martes, 20 de agosto de 2013

Philip Roth: El lamento de Portnoy

Idioma: inglés
Título original: Portnoy's complaint
Año de publicación: 1969
Traducción: Adolfo Martín
Valoración: recomendable

¿Qué pretendió Philip Roth, escritor judío, con una crítica tan feroz al funcionamiento de la sociedad judía, de la educación recibida dentro de ese ámbito?
¿Cuál hubiera sido la reacción a una crítica de este calado si el autor no hubiera sido judío?
¿Es este libro uno de esos ejemplos de que "nadie mejor para criticar que los que están cerca"?

No tengo una respuesta clara para ninguna de estas cuestiones: hasta mostrarme muy entusiasta me resultaría algo violento. Porque el varapalo que Roth le propina en este libro a la cultura a la que él pertenece es, no por estar revestido de cierto tono sarcástico y de situarse dentro de un contexto claramente exagerado, menos descomunal. Varapalo del cual un glosario situado al inicio del libro (al menos, de la edición que he leído) ya nos preavisa sin género de dudas. Los términos empleados en yiddish contienen, en su gran mayoría. una tonalidad despectiva y diferenciadora hacia lo ajeno que nos deja patidifusos. La cuestión, racial, la religiosa, las costumbres ancestrales arraigadas, o no, en cuestiones que Roth nos manifiesta como totalmente absurdas. Todo ese conjunto resulta ciertamente desconcertante. 
Quede claro, no obstante, que El lamento de Portnoy (que en otras traducciones se ha titulado como El mal de Portnoy) sería inconcebible como obra sin toda esa parafernalia. El vocabulario yiddish tiñe todas sus páginas y pronto el lector no tiene que acudir al glosario para saber, por ejemplo, qué es shikse o qué es goy, términos ambos usados para referirse a los no-judíos, que acaban siendo (en especial las mujeres shikse) la máxima obsesión del protagonista, Alexander Portnoy, abogado de éxito y narrador del libro. Al que conocemos desde una adolescencia marcada por la explosión de las hormonas, y que vive condicionado por la opresiva atmósfera a la que, sobre todo, su madre le somete. Marcada por las relaciones idóneas para cumplir con ese destino universal que le parece estar reservado, por la necesidad de satisfacer las expectativas, y por su abnegada lucha por zafarse de ese férreo control, la vida de Portnoy es un casi trágico juego del ratón y el gato.
El libro es una narración en la primera persona, una extensa sesión de psicoanálisis (otro guiño) que a veces se tiñe de confesión ante el juez, y que, a lo largo de sus páginas, nunca abandona un cierto tono sarcástico a la par que levemente desesperado. La mayor manifestación de lo alienado que se siente Portnoy surge a través de su sexualidad extraña y turbada, con tintes edípicos, pero con episodios francamente memorables. Roth no escatima en detalles y no se corta ni un pelo en poner de manifiesto lo absurdo de muchos prejuicios esgrimidos en defensa de pureza o de tradiciones. Como Woody Allen o Sacha Baron Cohen, sabe dónde duele e insiste ahí.
Quizás haya pasajes en los que El lamento de Portnoy se excede o toma un cariz levemente bizarro, quizás algunas páginas en su parte central sobren, pero si al placer de la lectura (el estilo de Roth es impecable) le añadimos ese plus de, aunque sea inconscientemente, sumergernos en el perfil de una cultura diferente a la de uno mismo, no puedo menos que recomendar leer esta novela, única, osada y, seguramente, más cercana a la realidad de lo que a algunos les resulta políticamente correcto.

También de Philip Roth en ULAD: IndignaciónEl animal moribundo, La conjura contra AméricaElegíaLa mancha humanaNémesisPastoral americanaEngañoLa humillaciónGoodbye, Columbus

19 comentarios:

Il Gatopando dijo...

Creo que es importante situar la publicación de la novela en su contexto temporal: 1969, coincidiendo con la liberación de las costumbres que trajeron consigo los movimientos contraculturales en EEUU.

El lamento de Portnoy supuso la traslación artística de esa liberación a la cerrada comunidad judía. Produjo tal escándalo que Philip Roth tuvo que exiliarse a un pueblo remoto del estado de Nueva York.

El que la novela haya superado con éxito el paso del tiempo avala que se trató de algo más que de un ejercicio oportunista por la vía de la provocación y confirma el talento precoz de Roth.

Francesc Bon dijo...

Muchas gracias por este apunte adicional, muy acertada y razonada.

Ana Blasfuemia dijo...

Tengo este libro en esta misma edición (que creo que tengo completa). No lo he leído porque caso muy mal con el psicoanálisis, aunque me gusta Philip Roth. Tendré que reconsiderarlo teniendo en cuenta tus comentarios (y los adicionales de Il Gatopando).

Saludos.

Francesc Bon dijo...

La verdad es que la cuestión del psicoanálisis no se llega a atisbar hasta el mismo final del libro, donde se ve que toda la estructura de la narración respondía a esa situación. Y claro, se nota en la obsesión por el sexo... Gracias, Ana, toda una habitual y siempre participando !!

Rochester dijo...

Bueno, bueno, bueno... Se nota que pertenecemos a la generación de los masturbadores compulsivos. El blanco de las tapas del libro es toda una declaración. Aquella colección de Bruguera nos abrió los ojos a muchos. Pero, al menos en mi caso, esta novela doméstica, doméstica sí, me aburrió en su momento. El personaje estaba enamorado de su pene. Creo que todavía lo está. Y cuando lees algo donde un chaval no para de meneársela, la verdad, con 17-18 años que yo tenía entonces, pues como que no. Para eso me miraba el mío. De todas maneras, Roth siempre, o casi siempre, ha hablado de lo mismo: soy el más guapo, y me doy pena. Folladme. Luego, claro, el personal se escandaliza, porque todo esto es un retrato del judíoamericano medio,una cutrez, y no se puede estar todo el día midiéndotela a ver lo que ha encogido, y especular si a tus alumnas universitarias les llenará su vida o su vagina. Lo siento, me aburro con Roth. No por viejo verde, desde joven que lo era. Sino por pesado.

