Título original: Hope in the Dark: Untold Histories, Wild Possibilities (Updated Edition)
Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable
La esperanza. No como lugar mental donde uno espera, de manera pasiva y sentado, a que ocurran cosas, sino como una herramienta para el cambio, el impulso que te empuja a salir por la puerta para conseguir aquello que quieres. La esperanza como motor de la acción, como combustible. Esta es la idea global que contiene el libro, y la autora reflexiona sobre ello en los diferentes capítulos donde se analiza la esperanza como elemento común y necesario para el cambio en la sociedad.
De esta manera, partiendo de un artículo que la autora publicó en internet a raíz de la guerra de Irak, Solnit estructura su relato en una serie de capítulos en los que aborda la esperanza desde diferentes puntos de vista, diferentes luchas, pero siempre con la mentalidad positiva y optimista que ya demostró en «Los hombres me explican cosas». De esta manera, fiel a su estilo, la autora denuncia y acusa, pero su propio relato mantiene abierta una ventana a la esperanza, al deseo de que las cosas cambien gracias a la voluntad y la acción del pueblo, claro poseedor de su futuro a pesar de que a veces se pretende menoscabar su poder. Hay que persistir y mantener la esperanza, pues tal y como afirma la autora «la esperanza no es una puerta, sino la sensación que en algún momento podría haber una puerta».
Así, el libro trata varios temas, en sus diferentes apartados, relacionados con el activismo, pues habla sobre la decepción tras la elección de Bush como presidente de EE.UU. y el desánimo que surgió tras la decisión de la participación en la guerra de Irak, la capacidad asociativa de la sociedad para organizarse y manifestarse para protestar, la manera en que el poder ejerce el miedo sobre la sociedad para abandone la lucha por sus ideales (algo que hemos visto demasiado, especialmente de un tiempo a esta parte), la manera en que se pretende hacer creer que los únicos que tienen voz en el mundo son los grandes actores (siempre cercanos al poder) cuando en realidad la lucha de manera global, desde la base de la sociedad, puede originar los grandes cambios como ocurrió con la caída del muro de Berlín o la revolución china en la plaza de Tiananmén. La autora también critica la globalización, pues causa pérdida de la masa salarial, crisis en el comercio local y pobreza en zonas rurales y agrícolas; también analiza los atentados del 11 de septiembre de 2001 contraponiendo el humanismo de la sociedad americana que se volcó en la ayuda y la solidaridad, con actos de heroísmo en forma de pequeñas acciones y la empatía y cooperación mostradas, en claro contraste con el uso del miedo y el desconcierto por parte de las autoridades canalizándolo para justificar una guerra con intereses económicos y políticos.
Con todo ese trasfondo de denuncia, la autora canaliza el mensaje hacia la esperanza, explicando la necesidad del activismo para conseguir revertir las situaciones no deseadas, a sabiendas que el resultado de las luchas activistas no es inmediato ni a menudo tampoco visible, ni con resultados rotundos o definitivos, pero sí es a través de pequeñas victorias, tras mucho trabajo realizado, donde se consigue avanzar, de manera lenta pero inexorable, tratando de proteger cualquier pequeño terreno ganado a la injusticia, hasta que el cambio esté consolidado. Y recalca también «la importancia de conseguir un mundo mejor, no un mundo perfecto», pues a menudo el deseo de conseguir la perfección o la victoria total impide el avance, cuando lo realmente importante es participar de manera constante y continua en el desarrollo de un mundo que no está acabado, que está siempre abierto a la mejora. Y esta lucha se debe realizar de manera global (algo que también sugiere Angela Davis), pues el mensaje ha cambiado de «piensa en global, actúa en local» a «piensa en local, actúa en global», pues muchas de las batallas libradas tienen ramificaciones en diferentes países o regiones, y hay que aprovechar el alcance de las redes sociales para difundir el mensaje y conseguir apoyos de quién lucha por causas similares en otras partes del mundo.
Por todo lo expuesto, se trata de un libro muy recomendable, no únicamente por las ideas que transmite, sino también por la convicción mostrada en ellas, pues siendo consciente de la dificultad en cambiar las cosas y sin abandonar el realismo ni caer en falsas utopías, la autora ha escrito un libro lleno de optimismo, y además lo ha hecho de manera perfectamente estructurada y equilibrada. Este es otro punto fuerte del libro, su estructura, pues a pesar de que el libro se compone de varios capítulos donde la autora aborda diferentes temas, quiero destacar de manera expresa la perfecta continuidad entre ellos, pues la autora sabe mantener el tono y la línea argumental a lo largo de todo el libro y escribe un relato continuo sin repetir conceptos, sin dar vueltas a una misma idea, sin reiterar en los mismos ejemplos. Este aspecto lo hace diferente de otros ensayos que consisten en un conjunto de artículos o conferencias agrupadas en un libro (me viene a la cabeza «Los hombres me explican cosas», de la misma autora o también «La batalla es una lucha constante» de la antes mencionada Angela Davis). En esta obra, la narración continua es un valor añadido al propio contenido y hace que la lectura del libro sea más ágil a ojos de un lector no acostumbrado a los ensayos y dan clara muestra de la habilidad de la autora, más allá del interés que despierten sus ideas, para definir un marco donde, más allá de los retos y las dificultades que entraña un mundo complejo y de poderosos intereses, se percibe, de forma nítida y clara, un camino hacia la esperanza, una luz hacia la oscuridad.
