Título original: Gli uomini non sono isole
Traducción: Jordi Bayod
Año de publicación: 2018
Valoración: Recomendable
El pobre Nuccio Ordine murió unos pocos meses antes de que le fuera entregado, hace unas pocas semanas, el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. También es mala pata, aunque este hombre, profesor y profundo conocedor de los clásicos, ya debía estar acostumbrado a reconocimientos públicos porque en su biografía lucen unas cuantas distinciones de organizaciones y universidades de distintos países. Vamos, que es de esos personajes en cuya vida parece haber habido tiempo para escribir, dar clases, investigar, y además hacerlo todo bien, qué maravilla.
Por lo que veo, al menos lo referido a sus libros más conocidos, a Ordine le gusta utilizar un formato de ensayo que ha cimentado sus mayores éxitos editoriales: utilizar una colección de fragmentos de clásicos a los que referenciar una idea general o un aspecto más o menos concreto de la vida. En este caso, el núcleo se sitúa en la expresión que da título al libro, tomada de John Donne: los hombres no son islas, somos partes de un todo que debe funcionar en conjunto, y por tanto lo que les ocurra a los demás nos está también ocurriendo a nosotros mismos. Un pensamiento que parece estrechamente relacionado con el cristianismo (quizá más bien con el catolicismo), y que se enfrenta con contundencia con el individualismo preponderante en las últimas décadas.
Esta idea ocupa una larga introducción de casi cien páginas, también apoyada en autores de distintos orígenes y épocas, desde Séneca y Cicerón hasta Tolstói, pasando por Montaigne, Shakespeare o Saint-Exupéry, a quien dedica un amplio apartado que quisiera destacar, porque el análisis de algunos fragmentos de El principito me parece lo más inteligente e interesante que he leído acerca de este libro que, tengo que confesarlo, nunca me ha seducido lo más mínimo. Se cierra esta introducción con una potente diatriba contra el desiderátum actual de los sistemas educativos, impregnados de utilitarismo, fábricas de individuos aptos para el mercado laboral (o al menos formados con esa intención) que en un futuro cercano serán ‘ejércitos de emprendedores y compradores’. La deriva mercantil de la enseñanza hace que se ignore todo aquello que no se pueda rentabilizar a corto plazo, las artes, la filosofía, la investigación, la Historia. En vez de formar personas con valores, capaces de pensar y razonar por sí mismas, se busca la utilidad inmediata de autómatas listos para producir y consumir. El sistema lo exige así, y finalmente todos terminamos por asumirlo o aplaudirlo, empezando por los padres y siguiendo por los políticos de todas las tendencias.
En lo que es propiamente el cuerpo del libro, Ordine abre un poco más el foco para dar entrada a un importante desfile de clásicos, unos cincuenta, cada uno de los cuales nos deja un pequeño fragmento sobre el que el autor reflexiona brevemente en un par de páginas. Por tomar unos pocos nombres al azar, encontramos a Aristóteles, Ibsen, Camões, Dante, Plutarco, Hemingway o Virginia Woolf, autores de todas las épocas (curioso, solo tres de ellos en lengua castellana) y obras de todo género, ensayo, novela, poesía, le sirven a Ordine para detenerse sobre aspectos de la vida que quizá carecen de una utilidad inmediata, pero sobre los que convendría pararnos y dedicarles unos minutos para ensanchar nuestra mente y ser capaces de ver con una perspectiva más amplia.
La importancia de un maestro para descubrir el talento de un joven o incentivarle a encontrarlo, la lectura como viaje, la diligencia del gobernante que cuida del bien público, una reflexión sobre el inicio y el final de las cosas, el valor de quien toma partido, mujeres que se rebelan contra su rol tradicional, la curiosidad y la tolerancia como motores del conocimiento y la convivencia, el poder de la música y la cultura, la necesidad de contemplar a las personas en su interior, despojadas de sus cargos y oropeles. Algo que suena bastante a Montaigne, aunque fundado en obras y autores más reconocibles, un buen repertorio de temas que nos tocan muy de cerca, en nuestras relaciones, en la política o en lo profesional, en nuestra forma de ver el mundo, puntos para reflexión que piden una lectura pausada, y preferiblemente puntual y esporádica, como ocurre con textos de esta índole.
Porque lo cierto es que en todos esos clásicos que nos presenta Ordine, o al menos en aquellos que yo pueda conocer, podemos encontrar también la mentira, la corrupción, la violencia, la venganza, guerras, odio y engaños. Pero el autor ha tenido la habilidad de encontrar aquellos pasajes, y son muchos, que nos muestran lo que podríamos llamar el lado razonable del ser humano, textos en que nos invitan a ver la vida sin dejar de buscar la verdad y la belleza, la Humanidad como ese gran océano formado por pequeños elementos que somos cada uno de nosotros, todos dependientes unos de otros y con intereses inevitablemente comunes aunque con demasiada frecuencia no lo parezca.
No es por tanto un canon de los fragmentos más bellos o de obras imprescindibles, lo más probable es que esta lectura no nos llamará a conocer las fuentes originales, porque realmente no se trata de eso. Solo son pequeñas y bien buscadas excusas para mostrar cómo no todo ha sido maldad y depravación, y siempre ha habido individuos, seguramente los más sabios, que también han sabido contarnos lo importante y valioso que los humanos han ido dejando en el planeta, que también lo hay.
Otras obras de Nuccio Ordine en ULAD: La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida
3 comentarios:
Hola, Carlos: Aprovecho para desearte un feliz año nuevo, lleno de mis propias lecturas para que puedas reseñarlas y así yo leerlas y acaso comentarlas a continuación.
Leí Manifiesto. La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine hace quince días para uno de mis dos clubs de lectura y es muy parecido al que tú comentas. Un autor apasionado de su labor docente, muy culto y con prodigiosa memoria, especializado en el Renacimiento italiano, muy activo y expresivo. Insiste en denunciar el sistema de enseñanza que busca fácil y rápida colocación de los docentes en base a obtener pronto medios económicos, y el olvido del latín y de las humanidades. Siempre me entristece que las personas al hacerse maduras vayan enquistándose y marcando diferencias con los jóvenes. Pregunto: Antes iban muchos jóvenes a la Universidad sólo para ser cultos? a qué edad es culta una persona?, las matemáticas, astronomía, electrónica, trabajos manuales ,no son cultura?
No me gustan los enciclopedistas, que siempre citan a Séneca, Montaigne o incluso Aristóteles. Prefiero ir directamente al pensador y no al recopilador.
Un cordial saludo
Estaba leyendo varias reseñas y están interesantes, ya me leeré algún libro en este nuevo año
Hola Beatriz, y feliz año también para ti y los tuyos. Como tú dices, no creo que los jóvenes fuésemos nunca a la universidad solo para ser cultos, pero tal vez es labor del sistema educativo inculcar ciertos valores a la vez que se enseñan disciplinas digamos técnicas. Es un trabajo que debería venir desde abajo, desde mucho más jóvenes, para desterrar eso de 'para qué sirve saber historia, geografía, literatura...'? Y lo malo es que muchos padres tampoco le harían ascos a una educación todavía más utilitarista. Yo por el contrario creo que de las universidades debería salir más gente con un bagaje cultural más amplio, y no solo chicos capaces de conocer leyes, anatomía, informática o nutrición desde el punto vista exclusivamente práctico. Pienso que la sociedad en conjunto sería mejor de lo que es, pero igual es solo la resaca del ambiente navideño.
Y hablando de cultura, animo a Renito a leerse algo este 2024, aunque solo fuese un libro, sería más de lo que mucha gente respetable lee.
Publicar un comentario