita en tercera y pasado, pero este recurso no confunde, sino que enriquece en matices a la narración. Asimismo, querría resaltar las metáforas que salpican La mujer de la arena. Sobre todo los símiles, los cuales son pasmosamente certeros.

En cuanto a los temas barajados en esta novela, decir que están plasmados con agradecida ambigüedad. Sin duda, se hubieran marchitado o comprometido ante una aproximación más directa y simple. Kôbô Abe habla en estas páginas de la injusticia o la deshumanización sin subestimar a estos conceptos. Y es gracias a ello que, durante todo el relato, predomina una vaga sensación de angustia, de opresión y de soledad; también, una sensación de pequeñez ante el mundo, ante la sociedad. Pero esta sensación, y aquí reside la maestría de Kôbô Abe, jamás se evidencia con torpeza. Si acaso, se deja intuir sutilmente. Este efecto de difuminado, precisamente, es el responsable de que el desenlace de esta historia golpee con tanta fuerza una vez el lector lo asimila debidamente.

Por si todo lo dicho no fuera suficiente, hay otros aspectos sumamente atractivos a destacar en La mujer de la arena. Uno de ellos vendría a ser ese erotismo malsano y retorcido que sólo los japoneses son capaces de plasmar con naturalidad. 

Ah, en 1964 se estrenó una adaptación cinematográfica de La mujer de la arena, guionizada por el propio Kôbô Abe. Fue galardonada con el Premio especial del jurado en el Festival de Cannes de ese año, y nominada al Premio Oscar como mejor película de habla no inglesa. Habiéndola visto, no me queda otra que reconocer que es muy buena. Eso sí, el material original le da mil vueltas. Las introspecciones, los matices y la atmósfera salen perjudicados en la versión audiovisual.


También de Kôbô Abe en ULAD: Encuentros secretos, El mapa calcinado

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando la leí me pareció muy recomendable. Como vi primero la película (de culto) hace algunos años, me fue fácil imaginarme el escenario del libro. Desconozco si me hubiera podido ubicar en el escenario de haber leído primero la novela sin ver la película.

Poy

Carlos Andia dijo...

Aunque, según lo que nos explicas, solo sea un aspecto de los muchos que toca la novela, lo del tipo paleando arena hasta el fin de sus días viene a ser como un mito de Sísifo a la japonesa, no? Lo cual, visto cómo se las gastan estos individuos, puede ser algo realmente escalofriante.

¡El libro parece de verdad muy atractivo! Gran reseña, brother.

Gabriel Diz dijo...

Hola Oriol, magnífica reseña. Como este libro es imposible de comprar a un precio razonable en Buenos Aires te pregunto si has leído alguna otra obra de Kôbô Abe que puedas recomendar.

Saludos

Oriol dijo...

Poy, reconozco que a mí me era algo difícil imaginarme la disposición de la casa al leer esta novela. Supongo que ver la película antes ayuda, en este sentido. De todos modos, yo he preferido mantenerme alejado de la adaptación audiovisual hasta terminar el libro, porque si no le pongo la cara de los actores a los personajes, y eso es algo que me da mucha rabia.

Carlos, me gusta tu ocurrencia. Sin duda alguna, estamos ante un mito de Sísifo a la japonesa. Con todo lo que esto implica, como bien remarcas.

Gabriel, ahora estoy leyendo "El mapa calcinado" y también tengo en la mesilla de noche "El rostro ajeno", pero "La mujer de la arena" ha sido mi primera toma de contacto con Kôbô Abe. Cuando digo que es de los mejores trabajos del autor me baso, por tanto, en lo que han dicho terceros. De todos modos, puestos a recomendarte (de nuevo, un poco a ciegas), te diría que le echaras el guante a "El rostro ajeno" e "Idéntico al ser humano". Ambas parecen ser obras bastante interesantes. Y qué rabia que no puedas conseguir esta novela a un precio razonable. A mí me ha sucedido lo mismo hace poco, buscando "El gusano máximo de la vida misma", de Alberto Laiseca. ¡Los malditos especuladores han aprovechado que está descatalogada y su escasa tirada para inflar su precio hasta límites absurdos!

Anónimo dijo...

Buena vida lectores! Que elegante reseña del texto "La mujer de la arena" Es dificil aceptar la evidente analogía del relato, con la vida misma. La arena, es el tiempo mismo! El personaje del maestro, es el yo! La mujer, y me animo a suponerlo, es Dios! Ella ya está en eso. Desde cuando?
Me enteré de esta novela por casualidad, hoy 2023 pasó cuatro años desde la publicación de esta reseña! Y muchos más desde la publicación de la novela original en 1962. Pregunterse cuanta arena debemos seguir palendo antes de morir, sería atroz!
No he leido la novela, no he buscado la novela. Pero ya estoy sin darme cuenta paleando arena con el personaje-yo. Borges imagino este esfuerzo tambien. En algunos cuentos intuyó a esa mujer-dios! Y al destino atroz!
Gracias por el tiempo y buena vida!

Oriol dijo...

Hola, Anónimo, gracias por halagar la reseña. Si no has leído la novela, hazlo, porque no te decepcionará. Lo que dices de que la arena es el tiempo mismo me parece una lectura aceptable, lo de que la mujer es Dios ya lo veo más descabellado.

Momo dijo...

Gracias por la reseña, me parece muy interesante. Hay que tener también en cuenta el carácter de autor sobre todo teatral de Abe Kobo, algo no muy comentado fuera de Japón. Las novelas de Abe Kobo son siempre situaciones dramáticas con muy pocos personajes, y tendencia a los tres actos. Sus personajes se definen por lo que dicen y, aunque esta obra es muy visual, la palabra tiene enorme protagonismo. Está además en la tradición de Ozamu Dazai de preguntarse siempre por los límites de la esencia humana, qué se puede definir como tal. No me parecen bien (y disculpe por la crítica), sin embargo, expresiones como "sexualidad malsana" aplicada a los japoneses en general, ni algunos juicios sobre el existencialismo del protagonista (o del crítico), aspecto que nunca es obvio en esta novela. También apuntar que, aunque no lo desarrollaré aquí, esta es una novela muy edípica, pero dentro de un marco confuciano y budista, como algunas de Tanizaki o de Mishima. De cualquier forma, muchas gracias por su trabajo.