Vivimos en una época convulsa por la pérdida de libertades; es probable que simpaticemos y/o estemos inmersos en luchas en varios frentes, ya sea contra el machismo, el racismo, la desigualdad, la mala gestión de la crisis humanitaria o la pérdida de derechos civiles, o también en favor del feminismo, la libertad, la solidaridad entre pueblos, por poner ejemplos de luchas actuales. Y es en estos tiempos, cuando leer a Solnit nos da el empuje, el aliento necesario que nos permita agarrarnos a una esperanza cuando solo vemos oscuridad y dificultades. Hay veces en que solo una pequeña chispa, un destello de luz, es suficiente para iluminar un camino que parecía inexistente, para encontrar la grieta por donde abrirnos paso, para reclamar nuestros derechos y ofrecer la ayuda necesaria y actuar. Porque debemos luchar, de manera pacífica, por aquello en lo que creemos, alcanzar aquello a lo que aspiramos, pues todos deberíamos contribuir a generar la ilusión, la esperanza, y el empuje, para que, a través de cada una de nuestras pequeñas acciones, podamos conseguir una sociedad mejor y ver que un futuro mejor no solo es deseable, sino también posible. No queda otro remedio que mantener y alimentar la esperanza y creer que la lucha no solo es posible, sino que es necesaria, algo que la autora resume perfectamente en el libro con la siguiente frase:
«No hay una alternativa a luchar por los ideales porque la alternativa es rendirse y rendirse no es únicamente abandonar el futuro, sino también el alma.»
También de Rebecca Solnit en ULAD: Los hombres me explican cosas, Una guía sobre el arte de perderse, Recuerdos de mi inexistencia
De esta manera, partiendo de un artículo que la autora publicó en internet a raíz de la guerra de Irak, Solnit estructura su relato en una serie de capítulos en los que aborda la esperanza desde diferentes puntos de vista, diferentes luchas, pero siempre con la mentalidad positiva y optimista que ya demostró en «Los hombres me explican cosas». De esta manera, fiel a su estilo, la autora denuncia y acusa, pero su propio relato mantiene abierta una ventana a la esperanza, al deseo de que las cosas cambien gracias a la voluntad y la acción del pueblo, claro poseedor de su futuro a pesar de que a veces se pretende menoscabar su poder. Hay que persistir y mantener la esperanza, pues tal y como afirma la autora «la esperanza no es una puerta, sino la sensación que en algún momento podría haber una puerta».
Así, el libro trata varios temas, en sus diferentes apartados, relacionados con el activismo, pues habla sobre la decepción tras la elección de Bush como presidente de EE.UU. y el desánimo que surgió tras la decisión de la participación en la guerra de Irak, la capacidad asociativa de la sociedad para organizarse y manifestarse para protestar, la manera en que el poder ejerce el miedo sobre la sociedad para abandone la lucha por sus ideales (algo que hemos visto demasiado, especialmente de un tiempo a esta parte), la manera en que se pretende hacer creer que los únicos que tienen voz en el mundo son los grandes actores (siempre cercanos al poder) cuando en realidad la lucha de manera global, desde la base de la sociedad, puede originar los grandes cambios como ocurrió con la caída del muro de Berlín o la revolución china en la plaza de Tiananmén. La autora también critica la globalización, pues causa pérdida de la masa salarial, crisis en el comercio local y pobreza en zonas rurales y agrícolas; también analiza los atentados del 11 de septiembre de 2001 contraponiendo el humanismo de la sociedad americana que se volcó en la ayuda y la solidaridad, con actos de heroísmo en forma de pequeñas acciones y la empatía y cooperación mostradas, en claro contraste con el uso del miedo y el desconcierto por parte de las autoridades canalizándolo para justificar una guerra con intereses económicos y políticos.
Con todo ese trasfondo de denuncia, la autora canaliza el mensaje hacia la esperanza, explicando la necesidad del activismo para conseguir revertir las situaciones no deseadas, a sabiendas que el resultado de las luchas activistas no es inmediato ni a menudo tampoco visible, ni con resultados rotundos o definitivos, pero sí es a través de pequeñas victorias, tras mucho trabajo realizado, donde se consigue avanzar, de manera lenta pero inexorable, tratando de proteger cualquier pequeño terreno ganado a la injusticia, hasta que el cambio esté consolidado. Y recalca también «la importancia de conseguir un mundo mejor, no un mundo perfecto», pues a menudo el deseo de conseguir la perfección o la victoria total impide el avance, cuando lo realmente importante es participar de manera constante y continua en el desarrollo de un mundo que no está acabado, que está siempre abierto a la mejora. Y esta lucha se debe realizar de manera global (algo que también sugiere Angela Davis), pues el mensaje ha cambiado de «piensa en global, actúa en local» a «piensa en local, actúa en global», pues muchas de las batallas libradas tienen ramificaciones en diferentes países o regiones, y hay que aprovechar el alcance de las redes sociales para difundir el mensaje y conseguir apoyos de quién lucha por causas similares en otras partes del mundo.
