Año de publicación: 2018
Valoración: entre recomendable y está bien
Pues por lo que a mí concierne Limbo sigue siendo la novela que más me ha gustado de Fernández Mallo.
Bueno, en realidad, de las que he acabado. Porque alguna la dejé correr. Y Trilogía de la Guerra son casi 500 páginas, aunque sean excesivas y vayan de más a menos, uno se debe a los lectores, acaba los libros que se propone acabar y rindo mi poco modesta opinión, que intentaré razonar
Y las razones puede que sean recurrentes en la obra del escritor gallego: ya le es imposible abandonar un estilo que es minucioso en lo estilístico (pocos reparos pueden ponerse), pero que tiende a alambicarse en su fondo.
Cosa a la cual publicar una "trilogía" no ayuda. Que sea una trilogía de la guerra (parece haber una cierta obsesión reciente – Repila, Soto Ivars, Carrasco, Loriga – en ciertas tramas apocalípticas) le aporta un aire trascendente que choca en un autor que llamó Nocilla dream a un libro. Tiempos convulsos los que corren, para andarse con bromitas. Que Trump quiere salvar el planeta a su manera y donde él no llegue llegará Albert Rivera a acabarnos de solucionar a unos cuantos. Me voy sincerando: esa expectativa generada por ese título, por el premio otorgado, por la pura presencia del libro, cercano al tocho, acaba representando un relativo lastre.
Obviamente son tres novelas con diferentes escenarios, San Simón, islote de las costas gallegas ( y oportuno escenario reciente de festival "indie"), Nueva York, la costa de Normandía. Tres personajes, uno en cada escenario: un trasunto del autor en la isla, asistente a un curioso congreso en una escenografía que me remite tanto a personajes de Stephen King como al protagonista de La piel fría y, ya que estamos y que Fernández Mallo es tan contemporáneo, a pasajes esotéricos de series como Lost. El segundo, Kurt, un veterano de Vietnam transitando por Nueva York post 11-S, y una mujer cuyo nombre no sabremos, en las playas del desembarco de Normandía.
Intertextualización: fruto del obvio hecho de que el libro necesita unas cuantas sesiones de lectura, Fernández Mallo muestra sus cartas: dominio de recursos, panorámica cultura (aunque he de decir que las irrupciones de Dalí y Lorca me han parecido algo forzadas), vasto rango de influencias de todo tipo entre las cuales destaca sobremanera la de Sebald. La primera parte del libro es prácticamente una adaptación de Los anillos de Saturno, obra que es rememorada y nombrada a menudo en la tercera.
Intertextualización, repito. La novela arranca de maravilla: la primera parte es, con mucho, la mejor, incluso diría que una muy buena novela de misterio no resuelto, con sus referencias a oscuros episodios de la Guerra Civil, con un ligero toque bolañiano en eso de la reunión de expertos, con toda una serie de evocaciones inquietantes que sobreexcitan al lector, como unas 80 páginas iniciales en las que empecé a arrepentirme de haber ignorado algo de la obra anterior del escritor. Pero, ay la trilogía y la necesidad de justificarla. Y yo quería evitar la palabra batiburrillo. Que quizás suene peyorativa, pero no se me ocurre (¿amalgama?¿mezcolanza?¿magma?¿pandemónium?) otra para describir esa sensación cuando necesita intercalar referencias a las otras novelas, cuestión obviamente más visible en la segunda y la tercera, y uno empieza a liarse, a confundirse o (perdonad que dude que esto sea aconsejable para un lector promedio) a pensar que hubiera ido bien montarse un pequeño esquema de referencias. Porque de ahí a empezar a emplear menciones a hechos relevantes del libro, o a repetir anécdotas que justifiquen (puñetera trilogía) que estos tres textos se necesitan entre ellos porque son como un alegato a tres conflictos armados de la historia de la humanidad –Guerra Civil, II Guerra Mundial, Vietnam -, con esa intención unificadora, ya el lío (sin que haya un solo párrafo que no sea estéticamente disfrutable) se vuelve considerable: que si galletas con forma de perro embarazado, que si mensajes ocultos a través de vomitonas de celebridades, que si SMS póstumo, que si los residuos como testamento del planeta, que si la anguila es 100% proteína. Sí: a mí me gusta que Fernández Mallo sea ambicioso y experimente. Cómo no me va a gustar. ¿Por qué Pynchon sí puede hacerlo y él no? La cuestión no es tanto que, hasta para ese recorrido experimental, uno tiene que dejar alguna amarra echada, como que la extensión del libro daría para incidir con más eficacia en los terrenos donde se ha mostrado más brillante, como que la contemporaneidad y extensa cultura del autor den para admirar su capacidad narrativa pero también para pensar si no nos están colando el guion de un capitulo de Lost. Y ya es la segunda vez que nombro la serie, vaya.
