Este es el resumen resumido de la odisea que hubo de pasar la expedición del Endurance, liderada (a su manera, que toca desmitificar un poco) por Sir Ernest Shackleton y esto es lo que, a grandes rasgos, se narra en Sur.
Pero como suele ocurrir, esta es solo una parte de la historia. Y es que la Expedición Transantártica no fue, solo, "la expedición de Shackleton" ni Sur es solo la historia del Endurance. Porque fueron dos los barcos que se dirigieron al continente helado (aunque la Historia "Oficial" hable solo del Endurance en el que iba Sir Ernest), porque hay personajes, como Worsley o McNish, claves para entender el feliz desenlace de la aventura que no han sido debidamente reconocidos, porque Sir Ernest quizá no fue ese jefe tan "megamaravilloso" al que, por otro lado, sería injusto negar su mérito (pero de ahí a casi canonizar hay un trecho), etc.
De todo lo anterior se deriva una posible doble lectura del libro, en función de si el lector tiene o no conocimientos previos sobre las peripecias de Shackleton y compañía. ¡Al lío!
En el caso de que sea la primera vez que uno oiga hablar de la expedición, alucinará con el viaje. Una aventura que roza los límites de lo increíble, hombres en situaciones extremas en plena noche polar, drama, tragedia, la condición humana, recetas culinarias, etc condensadas en casi 600 páginas.
En cambio, para quien ya haya visto o leído algo sobre la expedición Sur puede ser otras cosas. La aventura no deja de ser brutal y posee todos los elementos que hacen de ella algo casi mítico, pero el lector más "experto" verá cómo ese "ejemplo de liderazgo" que pareció ser Shackleton igual no lo fue tanto y descubrirá otros nombres y otras historias con los que podrá sentirse más identificado.
Sobre el liderazgo de Shackleton, llaman la atención cuatro cosas:
- su escaso o nulo agradecimiento a dos personajes clave en toda la historia. Y es que Sir Ernest y el James Caird jamás habrían llegado a las Georgias del Sur tras un viaje de 1600 kilómetros orientándose como buenamente pudieron sin Frank Worsley, pero es que igual Worsley y Shackleton igual estaban criando malvas en 1916 si no hubiera sido por McNaish (el carpintero, así a secas
para el cabronazo de Sir Ernest). - las pocas referencias a la organización del grupo durante la expedición, lo que unido a ciertas referencias a drásticas medidas dejan entrever a un Shackleton muy en su papel de jefazo. (A ver, ¿quién cojones es Sir en este puto barco, so inútiles?)
- su nula autocrítica. Sí, todo tu grupo llegó vivo y todo lo que quieras pero algo mal tuviste que hacer, ¿no?
- la poca atención que presta a los sentimientos o historias de sus compañeros de expedición. El tono de la narración es más bien frío y centrado en aspectos exteriores o en el propio narrador (aunque hay momentos en los que trasluce bien la desesperación y el hastío del grupo) y lo aleja de tipos como Nansen, mejor escritor y (parece que) mejor persona que Sir Ernest.
En cuanto a otros nombres y otras historias, me refiero fundamentalmente a los diarios de uno de los miembros de la expedición del Aurora: Ernest Joyce. La aventura (con ecos de los últimos de días de Scott) de su grupo con los depósitos de víveres, con dos mil kilometros a cuestas, ventiscas, frío espantoso, etc y la oscura poética que esconden sus lacónicos diarios deberían figurar entre lo mejor de la exploración polar.
Releo lo anterior y parece que se trata de un ajuste de cuentas con Sir Ernest. Si lo es, lo es con el Shackleton "mito", lo que no significa que no reconozca los méritos y el valor de un texto verdaderamente recomendable para amantes de trágicas aventuras polares con final (no tan) feliz.
2 comentarios:
Y supongo que tampoco menciona a Luís Pardo Villalón, el marino chileno que a bordo del Yelmo, que carecía de calefacción, electricidad y telegrafía, les rescata finalmente en las Shetland del Sur en pleno invierno austral.
Se mencionan los varios intentos de rescate y el rescate final en el Yelcho. Eso sí, tendría que hojear el libro pero creo recordar que a Luis Pardo Villalón no lo menciona. Así era el Sir
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