Por todo lo expuesto, se trata de un libro muy recomendable, no únicamente por las ideas que transmite, sino también por la convicción mostrada en ellas, pues siendo consciente de la dificultad en cambiar las cosas y sin abandonar el realismo ni caer en falsas utopías, la autora ha escrito un libro lleno de optimismo, y además lo ha hecho de manera perfectamente estructurada y equilibrada. Este es otro punto fuerte del libro, su estructura, pues a pesar de que el libro se compone de varios capítulos donde la autora aborda diferentes temas, quiero destacar de manera expresa la perfecta continuidad entre ellos, pues la autora sabe mantener el tono y la línea argumental a lo largo de todo el libro y escribe un relato continuo sin repetir conceptos, sin dar vueltas a una misma idea, sin reiterar en los mismos ejemplos. Este aspecto lo hace diferente de otros ensayos que consisten en un conjunto de artículos o conferencias agrupadas en un libro (me viene a la cabeza «Los hombres me explican cosas», de la misma autora o también «La batalla es una lucha constante» de la antes mencionada Angela Davis). En esta obra, la narración continua es un valor añadido al propio contenido y hace que la lectura del libro sea más ágil a ojos de un lector no acostumbrado a los ensayos y dan clara muestra de la habilidad de la autora, más allá del interés que despierten sus ideas, para definir un marco donde, más allá de los retos y las dificultades que entraña un mundo complejo y de poderosos intereses, se percibe, de forma nítida y clara, un camino hacia la esperanza, una luz hacia la oscuridad.
Vivimos en una época convulsa por la pérdida de libertades; es probable que simpaticemos y/o estemos inmersos en luchas en varios frentes, ya sea contra el machismo, el racismo, la desigualdad, la mala gestión de la crisis humanitaria o la pérdida de derechos civiles, o también en favor del feminismo, la libertad, la solidaridad entre pueblos, por poner ejemplos de luchas actuales. Y es en estos tiempos, cuando leer a Solnit nos da el empuje, el aliento necesario que nos permita agarrarnos a una esperanza cuando solo vemos oscuridad y dificultades. Hay veces en que solo una pequeña chispa, un destello de luz, es suficiente para iluminar un camino que parecía inexistente, para encontrar la grieta por donde abrirnos paso, para reclamar nuestros derechos y ofrecer la ayuda necesaria y actuar. Porque debemos luchar, de manera pacífica, por aquello en lo que creemos, alcanzar aquello a lo que aspiramos, pues todos deberíamos contribuir a generar la ilusión, la esperanza, y el empuje, para que, a través de cada una de nuestras pequeñas acciones, podamos conseguir una sociedad mejor y ver que un futuro mejor no solo es deseable, sino también posible. No queda otro remedio que mantener y alimentar la esperanza y creer que la lucha no solo es posible, sino que es necesaria, algo que la autora resume perfectamente en el libro con la siguiente frase:
También de Rebecca Solnit en ULAD: Los hombres me explican cosas, Una guía sobre el arte de perderse, Recuerdos de mi inexistencia
4 comentarios:
Hola Marc. ¿Este es un libro feminista? ¿De qué esperanzas habla? Algún día tendré que conocer de primera mano a la autora y tendré que ver por dónde empiezo.
Hola, Montuenga. En este caso no trata sobre el feminismo, al menos no específicamente.Este libro trata sobre el activismo y la necesidad de creer y luchar por un mundo mejor, en cualquiera de los diferentes ámbitos en los que se quiera "luchar". El libro es un canto a la esperanza para no abandonar la lucha a pesar de que haya momentos en los que parezca que es una tarea inútil. Habla sobre el poder del pueblo y su capacidad para cambiar cosas si se cree y se trabaja conjuntamente para ello. En este caso la autora no se ciñe a un único ámbito, sino al activismo en concepción más amplia.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc
Hola!! De un tiempo a esta fecha estoy leyendo libros más bien de este corte, especialmente en lo que se refiere al activismo loco, así que celebro esta reseña y tomo nota del título para sumarlo a la lista "por leer".
Hola, Antonieta. A mí también me gusta, cada vez más, el ensayo relacionado con estos temas, pues la parece que a últimamente vamos hacia atrás en muchas cosas. Me alegro que lo añadas a tu lista de lecturas futuras, y muchas gracias por comentar la entrada y confiar en nuestro criterio (o mío, en este caso).
Saludos
Marc
Publicar un comentario