Dicho de otra manera, que el que mucho abarca, poco aprieta.
También de Agustín Fernández Mallo en ULAD: Nocilla Dream, Nocilla Experience, Postpoesía, Limbo, El Hacedor (de Borges). Remake
También de Agustín Fernández Mallo en ULAD: Nocilla Dream, Nocilla Experience, Postpoesía, Limbo, El Hacedor (de Borges). Remake
4 comentarios:
Muy de acuerdo con la reseña. Lo cogí con ganas y fui perdiendo interés a medida que avanzaba la historia.Fernánadwz Mallo domina el lenguage y la novela tiene pasajes brillantes pero alarga mucho las historias y al ser temas poco concisos se pierde el interés. También me quedo con la primera parte del libro.
Muy de acuerdo yo también con la reseña y con el comentario de Marc. Es curioso, yo también pensé varias veces en Stephen King mientras leía la primera parte.
Debo decir en primer lugar que estoy disfrutando con la lectura de esta novela, como todas las de Mallo, y ya voy a por las últimas 50 páginas, antes de verter comentarios negativos sobre la misma.
Hay apropiación en esta obra, algo que no me parece mal del todo cuando se usa para crear una historia como cuando en música se samplea. Pero de las como mínimo cuatro apropiaciones hay una que me duele en el alma (no la voy a citar ahora).
Luego hay errores bastante evidentes y como lo son tanto (tan obvios) me resulta raro; por ejemplo la falta de electricidad en la habitación de hotel que ha ocupado en la que páginas más tarde dice estar mirando el televisor. O la mujer embarazada que se saca leche del pecho (tengo entendido que eso es imposible a no ser que ya estuviera amamantando a otro bebé). Luego está lo del viaje de Chihiro: esa película que describe no se le parece en nada a la que yo he visto.
Hay más, aparte de erratas de edición que deberían obligar a cambiar los libros por nuevas ediciones como haría con un disco rayado una tienda de discos.
Pero aun y así, a pesar del tedio en muchas páginas, a pesar de errores, a pesar de esas apropiaciones, leer a Mallo siempre me aporta mucha información que desconocía y me acerca a autores de los que ni siquiera había oído hablar.
La cuestión, y gracias por los comentarios, es que no puedo oponer nada al libro en su desarrollo y en su concepto, pero acaba resultando más una especie de work in progress que un trabajo acabado.
Personalmente, soy de natural estreñido. La nocilla, por descontado, siempre se me ha atragantado (a la altura del colon, entiéndase)... Exactamente lo mismo que he sacado en claro de otras lecturas de autores españoles vivos y en activo: auto-bombo, barniz experimental, ingeniosas ocurrencias y futilidad, mucha futilidad. Poco más que un compendio de aforismos; pero para eso ya tenemos el refranero, claro. Una cosa tengo que agradecerle a Mallo: me ha hecho perder el tiempo, acto marcadamente político, de una trascendencia cuasi-militante otrora inimaginable, si tenemos en cuenta que, hoy día, el tiempo se mide en quilates. Y ya me callo, no sea que me ponga yo también a construir ripios, tropos y demás insondables, obscuros, productos experimentales.
José Ángel Gordillo
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