Año de publicación: 2013
Valoración: recomendable
Durante una entrevista, cuestionaron a Juan Rulfo sobre cómo logró capturar con maestría las voces del campo mexicano en sus cuentos y novelas, como si hubiera grabado conversaciones de la gente de los altos de Jalisco para luego transcribirlas. Al sumergirnos en sus relatos, es posible "escuchar" las voces emergiendo de la tierra. Rulfo respondió de manera muy honesta, aunque un poco avergonzado: “Tuve que inventarles el modo de hablar y de expresarse, porque ellos no se expresan así. Cualquier persona que tratara de encontrar esos paisajes o esas personas, no las encontraría. Quise retratar los rostros de esos personajes, pero la gente es común y corriente como en todas partes. No tenían nada de especial”. En “Falsa liebre”, se cae en la misma trampa.
Con una habilidad extraordinaria, Melchor otorga voz a sus personajes de una manera que recuerda a Rulfo; parece replicar fielmente su lenguaje, en este caso, el de jóvenes marginales de una ciudad costera mexicana. Aunque desconozco los antecedentes personales de Fernanda, es posible que su niñez en ambientes similares o su labor periodística le hayan permitido acercarse a la realidad de quienes poblarían su novela. Sin embargo, sospecho que, al igual que Rulfo, todo es inventado, resultado de la gran capacidad de fabulación de Melchor. Y con esto no me refiero a que Fernanda esté dándonos una visión manipulada de la realidad, si no que ha tenido que recrear y revivir esas personas imaginándolas como ella querría que fueran, tomando como punto de partida su ubicación y su contexto.
La obra narra dos historias: la de dos chicos que recurren al robo y la prostitución para sobrevivir y la de un joven que espera anhelante el nacimiento de su hijo, al tiempo que vive una vida sin significado ni motivación mas allá de las drogas. Ambas tramas se desarrollan en un contexto de marginación, violencia, adicciones, etc., entrelazándose fatalmente, muy al estilo de “Amores perros”. Lo destacable no es tanto la trama, que aborda la miseria y violencia (temas que personalmente me tienen un poco cansado), sino el estilo de Melchor, el cual es muy fluido.
En entradas previas de este blog, al reseñar otras obras de Melchor, se ha elogiado su destreza para emplear un lenguaje que combina la crudeza y pasión del habla cotidiana con su vasta cultura literaria, y concuerdo plenamente. La voz del narrador describe con precisión los escenarios, el ambiente, las motivaciones y conflictos de sus personajes. No obstante, al llegar a los diálogos, no puedo evitar recordar esas palabras de Rulfo, “ellos no se expresan así”. Aunque la ficción concede numerosas licencias, incluyendo la libertad en el uso del lenguaje, resulta chocante cuando un joven desfavorecido, carente de educación, afectado por las drogas y sumido en la pobreza, pronuncia diálogos que bien podrían rivalizar con los de Hamlet, pero aderezados con vulgaridades y blasfemias. Esta discrepancia me saca de la ficción y, hasta cierto punto, me hace sentir ligeramente defraudado, especialmente cuando se busca una representación fiel de la realidad. Es como ver a los indigentes en las telenovelas que, aunque despeinados y cubiertos de suciedad, lucen dientes blancos y ropa perfectamente planchada.
No me malinterpreten, leer a Fernanda Melchor es un verdadero placer. Y considero que esos aspectos que personalmente me resultan desagradables se atenúan en sus obras posteriores. Tanto el libro como su autora son altamente recomendables. Sin lugar a dudas, de las mejores escritoras hispanohablantes de su generación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario