jueves, 20 de septiembre de 2018

José Luís de Juan: Este latente mundo


Idioma original: Castellano
Año de publicación: 1999
Valoración: Muy recomendable

Quien más quien menos, si asoma su nariz por este ciber engendro también lo hace por alguna biblioteca. Ummm! Esos espacios acogedores y sublimes, catedrales del saber, reservas de curiosidad y silenc

-Pero bueno, oiga Usted reseñador de medio pelo, deje las digresiones a Javier Marías, bájese los humos y hable de algún libro. Y lo del silencio… lo del silencio, en fin, será cuando cierran por inventario.
-Cierto, mis disculpas, el cliente siempre tiene la razón. 

Este latente mundo discurre en gran parte en bibliotecas, entre montones de papiros o entre centenares de miles de libros sistemáticamente catalogados y ordenados y lo hace además de manera simultánea en dos momentos diferentes y a la vez paralelos, entre el ajetreo polvoriento del Bajo Imperio de Roma por un lado y la segunda mitad del siglo XX por el otro, en la enmoquetada Universidad de Harvard, en Boston, Estados Unidos. Y la manera en que el autor ha sabido engarzar una situación y una trama en la otra es, desde luego, uno de sus evidentes aciertos. Y tiene más.

Lo que hace latir estos mundos es, desde luego, el deseo. La fuerza irrefrenable  por conseguir al otro, la seducción y la excitación compartida, la maravillosa locura del goce. El ponerse en riesgo –en según qué circunstancias y ante según qué ojos- por amar a alguien del mismo género. Es este pulso, profundo y hedonista, el que atrapa la curiosidad del lector y envuelve en fascinación la lectura. Las situaciones y los personajes existen y se desenvuelven en una bien lograda atmósfera de transgresión –rayana incluso con el thriller- por las sombras y los límites de lo convencional y admisible, de lo decente y público. Es, por tanto, una realidad discreta, oculta, lista para ser desvelada para quien se asome a sus páginas. 

Amanuenses, sátirocopistas, ventrílocuos…Los que se dedican a leer y recrear, a alterar, mejorar o desvirtuar lo que otros previamente dejaron por escrito. Personajes como el copista de origen sirio Mazuf que se desenvuelve en la Biblioteca de Trajano, en la Tiberiana, en la del Palatino. O como el estudiante de Derecho Laurence, llegado del medio Oeste, que actúa a su vez en las de Harvard: Gutman, Langdell, Widener... También ellos tienen en común el merodeo: “Ahora como entonces, a Widener y a cualquier otra biblioteca no se va a leer sino a merodear. Claro que leer es también merodeo, búsqueda de trémulo placer en el humo que despiden las palabras”.

Pero también es destacable el estilo, el lenguaje con el que José Luís de Juan (Palma, 1956) elaboró Este latente mundo. Con un tono mesurado, templado, sin cargar tintas ni recrearse en lo frivolo o en lo escabroso, hasta las escenas más explícitas –y abundan con minucioso detalle- aparecen  como impregnadas de una sobria objetividad, como cuando asistimos a “efusiones carnales, por lo general en grupo”. Por lo visto, Este latente mundo adquirió cierta condición de icono entre lectores lgtb –nuevas disculpas por si me dejo alguna inicial- habiendo tenido ediciones para el mercado inglés –“This breathing world”- y francés –“Les souffles du monde”-. Y hasta aquí, me parece, se puede contar. Por estas razones me parece muy recomendable; calificación que aplico igualmente a los frecuentadores, y merodeadores, de cualquier tipo, tamaño o condición de biblioteca.

2 comentarios:

Diego dijo...

Me vino a la mente "Autodidacto", aquel personaje secundario de La Náusea de Sartre (que sin duda podría ser un merodeador de biblioteca de corte hedonista). Aunque las novelas no tengan nada que ver, le recordé. Sirva ese recuerdo para dejarte un comentario.

Tu reseña, como he dicho otras veces: un agradable texto que gana más con tu manera de escribir que por el libro particular que traigas. (Así me pasa a mí con algunos de vosotros). Felicitaciones.

Sobre el libro, siento que la estructura promete y creo en tu buen gusto, pero me doy cuenta que en principio lo estoy dejando de lado porque juzgo que no me va a interesar el pulso del que hablas. Cosa que me hace sentir un poco intolerante cuando presumo de no serlo. Quizá leerlo sería una buena prueba o lección para mí... Juas! Sirva este último cuestionamiento para mejorar el comentario.

Si lo leo te cuento.


carlos ciprés dijo...

Hola Diego, seguro que uno de los grandes placeres es hacer lo que apetece en el momento que estimemos oportuno.