Resulto excesivo, Francesc. Porque hablo desde la sombra alargada de mi adolescencia. Gracias por hacer que la recupere, sobre todo por la edición del libro. Estoy por desempolvarlo de mi biblioteca, y saber si todavía soy el mismo, o peor, lo cual sería una ganancia. Salut i força al canut.

Francesc Bon dijo...

Muchas gracias, Rochester, por el extenso comentario. Está claro que, por un motivo u otro, Roth consigue dibujar un personaje memorable. Y la diversidad de lecturas es otra cuestión nada desestimable. En fín, que con todas las exageraciones y salidas de madre, medien o no intenciones sarcásticas, es un libro sobre el que merece la pena hacer el esfuerzo de leerlo y pronunciarse.

Jonan dijo...

Yo me partí de risa con esta novela y me pareció una muestra de un talento literario más que notable, más reveladora aún por la época en la que lo escribió (por cierto, leí por ahí que había sido la novela más vendida en USA aquel año.... no sé si hoy en día algo así conseguiría ser un best-seller).
De lo que me quedó cierta duda es que, si ser judío, al parecer consiste básicamente en matarse a pajas y discuitoi sin cesar con la familia, entonces media humanidad, por lo menos, debemos de ser judíos, al menos durante esa bella época de nuestra vida llamada adolescencia, ¿no?
Pero es algo cierto lo que ha dicho un comentarista anterior: el problema con Roth es que lees este libro y te entusiasmas. Lees un par de libros suyos más y te das cuenta de que tratan todos sobre lo mismo: crecer siendo un chico judío en Newark en los 40 o ser un profesor universitario (judío, claro) de literatura ... unos mundos que se repiten una y otra vez (sí, ya sé que eso es lo que hacen los grandes escritores, repetirse más que el ajo, pero nosotros somos , en todo caso, lectores, y en mi caso, no de los "grandes")
Y mira que es bueno, mr. Roth, pero como lectores, necesitamos un tiempo de descanso entre libro y libro, ¿no os parece?

Francesc Bon dijo...

Gracias por el comentario, Jonan. La verdad es que tengo en casa varios libros de Roth pendientes de lectura, y que debería irles dando curso, pero tu comentario me hace tener en cuenta el dejar cierto espacio.

Gedeón McHale dijo...

Estimado amigo, tenga cuidado con el empleo de la palabra "bizarro", que no es sinónimo del "bizarre" inglés, sino que en español significa "valiente, gallardo". No debe utilizarse como sustitutivo de "raro, extravagante". Tanto que nos gusta la literatura, empecemos por respetar el material de que está hecha: la palabra.

Francesc Bon dijo...

Gracias por la puntualización, aunque me temo que ya hemos incorporado, como consecuencia de la colonización idiomática, esa acepción: me refiero a que es raro, extravagante, pero con un punto vicioso y perverso. Gracias por el comentario.

Ladycar dijo...

Un artículo del Pais sobre el autor me lleva, buscando información sobre el libro al que han traducido como El mal de Portnoy y yo lo recordaba como El lamento de Portnoy, a tu blog.
Leí este libro siendo casi una niña y me morí del susto, creo que no lo pude terminar y me daba vergüenza haber siquiera empezado a leerlo. Sin embargo me dejó huella ya que después de cientos de años que me alejan de esa época todavia lo recuerdo. Creo que voy a volver a leerlo.

Francesc Bon dijo...

Bueno! No es una lectura de corte infantil, precisamente. Por lo que voy entendiendo a medida que obtengo referencias, es una crítica en toda regla al tradicionalismo.
Gracias por el comentario.

Juan G. B. dijo...

Hola: perdón por entrometerme, pero justamente ayer se publicó esto en EL PAÍS, que quizás sea de interés para quien haya leído el libro:
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/25/actualidad/1416940053_326992.html
Un saludo

Anónimo dijo...

Como puede obtener solo un 'recomendable'? Como mínimo muy recomendable..

Pd: Y la sosada de STONER 'muy recomendable'? Con ese inicio tan Soporífero que sólo salva el final...

No lo veo

Francesc Bon dijo...

Acepto que a veces, sobre todo visto en perspectiva, cierta "recapitulación" de las valoraciones mostraría alguna incoherencia o alguna situación chocante. Pero no vamos a ponernos muy academicistas con eso, creo.
Gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

Gracias a vosotros, Os sigo muy atentamente y me ayudáis mucho a elegir mis próximas lecturas. Un saludo

Anónimo dijo...

Francesc, tengo la respuesta a las preguntas que abren tu reseña: sencillamente, el humor judío se caracteriza por ser autoparódico.

Francesc Bon dijo...

Ya! es algo que se va apreciando por muchas vías, incluyendo las películas de Woody Allen. En esto creo que deberíamos aprender otras culturas. Gracias por el comentario.

@_PaquiBernal dijo...

Para mí, la versatilidad con que Philip Roth retrata las relaciones familiares es asombrosa, su prosa absolutamente admirable. Pero además compensa con creces el cliché de las familias judías americanas presente en la filmografía de Woody Allen. El tipo de interacciones que vemos en "El lamento de Portnoy" me parece perfectamente extrapolable a muchas que se daban en el seno de las familias españolas en el siglo XX.
Y el autor es un mago en su forma de trufar el sufrimiento del protagonista con anécdotas, ironía y humor.
Gracias por tu reseña, Francesc.